LOS MERCADOS PUEDE MANEJAR EL CAMBIO CLIMÁTICO

Por William F. Shughart II

Catalyst del Independent Institute
1 de julio del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra subrayada, si es de su interés puede verlo en https://catalyst.independent.org/201...limate-change/

A pesar de la preocupación acerca del cambio climático producido por el hombre, sorprendentemente se pone poca atención a la tecnología emergente, la cual podría extraer el dióxido de carbono de la atmósfera y convertirlo en productos útiles, como petroquímicos y combustibles sintéticos.

Soluciones basadas en política que van de arriba hacia abajo, como los impuestos al carbono y el recientemente derrotado proyecto de ley “Nuevo Trato Verde” (recently defeated “Green New Deal”) plausiblemente podrían reducir las emisiones de gas de invernadero, pero, como sucede con todos los mandatos gubernamentales, sería costoso ponerlos en práctica y sin duda que generarían consecuencias no previstas, que causan más daño que bien.

Mientras que los grupos de presión ambientalistas impulsan sus planes favoritos para hacer algo -cualquier cosa- que impida la catástrofe, quietamente el sector privado está encontrando formas innovadoras de limitar el alza en la temperatura promedio global, a 1.5 grados centígrados (en comparación con tiempos preindustriales).

Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, en este siglo deben removerse entre 100 miles de millones a 1 trillón de toneladas de dióxido de carbono, para lograr aquel objetivo de calentamiento. A primera vista, extraer carbón puede parecer como una quimera, pero un proceso para hacerlo está a punto de ser comercializado (nearing commercialization).

Tres empresas emergentes (startup companies), que buscan desarrollar sistemas de captura directa de aire, han atraído un capital sustancial desde que las emisiones globales llegaron a un nuevo máximo el año pasado. Una de esas empresas emergentes, una compañía basada en Canadá, ha levantado $68 millones en capital privado entre inversionistas, incluyendo al multimillonario Bill Gates, a las partes especializadas en inversiones de riesgo de las empresas petroleras Chevron y Occidental Petroleum, a la compañía minera BHP Billiton, a varias empresas de capital y a fundaciones de familias privadas.

Si bien entre las empresas difieren las tecnologías exactas que están siendo desarrolladas, todas comparten el concepto básico de ventiladores gigantescos que circula el aire a lo largo de una superficie de contacto, a la que se adhieren las moléculas de dióxido de carbono. Luego, el material de contacto se calienta para desvincular al dióxido de carbono, de forma que pueda recolectarse y utilizarse. La empresa canadiense está desarrollando un proceso para usar el dióxido de carbono, en el logro de una producción a escala industrial de combustible sintético.

Una empresa emergente de Suiza ha levantado $50.1 millones y actualmente opera 14 plantas alrededor del mundo. Una empresa basada en Nueva York ha reunido $42 millones y se encuentra en medio de una recaudación de fondos adicional.

Hasta hace poco, extraer una tonelada de carbón costaba entre $600 y $700 la tonelada, pero la empresa canadiense dice que su proceso puede reducir el costo a menos de $100. Espera una reducción ulterior del costo conforme los sistemas sean desarrollados y el proceso de manufactura se amplíe. La compañía planea anunciar los sitios de dos nuevas plantas de captura directa de aire más tarde este año. Dice que las instalaciones se pueden establecer en cualquier país y en cualquier clima.

Si bien otras maneras de reducir el dióxido de carbón son posibles -por ejemplo, sembrando más árboles y almacenando carbón en la capa vegetal o en el mar- las plantas de captura directa del aire ofrecen opciones que son efectivas en cuanto al costo, aunque se necesitarían entre 20 y 30 enormes instalaciones para extraer del aire cada año entre 5 miles de millones y 10 miles de millones de toneladas de carbón.

Aunque, como tal, convertir dióxido de carbono en combustible sintético requiere de considerable energía, para reducir su costo el proceso sería alimentado con renovables. Cualquier dióxido de carbono que quede después de la conversión, sería bombeado hacia formaciones geológicas y a pozos de petróleo y gas ya agotados (pumped underground into geologic formations and depleted oil and gas wells.)

El consumo global de combustibles fósiles está creciendo, en especial en India, China y otros países que se industrializan, junto con el dióxido de carbono de la atmósfera. Pero, los ambientalistas alarmistas tienden a olvidar que el CO2 tiene beneficios, así como costos. Es esencial para la vida de las plantas, y más de él promete elevar los rendimientos globales de las cosechas, incrementando, así, la producción de alimentos. En la actualidad, el CO2 está siendo enviado directamente por tuberías a una refinería de petróleo en Holanda, para hacer crecer rosas (roses) en un invernadero cercano.

El resultado final es que la información que las señales de precios transmiten acerca del cambio climático, brinda una alerta a empresarios dando incentivos para que busquen formas innovadoras de adaptarse a proyecciones de niveles crecientes del mar, sequías, incendios forestales y otros desastres predichos. A menudo, es mejor que el gobierno no haga nada, en especial si imponen nuevos impuestos y regulaciones gravosas para enfrentar problemas percibidos de acción colectiva.

Pero, la inacción del gobierno no significa que nada se hará. Encontrar formas de capturar el dióxido de carbono de la atmósfera es sólo uno de los muchos ejemplos que muestran que, dejados a sus propios mecanismos, los procesos de mercado pueden descubrir soluciones que incluso bien intencionados formuladores de políticas dejan pasar.

Originalmente publicado en The Hill.

William Franklin Shughart II es un economista e investigador estadounidense. Él es el Profesor J. Fish Smith en Opción Pública en la Escuela de Negocios Jon M. Huntsman en la Universidad del Estado de Utah, y director de investigación, así como miembro principal del Instituto Independiente.