Un artículo interesante acerca de lo esperable en la economía china. Aparece como autor A.E. Clark, un traductor que se ha especializado en traducir artículos de disidentes chinos o de autores de comentaristas de temas sensibles para el sistema político chino.

¿DECLINACIÓN Y CAÍDA DE CHINA?

Por A.E. Clark

Ley y Libertad
16 de julio del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en azul, si es de su interés puede verlo en https://www.lawliberty.org/2019/07/1...fall-of-china/

El ascenso de China ha asombrado a observadores e inspirado cantidad de libros, muchos de ellos excelentes, que recuentan la historia reciente del gigante de Asia y especulado acerca de su futuro. El tema va más allá de un interés casual. Los gobernantes de China pregonan que su autoritarismo es superior a la tradición liberal, al elevar sus militares en forma que parece diseñada para alejar a los Estados Unidos del Pacífico Occidental y, luego de concentrar en su país parte enorme de la capacidad manufacturera del mundo, ahora trabaja en su camino de ascenso por la cadena de valor. China se ha impuesto a sí misma el objetivo de dominar la industria de la Inteligencia Artificial -y, por implicación, a todas las industrias que es posible sean transformadas por esa tecnología de propósito general- para el año 2030.

“Díganme cómo termina esto,” solía decir el hábil general (the clever general used to say).

Para su crédito, George Magnus sabe que él no sabe cómo terminará todo. Pero, Magnus, el británico anterior economista jefe del banco suizo UBS, sabe mucho. Trataré de resumir las impresiones de Magnus, al tiempo que hago ver las limitaciones de su perspectiva y registro una controversia con respecto a sus conclusiones.

En ciertos momentos, el libro se aventura profundamente en la maleza económica. Las cuatro páginas de Magnus acerca del estancamiento de las Empresas Propiedad del Estado entre el 2013 y el 2018, puede ser más que lo que los lectores quieren saber acerca de este asunto. Pero, nadie puede contradecir la importancia de la economía para entender a la China moderna y, con frecuencia, Magnus complementa de formas valiosas a perspectivas más familiares. Por ejemplo, menciona que, en el momento de las protestas de Tienamén en 1989, la tasa de inflación era del 30 por ciento.

La tesis de Red Flags: Why Xi’s China Is in Jeopardy tiene dos partes: Primera, que China ha llegado al “final de la extrapolación” y que, lo que le funcionó en el pasado, no continuará funcionando. Segundo, lo que pone en duda que China se adaptará a los desafíos que hoy enfrenta, es la insistencia del Partido Comunista Chino (PCC) (y en especial de Xi Jinping, quien hace poco tiempo se eligió a sí mismo como presidente vitalicio) de endurecer el control sobre la economía y la sociedad.

La mayor parte del libro aclara la primera proposición. Al igual que los cuatro Tigres Asiáticos (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán), China descansó en exportaciones baratas y una inversión masiva en infraestructura, para lograr un crecimiento milagroso. Es un tema recurrente, familiar, en la literatura del desarrollo que, después de tener éxito de esa forma, los países deben adoptar nuevas estrategias para seguir enriqueciéndose, pues necesitan industrias de un nivel agregado mayor y, tal vez, ya no requieran de tantos puentes. La meta para esas naciones, al llegar a un estatus de ingreso medio, se dice, a menudo, que es un “rebalanceo, bajo el cual una porción expandida de la producción se dedica al consumo doméstico.

Magnus trata este asunto, pero en mayor detalle que la mayoría de los autores, y con algunas sorpresas. Muestra, con datos sólidos, que el desbalance más serio de la economía china ya no es más el excedente comercial, sino la sobre dependencia en la inversión doméstica y el financiamiento por deuda, cuya productividad marginal ha caído. Al inicio de los años ochenta, usted podía obtener un extra yuan de PIB con tan poco como dos yuanes de inversión; en el 2015, ese mismo crecimiento requería de nueve yuanes de inversión. Con cifras como estas, en vez de anécdotas de ciudades fantasmas, Magnus dibuja un retrato de mala inversión generalizada, en una economía que trabaja bajo una deuda creciente.

Ahora bien, China no está en riesgo de una debacle como la que traumatizó a otros países del Asia Oriental en 1997, pues su deuda no es debida a extranjeros. Incluso después de describir al altamente apalancado y sub regulado sector de la banca en la sombra, y de ponderar el riesgo de una crisis bancaria, Magnus sugiere, al final, que los problemas de la deuda, como tales, son manejables. Lo que los convierte en una amenaza a la estabilidad de China, es que le pondrán un freno al crecimiento.

