EL PAPEL DEL ECONOMISTA EN UNA SOCIEDAD LIBRE: DE MISES A KNIGHT

Por Peter J. Boettke

Library of Economics and Liberty
1 de julio del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letra subrayada, si es de su interés puede verlo en https://www.econlib.org/library/Colu...mistsrole.html

“El gobernante que intentase dirigir a los particulares sobre la forma de emplear sus respectivos capitales, tomaría a su cargo una empresa imposible a su atención, impracticable por sus fuerzas naturales, y se arriesgaría una autoridad que no puede fiarse prudentemente ni a una sola persona ni a un Senado, aunque sea el más sabio del mundo, de manera que en cualquiera que presumiese de bastarse por sí solo para tan inasequible empeño, sería muy peligrosa tan indiscreta autoridad.” ̶ Adam Smith, de la Riqueza de las Naciones, Libro IV, capítulo 2, párrafo 10.

La economía en manos de sus maestros es una crítica experta de gobernar por expertos. E incluso entre sus maestros, existen muchas visiones diferentes acerca del papel de la economía.

LUDWIG VON MISES Y EL COMPROMISO INTELECTUAL CON LA CONTROVERSIA

Ludwig von Mises
estaba envuelto en disputas controversiales de economía casi desde el inicio de su carrera. Su teoría monetaria también se refirió a preguntas acerca de política monetaria (1912). No sólo debatió aspectos detallados de la teoría con su aplicación a la economía monetaria de los avances en microeconomía, logrados por una generación previa de economistas de la Escuela Austriaca, sino que, también, luchó por contrarrestar las teorías y políticas favoritas de varios excéntricos monetarios. En el proceso, él demostró las fallas intelectuales y la bancarrota de ideas tales como las teorías estatistas del dinero, del subconsumo en las teorías del ciclo de los negocios y de la sobreproducción en las teorías de las fluctuaciones industriales.

En opinión de Mises, las decisiones de inversión, las decisiones de empleo y las decisiones de consumo, todas, eran una consecuencia de evaluaciones subjetivas de los individuos y de las elecciones que ellos llevan a cabo en el margen basados en aquellas valoraciones. El dinero no altera los cálculos de decisión individual, aunque complica y resuelve la situación. El dinero complica los asuntos porque introduce un ligamen entre todos los intercambios. El dinero es la mitad de todos los intercambios y, por ello, si el sistema monetario se distorsiona, todos los intercambios se verán distorsionados. La dicotomía clásica todavía sigue sosteniéndose -las variables reales sólo afectan las variables reales y las variables nominales sólo afectan las variables nominales- pero, ahora, surge una demanda de una explicación del proceso por el que las fuerzas económicas en acción se revelan a través de todo el sistema, debido a la “floja articulación” del dinero en el análisis. Las interpretaciones mecánicas de la teoría cuantitativa del dinero distorsionan nuestro entendimiento, tanto como una negación de la teoría cuantitativa distorsiona ese conocimiento. Y, finalmente, el dinero debe reconocerse por su papel de ayudar a la mente humana en la coordinación compleja de la actividad económica a través del tiempo. Los precios monetarios en el mercado permiten a quienes toman decisiones, tanto economizar en los detalles que deben procesar en sus decisiones de inversión, producción y consumo, como facilitar la valoración de caminos alternativos de decisión. La habilidad de involucrarse en el cálculo económico permite, a quienes toman decisiones, valorar diferentes planes alternativos y el sistema selecciona, del conjunto de planes tecnológicamente factibles, aquellos que son económicamente viables.

Estudiar este proceso de mercado de cálculo y coordinación definiría la carrera de Mises como economista ̶ tanto desde el lado negativo (la inhabilidad del socialismo de desarrollar un sistema de cálculo económico racional), como desde el positivo (la habilidad del capitalismo para hacerlo y de cómo este genera un proceso de descubrimiento y creatividad empresarial).

El acertijo en estas discusiones es determinar, desde el inicio, qué es ciencia y que es una valoración moral personal de uno de un acuerdo social. Max Weber, quien tuvo que lidiar con los debates del momento, acerca de aquello que en esa época se mencionó como los “socialistas desde la silla,” pensó que él brindaba reglas de compromiso intelectual que resolverían el problema. Weber aseveraba que el analista crítico debe restringir su análisis al examen de la efectividad de los medios escogidos para lograr fines determinados. No habría disputa acerca de los fines buscados. Así que, aún si el análisis hallaba que los medios eran deplorables, si esos fines se satisfacían con los medios escogidos, entonces, la crítica del analista sería neutralizada. Pero, si el analista podía demostrar que los medios escogidos no producían los resultados buscados y que, más aún, la crítica se mantendría si aquellos producirían resultados que empeoraban los males sociales que iban a erradicarse con las políticas elegidas bajo examen.

