Esta descripción horrorosa del trato de enfermos mentales que se dio en el totalitarismo socialista de la URSS, ¿acaso es muy diferente al trato que hoy se les da a prisioneros en El Hormiguero en la Nicaragua sandinista socialista o en las celdas del SEBIN o de Ramo Verde en la Venezuela socialista del siglo 21 o en las cubanas del Combinado del Este?

LA VIDA DE ZHORES MEDVEDEV: RECUERDO ESCALOFRIANTE DE CÓMO LOS SOVIETS HICIERON DE LA PSIQUIATRÍA UN ARMA CONTRA LOS DISIDENTES

Por Mark Hendrickson

Fundación para la Cooperación Económica
Domingo 23 de diciembre del 2018


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/zhores-medv...st-dissidents/


La práctica de categorizar a los enemigos de uno como “demente” se convirtió en una herramienta fácil de supresión en el estado soviético, fundada por Lenin y desarrollada bajo Stalin.

El obituario del New York Times (New York Times obituary) abrió con una simple relación de hechos: “Zhores A. Medvedev, el biólogo soviético, escritor y disidente que fuera declarado demente, confinado a una institución mental y despojado de su ciudadanía en la década de 1970, después de atacar una pseudociencia estalinista, murió… en Londres.”

Zhores Medvedev, su hermano gemelo Roy (aún vivo a la edad de 93), el físico Andrei Sakharov y el novelista ganador del premio Nobel, Aleksandr Solzhenitsyn, eran de los principales disidentes. Ellos, con coraje, pusieron sus vidas en juego contrabandeando manuscritos fuera de la Unión Soviética. Querían que el mundo entero conociera la verdad acerca del “paraíso de los trabajadores” que muchos intelectuales de Occidente alababan (algunos engañados, otros que habían dado el salto hacia el lado oscuro).

DECLAREN DEMENTES A LOS DISIDENTES

Una generación de estadounidenses ha nacido desde que cesó de existir la Unión Soviética, la URSS que el presidente Ronald Reagan llamó “el imperio del mal.” Aquella tiene poca o ninguna idea acerca de qué tan ferozmente la tiranía comunista de la URSS suprimió el disentimiento. Como lo ilustra el obituario del Times sobre el Dr. Medvedev, una técnica soviética de opresión era declarar locos a los disidentes políticos. Posteriormente, ellos eran encarcelados en hospitales psiquiátricos, en donde se les atormentaba y torturaba. Algunos fueron usados como conejillos de indias humanos para experimentos peligrosos. (Sombras del camarada de Hitler, el Dr. Mengele). Incluso algunos sucumbieron a los no tan tiernos servicios brindados en esos “hospitales.”

Recuerdo un ejemplo particular del abuso repugnante de los seres humanos en los hospitales psiquiátricos soviéticos. Vladimir Bukovsky, quien cumplirá 76 años a fines de este mes, pasó una docena de años siendo trasladado entre cárceles soviéticas, campos de trabajos forzados y hospitales psiquiátricos. Una de las “terapias” administradas en un hospital psiquiátrico era insertarle una cuerda en la boca de Bukovsky, pasarla desde allí por su garganta hasta los pasajes nasales y, luego, extraerla por una de las fosas nasales. (Tal vez la cuerda era insertada en la dirección opuesta; nunca he estado interesado en memorizar técnicas de tortura). Por desgracia, este “tratamiento” comunista no “curó” a Bukovsky de su aborrecimiento racional (no irracional) de la tiranía y la brutalidad.

LA INFLUENCIA DE MARX SOBRE LOS SOVIÉTICOS

El tortuoso proceso de pensamiento que condujo a la perversión y a hacer de la psiquiatría un arma en la Unión Soviética, puede trazarse hasta el icono comunista y líder del pensamiento Karl Marx. Marx propuso una doctrina espuria conocida como “polilogismo,” para justificar sofocar al disentimiento. Según Marx, diferentes clases de personas tienen diferentes estructuras en sus mentes. Así, Marx declaró que la burguesía era mentalmente defectuosa, porque era inherentemente incapaz de comprender las teorías (presuntamente) reveladoras y progresistas de Marx. Dado que aquella era, en cierto sentido, demente, no había una razón válida para que los comunistas “desperdiciaran el tiempo” discutiendo con los miembros de la burguesía. Por el contrario, los comunistas estaban justificados, no solo para ignorar o suprimir las ideas burguesas, sino también para liquidar a toda la clase burguesa.

