Pensemos, ¿cuánto mal se evitaría de acciones de estado, si votáramos de acuerdo con el consejo del profesor Galles?

LA RACIONALIDAD DE VOTAR POR LA AUTOESTIMA ESTÁ POR ENCIMA DEL INTERÉS PROPIO

Por Gary M. Galles

Fundación para la Educación Económica
Domingo 16 de junio del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/the-rationa...self-interest/

Hace más de dos milenios, Cicerón enfatizó la importancia de ser justo, lo que él definió como “no hacer daño a los hombres.”

Parece que, en cada elección moderna, alguien reitera la creencia de que los estadounidenses de la clase trabajadora que no votan por los demócratas, votan en contra de su interés propio. El ejemplo más conocido fue el de la obra de Thomas Frank del 2004, What’s the Matter with Kansas [¿Qué pasa con Kansas?: Cómo los ultraconservadores conquistaron los Estados Unidos], que se mantuvo en la lista de libros más vendidos de The New York Times.

Él arguyó que la gente de su estado natal Kansas votó por los republicanos, aunque eso minó la agenda redistributiva de los demócratas, la que habría trasladado más recursos de otros hacia los habitantes de Kansas, demostrando una violación “obvia” de su interés propio.
En el 2015, Leon Friedman planteó (offered) puntos de vista similares en ““Why Does the (White) Lower Middle Class Vote Republican?” (‘¿Por qué la baja clase media (blanca) vota por los republicanos?” en el Huffington Post. La esencia de su análisis fue:

“Basados puramente en el interés propio… los trabajadores con sueldos más bajos deberían votar por el partido que más les ayudaría económicamente. Los demócratas favorecen un salario mínimo más alto, la protección de los derechos sindicales, programas generosos, si no es que gratuitos, de cuidado médico para los estadounidenses de la clase trabajadora, regulaciones de seguridad en el sitio de trabajo, reducir el calentamiento global (lo que afecta la salud de todos), impuestos más altos para la gente rica, que paguen por programas sociales incluso más generosos, y mantener, si no es que aumentar, los pagos de seguridad social.

Los republicanos, por otra parte, quieren reducir los impuestos a los ricos, restringir los derechos sindicales, derogar el Obamacare, privatizar los beneficios de la seguridad social y eliminar diversas regulaciones sobre las empresas, incluyendo requisitos de seguridad y los esfuerzos por lidiar contra el calentamiento global.”

POLÍTICAS QUE APARENTAN AYUDAR EN REALIDAD CAUSAN DAÑO

Ya es evidente, a partir del estado del campo presidencial del partido demócrata, que los demócratas planean redoblar e incluso triplicar la apuesta de una agenda similar a aquella señalada por Leon Friedman, que va desde una educación universitaria gratuita y cuidado médico para todos hasta el Nuevo Trato Verde.

Pero, dado eso, tal como los economistas nos recuerdan muy a menudo, “No existe tal cosa como un almuerzo gratis,” frase algunas veces reducida a TANSTAAFL, debemos reconocer que almuerzos presuntamente gratis son mejor entendidos como almuerzos robados. E incluso si algunos almuerzos robados expandirían los recursos bajo el control de los clientes de la redistribución gubernamental, eso no implica que votar contra esas políticas sea algo inexplicable. Reconsiderar el conocimiento de Adam Smith, puede mostrar por qué.

INTERÉS PROPIO, EGOÍSMO, AMOR PROPIO Y AUTOESTIMA

En su libro Are Economists Basically Immoral?, Paul Heyne reconoció el alejamiento de algunos economistas del principio de amor propio de Adam Smith (concepto que no es idéntico al interés propio) hacia donde “el interés propio se identifica con egoísmo, se asume que los intereses egoístas son intereses materiales y la preocupación por la justicia o la equidad es considerada como irracional.” En consecuencia,
“Muchos de los teóricos más eminentes y sofisticados en la profesión de la economía no hacen un esfuerzo por distinguir entre interés propio y egoísmo o entre comportamiento racional y comportamiento codicioso.”

