Un concepto que vale la pena analizarlo, en particular cuando se pretende tomar decisiones gubernamentales anti-monopólicas, pues podrían tener efectos más dañinos que el pretendido.

EL MONOPOLIO NO SIEMPRE ES LO QUE PENSAMOS QUE ES

Por James R. Rogers

Derecho y Libertad
30 de noviembre del 2018


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en azul y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://www.lawliberty.org/2018/11/3...e-think-it-is/

Escribiendo hace unos pocos días para el New York Times, David Leonhardt, empezó su columna en la página editorial acerca de los monopolios (monopolies), haciendo la observación de que la Fiesta del Té en Boston en 1773 se dio en oposición a la Ley del Té de 1773, la cual otorgaba un monopolio legal al té en los Estados Unidos a la East India Company. Escribiendo previamente en este mes, también en el New York Times, el profesor de derecho de la Universidad de Columbia, Tim Wu, empezó su comentario acerca de los monopolios (monopolies) haciendo saber de la concentración económica en la Europa de la década de 1930 y su papel en el surgimiento del fascismo. Una creciente concentración de mercado en los Estados Unidos vale la pena atenderse, pero los argumentos de Leonhardt ni los de Wu son directamente pertinentes, como sugieren, para acusar de una concentración creciente del mercado en los Estados Unidos de la actualidad.

Ambos ejemplifican monopolios que creados o facilitados por el gobierno. En la actualidad llamamos a esto “búsqueda de rentas” o “capitalismo de los amigotes.” Lo deploran tanto la derecha como la izquierda. El ejemplo de Leonhardt del monopolio creado por el gobierno británico sobre el té colonial, ejemplifica al capitalismo de los amigotes. El Parlamento pasó una ley que le otorgó a la East India Company, en sí una entidad cuasi-gubernamental, el monopolio legal sobre el té en las colonias. ¿El resultado? Una oferta reducida de té y un precio superior al que habría existido con un mercado libre. La protección del gobierno fue crítica para el poder monopólico ejercido por la East India Company.

Asimismo, las naciones de Europa continental practicaron una forma de capitalismo de estado durante la primera mitad del siglo XX (así como después de la Guerra, si bien de forma moderada). El capital puede haber estado en manos privadas, pero los gobiernos tenían una relación estrecha con el gran capital, una que resultó en la protección y facilitación gubernamental.

Si bien a menudo son tratados como sinónimos, un involucramiento del gobierno puede usarse para distinguir entre “capitalismo” y “sistemas de mercado.” Creado y popularizado por los críticos, notablemente Karl Marx, el “capitalismo” sugiere un sistema que busca avanzar los intereses de los propietarios del capital, a expensas de trabajadores y consumidores. En contraste, la competencia de mercado explota a los propietarios del capital, al enfrentarlos entre sí. La mano invisible del mercado pone a los dueños del capital uno frente al otro; el interés propio conduce a los propietarios del capital a producir a un costo menor que lo que harían sin competencia en el mercado, yendo así los beneficios a dar a los consumidores. Para estar claros, los trabajadores también compiten entre sí en los sistemas de mercado, al igual que en los sistemas capitalistas. No obstante, la diferencia entre los sistemas redunda en beneficio de los trabajadores. En los sistemas de mercado, los beneficios de la producción son socializados -esto es, se ponen a disposición de todos- vía competencia en el precio, en vez de ser capturados por los dueños del capital. El trabajo se beneficia primordialmente porque la mayoría de nosotros deriva nuestro ingreso de nuestro trabajo. Así que, precios menores y una mayor oferta generada por la competencia entre los dueños del capital, beneficia asimétricamente a los trabajadores, en comparación con sistemas capitalistas, en donde el capital es asimétricamente protegido, pero en donde el trabajo compite consigo mismo.

Leonhardt y Wu se involucran en prestidigitación retórica, al igualar la monopolización que resulta del capitalismo de los amigotes, con una monopolización que resulta de la competencia de mercado. Antes de explicarlo, permítanme advertir de antemano que no niego la existencia de niveles significativos de capitalismo de los amigotes en los Estados Unidos y el problema que eso crea. Lo que niego -y ello es lo que crea el problema de elaborar una política de respuesta- es que la concentración del mercado sea una representación útil para medir el poder del mercado.

La demostración de esto es sencilla. Es fácil concebir un monopolista -una firma que produce el 100 por ciento de un bien en un mercado determinado- que no tiene poder alguno. Uno no necesita de la competencia real para inducir precios menores y una oferta mayor creada por los mercados libres. Con barreras bajas a la entrada, la simple competencia potencial obliga al propietario del negocio a mantener bajos los precios y suplir todos los bienes que los buenos consumidores desean adquirir. Si el dueño del negocio intentara aumentar el precio por encima del nivel del mercado competitivo, los verdaderos competidores entrarían al mercado. En estas situaciones, los propietarios de las firmas no tienen poder de mercado para ejercerlo, a pesar de ser las únicas firmas en mercados determinados; esto es, “monopolios.”

Para estar claros, este es un caso límite. Yo no sugiero que todos los monopolios reflejan el precio y la oferta del equilibrio competitivo. Pero, la posibilidad crea el problema legal y de política: el monopolio como concentración del mercado es una condición necesaria para el ejercicio del poder monopólico, pero, como el ejemplo de arriba demuestra, no es una condición suficiente.

Esta es la razón por la que el glissando retórico de Leonhardt y Wu [Nota del traductor: término musical, glissando o sucesión rápida y continua de una nota a otra] desde monopolios estatales y capitalismo de estado hasta su acusación de concentración de mercado en la economía actual, es tan pernicioso. De hecho, el capitalismo de los amigotes es un problema en la economía de la actualidad. Es posible que la izquierda y la derecha puedan compartir esta causa sobre este tema. Pero, no tratando la concentración de mercado como la representación del poder monopólico. El capitalismo de los amigotes es, por definición, capital políticamente conectado. Sin mediciones refinadas de identificación, una renovada puesta en práctica de leyes antimonopolio posiblemente se dirigiría desproporcionadamente contra monopolios inocuos, aquellos efectivamente reproduciendo el equilibrio competitivo, y dejarían de lado a mercados en donde el capital políticamente conectado ejerce un verdadero poder monopólico.

James Rogers es profesor asociado de ciencia política en la Universidad Texas A&M, y compañero en el Institute for Science, Technology and Public Policy en la Escuela Bush de Gobierno y Servicio Público. Él también sirvió como editor del Journal of Theoretical Politics desde el 2006 al 2013.