Tratar elegantemente una caída en el crecimiento y, a fortiori, con una recesión, es difícil para un país con severa desigualdad en el ingreso. Agregando al peligro está la insistencia del PCC de controlar estrictamente el tipo de cambio, que requiere de controles de capitales difíciles de mantener en épocas de una confianza en declive. Entre mayor sea la cantidad de crédito doméstico, más necesarias son las reservas para “respaldarlo” en un régimen de tipos de cambio fijo, y cuando la confianza en la moneda se hace más frágil. Magnus tiene una sección excelente acerca de los pasos equivocados tomados en el 2014 y el 2015, y sobre cascadas de pánico que sacudieron el mercado de valores y que puso presión sobre el renminbi. Eso le costo al estado alrededor de $150 miles de millones para estabilizar los mercados, y casi $500 miles de millones en reservas monetarias para apoyar al tipo de cambio.

El autor sugiere, sin hacer explícita la referencia, que las autoridades están recreando la película Speed [Máxima Velocidad] en gran escala. El crecimiento del PIB depende de un crédito crecientemente ineficiente, con un viento en contra que se fortalece de una deuda creciente. Todo mundo sabe que el rebalanceo de la economía requerirá que disminuya su crecimiento, pero eso estresaría tanto al sistema financiero como al compacto social, con posibles resultados explosivos. El Banco del Pueblo de China, por tanto, mantiene su pie puesto sobre el acelerador del crédito (therefore keeps its foot on the credit accelerator), de forma que el apalancamiento financiero y el problema del sobre endeudamiento continúan creciendo…

Continuando su viaje por las “trampas” en las que él cree que se encuentra el liderazgo chino, Magnus brinda un útil resumen de la demografía. Términos como “dividendo demográfico” son explicados con lucidez, así como lo es la historia de la migración del campo hacia las ciudades.

El autor apunta que el crecimiento de la China durante las últimas tres décadas recibió el impulso de diversos acontecimientos “puntuales” ̶ que por su misma naturaleza no pueden darse otra vez. Se acabó de llevar a campesinos previamente improductivos por cientos de millones, a trabajar en factorías urbanas. Se acabó la adhesión a la Organización Mundial del Comercio. Se terminó no solo el disfrute de una enorme población en edad de trabajar, con pocos niños que crear gracias a la Política de Un solo Niño ̶ sino que ha dejado una resaca demográfica en forma de una ciudadanía sesgada en género, cuya mediana de la edad está creciendo rápidamente, presionando al sistema mínimo de seguridad social de la nación.

LA NECESIDAD DE INSTITUCIONES

La segunda parte de su tesis cita el hallazgo de la economía del desarrollo, de que, para elevarse por encima del rango del “ingreso medio,” una nación no sólo necesita más de los ingredientes de la prosperidad: necesita que esos ingredientes se combinen más eficientemente en el marco de desafíos que evolucionan. Lo que lleva todo esto, desde el punto de vista de Magnus, es principalmente a un asunto de instituciones. Confianza en las cortes y los contratos; movilidad de la mano de obra y del capital; mecanismos aceptados que balanceen intereses en competencia; un sistema educativo limitado no sólo a centros urbanos ̶ se carece de todos estos requisitos de una economía moderna. (Leemos allí la estadística notoria de que solo el 24 por ciento de la población en edad de trabajar ha terminado la enseñanza secundaria). Igualmente, se carece de la libertad que la gente necesita para intentar cosas nuevas aún cuando (en especial cuando), si son exitosas, perturbarán el statu quo industrial.

Ninguna economía, dice él, sin esas condiciones puede permanecer siendo dinámica y vigorosa. Magnus describe elocuentemente lo que aquí está operando contra China: la fijación del PCC con el control, una fijación que se ha intensificado bajo el presidente Xi. Xi parece estar soslayando a mucho del aparato del estado, en favor de nuevos “grupos dirigentes” directamente controlados por el PCC y, en muchos casos, presididos por él mismo. El control de las empresas privadas está siendo intensificado por medio de células del PCC y por secretarios del partido ubicados dentro de ellas.

