Ante la moda de hablar de “fake news” (noticias falsas) por todo y de algunos querer usar el poder del estado para censurarlas, va le pena tener presente estos consejos valiosos.

¿DEBERÍAN (SE PUEDEN) REGULARSE LAS NOTICIAS FALSAS?

Por Sam Bocetta

Fundación para la Educación Económica
Miércoles 31 de julio del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/should-can-...-be-regulated/

Hay un viejo dicho, que dice que usted no puede legislar la estupidez. Políticas extralimitadas no cambiarán ese hecho y sólo terminarán quitándoles libertades a todos.

Las “noticias falsas” [“fake news” en idioma inglés] se han convertido en la respuesta a la que se debe acudir ante una pregunta o historia noticiosa con la cual una figura pública no está de acuerdo o no le gusta. Aun cuando el término se popularizó en los Estados Unidos, los políticos y comentaristas de toda Europa ahora utilizan la misma respuesta para desviar, evitar el escrutinio y, algunas veces, para señalar la realidad.

Las acusaciones de noticias falsas, la mayoría humorosas (pero, potencialmente peligrosas) se han convertido en la situación normal (business as usual) entre funcionarios públicos, mariposas de los medios sociales y comentaristas de alrededor del mundo. Pero, ¿significa eso que las historias falsas y que aquellos quienes las crean, deban ser regulados y censurados por el gobierno?

EL CASO EN CONTRA DE LA CENSURA GUBERNAMENTAL

Desde que la internet se convirtió en un medio primordial para la comunicación y comercio de negocios e individuos, ha estado bajo el ataque de diversas agencias gubernamentales, de promotores de la justicia social y de grupos de vigilantes, quienes quieren regular o cerrar grandes porciones de ella.

Con el pretexto de proteger derechos de los ciudadanos, agencias gubernamentales de todo el mundo han puesto en práctica regulaciones digitales, que van desde los requisitos de Regulación para la Protección de Datos Generales de Europa -RPDG- (Europe's GDPR (General Data Protection Regulation) requirements) hasta las sobre extendidas “leyes de intrusión” de Australia. Dejaremos para otra oportunidad las discusiones acerca de “neutralidad de la red” y las últimas proezas de Mark Zuckerberg (latest exploits of Mark Zuckerberg).

Si bien la mayoría estaría de acuerdo en que publicar historias de noticias falsas o engañosas puede ser dañino para un público que merece honestidad y transparencia de sus gobiernos y medios noticiosos, regular la expresión (regulating the speech) de grupos o ciudadanos promedio en la era de la información, es impráctico y casi imposible desde los puntos de vistas legales y de aplicación de la ley. También conduce a una pendiente resbaladiza que amenaza formas de expresión protegidas, como la sátira y la crítica válida.

En un mundo de bolsas emergentes de Neolengua Orwelliana, que aparecen por todas partes, balancear la demanda de integridad gubernamental y periodística con el derecho del público a la libertad de expresión, no nos deja con respuestas fáciles.

¿Cómo podemos tener una internet libre, sin obstáculos y, al mismo tiempo, un estado-niñera micro administrado? ¿Pueden vez alguna ser regulados medios de expresión y para compartir información sin límites, o debería la moderación recaer en la empresa privada y en el discernimiento de nosotros, el pueblo?

TOTALITARISMO VERSUS TECNOLOGÍA

Muchos algoritmos de inteligencia artificial (artificially intelligent algorithms) pueden ayudar con el problema de las noticias falsas, pero no son infalibles. Usando plataformas, como motores de búsqueda y buscadores en la red que no estén sujetos a sesgo o de anuncias pagados, es otra forma. Todos estos enfoques descansan en una sociedad entre la tecnología y la empresa privada, para crear sistemas de monitoreo que sean justos e imparciales.

Algunas veces, la tecnología ni siquiera es necesaria para eliminar contenido falso no confiable, así como creadores de contenido. La mayoría de las plataformas grandes utiliza mecanismos de verificación para determinar si un sitio en la red, grupo o individuo, son quienes dicen ser, y marcarán tales plataformas con una marca de chequeo o un símbolo de autentificación. No siempre garantiza la exactitud de lo que ellos reportan, pero usted sabría a quién responsabilizar.

Típicamente los sitios para la sátira incluyen un aviso al pie de sus páginas y en cada historia (aunque The Onion no lo hace -bribones). Usted puede hacer un clic en los ligámenes incorporados en artículos, para determinar la fuente y aprender más acerca del autor de ese contenido. Escribir una cita en un motor de búsqueda revelará si es una cita verdadera, el contenido y quién merece el crédito. A menudo, todo lo que se requiere es que más allá de encabezados que estimulan darles un clic e ir directamente a los botones de me gusta/compartir, para determinar si algo es falso, una sátira o una mentira total.

CUANDO LO FALSO LLEGA A SER PELIGROSO

Los engaños y los esquemas no son algo nuevo, ni son exclusivos de la internet. Hay quienes creen que, si usted cae en un engaño de phishing, usted se merece perder todo su dinero, pero eso es algo extremo.

