Una valiosa conferencia de un gran pensador, de cuya lectura podemos aprender lecciones sumamente útiles para enmarcar las políticas públicas en bases realmente sólidas.

SIETE PRINCIPIOS PARA UNA POLÍTICA PÚBLICA SANA


Por Lawrence W. Reed

Fundación para la Educación Económica
Viernes 29 de junio del 2018


“Estos son, desde mi punto de vista, principios eternos que deberían formar el trasfondo intelectual de qué es lo que hacemos como formuladores de políticas, tanto dentro como fuera del gobierno.”

Esta es una transcripción de una conferencia ofrecida por Lawrence Reed el 17 de febrero del 2003, en el banquete anual del Mississippi Family Council (hoy el Mississippi Center for Public Policy).

Muchas gracias Andy (Taggart) por ese gran preámbulo. He estado viajando con frecuencia en las últimas semanas, y esta mañana estaba buscando disponer de un día relajante en mi oficina en Midland, Michigan. Luego, recibí una llamada de Forest (Thigpen) alrededor de las 9 de la mañana y, de alguna forma, terminé en Jackson, Mississippi, para estar con ustedes, mis amigos, esta noche. No fue exactamente un día de relajamiento en la oficina, pero, es un honor y una satisfacción estar con ustedes hoy en la noche.

Me gustaría que todos nosotros pensáramos acerca de conceptos esenciales sumamente críticos, algunos fundamentales, derivados de siglos de experiencia y conocimiento económico. Ellos son, desde mi punto de vista, principios eternos que deberían formar el trasfondo intelectual acerca de qué hacemos al ser formuladores de políticas, tanto dentro como fuera del gobierno.

Creo en tener una mente abierta, pero una mente abierta inteligente no es una mente vacía. Hemos aprendido unas pocas cosas a través de los siglos, que no necesitamos reconsiderarlas todo el tiempo cuando surge un nuevo tema. No es un sesgo desinformado el que nos impulsa, sin debate, a aceptar la noción de que el sol sale por el este. No es una ideología ciega que nos dice que una república representativa es superior a una dictadura o a una monarquía. Cuando estudiamos un tema en el Centro de Pensamiento Mackinac, empezamos bajo el supuesto esencial de que la propiedad privada y las economías de libre mercado son superiores a la propiedad estatal y la planificación central. Esa no es tan sólo la opinión superficial de un hombre; por el contrario, es una de las verdades establecidas entre gente que mantiene ojos y oídos abiertos y para quienes la razón, la lógica, los hechos, la evidencia, la economía y la experiencia, significan algo.

Los “Siete Principios para una Política Pública Sana” que quiero compartir esta noche con ustedes, son pilares de una economía libre. Podemos diferir acerca de qué tan exactamente puede alguno de ellos ser aplicable a un tema dado del día, pero, los principios en sí, creo, son verdades establecidas. No son originales míos; simplemente los he recogido en un solo lugar. No son sólo los únicos pilares de una economía libre o las únicas verdades establecidas, sino que contienen un mensaje muy poderoso. En mi creencia, si todas las esquinas de cada edificio del gobierno estatal y federal fueran blasonadas con estos principios -y, todavía más importante, si cada legislador entendiera e intentara ser fiel a ellos- seríamos un pueblo más fuerte, más libre, más próspero y mucho mejor gobernado.


PRINCIPIO 1: LA GENTE LIBRE NO ES IGUAL Y LA GENTE IGUAL NO ES LIBRE.

Primeramente, debo aclarar el tipo de “igualdad” al que me refiero en esta afirmación. No me estoy refiriendo a la igualdad ante la ley, la noción de que usted debería ser juzgado inocente o culpable de una ofensa, con base en si usted la cometió o no, sin que tengan nada que ver con eso su raza, sexo, riqueza, credo, género o religión. Esta es una base importante de la Civilización Occidental y, si bien algunas veces nos quedamos cortos en cuanto a aquella, dudo de que alguien aquí se opondría a este concepto.

No, la “igualdad” a la que me refiero es totalmente acerca del ingreso y la riqueza material, a lo que ganamos y adquirimos en el mercado del comercio, del trabajo y del intercambio. Estoy hablando de igualdad económica. Tomemos este primer principio y dividámoslo en sus dos mitades.

