AOC Y TUCKER SE EQUIVOCAN ACERCA DE LA USURA Y LA CRISTIANDAD

Por Tyler Curtis

Fundación para la Educación Económica
Miércoles 22 de mayo del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/aoc-and-tuc...-christianity/

El activista conservador Tucker Carlson recientemente se unió a Alexandria Ocasio-Cortez y a Bernie Sanders, para pedir la instauración de un tope del 15 por ciento a las tasas de interés, impuesto por el gobierno federal.

Recientemente, el nominalmente conservador, pero crecientemente activista populista, Tucker Carlson, se unió a los autoproclamados socialistas, la representante Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) y el senador Bernie Sanders, para pedir (calling) la instauración de un tope del 15 por ciento a las tasas de interés, impuesto por el gobierno federal,. En un video en vivo presentando su nuevo proyecto de ley, la Ley de Prevención de Usura en los Préstamos (Loan Shark Prevention Act), los dos legisladores arremetieron contra las empresas de tarjetas de crédito y la industria de préstamos del día de pago, por involucrarse en un comportamiento “depredador.”

“[E]llos están absoluta e indisputablemente, en lo correcto,” declaró (declared) Carlson en su programa de Noticias Fox. Pero, la idea no es exclusivamente una idea progresista, indicó Carlson con rapidez. Las prohibiciones a tasas de interés “excesivas,” conocidas de otra manera como “usura,” han existido a través de la historia humana. “Hay una razón por la cual las religiones más grandes del mundo condenan a la usura… Las tasas de interés altas explotan al débil,” afirmó Carlson.

La congresista Ocasio-Cortez se unió a Carlson citando (citing) admoniciones religiosas contra prestar con un cobro por intereses. Ella ingenua y curiosamente intentó atrapar a los cristianos en un tweet:

El tweet citado puede verse en https://fee.org/articles/aoc-and-tuc...-christianity/

Si bien Carlson y Ocasio-Cortez están técnicamente en lo correcto, al alegar que, en el pasado, los cristiano han condenado a la usura, dejan de lado la otra mitad de la historia. Fueron básicamente pensadores cristianos, trabajando con nuevos modelos basados en mercados, quienes demostraron que el cobro de intereses en realidad no era un pecado y, lo que es más, que esa prohibición era económicamente irracional.

EL “PECADO” DE LA USURA

Lo primero que se debe es que, contra la aseveración de AOC, la Biblia no define a la usura simplemente como un “interés elevado.” En realidad, hasta fines del Período Medieval Tardío, de ninguna manera la usura se entendió como cobrar algún interés y no llegó a ser ampliamente definida como “interés excesivo,” sino hasta mucho más tarde.

Los cristianos heredaron del judaísmo sus sospechas acerca de la usura. La Tora (Nota del traductor: texto base de la tradición religiosa del judaísmo) tiene múltiples mandamientos contra el cobro de intereses (ver Éxodo 22:24, Levítico 25:36-37, Deuteronomio 23:19, entre otros). Aunque la mayoría de estos pasajes prohíbe cobrar intereses a los compañeros judíos, era permitido prestar a los extranjeros cobrándoles interés.

A pesar de lo anterior, los cristianos no hicieron tal excepción. Los filósofos medievales casi universalmente estaban de acuerdo con que el simple cobro de interés, a cualquier tasa y a cualquier persona, constituía un pecado grave. Las escrituras parecían ser claras en denunciar la práctica: el salmista alabó al hombre justo que “no coloca su dinero cobrando interés“ (15:5). Este versículo era favorito entre los funcionarios de la Iglesia y de teólogos, quienes discutieron vehementemente a favor de prohibiciones a la usura. No obstante, no se hizo ningún intento serio por reconciliar una prohibición estricta a la usura, con la aparentemente implícita aceptación de la práctica por Cristo, en su “Parábola de los Talentos” (Mateo 25:14-30).

Durante las primeras pocas centurias de gobierno cristiano en Europa, la usura se consideró como un pecado de avaricia y se prohibió en todos los casos. Sólo un alma codiciosa y no caritativa pediría que se le pagara intereses por un préstamo otorgado al necesitado. El propio Cristo les pidió a sus seguidores que les prestaran a sus vecinos, sin pedir algo en retorno (Lucas 6:35). Así, varios de los primeros concejos de la Iglesia condenaron a clérigos por prestar cobrando intereses; a los laicos también se les castigaba por esta “ganancia vergonzosa.” Con el paso del tiempo, las autoridades seculares también prohibirían la usura.

