Un comentario justo y agradable.

POR QUÉ BASTIAT MERECE ESTAR EN EL PANTEÓN DE LOS GRANDES ECONOMISTAS TEÓRICOS

Por Donald J. Boudreaux
Fundación para la Educación Económica
Domingo 24 de febrero del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/why-bastiat...mic-theorists/

Su trabajo debería ser más ampliamente conocido; merece un respeto profesional mucho mayor.

Frédéric Bastiat (1801-50) actualmente es conocido entre los economistas -si es que del todo es conocido- a lo sumo como brillante polemista. Como economista teórico ciertamente que no lo es ̶ tal es la opinión común.

Creo que esa opinión común está errada. Para explicar por qué, se requiere, en primer lugar, de una discusión acerca de la naturaleza de una teoría.

UNA TEORÍA ES UNA HISTORIA

Tal como se los digo a mis estudiantes en los cursos de Principios de Economía, una teoría es una historia que nos asiste en lograr un mejor sentido de la realidad. Y un teórico es un contador de historias, quien ofrece esa asistencia.

Las historias, por supuesto, difieren en su credibilidad. Una historia que explica, digamos, la Revolución Industrial como siendo resultado de nuevo conocimiento impartido a nosotros por extraterrestres de otra galaxia, es completamente increíble. Se pide alguna otra historia más creíble -una, digamos, que presenta un cambio en las actitudes de la gente hacia el comercio y la innovación (one, say, that features a change in people’s attitudes toward commerce and innovation).

Pero, para que una historia llegue a ser llamada una teoría, también se requiere que sea generalizable.

En economía, el análisis de la oferta y la demanda es una descripción general de cómo los precios son formados y cómo cambian. No es una historia acerca de la formación del precio de un solo ítem, como el pan. Es un esquema para contar historias creíbles acerca de la formación de todos los precios ̶ desde los precios de los aviones de juguete a aquellos de los jumbos de las aerolíneas, desde los salarios ganados por las mucamas de los moteles a los ganados por Tom Hanks. Una historia que explica el precio de solo el pan, no es una teoría de precios apropiada, aunque sea muy creíble.

Para que sea generalizable, una historia cuyo creador desea que se considere como una teoría seria, debe hacer a esa historia abstracta. No obstante, al ser abstracta, hace que la historia -aisladamente- sea estéril. Como tal, no genera un entendimiento de mundo físico o social. Pero, prueba por si misma ser una buena teoría si, cuando se le agregan detalles relevantes de la realidad, aquellos de nosotros que encontramos esta historia dicen, “¡Ah! ¡Ahora yo entiendo a la realidad mejor que antes!”

El objetivo esencial de todas las teorías es la creación de un mayor entendimiento. Una teoría que no ocasiona que aquellos que oyen o la lean digan, “¡Ah!,” es inútil.

BASTIAT EL TEÓRICO

Así que, regresamos a Bastiat. Él es uno de los más brillantes contadores de historias económicas de la historia. Este hecho, estoy convencido, justifica llamar a Bastiat un gran teórico de la economía.

Considere la famosa “Petición de los Manufactureros de Candelas (Petition of the Manufacturers of Candles) de 1843. En este breve ensayo, Bastiat radiantemente transmitió el entendimiento de los economistas, de que las escaseces provocadas artificialmente logran que, en general, la población empeore, aun cuando estas incrementan la riqueza de un pequeño puñado de individuos. Quién otro sino el proteccionista más sumido en la ignorancia puede leer la descripción satírica de la luz del sol, como una importación injustamente barata, y que no diga, ¡Ah! ¡Por supuesto, importaciones baratas que “inundan” a una nación no empobrecen más a ese país, que como lo hace la luz enviada gratuitamente por el sol!

Otro ejemplo es un ensayo aún mas corto de Bastiat, “Un Ferrocarril Negativo” (A Negative Railway). Aquí Bastiat reveló la falla en el argumento de un caballero quien insistía en que, si a un ferrocarril que conecta Paris con Bayona, se le obliga a hacer una parada en Burdeos, aumentaría la riqueza del pueblo francés. El objetivo desafortunado de la brillantez de Bastiat basó su conclusión en la observación correcta de que, obligar a los trenes a detenerse en Burdeos, incrementaría los ingresos de los cargadores, de los dueños de restaurantes y de otra gente en Burdeos.