La gente libre no es igual. Cuando las personas son libres de ser ellas mismas, de ser amos de su propio destino, de hacer por ellas mismas un esfuerzo para mejorar su bienestar y aquel de sus familias, el resultado del mercado no será una igualdad de resultados. La gente ganará niveles de ingresos vastamente diferentes; acumulará niveles vastamente distintos de riqueza. Mientras que algunos se lamentan por ese hecho y hablan lastimosamente del “bache entre pobres y ricos,” pienso que es una cosa maravillosa el que la gente sea ella misma en una sociedad libre. Cada uno de nosotros es un ser único, diferente, en formas interminables, a cualquier otro ser humano, vivo o muerto. ¿Por qué deberíamos esperar que nuestras interacciones en el mercado produzcan resultados idénticos?

Somos diferentes en términos de nuestros talentos. Algunos tienen más talentos que otros o bien más valiosos. Algunos no descubren sus talentos más elevados sino hasta tarde en la vida, o no del todo. Magic Johnson es un jugador de basquetbol talentoso. ¿Debería sorprender a alguien que él hizo una cantidad infinitamente mayor de dinero que lo que yo habría podido lograr alguna vez? Will Kellogg no descubrió su increíble talento empresarial y de mercadeo sino hasta los 46 años de edad; antes que tuviera éxito propio al empezar la Kellogg Company, él estaba ganando unos $25 a la semana, haciendo trabajos menores para su hermano mayor, en un sanatorio en Battle Creek.

Somos diferentes en términos de nuestra laboriosidad, en nuestra disposición para trabajar. Algunos trabajan más duro, más tiempo y más inteligentemente que otros. Eso da lugar a vastas diferencias en cómo otros valoran lo que hacemos y de cuánto están dispuestos a pagar por ello.

También somos diferentes en términos de nuestros ahorros. Afirmaré que, si el presidente de alguna manera pudiera, esta noche, con el chasquido de sus dedos, igualarnos a todos en términos de ingresos y riqueza, de nuevo seríamos desiguales mañana a la misma hora, pues algunos de nosotros lo ahorraríamos y algunos de nosotros lo gastaríamos. Estas son tres razones, pero, de ninguna manera, las únicas tres razones, de por qué la gente libre simplemente no va a ser igual económicamente.

La gente igual no es libre, la segunda mitad de mi primer principio, en realidad, trata de ir al grano. Muéstreme un pueblo, en el lado que sea del planeta, que, de hecho, es igual económicamente, y yo le mostraré un pueblo profundamente no libre. ¿Por qué?

La única forma en que usted podría tener incluso el chance más remoto de igualar el ingreso y la riqueza en toda la sociedad, es poniéndoles a cada uno una pistola en su cabeza. Literalmente tendría que emplear la fuerza para igualar a la agente. Tendría que dar órdenes, respaldado por una guillotina, por la soga del verdugo, la bala o la silla eléctrica. Las órdenes tendrían que ser de esta manera: No avance. No trabaje más duro o más inteligentemente que el compañero de al lado. No ahorre más sabiamente que cualquier otro. No sea el primero en llegar con un nuevo producto. No ofrezca un servicio que la gente puede querer más, que ninguna otra cosa que su competidor esté ofreciendo.

Créanme, usted no querría una sociedad en que esas fueran las órdenes. Camboya, bajo el régimen comunista del Khmer Rouge de fines de los setentas, estuvo cerca de eso, y el resultado fue que hasta 2 millones de una población de 8 millones murió en menos de cuatro años. Excepto por la élite en las alturas, que ejercía el poder, el pueblo de esa tierra triste que sobrevivió ese período, vivía en algo que no estaba muy alejado de la Edad de Piedra.

¿Cuál es el mensaje de este primer principio? No se obsesione con las diferencias en el ingreso, cuando ellas resultan de la gente siendo ella misma. Si esas diferencias resultan de barreras políticas artificiales, entonces, deshágase de esas barreras. Pero, no traten de igualar a gente desigual y de comprimirla en algún montón homogéneo. Usted nunca lo logrará e intentándolo usted ocasionará el caos.

