Una explicación clara, sencilla y brillante (y hasta triste) de un concepto crucial de la economía como es el costo, brindado por un destacado economista austriaco.

COSTOS, CÁNCER Y ESCOGIENDO MEJOR

Por Steven Horwitz
The Library of Economics and Liberty
Featured Article
7 de enero del 2019


Usted puede pensar que los economistas están obsesionados con la idea de “costo.” Es casi imposible escuchar o leer a economistas sin que, por una u otra razón, invoquen al costo. No obstante, no es alguna obsesión irracional de nuestra parte. El concepto de costo está en la misma esencia de la economía. Entra en juego en casi todo tipo de análisis o tópicos de discusión en los cuales se involucran los economistas.
Aplicar el concepto de costo del economista puede también ser increíblemente útil para mucho de nuestro pensar cotidiano. Un entendimiento sólido de las ideas interrelacionadas de costo de oportunidad, costo marginal y costos hundidos, puede brindar una guía importante para navegar en casi cualquier situación en que hay que escoger. Incluso en cosas que no pensamos sean económicas.

En este artículo, quiero explorar la concepción de costo que el economista tiene; enfatizaré tres puntos. Primero, el hecho que vivimos en un mundo de escasez, lo cual significa que cada elección que hacemos tiene un costo. Segundo, en última instancia el costo es acerca de nuestras expectativas y, por tanto, reside en el reino de lo subjetivo. Juntar estas dos proposiciones conduce a mi tercera, y, tal vez, al punto más importante: el costo siempre está orientado hacia el futuro. Los acontecimientos ya pasados que no podemos cambiar, no son costos relevantes cuando elegimos.

La idea de los costos hundidos es particularmente importante en nuestra toma diaria de decisiones. Quiero explorarla hablando acerca del papel que la furia y otras emociones pueden jugar, al intervenir en las elecciones que hacemos y de cómo entender los costos hundidos y la naturaleza de orientación al futuro de las escogencias, puede facilitar un poco el poder vencer a aquellas.

LA ESCASEZ

Casi que todo curso de introducción a la Economía empieza con el hecho de que vivimos en un mundo de escasez omnipresente. Para los economistas, la escasez no es un concepto físico ̶ no es lo mismo que “rareza.”

Podemos ilustrarlo tomando un ejemplo del libro de texto The Economic Way of Thinking. Según mi buena memoria, hay, como máximo, en existencia dos bolas de beisbol autografiadas por Steve Horwitz [Nota del traductor: el autor es un destacado economista estadounidense de la escuela austriaca]. Esto las hace extremamente raras. El número de bolas de beisbol autografiada por Derek Jeter [Nota del traductor: connotado beisbolista de los Yankees de Nueva York], es significativamente más elevado. Es tentador pensar que las bolas de beisbol de Jeter son menos escasas que las de Horwitz. Desafortunadamente para mí, muchos piensan que el autógrafo de Jeter es muy deseable, pero que nadie, ni siquiera mi papá, querría una bola autografiada por Horwitz. Esto significa que las bolas de beisbol de Jeter son escasas en el sentido en el que los economistas usan la palabra.

Para los economistas, escasez significa que la gente puede imaginarse muchas otras formas posibles en las que pueden hacer uso de un bien que de bienes que existen y pueden ser usados. Entre mayor sea la diferencia, más escaso es algo. Así, las bolas de beisbol de Jeter son más escasas que las de Horwitz.

Debido a que no disponemos del tiempo ni de los recursos para satisfacer todos nuestros deseos, debemos escoger cuáles de ellos satisfacer. Por tanto, cada elección que hago, significa tener que debo renunciar a alguna otra cosa. Puedo pasarme la siguiente hora yendo al gimnasio o calificando tareas. Puedo pasar mi siguiente Día de Acción de Gracias en la casa de mi familia o en la de mi esposa. No puedo hacer ambas cosas ̶ tengo que escoger. La escasez es omnipresente.

EL COSTO DE OPORTUNIDAD

El costo de cualquier elección que se haga puede entenderse como aquello a lo que debemos renunciar cuando escogemos qué deseo satisfacer. La “oportunidad” del costo de oportunidad se refiere a la oportunidad que sacrificamos cuando escogemos una cosa en vez de otra. En los ejemplos anteriores, el costo de oportunidad de ir al gimnasio es dejar de calificar los exámenes. El costo de oportunidad de pasar el Día de Acción de Gracias con mi familia, es pasar el Día de Acción de Gracias con la familia de mi esposa. Pero, esto no es lo suficientemente preciso. Para entender realmente al costo de oportunidad se requiere una breve digresión.

