Hay quienes me critican por “ser del pasado,” pero ignorar la historia no sólo es grave pecado, sino que la expiación es dura. El trabajo de Niemietz nos enseña cómo los diversos intentos de socialismo han fracasado a través de la historia.

POR QUÉ EL SOCIALISMO ES LA IDEA FALLIDA QUE NUNCA MUERE

Por Dr. Rainer Zitelmann

Fundación para la Educación Económica
Sábado 31 de agosto del 2019


El libro de Kristian Niemietz, "Socialism: The Failed Idea That Never Dies," es una obra increíble y debería ser lectura obligatoria en escuelas y universidades, en donde hoy reina suprema la canción cantada por los anticapitalistas.

Kristian Niemietz, Socialism: The Failed Idea That Never Dies. Institute for Economic Affairs, Londres, 2019, 374 páginas. [Nota del Traductor: la obra, en idioma inglés y cuya lectura recomiendo entusiastamente, puede obtenerse gratuitamente en https://iea.org.uk/publications/soci...at-never-dies/]

¿Qué le diría usted a un chef amateur, quien hornea un queque siguiendo cierta receta, tan sólo para que todos aquellos que se comieron una tajada, rápidamente cayeran enfermos después de comérsela? Siendo un panadero entusiasta, hornea el mismo queque por segunda vez sólo pocas semanas después del primero, de nuevo siguiendo la misma receta, pero, en esta ocasión, con uno o dos cambios ligeros. Desafortunadamente, el resultado es el mismo ̶ todos lo que comen de ese queque, terminan cayendo enfermos.

El panadero repite tal cosa más de una docena de veces, siempre modificando un poquito la receta, pero los ingredientes básicos continúan siendo, más o menos, los mismos, a pesar del hecho de que sus huéspedes vomitan en cada ocasión. Por supuesto, no hay forma de que tal cosa no suceda. Pronto, el fabricante de queques se dará cuenta de que hay un problema importante con la receta y la lanza a la basura.

MÁS DE DOS DOCENAS DE EXPERIMENTOS FALLIDOS

A pesar de lo anterior, esto es exactamente lo mismo que los socialistas han hecho:

“Durante los pasados cien años, ha habido más de dos docenas de intentos para construir una sociedad socialista. Ha sido intentado en la Unión Soviética, Yugoeslavia, Albania, Polonia, Vietnam, Bulgaria, Rumanía, Checoeslovaquia, Corea del Norte, Hungría, China, Alemania Oriental, Cuba, Tanzania, Benín, Laos, Argelia, Yemen del Sur, Somalia, el Congo, Etiopía, Camboya, Mozambique, Angola, Nicaragua y Venezuela, entre otros. Todos estos intentos han terminado en diversos grados de fracaso. ¿Cómo una idea, que ha fracasado tantas veces, en muy diversas variantes y en tantos ambientes radicalmente diferentes, puede todavía ser tan popular?” (p. 21).

Esta es la pregunta central hecha por este libro extremamente importante del economista Kristian Niemietz, quien trabaja en el Instituto de Asuntos Económicos de Londres. Él logra dar la respuesta a esta pregunta con una oración:

“Se debe a que los socialistas han logrado exitosamente distanciarse de estos ejemplos.” (p. 55).

Tan pronto como usted confronta a los socialistas con ejemplos de experimentos fallidos, siempre ofrecen la siguiente respuesta: “¡Esos ejemplos no prueban nada! De hecho, de todos ellos, ninguno es un verdadero modelo socialista.” Sin embargo, durante el “auge” de la mayoría de estos experimentos socialistas, los intelectuales mantuvieron un punto de vista sumamente diferente, como lo ilustra Niemietz con muchos ejemplos.

VENEZUELA ̶ “EL SOCIALISMO DEL SIGLO 21”

El último ejemplo de fracasos socialistas es Venezuela, que tan sólo hace pocos años era aclamada por intelectuales importantes y políticos del ala izquierda, como modelo del “Socialismo del Siglo 21.” Por ejemplo, en una demostración en donde se conmemoraba a Hugo Chávez en Londres, en marzo del 2013, el actual líder de partido laborista británico, Jeremy Corbyn, dijo:

“Chávez… nos mostró que hay una forma distinta y mejor de hacer las cosas. Se llama socialismo… Ante su muerte, marcharemos hacia ese mundo mejor, justo, pacífico y esperanzador.” (p. 239).

He incluso mucho después, tanto como en junio del 2015, cuando ya era evidente el fracaso del experimento socialista en Venezuela, Corbyn repitió:

“Cuando celebramos -y es razón para celebrar- los logros de Venezuela, en empleos, en vivienda, en salud, en educación, pero, por encima de todo eso, por su papel en todo el mundo como un lugar completamente diferente, entonces, lo hacemos porque reconocemos lo que ellos han logrado, y cómo están tratando de lograrlo.” (p. 246).

