EL SURGIMIENTO DE LA ECONOMÍA MODERNA: UNA VISIÓN PANORÁMICA

Por Alberto Mingardi

Ley y Libertad
16 de setiembre del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, si es de su interés puede verlo en https://www.lawliberty.org/book-revi...anoramic-view/

¿Qué es el crecimiento económico moderno y por qué fue inventado en Occidente? Estas preguntas han inquietado a historiadores por mucho tiempo. Típicamente, ellos se enfocan en una sola y gran explicación, buscando una causa que sea omnicomprensiva. Esto da lugar a buenos debates, pero no necesariamente a una historia buena.

En The Wealth Explosion: The Nature and Origins of Modernity, Stephen Davies toma un camino diferente. Davies, quien encabeza el área de Educación en el Institute of Economic Affairs de Londres, facilita a los lectores desarrollar una visión panorámica. Esto es oportuno, pues, en realidad, no hay respuestas sencillas a la pregunta de dónde es que viene el crecimiento económico moderno.

Davies considera la modernidad como una de las grandes fracturas en la historia humana, comparable con la transición desde el Paleolítico a la Era Neolítica, cuando, por primera vez, el hombre domesticó animales y empezó a intercambiar, y surgió la agricultura. La modernidad trajo cambios fundamentales en la vida humana, los que se percolaron en todos los aspectos de la sociedad. Cuando el reverendo Thomas Malthus publicó su Ensayo sobre el Principio de la Población en 1798, la realidad observable era que “todos los seres humanos, incluyendo muchos de los ricos, siempre estaban viviendo al borde de la muerte y de la hambruna.” Efectivamente, Malthus “demostró ser uno de los peores profetas de siempre,” escribe Davies, “dado cómo las cosas han resultado desde su época hasta la nuestra,” pero describió al mundo tal como él lo conocía. Las restricciones de los recursos hicieron que la civilización humana pareciera una cosa bastante precaria.

MALTHUS VERSUS SIMON

Si pensamos que ahora la civilización descansa sobre terreno más firme, precisamente es porque la innovación ha desatado un crecimiento sin precedentes. En un mundo que continúa rompiendo las cadenas de la escasez, “una población creciente no es la premisa inevitable del hambre masiva. Por el contrario, son manos y cabezas que pueden contribuir más a crear la prosperidad y la riqueza.” Dos siglos después de Malthus, el economista Julian Simon denominaría a los propios seres humanos como “el recurso supremo.” Todos sabemos que cada uno de nosotros es, al mismo tiempo, un recurso y una restricción sobre otros, aunque sea sólo para tener espacio para moverse. Qué tanto de recurso y qué tanto de restricción depende principalmente de nuestras circunstancias. En un mundo de crecimiento económico y de innovación ilimitada, Simon, y no Malthus, demostró estar en lo correcto.

Esta es la esencia del crecimiento económico moderno: algo que no sólo nos provee más, sino que lo hace para más gente. Como nos lo recuerda Davis:

“Después de poco más de un siglo de crecimiento constante, la población mundial alcanzó mil millones alrededor de 1830. Luego se duplicó a dos mil millones para 1930 y luego, de nuevo, se duplicó para 1975… no sólo la población del mundo es ahora mucho más elevada que en cualquier época previa, sino que la tasa a la que ha aumentado la población se ha acelerado dramáticamente.”

Tan sólo piense acerca de nuestra propia vida. Aunque en 1990, en todo el mundo dos mil millones de personas estaban viviendo con menos de dos dólares al día, en el 2015, lo estaban 705 millones de personas. En esos 25 años, la población del mundo se elevó de 5.3 miles de millones a siete mil millones.

Sin embargo, la modernidad no es exclusivamente el crecimiento económico moderno, sino, más bien, todo lo que rodea (y, tal vez, permite) a ese crecimiento. Un crecimiento económico intenso es un componente necesario de este fenómeno multifacético, pero también lo son el crecimiento de la población, la urbanización y un cambio tecnológico rápido y sostenido. El crecimiento económico tampoco sucede en un vacío: El secularismo y una forma de vida más individualista son parte de la modernidad, así como lo son el desarrollo del “racionalismo crítico,” la abolición de la esclavitud y la extensión de relaciones cordiales mucho más allá de la esfera familiar.

