LOS COSTOS NO PREVISTOS DEL ALARMISMO CLIMÁTICO LOS PAGAN LOS POBRES DEL MUNDO

Por Laura Williams

Fundación para la Educación Económica
Lunes 9 de setiembre del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letras en rojo, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/the-unseen-...e-global-poor/

Deberíamos celebrar el deseo de la gente joven por hacer el bien y cambiar al mundo. También deberíamos reconocer que pueden desplegarse los impactos desastrosos de “simplemente hacer algo,” cuando nadie puede prever cómo hacer algo ̶̶ o nuestro propio deshacer.

A menudo los jóvenes son pregonados por sus buenas intenciones y su amor por las causas sociales. En lo que estamos menos experimentados, como todos los humanos, es con la planificación en etapas múltiples ̶ el tipo de previsión que requiere anticipar no sólo qué hacer, sino también las consecuencias no previstas de hacerlo.

Los asuntos acerca de los que somos más apasionados -o que más tememos- son los más difíciles de ver con claridad. Por ejemplo, la representante Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) (demócrata por Nueva York) no presta atención a quienes señalan “los costos” de combatir el cambio climático (climate change).

“Los milenarios y toda esa gente que viene detrás nuestro, están viendo hacia arriba y nosotros estamos como que ‘el mundo terminará en 12 años si no enfrentamos el cambio climático, y que su tema mayor es ver ¿cómo vamos a pagar por eso?’”
@AOC #MLKnow #MLK2019 pic.twitter.com/fbUxr2COtJ

̶ Gente por Bernie (@People4Bernie) 21 de enero del 2019

Su seguridad de que problemas anticipados para más adelante necesitan del sacrificio inmediato, ignora el principio de las consecuencias no anticipadas. Se siente bien promoviendo el cambio radical inmediato, pero los costos -los sacrificios que hay que hacer- si se ponen en práctica los planes climáticos de largo plazo, sería una tragedia a corto plazo (near-term tragedy).

LA FALACIA DE LAS BUENAS INTENCIONES

La realidad no se doblega ante las buenas intenciones. Si fallamos en reconocer los efectos secundarios y las consecuencias no previstas, incluso de nuestras acciones bien intencionadas, nuestros grandiosos planes pueden empeorar mucho las cosas. El economista francés Frédéric Bastiat iluminó famosamente (famously illuminated) estos resultados difíciles de anticipar:

“En el ámbito económico, un acto, un hábito, una institución, una ley, no producen sólo un efecto, sino una serie de efectos. De estos, únicamente el primero es inmediato y, dado que se manifiesta a la vez que su causa, lo vemos. Los demás, como se desencadenan sucesivamente, no los vemos; bastante habrá con preverlos. La diferencia entre un mal economista y uno bueno se reduce a que, mientras el primero se fija en el efecto visible, el segundo tiene en cuenta el efecto que se ve, pero también aquellos que es preciso prever.”

Una de las principales leyes de la economía y de la lógica es que nada es siempre sólo una cosa, debido a que los recursos siempre tienen usos alternativos.

Cuando las Naciones Unidas proclamaron que la epidemia de gripe aviar H5N1 mataría a millones (kill millions) en el 2005, los investigadores desviaron valiosos recursos lejos de problemas de salud mucho más serios. Menos de 300 murió por el H5N1, lo que es alrededor de una décima parte de las vidas que la malaria acaba cada día (every day). El pánico acerca de la pandemia percibida puede matar a muchos más que la misma enfermedad, puesto que los recursos dirigidos a luchar contra ella provienen de algún otro lado.

