Me acuerdo cuando daba clases de Economía en la Universidad de Costa Rica, allá en los años ochenta, que había un colega aficionado creyente de la llamada idea Juche. Tenía su cubículo casi lleno de libros de Corea del Norte, sobre esa visión social, política y económica. Casi estoy seguro, que, ya muy viejo, sigue creyendo (no sé si difundiéndola, pero es posible) en esa filosofía totalitaria.

SIN LIBERTAD DE EXPRESIÓN, TODA EXPRESIÓN SE CONVIERTE EN EXPRESIÓN DEL GOBIERNO

Por Barry Brownstein

Fundación para la Educación Económica
Lunes 4 de noviembre del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letras en rojo, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/without-fre...rnment-speech/

No hay tal cosa como una libre expresión regulada por el gobierno.

Cuando vi este video (this video) me pregunté si era un engaño. Pensé que debía ser un grupo de actores tratando de formular un punto acerca de qué tan lejos habían llegado las restricciones a la expresión. Desgraciadamente, el video captura una realidad de Escocia en el 2019.

El video muestra un intercambio (an exchange) entre un maestro de un colegio escocés y un estudiante. A la clase se le pidió firmar para ser parte de un sitio en la red y, de acuerdo con el estudiante, el maestro comentó acerca de qué tan anticuado era el sitio al pedir en el listado que se indicaran sólo dos sexos. El estudiante, Murray, reafirmó (Murray, remarked), “Pero, señor, sólo hay dos géneros,” y el maestro insistió en que continuaran la discusión fuera del salón de clases.

LA POLÍTICA DE LA AUTORIDAD ESCOLAR DE LA NACIÓN

Murray grabó el encuentro en su celular. He aquí algunos de los puntos más bajos del diálogo registrado:

Murray: “¿Por qué me echó de la clase? Eso no es muy inclusivo de su parte.”

Maestro: “Lo siento, pero lo que usted estaba diciendo no es muy inclusivo y esta es una escuela inclusiva.”

Murray: (refiriéndose al punto de vista del maestro de que hay más de dos géneros): “Esa es su opinión.”

Maestro: “Esa es mi opinión, y esa es una opinión que es aceptable en esta escuela.”

Maestro: “Por favor, ¿Mantendría esa opinión [refiriéndose al punto de vista de Murray de que hay dos géneros] sólo para su casa, no para esta clase?”

Murray: “¿Así que usted puede expresar su opinión en esta clase, pero mi opinión tiene que permanecer dentro de mi casa?”

Maestro: ‘Yo no estoy expresando mi opinión. Estoy afirmando lo que es una política de la autoridad escolar de la nación.”

Maestro: “Conozco lo que usted piensa y conozco lo que la autoridad piensa.”

Siguiendo la “política de la autoridad escolar de la nación” del Reino Unido acerca del número de géneros, a los niños se les enseña que hay 100 “identidades de género.” (100 “gender identities.”)

Murray no fue enviado a un campo de reeducación, pero la escuela lo suspendió durante varias semanas.

En cuanto al maestro, él está tratando de ser un funcionario de gobierno correcto. Tal vez está soñando con el retiro o, al menos, con el día en que estudiantes como Murray ya no se atreverán más a desafiarlo.

Si usted está seguro de que este tipo de incidente no podría suceder en los Estados Unidos, piense de nuevo.

EL APOYO A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN ESTÁ DISMINUYENDO

Una nueva encuesta conducida en los Estados Unidos por la Campaña por la Libertad de Expresión (Campaign for Free Speech), encontró que el 51 por ciento de los estadounidenses estaba de acuerdo con esta afirmación: “La Primera Enmienda [de la Constitución de los Estados Unidos] va muy lejos en cuanto a permitir el discurso de odio en los Estados Unidos moderno y debería actualizarse para reflejar las normas culturales de la actualidad.” Un 48 por ciento y una mayoría de la generación del milenio estuvo de acuerdo con que “el discurso de odio” debería ilegalizarse. Un asombroso 54 por ciento de los miembros encuestados de la generación del milenio, pensó que la cárcel debería ser la pena consecuente con el discurso de odio. El discurso de odio no se definió en la encuesta.

Un 57 por ciento de los estadounidenses está listo para que el gobierno “tome acción contra periódicos y estaciones de televisión que publiquen contenido sesgado, inflamatorio o falso.”