Por ejemplo, las tasas impositivas confiscatorias no hacen que la gente sea más igual; simplemente empujan al trabajador y al empresario a otros lugares o hacia otras tareas, a la vez que se empobrece a muchos quienes, de otra manera, se beneficiarían con las iniciativas de aquellos. Se considera que Abraham Lincoln habría dicho, “Usted no puede levantar a un hombre, empujando a otro hacia abajo.”

PRINCIPIO 2: LO QUE LE PERTENECE A USTED, USTED TIENDE A CUIDARLO; LO QUE PERTENECE A NADIE O A TODOS, TIENDE A DETERIORARSE.

Esto, en esencial, ilumina la magia de la propiedad privada. Explica tanto acerca del fracaso de las economías socializadas en todo el mundo.

En el antiguo imperio Soviético, los gobiernos proclamaron la superioridad de la planificación central y la propiedad estatal. Querían abolir o, al menos, minimizar la propiedad privada, pues pensaron que la propiedad privada era egoísta y contra productiva. Con el gobierno a cargo, afirmaron ellos, los recursos se utilizarían en beneficio de todos.

Lo que en un momento era la comida del granjero, se convirtió en la “comida del pueblo” y la gente pasó hambres. Lo que en una ocasión fue la fábrica del empresario, se transformó en la “fábrica del pueblo” y la gente se la tuvo que pasar con bienes tan deficientes, que no había un mercado para ellos más allá de las fronteras.

Ahora sabemos que el antiguo imperio Soviético producía una miseria económica caso tras caso, y una pesadilla ecológica tras otra. Esa es la lección de todos los experimentos con el socialismo: Si bien a los socialistas les gusta explicar que usted tiene que quebrar algunos huevos para hacer una torta de huevos, ellos nunca hacen torta de huevos alguna. Ellos sólo quiebran los huevos.

Este no es necesariamente un principio de gente que desea el mal. En los primeros días del Mackinac Center, necesitábamos una cámara para tomar fotos de nuestras actividades, para ponerlas en boletines y cosas como esas. En esos días no teníamos mucho dinero, así que permití que mi cámara personal se convirtiera en la cámara del grupo, disponible para todos. No pasó mucho tiempo para que esa cámara se deteriorara y se hiciera inservible, pues como nadie era dueño de la cámara, nadie asumió la responsabilidad de su mantenimiento.

Si usted cree que es muy bueno cuidando la propiedad, váyase a vivir por un mes a la casa de alguien más o maneje sus carros por un mes. Le garantizo que, después de un período similar, ni las casas ni los carros de ellos lucirán igual que los suyos.

Si usted quiere tomar los recursos escasos de la sociedad y convertirlos en basura, todo lo que tiene que hacer es quitárselos a la gente que los creó o que se los ganaron, y entregárselos a alguna autoridad central para que los administre. De un solo golpe, usted puede arruinar todo. Tristemente, los gobiernos, en todos los niveles, todo el tiempo están promulgando leyes que tienen el efecto de erosionar los derechos a la propiedad privada y se socializa a la propiedad por medio de tácticas de “salami,” una tajada a la vez.

PRINCIPIO 3: UNA POLÍTICA SANA REQUIERE QUE CONSIDEREMOS LOS EFECTOS A LARGO PLAZO Y A TODA LA GENTE, NO SIMPLEMENTE LOS EFECTOS DE CORTO PLAZO Y A UNOS POCOS.

Puede ser cierto que, como declaró en una ocasión el economista británico John Maynard Keynes, “en el largo plazo, todos estaremos muertos.” Pero, eso no debería ser licencia para poner políticas en pie que hacen que un poco de gente se sienta bien ahora, al costo de dañar mañana a mucha gente. Puedo pensar en muchas de esas políticas. Cuando Lyndon Johnson puso en marcha a la Gran Sociedad en los años de la década de 1960, la idea era que alguna gente se beneficiaría con un cheque de asistencia pública. Ahora sabemos que, en el largo plazo, la asistencia federal para el bienestar estimuló el ocio, separó a las familias, produjo dependencia y desesperanza intergeneracional, les costó a los contribuyentes una fortuna y dio lugar a patologías culturales que, deshacerlas, pueden requerir de muchas generaciones. De igual forma, las políticas de gasto deficitarias y de crecimiento gubernamental, “a la vez que enriquecen a algunos pocos al inicio”, por décadas han devorado la vitalidad de la economía y la fibra moral de la nación.

