Nos ayuda a comprender lo que ha estado sucediendo recientemente en Francia con las protestas de los “chalecos amarillos” y el dilema que encara esa nación.

¿COLBERT O TURGOT? LA ELECCIÓN QUE PERSIGUE A FRANCIA

Por András Toth
Fundación para la Educación Económica
Miércoles 2 de enero del 2019


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/colbert-or-...haunts-france/

De nuevo Francia se encuentra en una encrucijada: Ella tiene que escoger entre las políticas de Jean-Baptiste Colbert y las de Anne-Robert-Jacques Turgot.

Cientos de miles de personas usando chalecos amarillos están protestando contra aumentos en los impuestos. París ha estado ardiendo por semanas. Francia durante décadas no ha visto tales protestas masivas, violencia y destrucción.

La narrativa básica de estos acontecimientos es bien conocida. Emmanuel Macron fue electo bajo un programa que prometía asegurar la posición de liderazgo en Europa, al ampliar la competitividad de la economía nacional por medio de reformas liberalizadoras ̶ una especie de programa para “Hacer a Francia Grande Competitiva de Nuevo,” a fin de garantizarse que Francia no dependería de la buena voluntad de Alemania. Él disfrutó de cierto apoyo del electorado (cerca de una cuarta parte de los votantes) y una cantidad mayor de votantes lo aceptó a medias, dado que su archirrival hizo una campaña bajo el banderín del Frexit ̶ salirse totalmente de Europa.

Sus pasos hacia la reforma no fueron muy gustados y su popularidad entró en caída libre. No obstante, el proceso de reforma no se hundió una resistencia violenta de los sindicatos, una suerte que subvirtió los intentos de reforma de sus predecesores, incluyendo al izquierdista François Hollande y a Nicolas Sarkozy del ala derecha.

París ha estado ardiendo por semanas debido a una inesperada y asombrosamente fuerte oleada de protestas contra Macron ̶ una ola de protestas que involucra a la mayoría de Francia y que disfruta de un apoyo amplio. Durante décadas no ha habido algo como eso en Francia.

La oleada de protesta la provocó un fuerte aumento del impuesto al combustible, no por reformas dirigidas a hacer de la economía francesa fuera más como una economía de mercado más libre.

LA LARGA HISTORIA DE INTERVENCIÓN EN FRANCIA

Si hay un ejemplo de un estado dirigiste intervencionista, entonces, ese es Francia en Europa. Francia fue donde nació la monarquía mercantilista y absoluta a inicios del período moderno. Los reyes Borbones habían perfeccionado la práctica de la protección mercantilista y la monopolización de industrias claves, incluyendo las “políticas de desarrollo industrial” ordenadas por el gobierno en los siglos XVII y XVIII. Para detrimento de Francia, el estado francés eligió la industria de la seda y reprimió la industria textil.

Bajo el gobierno del famoso ministro de finanzas, Jean-Baptiste Colbert, los manufactureros de textiles fueron duramente perseguidos. La política equivocada permitió que Bretaña, la cual optó por políticas que permitían mayor libertad a los industriales, fuera el sitio en donde naciera la Revolución Industrial. En tanto que Gran Bretaña se desarrolló para convertirse en el taller de todo el mundo y que su flota gobernara en todos los mares, Francia se hundió en una serie de crisis y perdió su posición de preminencia en Europa. El bisnieto del Rey Sol (the Sun King) pagó con su cabeza por la crisis del estado dirigiste de aquella época.

El estado francés moderno es el hijastro de la cultura política de los Borbones. Es un ejemplo primordial del dirigisme. Redistribuye tanto como un 56 por ciento del PIB anual e impone la mayor carga impositiva de Europa. El estado francés administra directamente industrias claves y mantiene uno de los mayores estados de bienestar de Europa. También impone un complicado papeleo burocrático sobre los actores económicos, quedándose muy por detrás de los estados escandinavos y de Alemania en lo que se refiere a la facilidad de hacer negocios.

A pesar de lo anterior, Francia es también un gran poder y uno de los estados clave en Europa, y alberga grandes ambiciones europeas y geopolíticas.

LA POSICIÓN INTERNACIONAL DE FRANCIA ESTÁ EN RIESGO

Las élites tecnocráticas y políticas altamente entrenadas, que son probablemente una de las más sofisticadas clases políticas en el mundo, consisten uno de los principales impulsores detrás del estado intervencionista y de las ambiciones europeas y geopolíticas de Francia. Esta cultura política francesa dirigiste fue, en general, apoyada por la opinión pública, la cual espera el abrazo de un estado benefactor dominante y la ampliación de la Gloire u orgullo nacional.

