Para que entendamos uno de los efectos de la devaluación, tal como hoy la estamos teniendo aquí.

SÍ, UNA DEVALUACIÓN DE LA MONEDA ES EN BUENA MEDIDA COMO UN IMPUESTO

Por John Tamny

Fundación para la Educación Económica
Martes 1 de octubre del 2019

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letras en rojo, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/yes-a-curre...ch-like-a-tax/

¿Por qué miembros honestos de la izquierda y de la derecha rápidamente reconocen el impuesto que es el arancel, al mismo tiempo que ignoran el impuesto que es la devaluación?

Britax es una corporación global, con un centro de manufactura en Fort Mill, Carolina del Sur, en donde emplea a 300. Es ahí en donde la compañía crea asientos de carros para niños. Se desconoce cuánto tiempo más continuará haciéndolo.

Si bien ciertamente es arriesgado derivar una correlación inmediata, James Politi del Financial Times reportó que Britax está contemplando reubicarse. El impulso para la reubicación surge de los aranceles que la administración Trump ha impuesto a bienes del extranjero.

LOS ARANCELES SON IMPUESTOS

Aparentemente el negocio de los asientos de carros es un asunto de un margen bajo y, empezando en el 2018, súbitamente Britax encaró un arancel del 10 por ciento sobre los textiles que importa para cubrir sus asientos. El impuesto subió hasta un 25 por ciento, después de una ruptura de las conversaciones comerciales este mayo pasado y, luego, este mes se impuso una nueva tarifa del 15 por ciento sobre insumos metálicos, como arneses y hebillas. Los impuestos gravados sobre insumos importados, en los que Britax descansa para completar sus asientos para carros, le han colocado en desventaja vis-à-vis fabricantes ubicados fuera de Estados Unidos. Según Politi, los productores extranjeros de los asientos disfrutan de una exención de tarifas a cargo del “representante de comercio de los Estados Unidos para algunos, pero no para todos, los productos de seguridad.”

Todo esto recuerda la verdad esencial de que las tarifas son, simple y llanamente, un impuesto. No sólo causan daño a los negocios que, ingenuamente, se asume que protegen, al escudarlos de las realidades del mercado, sino que son pagadas por otras empresas que se basan en insumos importados, esto es, todos los negocios.

Imagínese que algo tan prosaico como el lápiz es una consecuencia de la cooperación global, así que, imagínese por extensión, exactamente cuánto de un asiento para carros es resultado final de una producción que tiene su lugar alrededor del mundo. En este caso, Trump, falsamente, “protege” a empresas de textiles y metales ubicadas en Estados Unidos, y la cuenta por la protección se les envía a empresas como Britax. El impuesto pagado por esta última ha encogido todavía más sus ya estrechos márgenes.

Es interesante acerca de los aranceles, que ellos logran un acuerdo entre gente con ideologías diferentes. La cabeza del Consejo Económico Nacional, Larry Kudlow, cree (believes) enfáticamente que las tarifas son un impuesto, así como lo hace el aspirante presidencial demócrata, y frecuente crítico de Trump, Pete Buttigieg. Los aranceles elevan el costo de hacer negocios, lo que significa que constituyen un impuesto sobre las utilidades. Todo es muy sencillo.

LA DEVALUACIÓN DE LA MONEDA ES UN IMPUESTO

Razón por la que es tan extraña la quietud acerca de la posición del presidente Trump sobre el dólar. Como lo saben algunos, a Trump le gustaría un dólar más débil. Él, incorrectamente, cree que un billete devaluado haría más competitiva a la industria estadounidense. Excepto que eso no sería así, y una razón por la que un dólar que cae no mejoraría la salud de las empresas estadounidenses, se debe a que la devaluación de la moneda es un impuesto del 100 por ciento.

Los aranceles elevan el costo de importar simplemente porque una tarifa del 10, 15 o 25 por ciento, es un impuesto por encima y más allá del precio del bien importado en cuestión. Cuando Trump impone tarifas que son pagadas por los importadores, el ministerio de Hacienda de los Estados Unidos (el Tesoro) en última instancia recoge los ingresos provenientes de ellas.

Con una devaluación, mucho de eso también se da. En este caso, la devaluación del dólar lógicamente eleva el costo de los bienes importados. También, incrementa los precios domésticos, pero ese es un comentario para otra ocasión. Por el momento, debe decirse que el dinero es un acuerdo acerca del valor. Si el acuerdo es rebajado, de forma que significa algo diferente o es intercambiable por menos, es sólo lógico que el costo de importar insumos extranjeros se va a elevar, a menos que los productores extranjeros estén dispuestos a aceptar recortes por lo que ellos nos envían.

Y qué pasa con el ministerio de Hacienda de los Estados Unidos. Mientras que no colecta “ingresos” por la devaluación del dólar tal como lo hacen los falsos frutos de los aranceles, el resultado es el mismo. Todavía un dólar es un acuerdo acerca del valor. Si se reduce el valor intercambiable del dólar, así se reduce lo que el Tesoro adeuda.

La devaluación es ciertamente un impuesto y tiene un impacto similar al de un arancel sobre las empresas. No sólo aumenta el costo de comprar los insumos necesarios para producir bienes para el mercado, sino que eso, al mismo tiempo, encoge las utilidades de la compañía. Si el dólar se devalúa, igual debe encogerse el valor de los dólares que la empresa recibe.

EL VALOR DEL DÓLAR PUEDE CAMBIAR

Para aquellos que piensan que un dólar es un dólar, piénsenlo de nuevo. Nadie gana dólares en el tanto en que ellos ganan aquello por lo que los dólares se intercambian. Existe una gran diferencia. Si el valor del dólar disminuye, igual debemos reducir el valor de un dólar ganado por una empresa.

El párrafo previo ayuda a explicar por qué períodos de devaluación del dólar (piense en la década de los setentas, piense en la del dos mil) se correlacionan con rendimientos de los mercados altamente deprimidos. Si el valor de mercado de una compañía constituye una especulación de los inversionistas, acerca de todos los dólares que una compañía se ganará en el futuro, es sólo lógico que una devaluación de la unidad monetaria, que los inversionistas usan para adscribir un valor a las empresas, va a impactar negativamente en los precios de las acciones.

Profundizando en el punto anterior, las empresas lógicamente crecen por vía de la inversión; ya sea esta en personas, procesos y casi siempre ambos. Los inversionistas, como los lectores de esta columna lo saben bien, están comprando rendimientos futuros en dólares cunado ponen su dinero a funcionar. La devaluación lógicamente encoge el valor de intercambio de esos rendimientos. De nuevo, es un impuesto.

Esto conduce a la última pregunta de este comentario: ¿por qué miembros honestos de la izquierda y la derecha rápidamente reconocen el impuesto que es el arancel, al tiempo que ignoran el impuesto que es la devaluación? En cada caso, quienes formulan políticas están encogiendo el valor del trabajo del individuo y de la empresa, mientras que están reduciendo lo que individuos y empresas pueden recibir a cambio por su trabajo.

A pesar de lo anterior, los aranceles de Trump dan lugar a todo tipo de razonables (y, algunas veces, irracionales) apretones de manos, mientras que sus llamados para un dólar disminuido pasan casi sin comentario. Ello, a pesar de que ambos son lo mismo. Sí, un arancel es un impuesto. Y también lo es la devaluación. ¿Por qué los políticos y los candidatos a cargos públicos no hablan acerca de la otra devaluación?

Este artículo se reimprime con el permiso de Forbes.



John Tamny es director del Center for Economic Freedom en FreedomWorks, es un asesor sénior de Toreador Research & Trading, y editor de RealClearMarkets.