Estos hallazgos no se alejan de la línea de encuestas previas, como la encuesta del Instituto Cato del 2017 acerca de la Libre Expresión y la Tolerancia (a Cato Institute 2017 Free Speech and Tolerance Survey), la cual encontró que el 40 por ciento de los estadounidenses piensa que el gobierno debería prevenir el discurso de odio.

Recientemente, Richard Stengel, antiguo editor de la revista Time, pidió que se pusieran limitaciones a la Primera Enmienda. En un artículo en la página editorial del Washington Post (Washington Post op-ed) escribió “el fundamento de la Primera Enmienda se edificó para una época más sencilla,” y, sin definir que es el odio, pidió leyes que prohibieran la “expresión que incita al odio.” Para Stengel es cosa mala, no una fortaleza de los Estados Unidos, que “el estándar de nuestra Primera Enmienda sea atípico.”

Si usted pensó que el sentimiento anti libre expresión se limita a las ciudades universitarias, se habría equivocado.

EL GOBIERNO NO NOS OTORGA EL DERECHO A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Tal vez hay fallas en el diseño de la encuesta de la Campaña por la Libertad de Expresión (Campaign for Free Speech); no obstante, los hallazgos nos advierten de un apoyo a nuestros derechos constitucionales que se desvanece.

Hay una confusión fundamental acerca de la fuente de nuestro derecho a la libre expresión. El derecho a la libertad de expresión, codificado en la Primera Enmienda, no es una concesión del derecho a la libre expresión; es una prohibición para que el gobierno interfiera con un derecho inherente de los estadounidenses:

“El Congreso no legislará respecto al establecimiento de una religión o a la prohibición del libre ejercicio de la misma; ni impondrá obstáculos a la libertad de expresión o de la prensa…”

Cuando las primeras enmiendas a la Constitución -la Carta de Derechos- se debatían, Madison y otros Fundadores inicialmente temieron que enumerar derechos sería luego interpretado como que significaba que sólo se protegerían los derechos mencionados en la Constitución.

Madison se refirió a estos temores con la Novena Enmienda a la Constitución:

“El hecho de que en la Constitución se enumeren ciertos derechos no deberá interpretarse como una negación o menosprecio hacia otros derechos que son también prerrogativas del pueblo.”

Madison era firme (Madison was adamant) en cuanto a la naturaleza absoluta de la primera enmienda, aún cuando los resultados podrían no agradarles a algunos o a muchos:

“Las libertades de nuestra Primera Enmienda nos dan derecho a pensar lo que nos gusta y decir lo que nos plazca. Y si nosotros, el pueblo, nos vamos a gobernar por nosotros mismos, debemos tener esos derechos, incluso si son mal usados por una minoría.”

Tal como nosotros no podemos estar medio-embarazados, no hay tal cosa como una libre expresión regulada por el gobierno. Si el gobierno es el árbitro de lo que es una expresión aceptable, usted está en camino de una pesadilla distópica. Los Fundadores lo tenían claro: a individuos falibles, limitados en su conocimiento, no se les podía confiar el poder para infringir nuestros derechos.

Tampoco, creía Madison, un voto democrático le ofrecería protección alguna a la libertad de expresión. En el ensayo No. 10 de los Documentos Federalistas (In Federalist Paper No. 10), Madison explica que la democracia no ofrece protección contra la pasión de un bando opuesto a la libertad:

“Cuando un bando abarca la mayoría, la forma del gobierno popular le permite sacrificar a su pasión dominante… tanto el bien público como los derechos de los demás ciudadanos.”

COREA DEL NORTE, EN DONDE TODA EXPRESIÓN DEBE GLORIFICAR AL GOBIERNO

Masaji Ishikawa nació en 1947 en Japón, de padre coreano y madre japonesa. Su padre fue un alcohólico violento. En 1960, la familia de Ishikawa, sumida en la pobreza, se fue a Corea del Norte como parte de un movimiento de repatriación que incluía a casi 100.000 coreanos, atraídos por promesas de un “paraíso en la tierra,” de una “tierra de leche y miel.”

