No sólo Alexandria lo podía aprender, sino también muchos de nosotros y, particularmente, algunos a quienes les encanta el socialismo.

LO QUE ALEXANDRIA OCASIO CORTEZ PODRÍA APRENDER DE G.K. CHESTERTON

Por Chuck Chalberg

Fundación para la Educación Económica
Domingo 10 de febrero del 2019

Una vez que llegan al poder, los socialistas democráticos dejan de ser democráticos.

G. K. Chesterton (1874-1936) y H. L. Mencken (1880-1956) fueron casi contemporáneos, pero no eran almas afines. Uno era inglés; el otro, estadounidense. Uno era católico cristiano; el otro, agnóstico de toda una vida. Uno se llamó a sí mismo distribucionista (en oposición a capitalista o a socialista), mientras que el otro era un libertario imperturbable, quien defendía al capitalismo y aborrecía al socialismo.

Pero, cuando surgió un asunto que en la actualidad está de moda, gracias a individuos como Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) y Bernie Sanders, Chesterton y Mencken esencialmente estaban en la misma página. Ese asunto era el socialismo o, más bien, el socialismo democrático.

NUEVO EMPAQUETADO, MISMO CONCEPTO

Los problemas con el socialismo deberían ser obvios, dados sus fracasos históricos. El problema con el socialismo democrático es que podría parecer menos obvio, pero no menos fatal. Una vez en el poder, los socialistas democráticos cesan de ser democráticos.

“¡No es tan así!,” dicen algunos, a la vez que señalan a los gobiernos de Europa occidental. “¡No es tan así!,” les respondo, a la vez que señalo que los miembros de la Unión Europea son naciones capitalistas, con componentes de un estado de bienestar grande. Por supuesto, esos componentes lentamente están estrangulando a esos países, pero esa es una historia para otro día.

El tema aquí es el socialismo. Tal vez, en realidad, lo que los socialistas democráticos de la actualidad, ya se trate de una joven Alexandria Ocasio-Cortés, o un envejecido Bernie Sanders, están promoviendo no es nada más que un estado de bienestar ampliado, super cargado. Pero, puesto que ellos prefieren llamarse a sí mismos socialistas democráticos, tomémosles la palabra.

Y, luego, echémosle una ojeada a lo que el Sr. Chesterton y el Sr. Mencken tenían que decir acerca del socialismo, en una época en que la idea apenas estaba empezando a hacer furor. Esa fue una época en que la batalla intelectual contra el socialismo puede haber sido más difícil de ganar, pues sus fracasos y tiranías todavía tenían que ser reveladas. El socialismo como una idea es una cosa; el socialismo como el sujeto de una autopsia es otra muy diferente.

Que la idea del socialismo democrático hoy en día se haya encendido entre algunos de aquellos que alegan hablar por el trabajador estadounidense, es algo asombroso, casi tan asombroso como la posible absorción del partido Demócrata por los socialistas democráticos. Dada esa posibilidad, tal vez lo que Chesterton y Mencken dijeron años atrás, vale la pena que sea hoy vuelto a traer.

CHESTERON Y MENCKEN ACERCA DEL SOCIALISMO

Mencken se divirtió mucho a expensas de los políticos estadounidenses de todos los partidos. Pero, él tenía un placer especial y un desdén especial hacia los socialistas y al socialismo. Para él, un socialista era alguien con una “compulsión abrumadora de creer en aquello que no era cierto.”

Pero, para no preocuparse, escribió Mencken. Todos los socialistas estadounidenses se “han ido por las cloacas” en la posteridad a la Primera Guerra Mundial. Algunos se convirtieron en quiroprácticos y otros en prohibicionistas, mientras que el resto se ha “ido por el idealismo de Harding, las acciones petroleras de Texas o por curas contra el cáncer de la noche a la mañana.”

Pero, nada de la diversión de Mencken impidió que él formulara un punto serio: “La urgencia por salvar a la humanidad casi siempre es una fachada falsa de la urgencia por controlar.” Y aquí el verbo operativo es “controlar,” no gobernar.

Chesterton compartió las preocupaciones de Mencken acerca de ambas urgencias. Pero, a diferencia de Mencken, Chesterton concedió que, cuando joven, el socialismo lo había atraído debido a su popularidad. No ser socialista significaba que uno era un “pedante quien siempre mira con desdén y pasa quejándose del comportamiento de la clase trabajadora.” O, peor aún, significaba que uno era un “horrible darwiniano, siempre tronando que el débil debe ir al paredón.”

Sí, entonces, hubo un tiempo en que Chesterton fue un socialista, en el tanto en que él pudiera creer que el “socialismo significaba la protección del débil.” De lo que Chesterton llegó a darse cuenta, ya como adulto pleno, fue que lo socialistas estaban primordialmente interesados en el poder, “un poder arrogante, concentrado, y de largo alcance.” Ellos buscaron controlar, no gobernar.

Algún tiempo después de su rechazo al socialismo, Chesterton asistió a una conferencia brindada por “una dama socialista,” cuyo nombre no se menciona. En su conferencia, ella profirió esta sentencia: “Debemos controlar a los niños de la gente como si fueran nuestros propios hijos.” Para Chesterton, esta fue la “fórmula precisa para todo lo que estaba mal en este mundo.” Él supuso que era posible pagarle bien a la gente para que cuidara a los hijos de otras personas. Pero, se dio cuenta de que con eso no necesariamente se haría un buen trabajo. Si hay algo, la aburrición se presentaría. Pero, también observó que siempre habría “dos personas quienes nunca estarían aburridos con las payasadas de los niños.” Esos serían los padres del niño.

LA OBSERVACIÓN DE CHESTERTON SOBRE LOS BOLCHEVIQUES

Finalmente, él notó que esos socialistas no democráticos, los bolcheviques de la Rusia Soviética, habían llegado a darse cuenta de dos cosas acerca de la familia: 1) que era una institución verdadera y 2) que no había sustituto de ella. Ese darse cuenta no hizo de Chesterton un converso al bolchevismo. Él sabía que era una fuerza del mal, y una que muy posiblemente colapsaría por sí sola, debido a que iba contra la naturaleza humana de poseer un pedazo de tierra y una casa propia.

El colapso de la Unión Soviética vino mucho más tarde de lo que Chesterton había anticipado. También se dio a pesar de los mejores deseos de Bernie Sanders de que el experimento de la Unión Soviética fuera exitoso. Ese sería el mismo Sanders que pasó su luna de miel en la Unión Soviética.

Por supuesto, los bolchevique no eran socialistas democráticos. Y, por supuesto, Bernie Sanders no es un bolchevique. Pero, una vez que la urgencia por salvar a la humanidad se hace cargo, la urgencia por controlar toma el mando.

Es posible que Bernie sea demasiado viejo para percibir esta idea. Pero, ¿y qué con AOC y sus milenarios compañeros? Después de todo, si un joven G.K. Chesterton pudo pensar y reevaluar su idea de socialismo, tal vez, ellos puedan hacer lo mismo.

Este artículo se reimprimió de Intellectual Takeout.

El doctor John C. “Chuck” Chalberg escribe desde Bloomington, Minnesota y puede accederse en chuck.chalberg@gmail.com