Un concepto esencial para entender la conducta económica de las personas explicado sencillamente.

EL VALOR SUBJETIVO: POR QUÉ EL TESORO DE UN HOMBRE ES LA BASURA DE OTRO

Por Mitchell Harvey

Fundación para la Educación Económica
Lunes 22 de julio del 2019


En cierto momento, en el primero o segundo año de microeconomía, a los estudiantes se les enseña que la utilidad del individuo es subjetiva: Lo que un individuo considera que es beneficioso o costoso, es cosa enteramente de él.

Tengo una amiga quien recientemente regresó a su hogar en Alemania después de terminar sus estudios en Monash University de Australia. Habiendo pasado los últimos dos años modelando el comportamiento de optimización de las ganancias y de maximización de la utilidad, ahora se encuentra desconcertada ante los hábitos de sus padres.

Aparentemente, en Alemania, es increíblemente fácil obtener en línea repuestos para bicicleta de alta calidad, a precios muy bajos. A pesar de ello, sus padres continúan yendo al negocio local de bicicletas, que ofrece un rango limitado de productos a precios mayores. ¿Por qué? Porque a ellos les gusta tener negocios locales cerca, en donde puedan hablar con una persona.

¿ES ESO EFICIENTE?

Sería fácil apuntar a este ejemplo y decir, “Ve ¡Los humanos no son calculadoras!” y justificar el rechazo a la economía con gesto de la mano. Aun más, esa persona puede tener un punto: Suponga que los padres han escogido un producto en línea más barato y de mejor calidad. Primeramente, ellos le habrían dado una recompensa, pequeña pero crucial, a ese productor en particular. Esa señal no sólo recompensa al productor por su eficiente modelo de negocios, sino que también envía una señal indirecta a otros competidores y empresarios, para que imiten ese comportamiento eficiente.

Similarmente, penaliza a productores ineficientes que fallaron en ofrecer bienes similares a mejores precios. Esta penalización bien puede que estimule a la firma ineficiente a restructurar su proceso productivo de manera similar o, alternativamente, a que, en última instancia, se vea forzada a salirse del mercado. Si se retira del mercado, libera mano de obra y capital hacia la economía más amplia, para que sean tomados por otras empresas, capaces de encontrar usos más eficientes para ellos.

Además, si hubieran comprado el repuesto en línea, a ellos les habría quedado más ingreso disponible que puede ser gastado en algún otro bien. A la vez, eso recompensaría a la firma que produce ese otro bien, etcétera. Es este proceso de señales del intercambio entre individuos dispuestos a él, lo que subyace en la creación en curso de riqueza en las sociedades libres.

Pero, sus padres no escogieron la opción más barata. Parece que su conducta mina la teoría microeconómica estándar. No obstante, las impresiones iniciales pueden ser engañosas.

ENTENDIENDO EL SUBJETIVISMO

En cierto momento, en el primero o segundo año de microeconomía, a los estudiantes se les enseña que la utilidad del individuo es subjetiva: Lo que un individuo considera que es beneficioso o costoso, es cosa enteramente de él. En otras palabras, no depende del economista juzgar el mérito de lo que a la persona le gusta o no le gusta ̶ eso es decisión de ella. Todo lo que el economista puede hacer es intentar analizar cómo ellos tratan y maximizan sus utilidades, dadas sus restricciones.

Desafortunadamente, esta lección es fácilmente olvidada. Al ver a la microeconomía como una maximización de utilidades y una minimización de costos, podemos accidentalmente absorber la lección de que el comportamiento económico racional comprende la maximización del ingreso o la riqueza.

Sin embargo, cuando usted abraza el subjetivismo y concede que los individuos tienen preferencias particulares, todo tipo de comportamiento aparentemente “no económico” llega a ser tan económico como cualquier otro. Trabajo caritativo, altruismo, los sacrificios increíbles que la gente hace por quienes ama e incluso el peligro extremo en que uno puede ponerse para ayudar a otros, todo, puede perfectamente considerarse como racional, al reconocerse la naturaleza subjetiva de las preferencias.

Regresemos a los padres de mi amiga: Ellos claramente adscriben un valor alto a ser capaces de hablar de su bicicleta con alguien directamente. De hecho, su valoración de este servicio es tan elevada que más bien ellos construirían esa relación que pagar menos por un producto de mejor calidad. Si reconocemos que la utilidad es subjetiva, debemos concluir en que ellos están siendo perfectamente racionales desde su punto de vista económico.

¿ES ESTO CIERTO PARA LA SOCIEDAD MÁS AMPLIA?

Una línea alternativa de ataque podría involucrar considerar la utilidad social o macro utilidad. Mientras que el comportamiento de los padres de mi amiga puede optimizar su utilidad personal, puede no ser bueno para la utilidad agregada a través de la sociedad: como se discutió arriba, su comportamiento inhibe el proceso de creación de riqueza de las sociedades libres, en el tanto en que la firma ineficiente ha sido recompensada y la firma eficiente ha sido castigada.