El Gran Salto hacia Adelante, cuando nadie se atrevía a desafiar las desquiciadas órdenes que iban desde lo alto hacia abajo, ofrece una advertencia de lo que, de nuevo, puede suceder en este tipo de ambiente. Pero, Magnus no predice el desastre. Sugiere que el PCC nunca permitirá el tipo de flexibilidad voluntaria que llevaría a China a ser una economía del primer nivel. Y ofrece una visión concisa relacionada con la empresa china, notoria por los conflictos de interés. El esfuerzo contra la corrupción del presidente Xi presuntamente se dirige a reducirlos. Pero, como indica Magnus, el conflicto más esencial lo es el propio PCC, pues actúa, al mismo tiempo, como dueño, como administrador y como regulador de la empresa económica.

Argumentos similares se han formulado en otras partes (incluso por este humilde comentarista (by your humble reviewer)), que usualmente enfatizan el papel de la sociedad civil, en vez de la eficiencia económica. Algunos rechazan esta crítica como un intento de imponer valores de Occidente en una realidad del Oriente. El tiempo lo dirá. Más preocupante es el hecho de que mucho de lo que amenaza a China también está sucediendo en Estados Unidos: una deuda creciente, una propaganda generalizada y una vigilancia (aunque no necesariamente por el gobierno) y ampliación del bache entre clases. Incluso estamos tratando nuestra propia versión de los Guardias Rojos, sesiones de lucha e infanticidio oficialmente autorizado. No hace mucho, los estadounidenses se atrevieron a esperar que el comercio y la Internet traerían una “convergencia” en donde China llegaría ser más como nosotros. Al contrario, más bien parece que estamos llegando a ser como China.

Como bonificación, Red Flags incluye una discusión acerca de la iniciativa Una Franja, Una Ruta, que Magnus trata de considerar equitativamente, sin aceptar sin crítica su promoción. Pero, hay indicaciones (there are indications) -que creo que salieron después de que el libro llegó a la imprenta- de que ese proyecto ambicioso es más interesado y explotador que lo que indica el autor.

LOS LÍMITES DE LA EXPERTICIA

Es un libro útil e interesante, pero no totalmente satisfactorio. Para alguien tan bien informado, Magnus comete errores curiosos.

Después de describir correctamente la “inminente crisis del agua en China,” escribe: “No obstante, el agua casi no figura en ninguna parte de la política y la retórica política de los líderes chinos.” En efecto, hace tanto como el 2009, Wen Jiabao, en ese momento viceprimer ministro, describió la crisis del agua como una amenaza para la supervivencia de la nación. Un proyecto de infraestructura enorme (An enormous infrastructure project) ha estado en desarrollo para desviar miles de millones de metros cúbicos cada año desde el Sur hacia el Norte. Para el 2018, más de 400.000 personas han sido reubicadas y se han gastado casi $50 mil millones en el proyecto, el cual está funcionando, pero, aún no se termina y continúa dando lugar al debate dentro de la oficialidad, así como entre ciudadanos y medioambientalistas. (Hay otros ejemplos que sugiere caveat lector. Pondré dos comentarios técnicos en una nota al final. [1])

Una cierta visión del mundo recarga al libro. Magnus encuentra deplorable al presidente Trump y rara vez deja pasar la oportunidad de decirlo. Como antiguo economista principal de uno de los bancos más grandes del mundo, es un miembro distinguido de la élite global que ha administrado al mundo Occidental hacia su situación actual. La experiencia no ha disminuido su confianza en el libre comercio con contrapartes proteccionistas o le ha hecho menos optimista acerca del alineamiento de intereses entre clases sociales y naciones de Occidente. Aunque su libro transmite muchos signos de que China ha adoptado una intransigencia agresiva, sus recomendaciones implican que todo lo que necesitamos es más de las mismas políticas que nos han llevado a esta situación, excepto, ahora, tal vez, puestas en práctica con mayor refinamiento.

Los Estados Unidos “deberían buscar persuadir a China,” escribe él. “Los Estados Unidos deberían buscar un diálogo con China… El Diálogo Económico Comprensivo es un foro apropiado… Si prevalecieran las cabezas menos calientes, los Estados Unidos se sentarían con sus aliados y tratar de lograr un enfoque colectivo.” Él no parece darse cuenta de que los votantes estadounidenses escogieron el estilo confrontativo de Trump, debido a que juzgaron que los consejos dosificados de los expertos han fallado; o probablemente, él descarta sus puntos de vista, como los de Trump, por ser “mezquinos y mal informados.” Después de todo, el economista británico conoce los Estados Unidos. Él describe pueblos cercanos a “Fort Meyers” en Florida (p. 112). No obstante, algunos de nosotros creemos que Trump, más que alejarse del resto del mundo, está negociando con él ̶ y no sin resultados (and not ineffectually).

