LA SOCIALDEMOCRACIA EN BRASIL ES UN ROBIN HOOD A LA INVERSA

Por Jean Vilbert

Fundación para la Educación Económica
Sábado 24 de agosto del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/social-demo...od-in-reverse/

Como funciona la socialdemocracia en Brasil: le quita al pobre para dárselo al rico.

Se ha dicho que la socialdemocracia puede ser armoniosamente mezclada con el mercado y la intervención gubernamental, pero, la experiencia brasileña ha mostrado que puede significar una alianza estrecha (entre empresarios y gobernantes poderosos) moldeada para enriquecer más a los ricos.

A los brasileños se les dijo que la forma de reducir la pobreza y frenar la desigualdad social era ampliando el papel del gobierno en la economía, por medio de la expansión de los servicios y obras públicas. ¡Y aquellos se lo creyeron! La socialdemocracia acarreaba la esperanza de un futuro mejor.

Tres presidentes socialdemócratas fueron reelectos seguidamente: Fernando Henrique Cardoso, Luis Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, cuyos términos consecutivos totalizaron 22 años (1995-2016). Su promesa era brindar una sociedad próspera e igualitaria por medio de la intervención estatal.

Luego, explotó una bomba.

En el 2015, se descubrió el mayor (biggest) escándalo de corrupción en la historia de Brasil (desatando la mayor operación anti corrupción por todo el país, conocida como Car Wash), que reveló un impactante sistema de pagos ilegales que incluía a políticos importantes y grandes ejecutivos de empresas, quienes habían mordido miles de millones en contratos públicos sobrefacturados y sobornos.

Resultó que, lejos de cumplir con la promesa de progreso económico y social, el gobierno socialdemócrata había abierto el espacio para un Leviatán, que actuó como un Robin Hood al revés, quitándole al pobre, para dárselo al rico.

CÓMO FUNCIONÓ EL ESQUEMA (EL SAQUEO)

Los proponentes de la socialdemocracia alegan que los gobiernos deben ser los responsables de brindar servicios de utilidad pública (cuido de la salud, educación, gas, agua, aguas residuales, servicios telefónicos, transporte, etcétera). Este modelo hace que surja la cuestión de la contratación pública: ¿A quién contratará el gobierno para que haga lo que el estado se supone que haga (suplir productos; construir carreteras, puentes, viviendas; brindar servicios)? La ley brasileña (Brazilian law) declara que eso necesita hacerse mediante oferta pública. Entonces, en teoría, los oferentes competirán entre ellos, y el precio mejor (el más barato) ganará.

En realidad, no.

Para alejarse de la competencia, inflar sus ganancias y garantizarse contratos públicos, las grandes empresas formaron una especie de “club” (club) ̶ una hermandad que reemplazaba la competencia verdadera con una aparente (falsa) competencia. Las ofertas eran previamente acordadas en reuniones secretas, en donde los empresarios decidían quién obtendría el contrato (créanlo o no, en una especie de bingo) y cuál sería el precio (sobreestimado).

Así que, los contratistas se estaban asegurando negocios bajo términos muy lucrativos. Ellos le estaban robando al gobierno, ¿no es cierto? Sí, pero ellos no estaban solos. Eso sería imposible lograrlo del todo en las sombras (los precios eran claramente exorbitantes). Para hacer viable al esquema, los empresarios estaban de acuerdo en canalizar a fondos secretos ilícitos, una participación que oscilaba entre un uno y un cinco por ciento (one percent and five percent) por cada contrato ̶ dinero que, luego, se distribuía entre políticos en el poder.

El cuadro El Mecanismo de la Social Democracia en Brasil se encuentra en https://fee.org/articles/social-demo...od-in-reverse/

¿Lo ve usted? ¡Eso es lo que llamamos redistribución de la riqueza!

Por más de una década, el esquema despojó a los contribuyentes y redirigió el dinero a políticos y empresarios poderosos. Los valores bajo investigación totalizan no menos de un impresionante $4.2 millones de millones ($4.2 trillion).

UN PAÍS ETERNAMENTE EN DESARROLLO (Y SUS DESIGUALDADES)

Un reporte (report) codirigido por Thomas Piketty, la Base de Datos de la Riqueza e Ingreso Mundial, señaló un hecho interesante: en el 2001, los ultra ricos brasileños (0.1 por ciento de la población) capturaron un 11 por ciento del PIB nacional, un porcentaje que se elevó al 14.4 para el 2015.

¿A quién le sorprende esto? Dado que las siete empresas constructoras más grandes de Brasil estaban involucradas (involved) en la intrincada red extorsiva de empresas y políticos expuesta en el 2015, es predecible que esos ejecutivos se enriquecieron.

Alguien podría considerar como un premio de consolación que, en el mismo período (2001-2015), el número de brasileños que vivía en pobreza absoluta (absolute poverty) (ingreso por debajo de la línea de pobreza internacional de $1.90 al día) cayó desde un 27.31 por ciento a un 10 por ciento. ¿Significa esto que la socialdemocracia es eficiente en reducir la desigualdad social? Del todo, no.