Aun así, Bastiat no se conformó con hacer notar ácidamente que, después de pagar esos ingresos mayores, los ferrocarriles y sus pasajeros tendrían menos dinero para gastar en bienes y servicios ofrecidos por los oferentes en lugares distintos de Burdeos. En vez de eso, Bastiat, de una manera excepcionalmente reveladora, siguió la lógica de la propuesta: Si obligar a los trenes a detenerse en Burdeos elevará la riqueza total del pueblo de Francia, también lo hará la riqueza del pueblo de Francia, si los trenes son obligados también a detenerse en Angulema. Y, si también se da en Angulema, entonces, los franceses se verán enriquecidos aún más, si se requiriera de una tercera parada en Poitiers. Y, si se da en Poitiers, entonces, se daría en todas y cada una de las localidades ubicadas entre Paris y Bayona.

Bastiat demostró que la propuesta era errada, al mostrar que, si su lógica fuera sólida, el ferrocarril que le haría el mayor bien a Francia es aquel que no es nada más que una serie de paradas ̶ ¡un ferrocarril negativo!

Un ejemplo final de la brillantez de Bastiat es su ilustración, en un ensayo de 1850, “Lo que se ve y lo que no se ve” (What Is Seen and What Is Not Seen), acerca de la naturaleza del proteccionismo, personificado por un ficticio ferretero francés, Monsieur Prohibidor. El señor Prohibidor se siente abusado por sus compatriotas que compran hierro de sus competidores belgas.

“’Cogeré mi carabina,’ se dijo [el Señor Prohibidor], ‘me pondré cuatro pistolas al cinto, llenaré mi cartuchera, me ceñiré la espada y así equipado me dirigiré a la frontera. Allí, mataré al primer herrero, fabricante de clavos, ferretero, mecánico o cerrajero que se presente, para hacer sus negocios con ellos y no conmigo. Eso le enseñará a vivir correctamente.’

Cuando iba a partir, el Sr. Prohibidor hizo algunas reflexiones que atemperaron su ardor belicoso. Se dijo a sí mismo:

‘Primero que todo, no es del todo imposible que los compradores de hierro, mis compatriotas y enemigos, se tomen a mal el asunto, y que, en vez de dejarse matar, primero me maten a mí. Entonces, incluso llevando a todos mis sirvientes, no podremos vigilar todos los sitios de paso fronterizo. Y encima, todo esto me costará enormemente caro, más caro de lo que merece la pena el resultado.’

El Sr. Prohibidor iba a resignarse tristemente a no ser más libre que cualquier otro, cuando un rayo de luz vino a iluminar su cerebro.

Se acordó que en París hay una gran fábrica de leyes. ‘¿Qué es una ley?’ se preguntó. Es una medida que, una vez decretada, buena o mala, todo el mundo la tiene que cumplir.”

Bastiat explica que el Señor Prohibidor fue luego a Paris para cabildear ante el estado para que ejerciera la violencia sobre todos los herreros, fabricantes de clavos, ferreteros, mecánicos o cerrajeros, que insistieran en comprar hierro de Bélgica. En este ejemplo brillante, Bastiat -con su característico sentido del humor- reveló la verdadera esencia del proteccionismo.

QUIENES APLICAN TEORÍAS TAMBIÉN SON TEÓRICOS

Algunas personas objetarán que llame a Bastiat un economista teórico. Ellas señalarán que él no desarrolló teorías que fueran nuevas ̶ que las verdades que Bastiat revelara tan claramente ya eran sabidas por economistas profesionales.

Concedamos que Bastiat no inventó teorías originales. (Es posible que esta concesión vaya contra los hechos. David Hart del Liberty Fund y, separadamente, el estudiante de economía de la Universidad George Mason, Jon Murphy, cada uno está trabajando en proyectos que mostrarán que, de hecho, Bastiat, dio lugar a ideas teóricas originales.) Aun si Bastiat para su crédito no tuvo ideas originales, por mucho tiempo, y correctamente, nosotros, los economistas, hemos celebrado el trabajo de aquellos que llamamos economistas que aplican teorías [teoría aplicada].

Estos economistas aplican teorías abstractas existentes a situaciones del mundo real. Al hacerlo, estos teóricos amplían nuestro entendimiento de la realidad. Las historias que cuentan hacen que nosotros digamos, “¡Ah!”

Yo planteo que, como mínimo, Bastiat califica entre los más grandes de todos los teóricos de la economía aplicada. Su trabajo debería ser más ampliamente conocido; merece un respeto profesional mucho mayor.

Este artículo se reimprime del American Institute of Economic Research.

Donald Boudreaux es compañero sénior del Programa F. A. Hayek de Estudios Avanzados en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center de la Universidad George Mason; es miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center, profesor de Economía y ex director del departamento de economía de la Universidad George Mason y ex presidente de la Foundation for Economic Education.