En la actualidad, este principio es un llamado para que seamos minuciosos en nuestro pensamiento. Dice que no deberíamos ser superficiales en nuestros juicios. Si un ladrón va de banco en banco, robándose todo el efectivo al que pueda ponerle sus manos, y luego lo gasta en el centro comercial de la comunidad, usted no pensaría a profundidad si lo único que hizo fue entrevistar a los dueños de los negocios, para concluir en que ese tipo estimuló a la economía.

Deberíamos recordar que hoy es el mañana de las malas políticas de ayer, que quienes hacen las políticas nos dijeron que podíamos ignorarlas. Si queremos ser adultos responsables, no nos podemos comportar como infantes, cuyo interés está abrumadoramente centrado en ellos y en el aquí y ahora.

PRINCIPIO 4: SI USTED ESTIMULA ALGO, OBTIENE MÁS DE ELLO; SI DESALIENTA ALGO, USTED LOGRA MENOS DE ELLO.

Usted y yo, como seres humanos, somos criaturas de los incentivos y de los desincentivos. Nuestro comportamiento se ve afectado por ellos, algunas veces muy poderosamente. Quienes formulan políticas y olvidan esto, harán cosas tontas, como aumentar los impuestos en alguna actividad y esperar que la gente siga haciendo lo mismo que antes, como si fueran ovejas en línea, listas para ser esquilmadas.

¿Se acuerdan cuando George Bush (el primero) renegó bajo presión de su promesa de 1988 “¡Nada de Nuevos Impuestos!”? Tuvimos grandes aumentos de impuestos en el verano de 1990. Entre otras cosas, el Congreso aumentó dramáticamente en ese paquete los impuestos sobre lanchas, aeroplanos y joyería. Ellos pensaron que, dado que los ricos compran esas cosas, debemos hacer que paguen impuestos más altos. Esperaban obtener $31 millones de nuevos ingresos en el primer año, provenientes de los nuevos impuestos a esas tres cosas. Ahora sabemos que esos mayores gravámenes apenas dieron $16 millones. Desembolsamos $24 millones en beneficios por desempleo adicionales, debido a la gente que perdió su empleo en esas industrias a causa de los impuestos más altos. Sólo en Washington, en donde muy a menudo los legisladores olvidan la importancia de los incentivos, podría usted esperar recoger $31 millones, recibir sólo $16 millones, gastar $24 millones para obtenerlo y pensar que, de alguna manera, usted ha hecho algo bueno.

¿Quiere disolver a las familias? Ofrezca un cheque de asistencia más alto si el padre se separa. ¿Quiere reducir los ahorros y la inversión? Cárgueles impuestos por partida doble y, encima de eso, apile un impuesto a las ganancias de capital, alto y simpático. ¿Quiere que se trabaje menos? Imponga tales penalidades tributarias altas sobre el trabajo, de forma que la gente decida que el esfuerzo ya no vale la pena.

Ahora mismo, tanto en legislaturas estatales como federales, se le presta mucha atención a la pregunta de cómo lidiar con los déficits debido a la recesión y a ingresos tributarios en declive. En el Mackinac Center creemos que el gobierno debería tratar esas circunstancias, igual a como hacemos usted y yo y las familias de todo el país, cuando pasan cosas similares: recortamos el gasto. Esto es especialmente cierto si es que queremos estimular una economía débil, de forma que genere más empleos y más ingresos tributarios. Cuando el paciente está débil, el médico no necesita sangrarlo.

PRINCIPIO 5: NADIE GASTA TAN CUIDADOSAMENTE EL DINERO DE OTROS, COMO CUANDO GASTA EL QUE ES PROPIO.

Le han llamado la atención esas historias de martillos de $600 y asientos de excusados de $800, que el gobierno compra algunas veces? Usted podría cruzar a lo largo y ancho de esta nación y no encontraría un alma que gastaría de esa forma alegre su dinero propio. Y, no obstante, a menudo pasa en el gobierno y también, en ocasiones, en otros ámbitos sociales. ¿Por qué? Porque invariablemente el derrochador está gastando el dinero de alguien más.