Es fácil entender por qué la usura era tan aborrecida. En las economías de subsistencia de las eras Antigua y Medieval, a menudo los préstamos para la mayoría de la gente eran necesarios en tiempos de gran necesidad o de sufrimiento. Esperar el repago de lo que debería ser una caridad, era una cosa, pero era un pecado grave “cuando se pedía más de lo dado,” como lo puso un (one) texto medieval.

DEFENDIENDO LA USURA

Sin embargo, las condiciones económicas cambiantes durante los siglos XIII y XIV indujeron a autores medievales repensar el tema de la usura. Nuevas empresas comerciales aumentaron la demanda de crédito, a la vez que plantearon preguntas significativas acerca de la moralidad de las ganancias. Predominantemente, los préstamos ya no fueron dados en tiempos de emergencia o a pobres, sino también a comerciantes de clase media. Ahora se hacía difícil afirmar que cobrar interés era siempre “no caritativo.”

Opiniones contemporáneas diferían acerca de cuándo la usura era moralmente aceptable. Si bien se permitieron ciertas excepciones, todavía la mayoría de los teólogos y filósofos consideraba que cobrar interés era una transacción innatural y explotadora, Entre tanto, las utilidades por la venta de bienes y servicios no fueron condenadas. Agricultores, manufactureros y comerciantes creaban un valor verdadero y, por tanto, tenían derecho a los frutos de su trabajo. Por otra parte, los prestamistas de dinero obtenían ganancias a partir de su “dinero ocioso.” San Alberto el Grande (1193-1280) expresó el punto de vista comúnmente mantenido de que

“el usurero, sin trabajar, sufrir o temer, recoge riqueza del trabajo, sufrimiento y vicisitudes de su vecino.”

Sin embargo, otros pensadores medievales estuvieron en desacuerdo con esta premisa. Simplemente, afirmaron algunos, no era cierto que los prestamistas no “temían” al otorgar préstamos. En su tratado de 1499, el teólogo alemán, Conrad Summenhart, señaló que los prestamistas tenían temor de perder dinero si quien pidió prestado no devolvía el préstamo. Esta observación fue formulada más fuertemente por el monje franciscano español, Juan de Medina (1490-1546), quien razonó que, exponer la propiedad de uno

“al riesgo de perderla, es vendible y comprable a un precio, ni tampoco es una de esas cosas que deben hacerse de gratuitamente.”

Requirió de muchas décadas, pero la asunción del riesgo lentamente llegó a ser reconocida como justificación legítima para cobrar intereses. A pesar de ello, la mayoría de los escritores, no queriendo abandonar la enseñanza tradicional de la Iglesia, aun así, mantuvo que prestar cobrando intereses era inmoral para los llamados préstamos “libres de riesgo.” Pero, incluso si es que tal préstamo existe (y ciertamente no lo hay), el riesgo no es la única consideración que tiene un prestamista al prestar dinero.

PROHIBICIÓN VACÍA

Casi al final del siglo XIII, el distinguido canonista, Cardenal Hostiensis, reconoció que hay un claro costo de oportunidad cuando se presta dinero. Cobrar interés le permitiría al acreedor ser compensado por cualquier ganancia que él pudiera haber obtenido si hubiera invertido su dinero en alguna otra cosa, una doctrina conocida como lucrum cessans (lucro cesante).

Extrañamente Hostiensis no aplicó la doctrina a prestamistas profesionales, sino sólo a aquellos que hacen préstamos como una caridad. Por otra parte, el Cardenal Cajetan (1468-1534), pensó que el lucrum cessans justificaba cualquier préstamo hecho a un hombre de empresa, aunque no a consumidores.

No sería sino hasta principios del siglo XVII cuando un pensador cristiano eliminaría todas las restricciones al lucrum cessans. En 1603, el teólogo nacido en la región flamenca, Leonard Lessius (1554-1623), escribió que la carga de compensar al prestamista por las ganancias dejadas de obtener, puede ser asignada al deudor en forma de intereses. Como lo hizo ver (noted) el economista Murray Rothbard,
“esto significaba que Leonard Lessius justificó no sólo a los empresarios o a los inversionistas que planeaban invertir su dinero, sino a cualquier persona con fondos líquidos, incluyendo a los prestamistas de dinero profesionales.”