El gobierno ha determinado que no toda expresión está protegida (not all speech is protected). El ejemplo que con más frecuencia se menciona es gritar “¡Fuego!” en un cine lleno de personas. Cualquier expresión o literatura que está definida para incitar la violencia, también puede estar sujeta a la responsabilidad penal, y es ilegal, bajo la ley civil, calumniar o difamar a alguien.

Pero, la tecnología no sólo ha hecho al mundo más seguro y más eficiente; también, en ciertos sentidos, ha hecho que la comunicación sea más peligrosa. Tome el ejemplo de las falsedades profundas.

AVANCES EN LA FALSIFICACIÓN TECNOLÓGICA

Las falsedades profundas son videos de gente de verdad, quienes son doctorados en software de alta tecnología, para hacer que aparezca que están diciendo cosas que son falsas o tergiversadas y no son algo que en realidad dijo el sujeto en el video. Todo lo que se requiere es reportar hasta un nuevo nivel de embuste algo fuera de contexto.

Un ejemplo reciente famoso (famous recent example) es el video de Nancy Pelosi, que fue alterado ligeramente y reducida su velocidad, para hacer que apareciera como si ella estuviera arrastrando sus palabras, implicando que ella a menudo está borracha en su trabajo.

El problema es que tales videos alterados pueden manipular la opinión pública y convertirse en peligrosos, al incitar guerras entre nosotros mismos o con otras naciones o que nos engañan invitándonos a la opresión. A la luz de esta preocupante tendencia, agencias gubernamentales en los Estados Unidos y el Reino Unido están impulsando regular o penalizar a las empresas de medios sociales, en donde se publica tal falsedad.

¿FUNCIONA VEZ ALGUNA LA AUTORREGULACIÓN?

¿Tiene la responsabilidad una plataforma de alojamiento de los artículos, videos y fotos, que son puestas y compartidas por el público y ciudadanos privados (o grupos), si su intención de compartirlos se comprueba que es maliciosa? Esa es la gran pregunta. Gigantes de la industria de la tecnología, como Facebook, YouTube y Twitter, han puesto mecanismos autorregulatorios para bloquear y reportar el contenido, pero hay quejas persistentes -típicamente de la derecha contra la supuesta inclinación hacia la izquierda de esos medios- de que algoritmos sesgados y comisarios injustos (biased algorithms and unfair curators) los convierten en un ejercicio estéril.

La naturaleza humana nos dice que, incluso si algo se demuestra que es falso, una cierta cantidad de personas todavía piensa que es cierto y lo compartirán incluso con un empeño mayor, gracias a sus disonancias cognitiva o por simple sensacionalismo. Esto típicamente conduce a un gobierno de mano dura para que supla la regulación, movida que puede causar mayor daño que los que alguna vez causaron las noticias falsas originales.

A pesar de lo anterior, hay una elevada probabilidad de que estemos llegando a eso.

¿EN DÓNDE ESTÁ EL CULPABLE?

Otra dificultad para evaluar la culpabilidad por noticias falsas y falsedades profundas es, en primer lugar, averiguar quién empezó la cuestión. Los propios servicios de redes privadas virtuales (virtual private network services), que son ampliamente promovidas como manera para que el usuario promedio de internet luche contra el software maliciosos [“malware”] y los virus asociados con los hackers, mágicamente, por sí mismos, no dejan de estar a disposición de aquellos inclinados a propagar noticias falsas.

Esa anonimidad de la IP [Protocolo de Internet] creada por una conexión de Red Privada Virtual (created by a VPN), hace que sea difícil para los entes regulatorios averiguar quién debería ser culpado, debido a la dificultad para averiguar en dónde primeramente empezó.

¿Cuál es la respuesta? Hasta que las compañías de tecnología no vengan con una manera para deshacerse de contenido malicioso, con un enfoque justo, sin sesgos, balanceado, deberá dejarse que seamos nosotros quienes usemos nuestro cerebro para chequear los hechos y podamos discernir lo que vemos y compartimos. También, debemos dejar de recompensar a los sensacionalistas, oportunistas y creadores de problemas, con un me gusta, ver y compartir. El contenido no puede hacerse viral sin ayuda nuestra.

PENSAMIENTOS FINALES

Somos lo suficientemente afortunados de vivir en un país en donde todavía tenemos una relativa libertad de expresión. A menos que usted pretenda acallar del todo a la internet, su mejor apuesta es, probablemente, no mirar hacia un ente gubernamental para que lo salve de los agitadores del mundo.

Hay un viejo dicho, que dice que usted no puede legislar la estupidez. Siempre habrá gente crédula. Políticas irreflexivas, extralimitadas, no cambiarán ese hecho y sólo terminarán arrancando libertades a todos.

Sam Bocetta es un contratista retirado de la Marina de los Estados Unidos y periodista independiente. Se especializa en encontrar soluciones a problemas aparentemente imposibles de ingeniería balística. Sam escribe independientemente para un grupo de publicaciones sobre temas de seguridad, reportando tendencias en el comercio internacional, seguridad de la información, criptografía, guerra cibernética y defensa cibernética.