Otro tópico temprano de los cursos introductorios es la idea de que el valor económico es subjetivo. Entendemos esto en un par de maneras, pero, la idea más importante, es que el valor es “creado por la persona.” Lo que le da valor a los bienes no es algo inherente al bien, sino que la gente cree que puede satisfacer sus deseos. La gente está dispuesta a sacrificar dinero para obtener una Big Mac, porque creen que ella satisfará su hambre, no porque las Big Macs sean singularmente valiosas. Es la creencia en que nos darán algo que queremos, lo que les da valor a los bienes y que, por tanto, nos hace dispuestos a sacrificarnos por ellos. Nosotros, como personas, le damos valor a los objetos de nuestra acción.

La subjetividad del valor también significa que el mismo objeto físico tendrá diferente valor para gente distinta ̶ diferentes personas. Si usted es vegetariano, valoramos el mismo plato de alitas de pollo de manera muy diferente. Cuando hablamos del subjetivismo del valor, lo que a menudo es enfatizado es las diferencias entre la gente y el hecho de que es difícil comparar nuestros juicios de valor. Si bien es ciertamente importante, eso es solo una consecuencia de la idea subjetivista más fundamental ̶ el hecho de que los bienes tienen algún valor del todo es resultado del hecho de que nosotros, como protagonistas, lo creamos.

Así que, ¿qué tiene que ver el hecho de que los actores crean valor con desarrollar un entendimiento más sutil del costo de oportunidad? Recuerde que el valor se basa en la creencia de que un bien en particular satisfará un deseo en particular. Cuando escogemos, estamos escogiendo en un futuro incognoscible, pero no inimaginable. La elección económica es acerca de escoger entre diversas expectativas.

En el momento en que hacemos una elección, comparamos nuestras evaluaciones de diferentes estados futuros del mundo: uno en el que yo escojo una alternativa y otro en el que he escogido otra. Mi evaluación de esos futuros posibles se basa en mis expectativas acerca de qué tan bien cada opción satisfará los fines relevantes insatisfechos.

Piense que está en un restaurante. Cuando usted escoge entre un plato de carne y un plato de pasta, está decidiendo acerca de sus expectativas de qué tan bien cada plato satisfará su hambre. Leer un menú es como estar en una bifurcación del camino. Usted tiene que persuadirse de que la mejor estimación de cómo será cada camino de ahí en adelante. Escoger un plato principal en vez de otro, significa tener que convencerse de la exactitud de sus propias expectativas sobre cada plato.

Escoger es tanto acerca de “superar” algo, como de tener que renunciar a él. Lo que realmente hacemos cuando escogemos la carne en vez de la pasta, es tanto acerca de “superar” nuestra expectativa acerca de lo delicioso de la pasta, así como de renunciar al sabor de la pasta. La elección humana es un proceso para superar la barrera mental de tener que decidir aquello que nos es obligado por la escasez. Es el acto de persuadirnos a nosotros acerca de la superioridad de una de nuestras visiones alternativas del futuro.

Una vez que reconocemos que todo es acerca de las expectativas, entendemos más plenamente que elegir, incluyendo el costo de oportunidad, es con una visión hacia el futuro. Y, debido a que de tal forma es orientado hacia el futuro, en realidad nunca sabremos cuál era nuestro costo de oportunidad. Puesto de otra forma, ¿cómo podemos saber exactamente qué es lo que hemos sacrificado cuando hemos desistido de él? Cuando decido entre carne y pasta para comer y escojo la carne, nunca sabré con certeza cual fue mi costo de oportunidad pues desistí de mi pasta (suponiendo que no tengo la compañía de comensales que la ordenan y me dan para probarla). Cuando voy a clases en vez de quedarme dormido, no tengo certeza de lo que he sacrificado, de no haberme quedado dormido. Podría haber tenido sueños grandiosos o pesadillas terribles. Podría haberme quedado dormido profundamente o ser despertado por un carro de bomberos.

Así que, para ser más preciso acerca del costo de oportunidad, lo podemos definir como la utilidad subjetiva esperada que se sacrifica al tomar nuestra siguiente mejor opción. Como le gusta decir a Deirdre McCloskey, la economía es lo que pasa entre sus orejas. Las bases del costo y de la elección son un ejemplo excelente de ese aforismo.

