LA INDIGNACIÓN POLÍTICA SE HA CONVERTIDO EN NUESTRA FORMA DE VIDA. EXISTE UNA CURA

Por Barry Brownstein
Fundación para la Educación Económica
Jueves 6 de diciembre del 2018



NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/political-o...ere-is-a-cure/

Deshazte de su enojo y aprende a desarrollar una apreciación genuina de aquellos alrededor tuyo ̶ o, al menos, involúcrate en un comercio honesto.

Escribiendo en The Wall Street Journal, Lance Murrow, compañero sénior del Centro de Ética y Política Pública, hace la observación de que “La indignación se ha convertido en la emoción característica de la vida pública estadounidense.” Escribe Murrow:

“En la izquierda, “estar alerta” significa “estar indignado.” Los trumpianos quieren “que vaya a la cárcel” o “construyan un muro.” La indignación es reductiva, fácil de entender. Es una expresión idiomática de la infancia ̶ incluso un retroceso a los terribles dos años de edad.

Las tribus diversas han roto negociaciones con todos los puntos de vista diferentes. Se excusan ante su inseguridad y abandonan la idea de cualquiera cosa que sea tan débil como un compromiso o, que Dios perdone, de la ambivalencia: Ninguna otra perspectiva podría posiblemente ser válida.”

Murrow se cuestiona en cuanto a si ¿la indignación se ha convertido en una “prestación estadounidense y un estado mental permanente?” Advierte él, “Hay algo siniestro y corrupto -maoísta- en el hábito de asignar categorías a la gente. Ese fue el pecado acosador del siglo XX; fue el camino del genocidio.”

ENTRE MÁS FURIA USTED EXPRESA, MÁS FURIOSO SE PONE

Murray traza el hábito de estar indignado tan atrás como la elección del 2000, entre Bush y Gore. Tal vez sea así. En mi libro The Inner-Work of Leadership, relato una historia periodística acerca de un pasajero del tren subterráneo de Nueva York, cuya tarjeta de pase no estaba funcionando:

“El pasajero golpeó la ventana de vidrio para lograr que el encargado se apresurara a ayudarle. El asistente no reaccionó con la rapidez suficiente a juicio del pasajero. Cuando finalmente le ayudó, ella le mostró el dedo índice para insultarlo y le gritó, ‘Usted debe haber votado por Bush.’”

Los pensamientos furiosos del pasajero parecían ser función de lo que ella estaba experimentando en el mundo externo. No obstante, era, por medio de los lentes de pensamientos furiosos en la mente del pasajero, como fueron percibidas las acciones de asistente del tren subterráneo. En la realidad, el asistente no tenía nada que ver con la indignación del pasajero.

El pasajero estaba tratando de lanzar su basura psicológica a un lado del camino, en este caso sobre el asistente del tren subterráneo. Es imposible arrojar su basura mental. La furia que el pasajero del tren subterráneo expresó tan sólo podía intensificar la cólera que ella experimentó en su mente. Se estaba dando golpes psicológicos a su propio rostro y, luego, culpar a Bush y al asistente por su nariz ensangrentada.

La psicóloga Carol Tavris es una de las principales autoridades acerca de la furia. En su libro Mistakes Were Made (But Not by Me), escrito en conjunto con el psicólogo Elliot Aronson, ellos exploran el mito de que “expresar indignación y comportarse agresivamente se deshace de la furia”:

“Derribe esa muñeca [Travis y Aronson se refieren a la Dammit Doll (Nota del traductor: muñeca que “sirve” para que la golpeen y así descargar su indignación)], golpee un saco de boxeo, grítele a su esposa; después usted se sentirá mejor. En la realidad, décadas de investigación experimental han encontrado exactamente lo opuesto: cuando la gente ventila sus sentimientos agresivamente, a menudo se sienten peor, elevan su presión sanguínea y hacen que se enojen aún más.”

En resumen, la investigación encontró que “La catarsis fue un fracaso total en términos de hacer que la gente se sienta mejor.”

LA AUTOJUSTIFICACIÓN

Murrow se encuentra correctamente alarmado por las constantes expresiones de indignación y furia. Se pone a pensar si es posible una cura para ello. Él no ofrece ninguna. No obstante, Taris y Aronson plantean una. Para algunos, la cura será peor que la enfermedad, porque requiere que uno cambie su propia mente, en vez de la mente de alguien más.

Muchos de nosotros sabemos que la furia no nos ayuda; no obstante, nos enojamos. Al leer este ensayo durante el desayuno, puede ser que usted esté de acuerdo con las ideas expresadas en aquel. A pesar de ello, 20 minutos más tarde usted puede reaccionar con hostilidad hacia otros choferes en la carretera. Ahora usted experimentará disonancia cognitiva.

Tavris y Aronson explican la disonancia cognitiva “como un estado de tensión que ocurre siempre que una persona mantiene dos cogniciones (ideas, actitudes, opiniones) que son psicológicamente inconsistentes.” Por ejemplo, usted puede saber que ser amoroso es bueno para nuestra relación, aun así, nos enojamos. Abandonar nuestro enojo es una opción. O, podemos buscar resolver la disonancia creyendo que algo o alguien hizo que nos enojáramos.