La práctica de categorizar a los enemigos de uno como “demente” se convirtió en una herramienta fácil de supresión en el estado soviético, fundada por Lenin y desarrollada bajo Stalin. La infame policía secreta de la URSS utilizó con fuerza una psiquiatría chapucera, como un garrote con el cual destruir a disidentes políticos. Si usted quiere más información acerca de cómo los soviéticos se apoderaron y abusaron de la psiquiatría, he aquí un ligamen a un documento (link to a document) que describe lo que a agentes de la URSS en los Estados Unidos se les enseñó acerca de técnicas psico-políticas, a fines de los años treinta. (La procedencia del documento es oscura y los apologistas del soviet por mucho tiempo han intentado descalificarlo, pero, a la luz de numerosos abusos psiquiátricos, a sabiendas de que fueron cometidos con la aprobación de los gobernantes de la URSS, el contenido del libro es altamente plausible).

El encarcelamiento de Zhores Medvedev en hospitales psiquiátricos en la década de 1970 fue una injusticia monstruosa. Su “crimen” fue haber expuesto la descabellada pseudociencia conocida como Lysenkoismo (Lysenkoism), que Stalin había abrazado en los años cincuenta. Las teorías chapuceras de Lysenko condujeron a fracasos mortales de cosechas y a una hambruna extendida. No obstante, Stalin le respaldó, ejecutando a científicos que se atrevían a estar en desacuerdo con Lysenko. Millones de inocentes perdieron sus vidas en la Unión Soviética, porque en ella “la verdad” no era científica, sino política.

Otro ejemplo vívido de las consecuencias destructivas de politizar la verdad se relata en la exposición que Solzhenitsyn hizo de los campos soviéticos de trabajos forzados, El Archipiélago Gulag. Algunos funcionarios soviéticos decidieron aumentar el envío de acero a cierta área. Cuando los planificadores emitieron órdenes de que los trenes cargaran el doble del acero al destino designado, ingenieros conscientes les informaron que eso no se podía hacer. Dijeron que las vías existentes para el tren no podían soportar tales pesos. Los políticos hicieron que los ingenieros fueran ejecutados como “saboteadores,” por oponerse “al plan.” Lo que siguió era predecible: se duplicaron las cargas, los rieles cedieron y el área designada terminó recibiendo menos acero, no más.

Este episodio muestra en dónde es que yacía la verdadera demencia en la URSS. Los planificadores centrales creían que construir su país ideal era simplemente un asunto de voluntad. Desafortunadamente, la realidad no se ajusta a los caprichos o a la voluntad de ser humano alguno, pero, la arrogancia de los planificadores permanece tercamente impermeable ante los hechos de la vida. Por el contrario, como lo exhibió el caos repetidamente ocasionado por los planificadores centrales soviéticos, los planificadores centrales comunistas se rehusaron a abandonar su insoportable autoengaño y la creencia mística en el poder de su propia voluntad para alterar la realidad. Esa era la verdadera locura, a lo cual se le suma el error de perseguir a científicos competentes como Zhores Medvedev.

Tristemente, la práctica de calificar a los oponentes políticos como “dementes” no se confina al ahora difunto estado soviético. En 1981, cuando estaba terminando mi tesis de maestría acerca de Sozhenitzyn, le hice una llamada telefónica a un profesor de historia de una universidad estadounidense, para preguntarle si él se recordaba si a Solzhenitsyn en alguna ocasión se le otorgó la ciudadanía honoraria estadounidense. (Nunca se le dio. El presidente Ford no quiso ofender al liderazgo soviético). La respuesta a mi pregunta fue esta: “Aleksandr Solzhenitsyn pertenece a un asilo de locos.” Desafortunadamente, el virus del polilogismo de Marx está vivito y coleando en la academia de los Estados Unidos.

En cuanto a Zhores Medvedev, que ahora descanse en paz y que reciba su retribución por su integridad y coraje.

Este artículo se reimprime del Mises Institute.

Mark Hendrickson es profesor adjunto de economía en el Grove City College, en donde él ha enseñado desde el 2004. Es compañero en área de Economía y Ciencia Política del Center for Vision and Values y participa en el Council of Scholars of the Commonwealth Foundation.