DE ORO Y DE ACERO

Aun cuando sus certezas globalistas hacían que desviara mi vista, Magnus ha escrito una descripción astuta y detallada de los desafíos que encara la dictadura china. Creo que está en lo correcto en que, si bien no hay razón para anticipar el colapso, el estilo del liderazgo chino agravará las dificultades y asegurará un aumento del estrés.

Al principio, pondera una pregunta básica, cual es, por qué en esta época China está aumentando activamente su centralización del poder:

“La centralización del poder puede hablar ante demandas apremiantes a la luz de amenazas percibidas, ya sea para una preparación militar o una reorganización económica. Lo último parece ser abrumadoramente posible, y es así plausible que el principal objetivo de China sea la transformación económica.”

Esa palabra –“abrumadoramente”- parece ser poco más que darle vueltas al asunto ¿No es notable que él plantea dos posibilidades, en el nivel más elevado de pensamiento estratégico, y en cinco palabras se deshace de una de ellas? ¿No deberíamos considerar la posibilidad de que la centralización ha sido asumida para facilitar tanto la transformación económica como las aventuras militares?

Él escribe con mayor sobriedad casi al final del libro:

La fuerza militar china y el crecimiento naval, junto con la militarización de arrecifes y atolones en el Mar del Sur de China, no son ocultados y nada les complacería más a los chinos que alejar a la Séptima Flota de los Estados Unidos de las cadenas de islas cerca de la costa de China y que regrese al otro lado del Pacífico… [Xi Jinping] ha prometido que devolverá Taiwán a la China continental durante su gobierno, y nos deja pensando en cómo China puede lograr que esto ocurra.

Y claro que nos preocupa. A pesar de ello, el autor visualiza dos formas en que la historia puede terminar: China dominando al mundo como un coloso económico o China entrando en una fase de lento crecimiento, con una administración torpe e inestabilidad económica. Él se inclina hacia el segundo resultado.

Este comentarista considera posible que los desarrollos económicos, acerca de lo cual Magnus ha escrito un buen libro, serán sobrepasados por los militares, acerca de los cuales no quiere ni pensar. Si el editor me lo permite, espero tratar esta pregunta con usted en un ensayo futuro.

[1] Magnus dice que el recorte de impuestos en los Estados Unidos en el 2017 trabajó como un diálogo de sordos con respecto preocupaciones expresadas acerca del déficit comercial: “Puesto que la administración Trump y el congreso estuvieron de acuerdo en recortes impositivos sustanciales, en el 2018 y el 2019 emergerá un mayor déficit fiscal. Eso es equivalente a una caída en los ahorros de los Estados Unidos y, puesto que el déficit externo es resultado de la relación entre el ahorro y la inversión, se deduce que el déficit fiscal más amplio simplemente expandirá el déficit externo o comercial.”

No tan rápido. La identidad de las cuentas del ingreso nacional [Y = C + I + G + (X – M)], en la que Magnus descansa aquí y en todas partes, es aplicable a una fotografía estática de la actividad económica. Para predecir el comportamiento cambiante de la economía con el paso del tiempo, necesitamos un modelo causal, el cual la identidad en sí no suministra.

Para estar claros, hay una explicación clásica, causal, que apoya el punto de vista expuesto arriba, pero depende de circuitos de retroalimentación que involucran tanto la tasa de interés como el tipo de cambio, que deben ser libres de variar en respuesta a fuerzas del mercado. (Vea aquí (here) una buena discusión). Pero, de hecho, la tasa de interés se ha mantenido cercana a cero por la vía de esas políticas que llaman coloquialmente “represión financiera,” y el tipo de cambio no puede jugar su papel natural, si socios comerciales importantes como China fijan sus monedas al dólar.

Menciono estos hechos no para imputar todos nuestros problemas a ellos, sino para explicar mi escepticismo hacia axiomas macroeconómicos, que se derivan de un modelo idealizado de nuestra realidad.

Un tercer ejemplo de su imprecisión ocasional: El autor distingue entre patentes de herramientas y patentes de diseños (p. 152), términos de arte en el derecho de la propiedad intelectual, pero la definición que él ofrece para las patentes de diseño es, en realidad, la definición de patentes de herramientas (actually the definition of utility patents), y su explicación de patentes de diseño descansa en el sentido equivocado de “diseño.”

A.E. Clark traduce y, por medio de Ragged Banner Press, publica la literatura de unos pocos escritores independientes de la República del Pueblo de China, en donde trata de tópicos sociales e históricos considerados como sensibles por el régimen.