QUÉ PUEDEN APRENDER LOS SOCIALISTAS DEMOCRÁTICOS MODERNOS DE F.A. HAYEK

Por Kai Weiss
Fundación para la Educación Económica
Sábado 14 de setiembre del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letras en rojo, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/what-modern...from-fa-hayek/


Que sus intenciones fueran buenas -y que las intenciones de los socialistas de hoy sean buenas- queda fuera de duda. Y, sin embargo, las buenas intenciones no son suficientes

Para muchos en la izquierda de los Estados Unidos, el socialismo (socialism) es considerado una alternativa viable, una “tercera vía” entre un capitalismo sin frenos y los gulags del comunismo. Algunos de los contendores más prominentes del partido demócrata para la presidencia de los Estados Unidos, incluyendo a Bernie Sanders, Elizabeth Warren y Kamala Harris, han abrazado este concepto que, supuestamente, es muy diferente del viejo socialismo marxista que mató a decenas de millones en el siglo XX.

“SOCIALISMO DEMOCRÁTICO” ES UN CONTRASENTIDO

Los “socialistas democráticos” buscan alrededor del mundo modelos de este sistema, como los países escandinavos (Scandinavian countries), Islandia (Iceland), Alemania (Germany) o, literalmente, cualquier otro país del Viejo Continente (Old Continent). Un problema con esto es que, en realidad, ninguno de esos paraísos está remotamente cerca de ser socialista. No obstante, por supuesto que es mejor encontrar ejemplos amistosos de la ideología que usted apoya, diferentes del comunismo soviético, aunque parece que nadie le ha dicho esto a Bernie Sanders, quien ha viajado y alabado a la Unión Soviética (Soviet Union), Cuba y Venezuela en momentos previos.

El “socialismo democrático” es un contrasentido que ha sido debidamente señalado con el paso de los años, incluyendo aquí en el FEE (including here at FEE). Un sistema que se basa en la propiedad pública de la propiedad, que es la definición de socialismo (definition), siempre necesitará de alguna forma de planificación central acerca de qué hacer con esa propiedad. Eso significa que las decisiones estarán en manos de unos pocos dentro de un organismo de planificación o un gabinete de expertos; es decir, el opuesto exacto de la democracia y gobierno propio de las personas, que es lo que están prometiendo (are promising) los socialistas democráticos.

Todo esto ya se explicó hace tres cuartos de siglo, lo que muestra que la idea de un socialismo democrático no es ni siquiera novedosa. Hace setenta y cinco años, en este mes, Camino de Servidumbre (The Road to Serfdom) se publicó por primera vez en Estados Unidos. Ya lo había sido en el Reino Unido pocos meses antes, en abril de 1944, pero fue la publicación en Estados Unidos del trabajo más famoso de Friedrich August von Hayek, lo que dejaría su mayor marca y se convertiría en un clásico del siglo XX.

DEL SOCIALISMO HACIA EL TOTALITARISMO

En su tratado de 250 páginas, Hayek explica cómo, con el pasar del tiempo, el socialismo conduce naturalmente hacia el totalitarismo y cómo, de hecho, no existe una tercera vía hacia un socialismo pacífico:

“Pocos reconocen que el surgimiento del fascismo y del marxismo no fue una reacción contra las tendencias socialistas del periodo anterior, sino un resultado necesario de tales tendencias.”

El aspecto decisivo entre los sistemas capitalista y socialista es quien está en el poder. En el primero, un sistema basado en la propiedad privada, todos estarían a cargo de su propia vida, de su propiedad propia y de qué es lo que él o ella quieren hacer con aquella. En efecto, observó Hayek, incluso el hombre más rico del planeta tendrá poco poder para decirle a alguien más qué hacer. En una sociedad libre basada en la regla de la ley, él siempre tendrá que acudir a medios no coercitivos.

Los resultados de este sistema fueron asombrosos. Resultó en “el maravilloso crecimiento de la ciencia,” los individuos fueron más libres que antes para proseguir sus propios sueños y “para inicios del siglo XX, el trabajador en el mundo Occidental había alcanzado un nivel de confort material, de seguridad e independencia personal que habrían parecido imposibles 100 años antes.” Pero, al aumentar el mismo confort material, los idealistas y los activistas se dirigieron hacia nuevos objetivos. En la justicia social (social justice) y en la igualdad encontraron sus nuevos objetivos que se necesitarían lograr.

BUENAS INTENCIONES NO ES LO MISMO QUE BUENOS RESULTADOS

Que sus intenciones fueran buenas -y que las intenciones de los socialistas de hoy sean buenas- queda fuera de duda. Y, sin embargo, las buenas intenciones no son suficientes. Cuando Hayek escribió el libro, el nazismo destruía al mundo civilizado y él pensó que, accidentalmente “muchos que se consideran infinitamente por encima de las aberraciones del nazismo y que odian sinceramente todas sus manifestaciones se afanan a la vez por ideales cuyo triunfo conduciría directamente a la tiranía aborrecida.” Cualquier sociedad que quiera permanecer siendo democrática, necesita ver la libertad del individuo y la comunidad como su meta más elevada y como el único objetivo que el gobierno debería dotar a su pueblo. Una vez que el individuo se convierte en “simplemente un medio para servir los fines de esa entidad superior llamada sociedad o nación,” o justicia social, “la mayoría de aquellos rasgos de los regímenes totalitarios que nos espantan, surgen por necesidad.” En efecto “lo que se nos prometió como el Camino de la Libertad sería de hecho la Vía de la Esclavitud.”

Ciertamente, los socialistas democráticos aseverarían que esto llega muy lejos: Un aumento en los impuestos por aquí y por allá y una nacionalización o nuevo paquete regulatorio de vez en cuando, eventualmente no terminan en un despotismo. Sin embargo, no se quedaría con esas políticas menores. Si aquellos radicales han establecido como su meta lograr la justicia social, nada los detendrá sino el logro de este nuevo objetivo superior, aún si la igualdad material resultara nada más que igualdad de pobreza para todos.

Al ser reemplazadas, una tras otra, las instituciones del mercado ante la toma de decisiones centralizadas por el gobierno, permanecerá menos poder para tomar decisiones para los individuos y las comunidades voluntarias. Más centralización conducirá, en última instancia, a más poder para el gobierno. Y, mientras que los socialistas están ocupados tratando de arreglar los problemas que han detectado, inadvertida y crecientemente pisotearán las libertades de los individuos. Más tarde o más temprano arribará la tiranía.

“Hacer una realidad al programa socialista significa la destrucción de la libertad.”

Como ya lo había afirmado Hayek 75 años antes de la era de Sanders, Warren y de Alexandria Ocasio-Cortez, “el socialismo democrático, la gran utopía de las últimas generaciones, es simplemente inasequible.”

Kai Weiss es compañero de investigación en el Austrian Economics Center y es miembro de la junta directiva del Hayek Institute.