En efecto, este argumento es probablemente verdadero en términos de la creación de riqueza financiera. Pero, de nuevo, no reconoce verdaderamente las implicaciones radicales del subjetivismo. Un sistema eficiente es uno que optimiza los beneficios al minimizar los costos. Pero, los beneficios y costos, de nuevo, son subjetivos.

Suponga que a usted se le invita a una fiesta y está resolviendo si ir o no. De inmediato algunas personas decidirían ir, simplemente porque ama las fiestas. Otras pueden tener la reacción opuesta, ya sea porque les disgustan las aglomeraciones y los ruidos o porque prefieren leer un libro. Si usted es perezoso como yo, su decisión puede depender de cuánto tiempo me toma en llegar a ella, de si se cobra por entrar a la actividad, de si usted tiene que hacer fila o de si usted tomará el transporte público o si manejará. Sus costos y beneficios son determinados sólo por el individuo en cuestión.

Similarmente, la determinación de si una empresa tiene un modelo eficiente de negocios es igualmente subjetiva y depende enteramente de la perspectiva individual. De nuevo, regresando a los padres de mi amiga, el costo financiero de pagar más por el repuesto de la bicicleta de una calidad técnica menor, está claramente dominado por el beneficio que ellos obtienen de desarrollar una relación con la persona en el negocio local. En efecto, desde su perspectiva, la experiencia general de comprar el producto en la tienda local, combinado con obtener el producto para su uso, es de un valor mucho mayor que la eficiencia lograda al comprar en línea.

Así que, en última instancia, ellos están recompensando a quienes consideran es la firma económicamente más eficiente. El tema es que su empresa preferida sobrevivirá si continúa haciendo una ganancia económica. Hará una ganancia económica si un número suficiente de personas prefiere comerciar con esa empresa en vez de hacerlo con una alternativa (que ellos sepan). En otras palabras, si esa firma continúa obteniendo ganancia económica, esa firma debe ser eficiente desde una perspectiva social más amplia.

LIBRE PARA ELEGIR

Esto captura una de las ventajas menos valoradas de cómo la libre empresa asigna los recursos: ¡Las preferencias en toda sociedad son enteramente heterogéneas! Algunas personas prefieren comprar en línea, otras prefieren interactuar con gente de verdad. En una sociedad libre, ambos modelos de negocios pueden ser brindados si son capaces de atraer suficientes clientes como para cubrir sus costos económicos. Todavía obtenemos un resultado económicamente eficiente, aún si ese resultado puede no ser financieramente eficiente.

A menudo, los increíbles beneficios sociales de esta libertad se pierden entre burócratas e intelectuales que piden la provisión gubernamental de los bienes y servicios. Por diversidad de razones, los servicios gubernamentales tienden a ser suplidos con un enfoque de que “un tamaño calza para todo,” el que, a menudo, es incapaz de tomar en cuenta las necesidades y deseos únicos de los subconjuntos de la sociedad. Uno sólo necesita ver al sistema de educación para ver un servicio que ha provisto casi el mismo producto, en casi la misma forma, durante los últimos 100 años. No es coincidencia que esta industria esté dominada por el gobierno.

Similarmente, las regulaciones gubernamentales también restringen la posibilidad de elegir. Las regulaciones inevitablemente inhiben la libertad de los empresarios de experimentar cómo proveen servicios, a la vez que se limitan las elecciones disponibles para los consumidores. Si bien algunos aceptan tal regulación, como un mal necesario para fines de control de la calidad, no sólo esta regulación inhibe la innovación, sino que también crea un problema de riesgo moral: Los consumidores ya no sienten más necesidad alguna de investigar la seguridad de los bienes y servicios.

De lo que, a menudo, los comentaristas no se dan cuenta es que, sin esas regulaciones, no existirían mercados de expertos que inspeccionarían o revisarían la calidad y seguridad de los productos. Aún más, esos expertos serían legalmente responsables (junto con el productor) de cualesquiera defectos encontrados con posterioridad a la inspección.

Es más, debido a que las regulaciones restringen la elección empresarial, también reducen la competencia, que normalmente sería fuente natural de control de calidad. También, esa regulación le da poder a las empresas grandes que más fácilmente pueden afrontar la carga de los costos de cumplimiento y eso desalienta nuevas entradas en los mercados. Todo esto inevitablemente se acumula para crear una economía y una sociedad más estancadas.

Al fin de cuentas, la economía es el estudio del entendimiento de la asignación de recursos en un mundo de escasez. Si deseamos entender cómo se asignan los recursos, debemos estar en capacidad de tomar en cuenta las preferencias únicas que guían el increíblemente diverso comportamiento de la gente en el mundo. A mi me parece que la forma más obvia de lograr eso sería reconociendo que los costos y los beneficios son calculados subjetivamente. Nunca debemos olvidar que la basura de una persona puede ser el oro de otra.

Mitchell Harvey es Profesor Asociado y Asistente de Investigación en el Departamento de Economía de la Universidad Monash.