EL COSTO MARGINAL

Entender la naturaleza de la orientación hacia el futuro del costo, también nos ayuda a pensar acerca de la idea de los costos marginales. Para los economistas, “marginal” significa algo así como “la cosa siguiente.” Así que, el “costo marginal” de algo es el costo asociado con obtener la unidad siguiente de ella. En una promoción de ventas de “compre uno y obtenga el siguiente a mitad de precio,” el costo marginal de comprar un segundo par de zapatos de $50 es de $25. El costo total de ambos pares es $75. Noten la diferencia que hay entre “un segundo” y “dos” al comparar los costos marginales y totales. El costo marginal es el costo asociado con ir hacia adelante (“un segundo” par), mientras que el costo total mira hacia atrás a todo lo que hemos gastado (o gastaremos) (en los “dos”).

Desde esta perspectiva, los costos de oportunidad y los costos marginales son dos maneras diferentes de ver al mismo fenómeno. El costo marginal del segundo par de zapatos es los $25 que costarían y eso, en última instancia, es como se entiende el costo de oportunidad, en términos de la utilidad esperada del siguiente mejor uso de esos $25. El costo marginal mira a esto en términos de un cambio que podemos hacer a nuestra situación actual, mientras que el costo de oportunidad mira a lo que imaginamos que estamos sacrificando al hacer ese cambio. Pero, ambos describen el mismo acto de escoger.

Ta como Heyne, Boettke y Prychitko lo exponen en The Economic Way of Thinking: “Todos los costos de oportunidad son costos marginales y todos los costos marginales son costos de oportunidad” (página 79, 13ª. Edición).

LOS COSTOS HUNDIDOS
Debido a que la elección y, por tanto, el costo, se orientan hacia el futuro, las escogencias del pasado que no pueden ser alteradas, deberían ser irrelevantes para nuestro actual proceso de escogimiento. Tomemos otro ejemplo de The Economic Way of Thinking, imaginando que hacemos un depósito no reembolsable para alquilar un lugar para nuestra boda. Ahora, suponga que estamos pensando en cancelar la boda. ¿Cuál sería el costo de la cancelación?

El costo, desde una perspectiva económica, es lo que sacrificamos si procedemos con la decisión de cancelarla. Eso no incluye el costo del alquiler del lugar, debido a que, sin importar si nos casamos o no, perdimos los $5.000. Esa elección ya se había tomado y es irreversible. Se ha convertido en lo que llamamos un costo hundido. Debido a que mirando hacia el futuro los costos hundidos no pueden ser cambiados, no son relevantes para la decisión siguiente.

Como otro ejemplo, considere las reparaciones a un automóvil. Yo gasté $400 arreglando mi carro tan sólo para descubrir, un mes después, que necesito $700 adicionales en reparaciones. Para decidir si gasto esos $700 en reparaciones, los $400 que ya gasté son irrelevantes. Ya los gasté y no los puedo obtener de regreso. La pregunta que estoy enfrentando es si vale la pena gastar $700 en esa reparación. El pensamiento económico nos dice que pensar “bueno, yo ya puse $400 en eso…” es un error. Los previos $400 pueden darnos información acerca de decidir no comprar de nuevo ese modelo de carro, pero, no es relevante para la cuestión de la siguiente reparación.

Para la novia y el novio del ejemplo de la boda será difícil ignorar los $5.000 que ya se gastaron, pero, es la forma económicamente correcta de considerar la decisión. Ellos deberían considerar la importancia subjetiva imaginada por la pérdida de los regalos, la desilusión de los amigos o cualquier otra cosa que sea parte de la expectativa de cómo se desarrollará cada uno de los escenarios alternativos que tienen ante sí. Incluso pueden aprender una lección acerca de los riesgos de hacer depósitos no reembolsables. Pero, lo que ahora no puede ser cambiado, no puede ser un costo de seguir hacia adelante. La elección es acerca que haremos después.