¿Qué tan a menudo escogemos el camino más confortable de la autojustificación? Nos adherimos a pensamientos que puedan explicar nuestro mal comportamiento; son otros los responsables. ¡Trump es el culpable! ¡Los guerreros de la justicia social son los culpables! Si no fuera por ellos, yo no estaría enojado. Si no estoy indignado, ¿cómo cambiará todo alguna vez? Tavris y Aronson señalan que:

“La autojustificación es más poderosa y más peligrosa que la mentira explícita. Permite que la gente se convenza a sí misma de que lo que hicieron fue la mejor cosa que podían haber hecho. En efecto, pensándolo bien, fue lo correcto. ‘No hay nada más que podía haber hecho.’ ‘En la realidad, fue una brillante solución al problema.’ ‘Estaba haciendo lo mejor por el país.’ ‘Esos bastardos recibieron lo que se merecían.’ ‘Tengo derecho a eso.’

Fyodor Dostoevsky, en su novela Los Hermanos Karamazov (The Brothers Karamazov), cuenta del personaje Fyodor Pavlovitch, el cual desea “vengarse de todo el mundo debido a su falta de decoro.” Pavlovitch recuerda que se le preguntó, ¿por qué usted odia tanto a tal o cual cosa?” Pavlovitch había respondido, “Le diré. Él no me ha hecho daño alguno. Pero, le hice una mala jugada y desde ese entonces le he odiado.”

En nuestras vidas, cuando nos compartamos de mala manera, emerge la disonancia. Necesitamos sentirnos inocentes y virtuosos. Para resolver nuestra disonancia, nos enojamos ante las faltas de aquellos a los que les hemos hecho daño. Se puede presentar un ciclo destructivo. Lo explican Tavris y Aronson, “La agresión engendra autojustificación, la cual engendra más agresión.”

Tavris y Aronson preguntan, “¿Cómo hacer que un hombre honesto pierda su compás ético? Sencillo: “Usted hace que dé un paso a la vez, y la autojustificación hará el resto.” Entre más deshumanizamos a otros, entre más indignación expresamos, mayor será su necesidad de expresar una furia aún mayor. Entre mayor sea la autojustificación, menos posible es que nos demos cuenta de que estamos yendo cuesta abajo en el camino de la destrucción personal, al tiempo que estamos dañando a otros.

En vez de curar los males sociales, el estado perpetuo de indignación que Murrow describe, conduce a la necesidad de autojustificación. Como lo explican Tavris y Aronson, la investigación es clara: la autojustificación “exacerba el prejuicio y la corrupción, distorsiona la memoria, convierte a la confianza profesional en arrogancia, crea y perpetúa la injusticia, deforma el amor y genera disputas y fisuras.”

LAS BUENAS ACCIONES POR MEDIO DEL COMERCIO COMO ANTÍDOTO A LA INDIGNACIÓN

Pasar la vida con nuestra mente llena de pensamientos para auto justificarnos es como acelerar el camino en la carretera con la luz del chequeo del motor encendida. Es como si creyéramos que la luz es una advertencia acerca del carro de alguien más. Cuando la luz de su carro se prende es porque a su carro le falta aceite, es el motor de su carro el que fallará.

Todos entendemos las señales de advertencia incorporadas en nuestros carros ̶ ellas advierten en algún sentido algo de nuestro propio carro. De la misma manera, un estado perpetuo de indignación señala un camino. A pesar de los males verdaderos en el mundo, estamos usando mal nuestras mentes. ¿Estamos dispuestos a dejar de basarnos en la autojustificación para resolver nuestra disonancia? Tavris y Aronson escriben que:

“Un entendimiento más rico de cómo y por qué nuestras mentes funcionan tal como lo hacen, es el primer paso hacia romper el hábito de la autojustificación. Y eso, a su vez, requiere que nosotros seamos más conscientes de nuestro comportamiento y de las razones para nuestras elecciones. Toma tiempo, autorreflexión y voluntad.”

Si estamos dispuestos a cambiar nuestra mentalidad, Tavris y Aronson nos dan buenas noticias: “Afortunadamente, la teoría de la disonancia también nos muestra cómo las acciones generosas de una persona, pueden crear una espiral de benevolencia y compasión, un ‘círculo virtuoso’”:

“Cuando la gente hace una buena acción, particularmente cuando la hacen por antojo o por casualidad, llegará a ver los beneficios de su generosidad bajo una mejor óptica. Su conocimiento de que hicieron un esfuerzo por hacer un favor a esa persona, es disonante con cualesquiera sentimientos negativos que ellos puedan haber tenido de ella. En efecto, después de hacer el favor, ellos se preguntan a sí mismos: ‘¿Por qué haría yo algo bueno por un cretino? Por tanto, él no es un cretino tan grande como yo pensé que era ̶ en efecto, él es un tipo muy decente que merece un respiro.’”

Ama a tu pareja, a tus hijos, a tus amigos, a tus colegas, a tus vecinos, incluso cuando estés seguro de que no lo merecen. Sé consciente cuando la disonancia te manda una luz de advertencia del motor en forma de sentimientos incómodos. Esos sentimientos te advierten de que estás a punto de culpar a otros, justificando la mala conducta de tu parte. La necesidad de autojustificación significa que, aunque mínima, la memoria de la cosa correcta por hacer, nunca se ha alejado de tu mente.

Si no puedes amar, entonces, al menos, involúcrate en un comercio honesto, no en la política. El círculo virtuoso del comercio es verdadero: dos partes se juntan y se benefician mutuamente. Requiere de una ceguera deliberada no darse cuenta (willful blindness to not realize) de que “el Milagro de la vida moderna significa que todos hemos recibido más de lo que alguna vez retribuiremos.”

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership [The Inner-Work of Leadership]. Para recibir los ensayos de Barry, suscríbase en Mindset Shifts.