El Cardenal Juan de Lugo (1583-1660), declaró que la doctrina del lucrum cessans es “el título genérico para purgar la usura.” Después de siglos de escrutinio intelectual, muchos empezaban a darse cuenta que la prohibición cristiana tradicional de la usura, si bien oficialmente todavía en vigor, no era nada más que un “caparazón vacío.”

¿CUÁL ES LA PERSPECTIVA CRISTIANA ACERA DE LA USURA?

Pocos, si es que algunos, de los cristianos modernos se opondrían a préstamos con intereses. A pesar de su recurso directo (e insincero) a las escrituras, la mayoría de los cristianos reconocen que es dolorosamente insuficiente la interpretación estrictamente literal que hace AOC de las enseñanzas bíblicas acerca de la usura. Una perspectiva más detallada revelaría que esos pasajes sólo condenan prestar con intereses cuando es para el indigente.

Los préstamos eran hechos a gente que muy posiblemente se conocía bien entre sí. Los autores del Viejo Testamento no anticiparon, ni podían anticipar, los complicados y variadísimos sistemas financieros, que se han desarrollado durante varios siglos pasados. Y lo que ellos no podían saber, no podían denunciarlo. Como lo escriben (write) Albert R. Jonsen y Stephen Toulmin, las admoniciones bíblicas contra la usura
“han perdido su poder porque en, los términos generales con que son expresadas, difícilmente cubrirían los tipos múltiples de transacciones que pasaban por ‘préstamos.’”

Aún en ese entonces, no todo pasaje bíblico acerca de la usura denuncia a la práctica. En la arriba mencionada “Parábola de los Talentos,” Cristo compara el juicio de Dios con un hombre que sale de viaje y confía su propiedad a sus tres sirvientes. Dos de sus sirvientes aumentaron sus partes, obteniendo una ganancia para su amo. El tercero, sin embargo, entierra su parte en el suelo. El amo está furioso y le dice a su sirviente improductivo:

“Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.”

Por supuesto, Jesús aquí no estaba dando una lección de economía, pero, en efecto, sería extraño que Él comparara a Dios con un hombre que obtiene ganancias con usura, si esa fuera una actividad inmoral.

¿SON INMORALES ALTAS TASAS DE INTERÉS?

Dicho esto, muchos cristianos posiblemente aseverarían que préstamos inusuales, con un precio elevado para aquellos bajo estrés financiero severo, deberían ser considerados como moralmente sospechosos y probablemente malvados, si uno toma conscientemente ventaja del pobre, cargándole una cantidad de intereses exorbitante, en especial a un amigo, un pariente o un compañero de trabajo. Pero, ¿existe una tasa uniforme, aplicada a cualquier deudor en cualesquiera circunstancias, por encima de la cual todo interés cobrado es “excesivo”?

¿Es un 15 por ciento, como lo creen Ocasio-Cortez, Sanders y Carlson? Incluso aquellos que generalmente apoyan topes a los precios, admitirían que sería ridículo aplicar el mismo precio máximo a un conjunto diverso de productos y servicios financieros, así que ¿por qué deberíamos esperar que todos los productos financieros tengan un precio similar? ¿Son todos los préstamos con una tasa de interés por encima del 15 por ciento, automáticamente “explotadores”?

En el Concilio de Trento en 1554, el Padre Juan Polanco reconoció (recognized) la complejidad del asunto:

“[E]s extremamente difícil detectar cuando… se presenta una injusticia en las transacciones comerciales… [E]l asunto, siendo una cuestión de moral, solo admite la probabilidad, debido a que su naturaleza es tal que, ante el menor cambio en las circunstancias, se hace necesario que uno revise el enjuiciamiento de todo el asunto.”

Imponer un máximo a las tasas de interés, sin referencia alguna a la complejidad y diversidad de acuerdos financieros en los que los propios individuos se encuentran operando, no es consistente con las enseñanzas de las Escrituras, ni tampoco con la teología cristiana de los últimos trescientos años.

Este artículo se reimprime con el permiso del Mises Institute.

Tyler Curtis trabaja prestando servicios en un banco en una comunidad de Missouri. Tiene una licenciatura en Economía de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Missouri.