En su libro A River in Darkness: One Man's Escape from North Korea, Ishikawa aprendió que, tal como un pez no entiende el agua, él no entendía las libertades que tenía en Japón:

“Cuando viví en Japón, realmente nunca sopesé mi vida… Me obsesioné con todas las cosas que antes había tomado por dadas y todas las penurias que ahora marcaron mi vida. Pero, eso no duró mucho. Pronto aprendí que el pensamiento no era libre en Corea del Norte. Un pensamiento libre podía matarte si emergía de tu persona. Si eras afortunado, podías ser enviado a alguna región montañosa remota a trabajar duramente. O podía ser enviado a un campo de concentración de prisioneros políticos, debido a que usted era considerado un ‘liberal’ o un ‘capitalista’ con ‘malos hábitos.’ Y los malos hábitos debían ser eliminados. Por medio de una bota militar sobre los genitales. U, otra vez, de nuevo, simplemente podía ser ejecutado.”

Para la policía estatal de Corea del Norte, la familia Ishikawa era una fuente potencial de ideas peligrosas:

“Constantemente éramos monitoreados por los matones de la Seguridad Estatal de Corea del Norte y por la policía secreta. Me imagino que constituíamos una doble amenaza. Nosotros habíamos llevado varios artículos peligrosos cuando nos trasladamos ̶ cosas como bicicletas y artefactos eléctricos y ropas medio decentes. ¿Qué si los habitantes de la localidad llegaban a darse cuenta de que su estándar de vida era miserable? Peor aún, ¿qué pasaría si ellos se enteraban de parte nuestra del concepto de libertad de pensamiento? Ellos podían cuestionar la sabiduría de Kim Il-sung. Y eso era verboten [prohibido].”

La educación en Corea del Norte consiste principalmente en estudiar los trabajos colectivos del “pensamiento revolucionario” de los déspotas Kim Il-sung y Kim Jong-il. En su libro The Impossible State: North Korea, Past and Future, Víctor Cha explica el adoctrinamiento:

“La idea Juche [base ideológica de Corea del Norte] fue cauterizada diariamente en las mentes de todo coreano del norte, por medio de sesiones repetitivas de adoctrinamiento. Había una casi racionalización biológica y anatómica de la lealtad, que iba aparejada con lo espiritual. Los escritos Juche enseñaban que el Gran Líder (Suryŏng) Kim Il-sung era el cerebro, el partido era los nervios y la gente eran los brazos, piernas, músculos y huesos del estado. Emergían dos mensajes de obediencia: (1) sin el cerebro, el resto no funciona; por tanto, debía haber lealtad total; y (2) el pensamiento independiente no era necesario, pues era manejado por el cerebro. El único pensamiento crítico permitido era la autocrítica, basada en la culpa de no servir bien al líder.”

En Corea del Norte, expresar lo que se piensa es incomprensible.

Al leer mi ensayo, usted podría pensar que estoy sobreexcitado. Ciertamente, aquellos que quieren restringir el discurso de odio no quieren “lealtad total” hacia una futura presidencia de, digamos, Elizabeth Warren. Ellos no quieren que los estadounidenses memoricen sus discursos o que estudien sus cavilaciones en la escuela.

Si usted cree que mis preocupaciones no tienen base, lean de nuevo el intercambio entre el maestro escocés y Murray. El maestro piensa que él es inocente de sofocar la disensión. Simplemente está esparciendo “la política de la autoridad escolar de la nación.” El maestro sabe lo que Murray piensa y él “sabe lo que la autoridad piensa.” El punto de vista de la “autoridad” triunfa sobre las opiniones del estudiante.

En una futura administración socialista democrática sumida en el colapso económico, ¿es una exageración predecir que la protección de la libre expresión continuará desvaneciéndose, al prohibirse la crítica de las políticas gubernamentales?

Si no se puede tolerar el desacuerdo acerca del número de géneros, con certeza que tampoco serán tolerados desacuerdos acerca de una moratoria de la deuda o de un impuesto a la riqueza.

Ishikawa no entendió las libertades que tenía en Japón, sino hasta que perdió la libertad en Corea del Norte. Como Ishikawa en Japón, los estadounidenses de hoy no saben que estamos nadando en las tibias aguas de la libertad, con la libertad para decir lo que pensamos.

En cuanto a grado, los Estados Unidos están muy alejados del mundo de Corea del Norte. Pero, cuando al gobierno se le da el poder de determinar qué es una expresión aceptable, estamos operando desde la misma mentalidad totalitaria que conduce al infierno distópico. Si el totalitarismo llega a los Estados Unidos, no tendremos a nadie más a quien culpar.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership [The Inner-Work of Leadership]. Para recibir los ensayos de Barry, suscríbase en Mindset Shifts.