Cuando abrazamos a la hamburguesa sin carne como una victoria sobre fábricas de productos agrícolas, no consideramos cuánta tierra adicional (added land) debe ser limpiada para plantar frijol de soya. Nos entusiasmamos acerca de los carros eléctricos (electric cars) de “cero emisiones,” pero fracasamos en ver la planta de energía que quema carbón (coal-burning power plant) en el otro extremo de nuestra red eléctrica. Estamos de acuerdo en deshacernos de las pajillas plásticas sin calcular si las tapas “sin pajillas” en realidad usan más plástico (use more plastic). Protestamos contra los oleoductos sin considerar cuántos más camiones tanques deben agregarse para trasladar el combustible para calentar a los hogares. Denunciamos a los combustibles fósiles como sucios o villanos, sin apreciar su papel en proteger a los bosques, los que, de otra manera, serían explotados (be farmed) o quemados como combustible.

En nuestro celo por hacer lo que sentimos es algo útil, no anticipamos las consecuencias. Entre mayor sea el cambio propuesto, son mayores las repercusiones potenciales.

LO VISTO Y LO NO (PRE)VISTO: LA EDICIÓN DE LA MITIGACIÓN DEL CLIMA

Cada uno de los reportes del Panel Intergubernamental de las Naciones Unidas acerca del Cambio Climático (PICC), que guían nuestro entendimiento del cambio climático, explica los grandes saltos de la riqueza mundial entre el 2000 y el 2100. Incluso los más pobres del mundo -algunas veces llamados “El Mil Millón del Fondo”- será entre cuatro y dieciocho veces más ricos de lo que hoy son, de acuerdo con el PICC.

La gente más rica está en mayor capacidad de hacerle frente al cambio climático y, en general, es menos posible que muera por causas naturales, en comparación con los muy pobres. Cualesquiera sean los malos efectos del cambio climático, los fondos requeridos para mantener segura a la gente serán mucho más abundantes en el futuro, que como lo son ahora. En el corto plazo, los recursos que AOC alega que deben usarse para luchar contra un distante cambio climático, tienen usos alternativos más apremiantes, pues la gente es ahora más pobre que como alguien lo será en el futuro, incluso bajo las predicciones algo sombrías del PICC.

Demandar el sacrificio de los residentes de países en desarrollo -como pagar precios más altos por alimentos escasos, de forma que algo de ellos pueda ser quemado como biocombustible- ocasionará un daño mayor que una inundación potencial en 50 años, cuando el riesgo de morir de hambre será pequeño. Esas demandas no tienen sentido, como pintorescamente lo explica Matt Ridley en su libro The Rational Optimist [El Optimista Racional]:

“[Los gastos para mitigar el clima requieren] que una vida salvada ante una inundación costera en el 2200, deba tener casi la misma prioridad de gasto que una vida salvada del SIDA o la malaria hoy… eso implica que su empobrecido bis bis bisabuelo, cuyo estándar de vida era aproximadamente aquel de un habitante moderno de Zambia, debería haber separado la mayor parte de su ingreso para pagar las cuentas suyas de la actualidad.”

Incluso en escenarios del peor caso del PICC, quienes enfrentan los daños del cambio climático dentro de 100 años, estarán muchas, muchas veces, más preparados para lidiar con esos daños, que como estamos actualmente equipados para sacrificar, en la esperanza de prevenirlos.

Deberíamos celebrar el deseo de la gente joven por hacer el bien y cambiar al mundo. También deberíamos reconocer que pueden desplegarse los impactos desastrosos de “simplemente hacer algo,” cuando nadie puede prever cómo hacer algo ̶ o nuestro propio deshacer.

El acceso de mi bisnieto a los Cayos de Florida no puede tener prioridad sobre el acceso a una alimentación adecuada de un niño que hoy vive, aún si crecer requiere de combustibles fósiles y pesticidas. Demandar que “hagamos algo” para frenar el crecimiento económico, es priorizar la conveniencia futura sobre la supervivencia contemporánea.

La doctora Laura Williams enseña estrategia de las comunicaciones a estudiantes universitarios y a ejecutivos. Es una impulsora apasionada del pensamiento crítico, de las libertades individuales y de la Coma de Oxford o coma serial.