En este trabajo, Davies evita la especulación normativa. Él no considera si un enfoque hacia la vida más tradicional o religioso, puede ser plenamente compatible con la industrialización y el desarrollo económico moderno, sin importar lo apreciado a los corazones de los conservadores de todas las latitudes. Su ambición es obtener un sentido de todas esas grandes tendencias que, juntas, nos dan una idea de lo que es la modernidad. El hecho de que la religión ya no ocupa más el centro del escenario de la vida humana, y que experimentó un divorcio del poder político moderno, ciertamente es una de esas tendencias. Así, para Davies la modernidad está compuesta de partes mutuamente interdependientes, cada una de las cuales podría, tal vez, existir por sí misma, pero, todas ellas, de alguna manera, han pavimentado el camino para los otros.

EL EXCEPCIONALISMO DESAFIADO

Para quienes le conocen, Steve Davies es un sustituto más exacto que Wikipedia. Una memoria fotográfica y la aproximación más cercana a la omnisciencia jamás desplegada por ser humano, son los rasgos distintivos de este historiador educado en la Universidad de St. Andrews. La erudición apasionada de Davies surge en cada capítulo del libro, que presenta cuidadosamente tesis competitivas acerca de por qué la modernidad primero apareció aquí ̶ dando a entender por “aquí” a Europa y, más precisamente, el Norte de Europa, y, aún con mayor precisión, la República de Holanda y el Reino Unido. Este libro mostrará ser invaluable para el estudiante que busca una puerta hacia un debate histórico complejo. Pero, también será sumamente valioso para el lector más experimentado, para quien será un verdadero compás para navegar por los entresijos de la interpretación histórica.

Para Davies, no había nada inevitable acerca de la modernidad ni tampoco acerca de la Revolución Industrial. El crecimiento económico moderno podría haberse desarrollado en cualquier otro lugar y en cualquier otro momento ̶ por ejemplo, en China durante la dinastía Song (960-1279). No obstante, ese camino no fue el tomado y eso hizo toda la diferencia. ¿Cómo es eso? Algunos historiadores -a David Landes se le menciona en ese sentido- han propuesto al “excepcionalismo Occidental” como el impulsor del progreso moderno. Otros han rechazado esta hipótesis, afirmando que el reciente ascenso de Europa hacia la prominencia, se debe a sus políticas depredadoras, que drenaron los recursos del resto del mundo. Davis se siente más cómodo con aquellos que “aceptan que no hubo nada distintivo acerca de Europa durante la mayoría de la historia mundial… pero… afirma que algo pasó dentro de Europa no mucho antes del comienzo de la transformación.”
Así que, el desafió de explicar la modernidad se convierte en el desafío de identificar aquellos cambios radicales y transformaciones menores que, a la larga, ocasionaron los cambios mayores. Aunque Davis, modestamente, afirma que el suyo no es “un trabajo de investigación original,” sino más bien una síntesis, este punto de vista es propio de él.

En primer lugar, enfatiza la importancia del “racionalismo crítico” en la modernidad, por la cual da a entender la forja de alternativas a las dos corrientes de “pensamiento sistémico” que dominó la experiencia humana: la magia y la religión. Ambas descansan en la autoridad y la tradición, al suponer que existe ese amplio cuerpo de conocimiento “que describe todo lo que ha de conocerse acerca de todo,” y que necesita, en el mejor de los casos, ser descubierto e interpretado. La modernidad se plasma en una forma de pensar que cree que el mundo puede ser conocido y que los modernos trabajan para encontrar formas de probar la exactitud relativa de diferentes conjeturas acerca de su naturaleza. La frase como tal de “racionalismo crítico” nos recuerda a Karl Popper y su énfasis en el conocimiento abierto a la crítica y, en efecto, a que sea probado falso. Las disputas resueltas ya no eran zanjadas eternamente y la evidencia emergía como el criterio para evaluar las afirmaciones acerca de la verdad. Tal aprecio por el valor de los procesos de prueba y error vinieron con una actitud favorable hacia mantener la puerta abierta a la novedad y la sorpresa. Esto es, en efecto, algo distintivo de la modernidad ̶ y, en particular, de la economía moderna.