Tan sólo pocas semanas después, Corbyn declaró entusiastamente que “la Revolución Bolivariana está en pleno desarrollo y brindando inspiración a lo largo de todo el continente.” Venezuela fue alabada como contra modelo exitoso de las “políticas neoliberales.” (p. 247).

ALABANZAS A STALIN

Niemietz muestra que incluso asesinos en masa, como Josef Stalin y Mao Zedong, fueron entusiastamente celebrados por intelectuales destacados de sus épocas. Esos intelectuales no eran extraños al movimiento, sino escritores y académicos renombrados, como lo demuestra Niemietz con numerosos ejemplos. Hasta los campos de concentración de la Unión Soviética, los Gulags, fueron admirados:

“Fueron presentados como lugares de rehabilitación, no de penalización, en donde a los internos se les daba la oportunidad de involucrarse en actividades útiles, a la vez que reflexionaban acerca de sus errores.”

Un escritor estadounidense, bien conocido en aquel entonces, explicó:

“Los campos de trabajos forzados se han ganado una elevada reputación en toda la Unión Soviética, como lugares en donde miles de hombres han sido regenerados.” (p. 72).

Incluso periodistas e intelectuales, quienes no cerraron del todo los ojos ante los crímenes del régimen, hallaron argumentos para justificar lo que estaba sucediendo:

“Pero -para ponerlo en forma brutal- usted no puede hacer una torta de huevos sin quebrarlos y los líderes bolcheviques son tan indiferentes ante las muertes que pueden estar involucradas en esa marcha hacia la socialización, como cualquier otro General durante la Guerra Mundial que ordenara un ataque costoso.” (p. 80)

Estas palabras fueron escritas por el corresponsal en Moscú del New York Times, quien encabezó la oficina de ese periódico en la capital rusa entre 1922 y 1936.

Niemietz concede que algunos intelectuales socialistas sí criticaron a la Unión Soviética, pero, para muchos de ellos, su antipatía era resultante de usar estándares utópicos como guía para juzgar los sistemas del mundo real ̶ fantasías utópicas con las que ningún sistema en el mundo podría ser capaz de haber estado a la altura.

“Si la idea de uno acerca del socialismo demanda la abolición inmediata de la policía, del ejército, del sistema de cortes, del sistema de prisiones, etcétera, si eso requiere que la gente voluntariamente ceda su dinero, su propiedad privada, su intercambio, etcétera, y si uno no acepta compromiso alguno, medidas a medias o períodos de desfase, entonces, sí, tal persona no habría sido seducida por el leninismo. Pero, eso simplemente se debe a que ellos habían establecido un nivel imposiblemente alto. Muchos de los primeros críticos socialistas de la Unión Soviética caen dentro de esta categoría.” (p.98).

LA ADULACIÓN HACIA MAO

Muchos intelectuales de Occidente eran entusiastas en su apoyo hacia Mao Zedong y su revolución cultural, a pesar de los 45 millones de vidas perdidas durante el mayor experimento socialista -el Gran Salto Hacia Adelante- tan sólo a fines de la década de 1950. Después de la muerte de Mao, cuando las políticas reformistas de Deng Xiaoping liberaron a cientos de millones de chinos de la pobreza amarga, esos mismos intelectuales no se aparecieron en lado alguno con el entusiasmo por China que habían tenido en los días de Mao.

“Con la misma ironía, el entusiasmo de los intelectuales occidentales hacia China empezó a desvanecerse cuando se acabó el período más sangriento… Los intelectuales de Occidente habían colmado profusamente de alabanzas a China, cuando el pueblo chino estaba muriéndose de hambre o trabajaba hasta su muerte en campos de trabajo forzado. Pero, cuando un programa de liberalización relativa sacó a millones de la pobreza, esos intelectuales se destacaron por su silencio. Los programas de reforma basados en los mercados, sin importar qué tan exitosos fueran, nunca inspiran peregrinajes.” (p.p. 110-111)

Incluso el dictador de Corea del Norte, Kim Il Sung, y el régimen asesino de los Khmer Rouge en Camboya, encontraron admiradores entre intelectuales occidentales, como lo demuestra Niemietz en dos capítulos de su libro. Y todo esto sin mencionar a Cuba y al Che Guevara, quien se convirtió en un icono pop en Occidente.

CUANDO EL EXPERIMENTO FRACASA: “ESE NUNCA FUE EL VERDADERO SOCIALISMO”

En su exhaustivo análisis histórico, Niemietz muestra cómo cada experimento socialista, a la fecha, ha pasado por tres etapas.