NO SE ENFUREZCA. PIENSE COMO UN ECONOMISTA

Este rico concepto de costo, que tanto cautiva a los economistas, puede hacer que sea más fácil tratar con una amplia variedad de situaciones de toma de decisiones. Ayuda a explicar por qué los jugadores de póquer dicen, “no ponga buen dinero detrás del malo.” Explica por qué, si usted se duerme de más antes de una reunión o una clase, no debería decir, “Bueno, ya me perdí la mitad, así que mejor regreso a la cama.” Los costos hundidos están hundidos. Usted no puede obtener de regreso esa media clase perdida, así que, considerado eso, debería ser irrelevante para sus decisiones a futuro. Pero, puede asistir a la segunda mitad. La cuestión es siempre mirando hacia adelante y marginal; “¿vale la pena que yo vaya al resto de la clase, en comparación con qué otra cosa podría hacer con ese tiempo?

El modelo de visión de futuro para la toma de decisiones que nos ayuda a entender el costo, puede también ayudarnos en otras circunstancias. Pensar en el margen y reconocer la irrelevancia de las cosas que ya no podemos cambiar a la hora de tomar decisiones sobre el futuro, puede también ayudarnos a tomar mejores decisiones en contextos altamente emocionales. La sabiduría popular entiende esto: “No vale la pena lamentarse por la leche derramada.” Note que este dicho está formulado en términos del “uso.” Sentirse mal por lo que lo que no puede ser cambiado, no es útil. Una reacción emocional hacia lo que no podemos cambiar puede ser catártico o hacer que en otras formas uno se sienta mejor, pero, no puede cambiar al pasado y probablemente no es útil para cambiar el futuro.

He forcejeado con esto en los últimos meses. Poco después de haberme casado y empezado un nuevo trabajo maravilloso, recibí un diagnóstico de que tenía cáncer. Quiero enfurecerme. Hay aquí una injusticia cósmica a la cual sólo le quiero gritar. Pero, cada vez que siento que me enfurezco, me recuerdo a mí mismo que toda la furia del mundo no me devuelve al tiempo o detiene a las células cancerosas en su división y crecimiento. El hecho de que tengo un mieloma múltiple, para propósitos de toma de decisiones, es tan importante como un costo hundido.
Ser consumido por la furia ante mi enfermedad sería caer en la falacia de que los costos hundidos son importantes. Desperdiciar mi tiempo y energía enojándome acerca de ella no sirve para nada. La pregunta es, como siempre para los economistas, ¿cómo me muevo hacia adelante, dado el lugar en que me encuentro? La furia mira hacia atrás. Averiguar qué puedo hacer para derrotar el cáncer es mirar hacia adelante. Lo que importa es tomar todas las pastillas, cumplir con todas las citas y aprender más acerca de cómo tratar mi enfermedad. Eso es lo que me ha mantenido saludable, no estar furioso contra el universo.

Para que este consejo sea útil no tienen que ser costos económicos y no tiene que ser un cáncer. Podemos aplicar esto a cualquier experiencia que nos impulse a reaccionar emocionalmente acerca de ella e invertir nuestro tiempo y recursos en cosas que no podemos cambiar. Si el interés es movernos hacia adelante de la mejor forma posible, estas emociones a menudo son equivalentes a quejarnos acerca de los costos hundidos o quejarse ante la leche derramada. Ellos pueden interponerse en el camino de la buena toma de decisiones.

En la vida hay más que economía. Pero, esta lección de la economía, que, al decidir qué deberíamos hacer luego, el pasado es irrelevante porque no podemos cambiarlo, se aplica a todo tipo de elección humana. Tomarla en serio no solo hace que tomemos mejores decisiones, sino que, también, reconozcamos que sin que importe lo bien que nos sintamos, reaccionar con furia o frustración ante acontecimientos desafortunados, no afecta la única cosa que podemos cambiar ̶ el futuro. La flecha del tiempo corre en una sola dirección. Pensar cuidadosamente acerca de los costos, puede ayudarnos a vivir una vida mejor y más feliz.



Steven Horwitz es el Profesor Distinguido John H. Schnatter de Libre Empresa en el Departamento de Economía de Ball State University, en Muncie, Indiana. También es Académico Sénior Afiliado del Mercatus Center, en Arlington, Virginia y Compañero Sénior del Instituto Fraser de Canadá. Es autor de tres libros, incluyendo su más reciente Hayek’s Modern Family: Classical Liberalism and the Evolution of Social Institutions. Ha escrito extensivamente acerca de Hayek y la economía austriaca, de teoría monetaria e historia y de historia económica de los Estados Unidos y es un huésped frecuente en programas de radio y de televisión por cable.