EL PASO HACIA UN MUNDO POST-MALTHUSIANO

Difícilmente sorprende la noción de que la modernidad y el racionalismo van acompañados. No obstante, Davies agrega una dimensión peculiar, enfocada en cómo la expansión del método científico, la innovación y las ideas modernas influyeron en las acciones de los gobernantes. Si bien, él entiende a la modernidad como algo que ha reconfigurado a toda la sociedad, incluso a los escalones más bajos de la escala social.

Una buena porción de The Wealth Explosion tiene que ver con la política. El autor lee la historia política no sólo como una sucesión de hombres poderosos a la cabeza (aunque el emperador Taizu de Song, Tamerlán y Carlos V, todos, juegan papeles en su historia), sino como un mecano de instituciones y relaciones de poder.

Una característica de la modernidad que está notoriamente ausente en la mayoría de las sociedades humanas previas a la Revolución Industrial (de nuevo, con excepción de la China Song), fue la tendencia a abrazar la experimentación y las novedades, en vez de oponerse a ellas. Otra es una actitud positiva de parte de los gobernantes hacia la mejora económica, que ellos abrazaron como forma de emancipar a sus compatriotas, en vez de pensar en ello como fuente de desorden social.

Se requiere un mundo post malthusiano para siquiera pensar que el pastel puede estar creciendo para todos. Esto tiene que ver con el surgimiento del racionalismo crítico y el éxito de la ciencia moderna, pero, también, con el pluralismo persistente (político y, después de la Reforma, religioso) en el Continente Europeo. La “gran consecuencia” de ese pluralismo “fue que las clases gobernantes de Europa encararon incentivos muy diferentes comparadas con los de su contraparte de Asia. Ellos eran ahora parte de un sistema de competencia constante e intensa.” Este pluralismo se vio fortalecido, afirma Davies, a fines del siglo XVI y principios del siglo XVII, cuando la España de los Habsburgos falló en convertirse en un poder hegemónico en Europa.

Algo de la competencia era militar y destructiva, pero otra no lo era. Considere la sabiduría de David Hume: “Nada favorece más el surgimiento de la cortesía y del aprendizaje, que un número de estados vecinos e independientes, conectados por el comercio y la política.” La competencia en el comercio significa, de hecho, ser parte de una empresa conjunta, en el aprendizaje y la experimentación. La rivalidad entre administraciones y jurisdicciones puede ahogar este proceso ̶ pero, también, lo puede estimular, como sucedió con las monarquías pujando por los mejores artistas y, posteriormente, por los mejores científicos.

Una economía que promueve la innovación depende la innovación social y política. Este puede ser un pensamiento aleccionador. Al describir China bajo la dinastía Song, Davies explica que, como ningún otro régimen de su tiempo, se alejó más de la subsistencia y se acercó más a una economía de mercado moderna. Los controles gubernamentales fueron debilitados, la producción de la mayoría de los bienes fue orientada hacia la “mercantilización” -esto es, mucho más allá de los límites de una familia, la economía de subsistencia se convirtió más en un asunto de comercio- y su estructura gubernamental se hizo más ágil y meritocrático. “La idea interesante es que la respuesta de la elite fue participar en este proceso, en vez de resistirlo o tratar de revertirlo,” escribe Davies.

Con todo esto, el crecimiento económico no floreció en Song China, en donde, en realidad, la Dinastía Ming planificó y logró una revolución anti moderna, lo que reestableció los valores tradicionales para ejercer un control de la población más estricto. La innovación política en aquel entonces no se dio en Asia. Parte de lo que define la modernidad es descansar crecientemente en el estado. ¿Qué pasa si nosotros descansamos en el gobierno para que se deshaga de las otras piezas de la ciencia moderna, ya sean ellas la competencia o el racionalismo crítico? Los juiciosos piensan que la libertad nunca está más lejos de la extinción que en una generación. También, ellos deberían darse cuenta que la economía nunca está más allá de una generación para su declinación ̶ y ellos deberían actuar en conformidad con esto.

Alberto Mingardi es Director General del centro italiano de pensamiento de libre mercado, el Instituto Bruno Leoni. También es profesor asistente de historia del pensamiento político en la Universidad IILM en Milán y académico Presidencial de la Universidad Chapman. También es compañero adjunto del Instituto Cato. Él bloguea en EconLog.