De hecho, para la mayoría de la población (la clase relativamente pobre y media), las cosas no mejoraron mucho bajo el gobierno socialdemócrata de Brasil: Las crisis (Crises) constantemente golpearon con dureza al país (2001; 2003; 2008-09; 2014-2016), conduciendo al desempleo. El poder adquisitivo (buying power) de los brasileños ha estado disminuyendo año tras año ($100 mil millones sólo entre el 2014 y el 2015), hundiendo al país en recesiones sucesivas. Según el FMI (IMF), Brasil está en el lugar 80 en cuando a PIB (nominal) per cápita ($16.154).

Fascinante, ¿no es cierto? Proclamándose como defensor de los necesitados, el gobierno socialdemócrata ofrece algún apoyo a los extremamente pobres -aquellos que, después de todo, no tienen riqueza que se les pueda quitar- y ellos son necesitados (excuse el juego de palabras): Es en su nombre como se justifica el saqueo a través de impuestos. No obstante, aquellos que más se benefician con este intervencionismo son los ¡extremamente ricos! Ellos manipulan al sistema en su favor, convirtiendo en minas de oro a la demanda de servicios públicos.

Y, ¿qué hay con el resto de la gente? Ellos ven cómo su riqueza es extraída por medio de impuestos y necesitan salir adelante (por sí mismos) en un país eternamente en desarrollo.

UN TIPO DE ROBIN HOOD (PECULIAR)

Así que, después de décadas de intervención estatal, Brasil permanece siendo un país de ingreso bajo. Pero, este hecho no reduce la voracidad impositiva de la socialdemocracia. Un estudio (study) conducido por el Instituto Brasileño de Planificación Tributaria, concluyo que, en 1995, los brasileños tenían que trabajar 106 días (tres meses y 16 días al año) para pagar sus impuestos. En el 2015, subió a 151 días (5 meses) ̶ un incremento del 42.45 por ciento en 10 años.

Los funcionarios públicos dicen que los impuestos elevados son necesarios para poder solventar las transferencias en efectivo dirigidas a reducir la desigualdad social. Bueno, hoy Brasil tiene el mismo coeficiente de Gini, que mide la concentración del ingreso, que tenía en 1960: 0.53; sin embargo, la carga tributaria era de un 17 por ciento y ahora es de un 35 por ciento (is now 35 percent) del PIB. Eso significa que hoy, aun cuando el gobierno drena el doble de recursos, Brasil tiene el mismo grado de desigualdad. ¿Cómo puede ser posible eso? Es sencillo.

Menos de un tercio (one-third) de estas transferencias (“la batidora impuesto-asistencialismo”) llegan a los relativamente pobres. En efecto, la gente de bajos ingresos paga proporcionalmente más impuestos (more taxes), debido a un sistema regresivo basado en impuestos indirectos (que constituyen el 53 por ciento de la recaudación tributaria) gravados sobre el gasto de consumo (consumption) en bienes y servicios ̶ entre menor sea el ingreso total de una familia, mayor es la porción gastada en consumo y, en consecuencia, más impuestos pagan en relación con sus recursos. Un reporte de Oxfam (report by Oxfam) ha mostrado que los brasileños que están en el menor rango de ingresos, gasta el 32 por ciento de su ingreso en impuestos, mientras que la gente en el rango más elevado, sólo paga un 21 por ciento.

El cuadro “Distribución de la carga impositiva entre pobres y ricos y de ricos en relación con su ingreso,” puede encontrarse en https://fee.org/articles/social-demo...od-in-reverse/

Para resumir, el gobierno extrae de los relativamente pobres (impuestos) y les otorga (1) fortunas a los ricos (mordidas a políticos y contratos públicos a ciertos empresarios) y (2) limosnas a los extremadamente pobres (pequeñas transferencias en efectivo o beneficios en especie).

Las cifras nunca mienten.

Entre el 2003 y el 2015, se gastaron $59.6 miles de millones ($59.6 billion) en la Bolsa Família (Asignación a las Familias), un programa social de redistribución del ingreso, que otorga un estipendio mensual (de hasta $62) y beneficia anualmente a alrededor de 14 millones de familias de bajos ingresos (46 millones de personas o un 21 por ciento de la población). Sin duda que es mucho dinero.

Resulta que, tan sólo en Petrobras (empresa petrolera del gobierno de Brasil), el total desviado (expuesto por la Operación Lavado de Carros), puede llegar a $14 miles de millones, una fortuna que fue a dar a manos de unos pocos miembros de un grupo selecto de políticos y empresarios deshonestos (menos del 0.01 por ciento de la población).

EL VACÍO ENTRE EL DISCURSO Y LA REALIDAD

Como podemos ver, la experiencia brasileña ha confirmado que la socialdemocracia, al igual que cualquier otro gobierno (pero con más medios para hacerlo), es un grupo de individuos que se sirven a sí mismos, que tratan de maximizar sus propios intereses, extrayendo dinero sin consideración por el bien social.

No sorprende que, cuando se amplía el papel del gobierno, supuestamente para resolver las desigualdades sociales, la casta gobernante que opera el aparato público (y sus amigos que ya no quieren competir en un mercado justo) rápidamente encuentra formas de cargar al pobre, tal como sucedió -y todavía sucede- en Brasil.

Jean Vilbert tiene una Maestría en Derecho. Actualmente es un juez y profesor en São Paulo, Brasil.