El economista Milton Friedman elaboró acerca de este tema hace cierto tiempo, al señalar que hay sólo cuatro formas de gastar el dinero. Cuando gasta su propio dinero en usted, comete errores ocasionales, pero son escasos y aislados. La conexión entre aquel que la ganó, aquel que la está gastando y quién está cosechando el beneficio final, es muy fuerte, directa e inmediata.

Cuando usted usa su dinero para comprarle a alguien un regalo, usted tiene algún incentivo para aprovechar el valor del dinero, pero usted puede terminar adquiriendo algo que el destinatario previsto en realidad no necesita o valora.

Cuando usted usa el dinero de alguien más, para comprarse algo para sí mismo, como un almuerzo pagado por la empresa, usted tiene algún incentivo para obtener la cosa correcta, pero poca razón para economizar.

Finalmente, cuando usted gasta el dinero de otras personas, para comprar algo para alguien más, la conexión entre el que gana, el que gasta y el que recibe es la más remota, y el potencial para el daño y el desperdicio es el mayor. Piense acerca de eso, alguien gastando el dinero de alguien más en todavía alguien más. Eso es lo que el gobierno hace todo el tiempo.

Pero, este principio no es sólo un comentario acerca del gobierno. Recuerdo una época, allá en 1993-1994, cuando el Mackinac Center le echó una ojeada minuciosa a la afirmación interesada de la Asociación de Educación de Michigan (AEM), oponiéndose a cualquier contratación competitiva de cualquier servicio de apoyo a cualquier escuela (como servicios de buses, alimentación o custodia), que hiciera cualquier distrito escolar, en todo momento y lugar. Descubrimos que, en las lujosas oficinas centrales de la AEM, que se extienden por East Lansing, el sindicato no tenía su propia fuerza de trabajo a tiempo completo de conserjes y de trabajadores para el servicio de alimentos. ¡Estaban subcontratando por fuera con empresas privadas a toda su cafetería, servicios de custodios, seguridad y correo, y tres de cada cuatro de ellos no estaban sindicalizados!

Así que la AEM, el sindicato más grande del estado de cocineros, conserjes, choferes de buses y maestros, estaba haciendo una cosa con su dinero propio y pidiendo algo muy diferente en cuanto al dinero de los impuestos de los ciudadanos. Nadie, repito, nadie, gasta el dinero de los demás con el cuidado y la eficiencia con que gasta el propio.

PRINCIPIO 6: EL GOBIERNO NO TIENE NADA QUE DARLE A ALGUIEN, EXCEPTO LO QUE, EN PRIMER LUGAR, TOMA DE ALGUIEN Y UN GOBIERNO QUE ES LO SUFICIENTEMENTE GRANDE COMO PARA DARLE TODO LO QUE USTED QUIERE, ES LO SUFICIENTEMENTE GRANDE COMO PARA QUITARLE TODO LO QUE USTED HA OBTENIDO.

Esta no es una declaración radical, ideológica, antigubernamental. Simplemente es como son las cosas. Dice mucho acerca de la naturaleza del gobierno. Y mantiene perfectamente la filosofía y el consejo de los Fundadores de los Estados Unidos.

George Washington dijo en una ocasión que “Gobierno no es razón. No es elocuencia. Es la fuerza. Como el fuego, puede ser un sirviente peligroso o un amo temeroso.” Piense acerca de eso por un momento. Washington estaba diciendo que, incluso si el gobierno no era más grande de lo que él deseaba que fuera e incluso si hacía su trabajo tan bien que, en efecto, era un sirviente del pueblo, ¡sigue siendo uno peligroso! Como dijo una vez Groucho Marx acerca de Harpo, “Él es honesto, pero usted tiene que estarlo observando.” Usted tiene que mantener la vista puesta incluso sobre el mejor y más pequeño de los gobiernos, pues, como advirtió Jefferson, la tendencia natural es a que el gobierno crezca y que la libertad retroceda. Sabiamente nos dijo Alexander Hamilton que ese “Control sobre la subsistencia del hombre es un control de su voluntad.”

