Desenfreno de pasiones… debe leerse atentamente.

GEORGE BERNARD SHAW ESTABA TAN ENAMORADO CON EL SOCIALISMO, QUE HASTA ABOGÓ POR EL GENOCIDO PARA AVANZARLO

Por Tyler Curtis

Fundación para la Educación Económica
Miércoles 9 de enero del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/george-bern...to-advance-it/

Durante décadas, Shaw fue en férreo proponente del genocidio, rehusando suavizar sus puntos de vista, incluso después de que salió a la luz el pleno horror de los campos de muerte de los nazis.

En un fragmento (excerpt) de su libro recientemente publicado Why Women Have Better Sex Under Socialism, Kristen Ghodsee pone citas libremente de los trabajos del dramaturgo y socialista fabiano (Fabian Socialist) George Bernard Shaw, para impulsar su argumento de que el capitalismo es inherentemente sexista. El libre mercado obliga a las mujeres a descansar en los hombres, escribió Shaw, convirtiendo al sexo en objeto de un soborno virtual para obtener seguridad financiera. Basada en el análisis de Shaw, Ghodsee concluye que el capitalismo esclaviza a las mujeres, quienes, bajo el socialismo, supuestamente serían felices y libres.

HONRANDO AL MAL

Cuando menos, citar a Shaw es una extraña elección si es que uno está abogando por una mayor libertad e independencia. Un apologista de los más brutales y opresores dictadores del mundo, Shaw tenía un odio apasionado de la libertad, habiendo escrito (writing) que,

“Mussolini, Kemal, Pilsudski, Hitler y el resto, todos, pueden depender de mí para juzgarlos por su habilidad para suministrar los bienes y no por… nociones confortables de libertad.”

Para Shaw, “los bienes” sólo podrían ser suplidos si la gente estaba atada al estado en una esclavitud universal. Esa esclavitud era necesaria para el bienestar de la gente; la mayoría de la población eran brutos quienes, cuando se les dejaba a su suerte, no podían valerse a sí mismos y, por tanto, se requería que el estado les “reorganizara” sus vidas.

Ante los ojos de Shaw, el pináculo de la civilización había sido logrado por la Unión Soviética. Durante su “peregrinaje” (pilgrimage) en 1931 al país de las maravillas de Stalin, a Shaw se le dio un atisbo de aquello a lo cual él se refería como la “tierra de la esperanza.” Él negó que el régimen hubiera puesto en prisión a grandes números de disidentes políticos, describiendo a los gulags como destinos vacacionales populares. “De lo que me doy cuenta, ellos pueden quedarse allí tanto como quieran,” dijo él.

Eso no significa qué el fuera voluntariamente ignorante de las atrocidades de Stalin. Más bien, él las defendió. Aceptando ciegamente la propaganda comunista, Shaw aseveró que el dictador fue obligado a organizar ejecuciones en masa, para mantener al país protegido de los “explotadores y especuladores.” Los asesinatos en masa eran necesarios para mantener una fuerza de trabajo competente. Tal como Shaw lo escribió (wrote) en 1933, el “desafortunado Comisario” debe dispararle a sus propios trabajadores “de forma que él pueda pedirle, con mayor impacto, al resto del equipo, si ellos ya habían entendido el hecho de que las órdenes eran para que fueran ejecutadas.”

Pero, matar al desobediente y al ineficiente, era tan sólo el primer paso en la edificación de una mejor sociedad. Shaw también abogó por un programa eugenésico de largo alcance. “[S]i deseamos cierto tipo de civilización y cultura,” escribió él, “debemos exterminar al tipo de gente que no calza en él.” Esto incluía toda una gama de “defectos.”

En un noticiero en 1931(1931 newsreel), excitadamente hizo eco del sentimiento nazi, al afirmar que,

“Si usted no puede justificar su existencia, si usted no pone de su parte… entonces, claramente, no podemos usar las organizaciones de la sociedad con el fin de mantenerlo vivo, porque su vida no nos beneficia y porque no puede ser de mucho uso para usted.”

Pero, este impulso asesino no se detuvo aquí. Un número considerable de gente, afirmó (argued) en 1948, nunca acatará la disciplina y, por tanto, no son útiles para el resto de la sociedad. “[L]os ingobernables, los feroces, los inconscientes, los idiotas, los miopes egocéntricos y los imbéciles, ¿qué con ellos?”, preguntó retóricamente. “No los castiguen. Mátenlos, mátenlos, mátenlos, mátenlos, mátenlos.”

SOCIALISMO A CUALQUIER COSTO

Aun cuando muchos de los intelectuales de principios del siglo XX estaban enamorados de la eugenesia (enamored with eugenics), probablemente ninguno de ellos estuvo tan comprometido con la carnicería al por mayar de millones, como George Bernard Shaw. Durante décadas, Shaw fue un férreo proponente del genocidio, rehusando suavizar sus puntos de vista, incluso después de que salió a la luz el pleno horror de los campos de muerte de los nazis. Y, aun así, en la actualidad hay muchos izquierdistas que continúan mirando a Shaw en busca de sabiduría política.

Escribiendo para The Irish Times, Fintan O’Toole declara (declares ) que “El mundo nunca ha necesitado más a George Bernard Shaw como ahora.” Empleando una metáfora violentamente acorde, O’Toole alaba la forma en que Shaw entrenó su personalidad violenta en las “piedades del patriarcado imperial victoriano.”

Como Kristen Ghodsee, O’Toole alaba a Shaw por su polémica contra la desigualdad de género y la “tiranía” de la vida familiar. Ninguna mención se hace de su aprecio por la eugenesia. Otros escritores han acudido a la defensa de Shaw (Other writers have taken to Shaw’s defense), admitiendo que, algunas veces, dijo cosas desagradables, pero, en última instancia, eliminando sus afirmaciones más extremas, como una simple “sátira.” A pesar de lo anterior, dado que la tendencia de Shaw de promover el totalitarismo se llevó a cabo por décadas, es difícil creer que en ello había algo de “sátira.” Su filosofía política sedienta de sangre parece haber sido demasiado genuina.

Sin embargo, Shaw fue también un crítico constante del capitalismo y de los valores sociales “victorianos.” Sus furibundas denuncias de la desigualdad de la riqueza y de la moral sexual tradicional, resuenan muy bien con los modernos progresistas. Para ellos, la adherencia de un individuo a la ortodoxia socialista es suficiente para absolverlo de casi cualquier crimen.

Desde el relativamente calmado y “respetable” antisemitismo (anti-semitism) de Ilhan Omar hasta el radicalismo brutal y homicida (brutal and homicidal radicalism) del Che Guevara, los socialistas no sólo han estado dispuestos a ignorar a los intolerantes y a los autoritarios en su medio, sino que han llegado tan lejos hasta abrazarlos. Y pocos han sido tan adorados, como el excéntrico dramaturgo y el estalinista sin complejos George Bernard Shaw.

Tyler Curtis trabaja prestando en un banco en una comunidad de Missouri. Tiene una licenciatura en Economía de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Missouri.