Mises estaba plenamente persuadido por las reglas de Weber acerca del involucramiento intelectual. Su análisis crítico de la política monetaria, su análisis del socialismo y del intervencionismo, estaban basados en el método de “libre de juicios de valor.” Es más, su argumento era que la historia de la economía política retrocedía hasta Adam Smith. Un ejemplo rápido en apoyo del punto de Mises es el debate de Adam Smith y David Hume (David Hume’s) acerca del patrocinio estatal de la religión, en donde sus análisis comparten la lógica de la elección, la lógica de la organización y la lógica de la situación, pero diferían en la valoración normativa de las consecuencias de las elecciones de políticas. En este sentido, la economía es una disciplina en la cual los valores eran relevantes sólo en cuanto que el análisis económico que lo apuntalaba, era neutral en lo referente a valores, tanto como fuera humanamente posible.

La controversia y Mises no estaban limitados a la “gran pregunta” acerca de la viabilidad del sistema socialista. Él lo tenía claro: El socialismo, por definición, buscaba eliminar la propiedad privada de los medios de producción y, al hacerlo así, el socialismo condenaba su propio proyecto a no lograr sus fines establecidos de racionalizar el proceso de producción. Más bien, en vez de racionalizar los procesos económicos, el socialismo produciría el caos económico debido a su incapacidad de involucrarse en un cálculo económico racional. Nada en el análisis que hace Mises del socialismo descansaba en diferencias en las aspiraciones del socialismo ̶ ya fuera que consideremos económica, política o moralmente a esas aspiraciones. El socialismo podría prometer la fraternidad, la igualdad y la solidaridad, debido a que la racionalización de la producción se suponía que conduciría a un incremento tal de productividad que, después de la revolución, la humanidad sería llevada desde el Reino de la Necesidad al Reino de la Libertad. Tristemente, tales aspiraciones tan laudables, una vez sujetas al análisis sobrio de la economía, colapsarían bajo el peso de la imposibilidad de que los medios escogidos logren los fines dados del socialismo.

Pero, lo que era cierto del análisis de Mises del socialismo, es también cierto para sus análisis del proceso de mercado y del problema del monopolio. Su atención era el papel de los precios y de la ganancia y los argumentos en pro del intervencionismo, y del sistema monetario y las consecuencias de la manipulación del dinero y del crédito sobre el sistema económico. Mises se involucra en un análisis de Medios/Fines, no con poses morales; un análisis sobrio como ese, no siempre es apreciado por aquellos que preferirían que nunca fuera ofrecido como desafío a sus preferencias políticas.

En La Acción Humana (Human Action ) Mises escribe:

“Resulta imposible comprender las vicisitudes y obstáculos con que el pensamiento económico siempre ha tropezado si no se advierte que la economía, como tal ciencia, implica abierto desafío a la vanidad personal del gobernante. El verdadero economista jamás será bienquisto por autócratas y demagogos. Para ellos resultará siempre personaje díscolo y poco grato y tanto más le odiarán cuanto mejor adviertan la certeza y exactitud de sus críticas.”

Así, como lo afirmaría en Economic Freedom and Interventionism:

“La función social de la ciencia económica consiste precisamente en desarrollar teorías económicas sólidas y en explicar las falacias de un razonamiento viciado. En busca de esta tarea, el economista incurre en la enemistad mortal de embaucadores y charlatanes, cuyos atajos hacia un paraíso terrenal él desenmascara.”

FRANK KNIGHT Y CONFRONTANDO LOS ATAQUES INTELECTUALES

Frank Knight
fue igualmente directo en su evaluación de la situación. En 1950, en el discurso presidencial de la Asociación Estadounidense de Economistas, titulado “The Role of Principles in Economics and Politics” [“El Papel de los ¨Principios en la Economía y la Política”], él afirma que:

“… últimamente mi interés ha tendido a cambiar desde los problemas de la teoría económica o de lo que parecen ser sus preocupaciones apropiadas, hacia la pregunta de por qué la gente, en general, y en particular la élite educada, al expresarse de diversas maneras, escogen el sinsentido en vez de lo que tiene sentido y sacuden el polvo de sus pies en nosotros. Y, también, por qué el teórico se encuentra frecuentemente castigado entre los economistas, según es clasificado en las listas de académicos de facultades y en libros y artículos en revistas calificadas, que tienen la palabra “económica” en sus títulos.”