El así llamado “estado de bienestar,” en realidad no está haciendo mucho más que robándole a Pedro para pagarle a Pablo, después de lavar y despilfarrar mucha de la riqueza de Pedro por una burocracia indiferente y costosa. El estado de bienestar es como si usted alimentara lo suficiente a los caballos, pues algo de eso pasará a alimentar a los pajarillos, si saben qué es lo que trato de dar a entender. De otra forma, es como si todos nosotros estuviéramos formando un gran círculo, con cada uno de nosotros metiendo la mano en el bolsillo de la persona siguiente. Alguien dijo en una ocasión que el estado de bienestar se llamaba así porque, en él, los políticos se la pasan bien y en resto de nosotros paga la cuenta.

Un pueblo libre e independiente no busca al gobierno para que mantenga. No ve al gobierno como una fuente de golosinas “gratuitas”, sino, más bien, como un protector de sus libertades, confinado a ciertas funciones mínimas que giran en torno al mantenimiento de la paz, la maximización de las oportunidades para todos y, caso contrario, dejarnos solos. Hay una contrapartida mortal al descansar en los gobiernos, como dolorosamente lo han aprendido las civilizaciones al menos tan atrás como la antigua Roma. Cuando su congresista llega a su hogar y le dice, “¡Mire lo que traje para usted!,” debería demandarle que diga quién está pagando por eso. Si es honesto, le dirá que, la única razón por la cual pudo obtener algo para usted, fue porque tuvo que votar a favor de las golosinas que otros congresistas querían llevar para su casa y “usted también está pagando por eso.”

PRINCIPIO 7: LA LIBERTAD HACE TODA LA DIFERENCIA EN EL MUNDO.

En caso de que los primeros seis principios no aclararon suficiente el punto, he agregado a este como mi séptimo y final.

La libertad no es sólo un lujo o una idea, Es mucho más que una circunstancia feliz o un concepto cotidiano defendible. Es lo que hace exactamente que todo lo demás suceda. Sin él, la vida, en el mejor de los casos, sería un aburrimiento. En el peor, del todo no hay vida.

Una política pública que descarta la libertad o que no la preserva o la fortalece, debería de inmediato ser vista como sospechosa en las mentes de un pueblo vigilante. Esas personas deberían estarse preguntando, “¿Qué estamos obteniendo a cambio, si se nos está pidiendo que entregamos algo de nuestra libertad? Ojalá, sea no sólo alguna dádiva de corto plazo u otro “plato de lentejas.” Benjamin Franklin llegó tan lejos como para aconsejarnos que “Quien entrega su libertad esencial por un poco de seguridad temporal, no se merece ni la libertad ni la seguridad.” Con frecuencia, en la actualidad, quienes formulan las políticas no piensan del todo acerca del estado general de la libertad, al elaborar nuevas políticas. Si se siente bien o suena bien o logran que los elijan, simplemente ellos las hacen. Alguien que en el camino pueda elevar objeciones basadas en la libertad, es ridiculizado o ignorado. Hoy en día, el gobierno, en todos los niveles, consume más del 42 por ciento de todo lo que producimos, comparados con, tal vez, el 6 o 7 por ciento en 1900. Aun así, a poca gente parece interesante hacerles, a los proponentes de todavía un mayor gobierno, preguntas tan contundentes como, “¿Por qué no es suficiente el 42 por ciento?” “¿Cuánto más quiere usted?” o “¿Hasta qué grado piensa usted que una persona tiene derecho a los frutos de su trabajo?”

Nosotros, en los Estados Unidos, tendemos a considerar a nuestra libertad como un hecho. No es así en otras partes del mundo. Nunca olvidaré a Zbigniew y Sophia Romaszcewski, una pareja polaca que había estado administrando una transmisión de radio clandestina para el movimiento Solidaridad de Polonia, durante los primeros seis meses de ley marcial, desde diciembre de 1981 a la mitad de 1982. Ellos habían manejado esa radio clandestina, emitiendo un mensaje de libertad para Polonia ̶̶ un mensaje anticomunista pro libertad. Sin embargo, fueron detectados a mediados de 1982 y arrestados. A él le dieron cuatro años de prisión, mientras que a ella le impusieron tres. Sirvieron la mayor parte de ese tiempo en confinamiento solitario, separados el uno del otro. Él fue golpeado en muchas ocasiones. Ellos no tenían mucho tiempo de haber salido de prisión, cuando estuve en su apartamento en noviembre de 1986.