A pesar de lo anterior, del otro lado de la balanza se encuentra el lento deterioro de la posición de Francia, debido a su lento crecimiento económico, niveles crecientes de deuda, déficit alto y una tasa de desempleo elevada, la cual parece haberse estabilizado en alrededor de un 10 por ciento.

Desde inicios de la década de los ochentas, uno de los desafíos claves de la vida política francesa fue lograr un balance entre la cultura profundamente arraigada del dirigisme y la competitividad. La declinación relativa de la economía francesa no sólo tenía implicaciones negativas para la estabilidad interna, sino que también amenazaba las ambiciones europeas y geopolíticas de la élite política francesa. Ello fue especialmente doloroso ante la declinación relativa de Francia en comparación con Alemania, lo cual está amenazando el papel tradicional dirigente de Francia en Europa.

HE AQUÍ LA COSA CON MACRON

Mitterrand fue probablemente el primer presidente que ganó las elecciones basado en un programa dirigiste (del ala izquierda), que prometía un desarrollo más profundo del estado benefactor, pero, tuvo que enfrentar las realidades e introdujo medidas de austeridad orientadas a ampliar la competitividad. Los predecesores de Macron, Sarkozy y Hollande, también perdieron sus esperanzas de ser reelectos: tuvieron que abandonar sus promesas grandiosas hechas durante las campañas electorales y, en vez de ello, introducir programas de reforma orientados a disminuir la intervención gubernamental.

Macron fue el primer político francés que edificó su campaña electoral sobre la reforma y la competitividad, a fin de mantener en alto la posición de Francia en el mundo. Aquellos que votaron por él sabían a qué atenerse. Como miembro del equipo de Hollande, él propuso aumentar la semana laboral de 35 a 37 horas para reducir la carga impositiva sobre los ingresos más altos y el paquete de competitividad que él desarrolló se dirigió a disminuir la protección a los trabajadores y a las empresas, para así promover el crecimiento.

Era predecible que, una vez electo, su popularidad se desplomaría. En primer lugar, porque una mayoría del electorado votó por él para evitar votar por un candidato aún más amenazador, Marie LePen. En segundo lugar, una cosa es aceptar la inevitabilidad de las reformas, y otra experimentar en la realidad las dificultades que esas reformas imponen a sus vidas personales.

Había una esperanza para Macron: él tenía tiempo suficiente para que su paquete de reforma disparara el crecimiento y, en el 2022, podría basar su campaña de reelección en un crecimiento que pareciera bueno, un menor desempleo y mejores salarios.

A pesar de ello, el incremento de impuestos de Macron, está quitándoles a las compañías, empresarios y empleados lo que esperaban podían ganar con las reformas: un mayor campo de acción para ampliar sus ingresos.

USTED NO PUEDE DISMINUIR EL ESTADO ELEVANDO LOS IMPUESTOS

El súbito rompimiento de oleadas de protestas muestra que el curso de acción más destructivo es proseguir una política económica que, por una parte, promete liberar a la economía de las cadenas del estado y que se basa en esperanzas y fe en el ingenio individual y que, por la otra, introduce jugosos aumentos a impuestos que expanden la carga sobre los actores económicos privados, a fin de aumentar los ingresos del presupuesto estatal. Macron se llevó con su mano izquierda lo que intentó dar con su mano derecha. El programa de disminuir el papel de un estado sofocante, regulador en exceso y que sobrecarga con impuestos, es irreconciliable como los aumentos de los impuestos.

De nuevo Francia se encuentra en una encrucijada: Ella tiene que escoger entre las políticas de Jean-Baptiste Colbert y las de Anne-Robert-Jacques Turgot, el gran economista liberal francés, quien fuera ministro de economía de Francia entre 1774 y 1776, y quien argumentó en favor del libre comercio, impuestos más bajos y una menor regulación. Después de dos años, Turgot tuvo que renunciar; de hecho, su trabajo tuvo una influencia mayor sobre Adam Smith, que sobre la política francesa.

La consecuencia verdadera de escoger entre Colbert o Turgot no es inminente, pero, de generación a generación la diferencia es el tema de la inevitable declinación o del crecimiento sostenido. En efecto, como lo demuestra la historia, es una elección entre la vida o la muerte.

András Toth, PhD, es politólogo, compañero investigador sénior en el Centro para las Ciencias Sociales (MTA K) de la Academia Húngara de Ciencias y director del Instituto Carl Menger, en Budapest.