Durante la primera fase, el período de luna de miel (p. 56), los intelectuales alrededor del mundo se entusiasman con el sistema y lo alaban hasta por los cielos. Su entusiasmo es seguido siempre de una segunda fase, la desilusión, o, como la llama Niemietz, la del “período de excusas y de descrédito a los críticos.” (p. 57). [Nota del traductor: la palabra en inglés “whatabaoutery” es una variación de la falacia lógica de “tu quoque”, que intenta desacreditar la posición del oponente, acusándolo de hipocresía, sin refutar su argumento]. Durante esta fase, los intelectuales todavía defienden al sistema y sus “logros,” pero retiran aquel apoyo sin críticas y empiezan a admitir deficiencias, aunque, a menudo, estas son presentadas como resultado de capitalistas saboteadores, fuerzas extranjeras o boicots por imperialistas estadounidenses.

Finalmente, la tercera fase ve a intelectuales que niegan que esa fuera alguna vez una forma de socialismo, la etapa del socialismo no verdadero. (p.57). Esta es la etapa en que los intelectuales se alinean para afirmar que el país en mención -por ejemplo, la Unión Soviética, China o Venezuela- nunca fue en realidad un país socialista. No obstante, de acuerdo con Niemietz, esta línea de razonamiento rara vez es presentada durante la primera fase del nuevo experimento socialista y se convierte en el punto de vista dominante sólo después de que ha fracasado el experimento socialista.

Hoy en día, los socialistas occidentales ni siquiera intentan oponerse al capitalismo del mundo real con ejemplos históricos de socialismo. En vez de ello, plantean argumentos basados en la vaga utopía de una sociedad “justa.” Algunas veces, citan como ejemplo al “socialismo Nórdico” -esto es, a la variante de socialismo que ha emergido en países como Suecia- si bien olvidan totalmente que los países nórdicos, habiendo aprendido de sus experimentos socialistas fallidos de la década de 1970, desde hace mucho abandonaron el camino socialista. Hoy – a pesar de tener altos impuestos- ellos no son menos capitalistas que, por ejemplo, los Estados Unidos.

En lugar del autor, yo habría lidiado explícitamente con el “socialismo democrático,” que también siempre ha fallado miserablemente. Después de todo, las políticas proseguidas por los socialistas en Gran Bretaña y por algunos miembros de alto perfil dentro del partido demócrata de los Estados Unidos; esto es, de impuestos muy elevados a los ricos y un nivel alto de regulación estatal de la economía, ciertamente se han visto antes en países democráticos, incluyendo Suecia y Gran Bretaña en la década de los años setenta. Pero, incluso estos experimentos, a pesar de no terminar en gobiernos totalitarios y en asesinatos en masa, fueron catastróficos para la economía y condujeron a declinaciones tenaces de su prosperidad.

Los socialistas que critican al estalinismo y otras formas de socialismo histórico del mundo real, fallan en analizar las razones económicas de los fracasos de estos sistemas. (p. 28). Sus análisis atacan la escasez de derechos y libertades democráticas en estos sistemas, pero, las opciones que ellos formulan se basan en una visión vaga de unas omnicomprensivas “democratización de la economía” o un “control por los trabajadores.” Niemietz muestra que estos son exactamente los mismos principios que inicialmente subyacían en los sistemas socialistas fallidos de la Unión Soviética y de otros países.

“Cuando los socialistas contemporáneos hablan acerca de una versión de socialismo no autocrático, no autoritario, participativo y humanitario, ellos no son lo originales que piensan ser. Esa fue siempre la idea. Eso fue lo que los socialistas siempre dijeron. No es por falta de intentarlo que siempre haya resultado de esa forma. (p. 42).

Esta es una obra increíble y debería ser lectura obligatoria en escuelas y universidades, en donde hoy reina suprema la canción cantada por los anticapitalistas. Niemietz afirma con autoridad intelectual al ponderar, diferenciar y dominar una riqueza de evidencia empírica en apoyo de su tesis. Hasta el momento ningún otro autor ha logrado explicar tan convincentemente por qué, a pesar de lo anterior, el socialismo sigue siendo tan atrayente hasta la fecha, a pesar de las agudas lecciones de una experiencia histórica amarga.

En sus Lectures on the Philosophy of History (La Filosofía de la Historia], el filósofo alemán Hegel hizo la siguiente observación,

“Pero, lo que la experiencia y la historia enseñan es esto, ̶ que los pueblos y los gobiernos nunca han aprendido algo de la historia o actuado bajo principios que se deducen de ella.”

Bien podría ser que el veredicto de Hegel sea demasiado duro. No obstante, parece que la mayoría de la gente no es capaz de abstraer y deducir conclusiones generales de la experiencia histórica. A pesar de numerosos ejemplos de políticas económicas capitalistas que conducen a una mayor prosperidad -y del fracaso de todas y cada una de las variantes de socialismo que jamás haya sido intentada bajo condiciones del mundo real- todavía mucha gente parece ser incapaz de aprender las lecciones más obvias.

El Dr. Rainer Zitelmann es un historiador y sociólogo. También es un autor mundialmente reconocido, un empresario exitoso y un inversionista en bienes raíces. Su libro más reciente, The Power of Capitalism, fue publicado en el 2019.