Ellos se sentían orgullos del hecho de que, de nuevo, a pesar de todos los obstáculos, de todos los peligros, estaban luchando por la libertad de Polonia. En cualquier momento, la Policía Secreta podría derribar su puerta y llevárselos otra vez a prisión, pero, eso no les importó, pues para ellos la libertad significaba absolutamente todo.

Esa noche les hice muchas preguntas acerca de cómo era manejar una radio clandestina, en aquellos primeros días de ley marcial. En algún momento, les pregunté, “¿Cómo sabían ustedes si la gente les estaba escuchando? Sofía respondió:

“Eso también nos lo preguntamos, porque sólo podíamos transmitir ocho o diez minutos en cierto momento y luego teníamos que salir del aire para evitar que se nos detectara. Pero, una noche, mientras transmitíamos nuestro mensaje de libertad, les preguntamos a la gente, ‘Si usted está escuchando y creen en la libertad para Polonia y para los pueblos oprimidos de todas partes, por favor, prendan y apaguen sus luces. Y, llamen a otros que ustedes saben que tienen el mismo punto de vista y pídanles que hagan lo mismo.’ Después de eso, fuimos a la ventana y, durante horas, todo Varsovia estaba prendiendo y apagando sus luces.”

Es debido al compromiso de gente como Zbigniew y Sophia Romaszcewski, Ronald Reagan y los miles, si no es que millones de otras personas, cuyos nombres nunca sabremos, pero que hicieron el sacrificio supremo en nombre de la libertad, que hoy un continente es libre. Estas historias deberían resonar siempre entre nosotros como estadounidenses y recordarnos el faro de esperanza y libertad y oportunidad que esta nación pretendía ser.

La libertad no es automática. No está garantizada. No es algo que puede asegurarse que la próxima generación simplemente la tendrá, debido a que nosotros la hemos tenido. Es algo por lo cual usted debe trabajar para preservarla. Jefferson dijo en una ocasión que, “La tendencia natural de las cosas, parece ser, es que el gobierno crezca y que la libertad retroceda.” Ustedes tienen que trabajar para conservarla. Ustedes tienen que educar a la gente. Ustedes tienen que hablarles de la importancia de la libertad. Ser independientes. Autosuficientes. Nutriendo y fortaleciendo a sus familias en sus comunidades. No descansando en burocracias lejanas para su sustento. Estas cosas simplemente no se dan automáticamente.

Así que, permítanme cerrar esta noche, diciéndoles que es porque tenemos grupos como el Mississippi Center for Public Policy, que me siento optimista acerca del futuro. Eso significa que la gente está motivada. Ellos entienden estos principios acerca de los cuales he hablado esta noche. Ellos trabajan por ellos ̶ dando sus vidas todos los días de la semana en nombre de esos principios. Es cosa de tiempo completo para gente como Forest y su equipo y del equipo de mi organización, y de cuarenta o cincuenta organizaciones similares en todo el país. Teníamos un puñado de ellas hace apenas veinte años. Me siento optimista acerca del futuro, en parte debido al crecimiento de organizaciones como esta.

Estos grupos pueden ser conservados sólo por gente que piensa y cree como ellos lo hacen y que entienden que la libertad requiere de sacrificio y compromiso. La libertad demanda ser vigilantes, que trabajemos para preservarla. De otra forma, no estará aquí por todo el tiempo. Damas y caballeros, ustedes han sido una audiencia grandiosa y atenta. Yo aprecio mucho eso y muchas gracias.

Este artículo ha sido traducido al Nepali.

Reimpreso del Mississipi Centre for Public Policy

Lawrence W. Reed es presidente emérito y compañero senior Familia Humphreys de la Foundation for Economic Education y autor de los libros Real Heroes: Incredible True Stories of Courage, Character, and Conviction y Excuse Me, Professor: Challenging the Myths of Progressivism.