YO, EL ESPÁRRAGO

Por Donald J. Boudreaux

Fundación para la Educación Económica
Lunes 26 de agosto del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/i-asparagus/

Una multitud de trabajadores, esparcida por todo el mundo, tuvo que contribuir con su creatividad y esfuerzo para hacer que el espárrago peruano fuera una realidad asequible en Virginia. Admire -y aplauda- la increíble y maravillosa economía global.

Esta mañana en el mercado Whole Foods en Fair Lakes (en la parte norte de Virginia), noté que el espárrago se estaba vendiendo a $3.99 la libra ̶ ¡un espárrago producido en Perú!

¡Qué mundo más espectacular! Hoy a un trabajador de la producción o uno que no es supervisor, de los Estados Unidos, al que se le paga el salario promedio para tales trabajadores (average wage for such workers), debe gastar apenas un simple 17 por ciento del salario de una hora, para comprar una libra de espárrago fresco producido en América del Sur.

¿Le asombra esto? Si no, usted debería estarlo. No sólo cierto número de trabajadores agrícolas tuvo que trabajar duro para producir esos espárragos. Una multitud de trabajadores, esparcida por todo el mundo, tuvo que contribuir con su creatividad y esfuerzo para hacer que el espárrago peruano fuera una realidad asequible en Virginia. Diseñadores de software para la logística del transporte, pilotos de aeroplano, los constructores del avión, choferes de distintos camiones, actuarios de las compañías aseguradoras, trabajadores en la fábrica en donde elaboraron la caja o el cajón en que se despachó el espárrago ̶ el número de individuos que hizo posible que los habitantes de Fairfax obtuvieran ese espárrago es prácticamente innumerable.

Y, con todo y eso, un trabajador ordinario de los Estados Unidos puede ordenar los frutos valiosos de esta cooperación económica que cubre a todo el mundo, por un poco de su tiempo laborado.

Aquellos que afirman que el mercado no funciona, simplemente no saben de lo que están hablando. El mercado, en efecto, sí funciona. Funciona fenomenalmente bien y, usualmente, con tal modestia y en tal silencio, que lo damos por descontado. Notamos sólo sus infrecuentes hipos y caídas, ciegos a su enorme éxito momento tras momento.

Sí, ya lo sé. Los “progresistas” me llamarán perezoso por mi aparente fracaso en contemplar el terrible desperdicio de los virginianos, cenando espárragos sembrados en Perú. A ellos, les digo: “Lean el libro del 2012 de Pierre Desrocher e Hiroko Shimizu, The Locavore’s Dilemma.

Y los “conservadores nacionalistas” me dirán loco, por mi aparente fracaso en ver que el espárrago importado destruye empleos agrícolas sen los Estados Unidos y que reducen los ingresos de los agricultores estadounidenses. A ellos les digo: Lean a Smith o Bastiat o Roberts o Irwin o Lemieux o Griswold o (¿seré vanidoso?) a Boudreaux.

Pero, a todos los estadounidenses, les digo: admiren -y aplaudan- la increíble, maravillosa y estupenda economía global, de la que usted es parte y de la cual usted depende más de lo que posiblemente se dé cuenta.

Este artículo se reimprimió con el permiso de Cafe Hayek,



Donald Boudreaux es compañero sénior del Programa F. A. Hayek de Estudios Avanzados en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center de la Universidad George Mason; es miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center, profesor de Economía y ex director del departamento de economía de la Universidad George Mason.