Heyne nos llevaría de regreso al énfasis smithiano en la reputación y al “espectador imparcial,” cuyo respeto valoramos al máximo, pues

“La autoestima es para muchas personas un objetivo primario en el comportamiento auto interesado. Una gran porción de las anomalías [reportadas acerca del comportamiento de la gente] desaparece al momento en que reconozcamos que va en el más claro interés propio de muchas personas, comportarse de formas que les permitan a ellas conservar su autoestima.”

Heyne destacó aún más el papel del imaginario “espectador imparcial” de Smith, cuya aprobación deseamos, en conservar la autoestima, en particular en términos de justicia:

“Cuando Smith aseveró que todo mundo debería ser “dejado perfectamente libre para perseguir su interés propio según su manera,’ era sólo bajo la condición importante de que ‘él no violara las leyes de la justicia’… [pero] la legislación es injusta, desde el punto de vista de Smith, cuando promueve los intereses de un grupo de ciudadanos, al imponer restricciones desiguales a las acciones de otros grupos.”

O, para citar a Smith,

“Perjudicar los intereses de cierta clase particular de ciudadanos con el único fin y con el solo objeto de fomentar a otra, es una máxima evidentemente contraria a la justicia e igualdad que todo Gobierno debe tener en cuenta.”

Si aceptamos la visión de justicia de Smith -igualdad de trato en contraste con el favoritismo gubernamental a expensas de otros- las políticas redistributivas que los demócratas están promoviendo en un grado mayor al usual, bajo el supuesto de que eso debería cerrar el caso en favor de su elección, son claramente injustas. Y, si ser justo es una parte importante de la autoestima, uno tendría que sopesar los recursos que se ponen a disposición gracias a una política injusta, en contraste con el daño que se hace a la autoestima y a la reputación propia ante otros.

LA AUTOESTIMA POR ENCIMA DEL INTERÉS PROPIO

¿Qué si usted desea ser justo o ser conocido como tal? ¿Escogería usted involucrarse en la robadera, directamente o vía gobierno? Eso depende. Virtualmente para ser justos todos estaríamos dispuestos a ceder algunas ganancias coactivas mal habidas. Pero, los valores que las personas adscriben en ser más justas (o lo que ellos consideran justo) difieren, tal como lo hacen los “precios” en diferentes situaciones. En muchos casos, eso puede explicar votar “sí” por algunas políticas que supuestamente promueven su interés propio (por ejemplo, aquellas que tienen un costo menor en autoestima o una paga más alta al interés propio estrecho), a la vez que vota “no” por otras (por ejemplo, aquellas que tienen un costo mayor en autoestima o una paga más pequeña al interés propio reducido).

Aún más, puede explicar por qué la promoción de aquellas políticas que dependen del robo para su puesta en marcha, usan tantos trucos retóricos y lógicos para racionalizarlas como algo diferente, ya sea la justificación de Marx para que los trabajadores expropien a los capitalistas, debido a que, presuntamente, los capitalistas expropiaron primero a los trabajadores, lo que encuentra eco en la demonización de “el 1%,” o la insistencia en llamar una “inversión en nuestro futuro” a cualquier proyecto que transfiere recursos de un grupo para pagar los beneficios de otros.

Reconocer la autoestima como una parte esencial del amor propio, puede ser un acertijo para aquellos que la ignoran en sus visiones del mundo o en sus modelos, pero, fue bien entendida por Adam Smith hace más de dos siglos. Pero, eso no empezó ni terminó con Smith. Hace más de dos milenios, Cicerón enfatizó la importancia de ser justo, lo que él definió como “no hacer daño a los hombres.”

Incluso, previamente, existió el Juramento Hipocrático -“Lo primero, es no hacer daño”- que es inherentemente violado por la necesidad de tomar de forma involuntaria recursos de otros para “hacer el bien,” y eso todavía lo tenemos en nuestro medio. Y, cuando nos damos cuenta de esa resistencia al robo o a la piratería, porque valoramos más la autoestima que el prospecto de lograr algo del tesoro que fue quitado, ya no más existe alguna anomalía por no votar por la agenda del partido demócrata.

Gary M. Galles es profesor de economía en la Universidad Pepperdine. Sus libros recientes incluyen Faulty Premises, Faulty Policies (2014) y Apostle of Peace (2013). Es miembro de la facultad de la Fundación para la Educación Económica (FEE).