Los cambios intelectuales del pensamiento que se dieron en la primera mitad del siglo XX, según afirmó Knight, habían producido una literatura en la disciplina que

“consistía principalmente de ataques a los puntos de vista tradicionales acerca de la naturaleza y función de la economía, en donde el término ‘ortodoxia’ comúnmente aparece como una ‘mala palabra,’ un epíteto de reproche. Los críticos, agresores, más o menos explícitamente, han promovido la abolición de una economía de principios económicos y su reemplazo casi por nada o por todo lo demás, por otros principios si es que se les puede encontrar ̶ psicológicos, históricos, estadísticos, políticos o éticos, o del todo por ningún principio, sino por descripciones fácticas de algún área del fenómeno social humano llamado ‘económico,’ por razones que para mí no son claras. No puedo comentar en detalle acerca de estas modas de pensamiento. La última ‘nueva economía’ y, en mi opinion, más bien la peor, por ser una doctrina falaz y perniciosa, es aquella lanzada por el desaparecido John Maynard (Lord) Keynes, quien durante toda una década tuvo éxito en hacer retroceder en alto grado al pensamiento económico hasta la edad oscura, pero, últimamente, esta ola del futuro felizmente ha estado pasando.” [Selected Essays by Frank H. Knight, Volume 2: Laissez Faire: Pro and Con, p. 362-363.]

Uno de los temas principales de esta movida es que el economista se transforma de ser un científico, un estudioso de la sociedad y un crítico social, en un potencial asesor de aquellos que están en posiciones de poder y privilegio. Pero, aquellos en el poder no tienen uso para una ciencia económica seria y para la crítica social. La economía, así concebida, es una molestia, y poco más que eso. Tal como Knight continuó diciéndole a sus colegas en las reuniones de la Asociación Estadounidense de Economistas: “El hecho serio es que el peso de las cosas realmente importantes que la economía tiene que enseñar, son cosas que la gente vería por sí misma si tuviera el deseo de hacerlo. Y es difícil creer en la utilidad de tratar de enseñar lo que los hombres se rehúsan aprender e, incluso, a escuchar seriamente.”

Y este destino es todavía más cierto debido a los cambios en las expectativas entre la elite y la población, relacionados con el papel del gobierno en la sociedad. Como indicó Knight, los desafíos a las enseñanzas de la economía tienen un impacto significativo sobre el cuerpo político, porque el rechazo a los principios de economía cambia a la política.

“Este mismo período de la historia también ha visto en la política pública un menosprecio creciente de las instituciones económicas libres ̶ acudiendo crecientemente a la interferencia y control legislativo burocráticos, al crecimiento de los grupos de presión que utilizan tanto la acción política, como la ‘directa.’ para obtener lo que quieren y, con todo esto, el envilecimiento del propio estado, totalmente en mucho del mundo europeo, al pasar desde formas libres al despotismo despiadado. Ciertamente es legítimo preguntar si existe alguna conexión entre el movimiento del pensamiento económico y aquel del cambio político.” [Selected Essays by Frank H. Knight, Volume 2: Laissez Faire: Pro and Con, p. 363.]

Aquellos en la resistencia, razón, por supuesto, por la que se edificó la Sociedad Mont Pelerin, para cultivarla y mantenerla, deben estar dispuestos a involucrarse en la frustrante cruzada en favor de la alfabetización económica de la población en general y en persuadir a nuestros colegas de que no hay nada de aburrido en trabajar en la aplicación persistente y consistente de principios económicos, para comprender la forma en que el mundo funciona en toda su diversidad. La economía simple no es una tontería, y la claridad en la exposición de los principios de economía ha de ser valorada por encima de la rapidez de mente y astucia en la presentación.

CONCLUSIÓN

El compromiso con una economía sólida y con el papel del economista en sociedad, como estudioso de la sociedad y como un crítico social, pero nunca como asesor e ingeniero social, es lo que unió a Mises y a Knight. Ambos eran verdaderos liberales radicales, pero no intelectuales de la era del progresismo. Después de todo, fue el cambio de la era progresista en el temperamento intelectual, lo que estaba transformando la disciplina de la economía ante sus ojos.

Knight y Mises brindan los argumentos esenciales acerca de la cuestión del papel del economista en una sociedad libre. Los maestros siguientes en enfrentarse a ese desafío incluyen a los premios Nobel George Stigler, James M. Buchanan, y Ronald Coase. Pero, esa es una exploración para otro día.

Adaptación de una conferencia brindada en la reunión regional de la Sociedad Mont Pelerin en Dallas, Texas, del 17 al 19 de mayo del 2019.

Peter J. Boettke es profesor universitario de Economía y Filosofía de la Universidad George Mason, Fairfax, Virginia.