INQUIETUDES EN TORNO AL BACHILLERATO

Por Jorge Corrales Quesada

He llegado a tener una actitud ambivalente en torno a los llamados exámenes de bachillerato. Por un lado, he considerado que se trata de motivar, mediante un examen, que los estudiantes hagan un esfuerzo para aprobarlos; esto es, que, si no lo hacen, tengan el costo de repetir el curso, mientras que, si lo aprueban, significaría que tienen un conocimiento presuntamente deseable en la sociedad. Al menos que ese acicate sea para quienes han decidido ingresar al sistema educativo formal.

También, me parece que esos exámenes podrían servir para evaluar la calidad de los educadores, en donde una aprobación pobre indicaría no sólo problemas particulares de los estudiantes, sino posiblemente también de los maestros. Podría ser un mecanismo útil de valoración de los maestros, pues, el efectuado para efectos de aumentos de salarios por la burocracia en el 2016, de los más de 63.429 docentes, un 96% de ellos (60.750) fue calificado de “excelente.” Ridículo es poco. Hay muchos maestros buenos, pero nadie puede creer que ese alto porcentaje sea excelente… excepto gremios organizados alegres con ver aumentos salariales no debidos.

Por otra parte, se ha erosionado la exigencia de aprobar el bachillerato, producto, tal vez, de un facilismo estéril, en donde el culto al “pobrecito” supera a aquel de la responsabilidad y estudio de la persona. Se han introducido “ponderaciones” que parecen hacer del bachillerato más un ritual de fin de año, que una guía de aprobación de la calidad de estudiantes y profesores.

Por eso, si alguien me pregunta que, si el bachillerato se debería de abolir o no, en realidad no sabría qué responder de forma que me hiciera sentir satisfecho.

Pero, al momento, las reglas establecidas definen que, para a los estudiantes se les considere dueños de su título de enseñanza secundario, deben aprobar su bachillerato, que no sólo es importante, supuestamente, para quienes pretenden seguir estudios universitarios, sino también para poder acceder a un empleo mejor remunerado.

Por ello, es sumamente desagradable, sino hasta inicuo, que se haya pretendido obstaculizar la presentación de los exámenes de bachillerato, por el Colegio de Licenciados y Profesores en Letras, Filosofía, Ciencias y Artes, lógicamente conocido sólo por COLYPRO, ante la decisión de profesores en huelga de no asistir a los alumnos cuando presentaran sus exámenes de bachillerato. Ante eso, el Ministerio de Educación Pública (MEP) -nos guste o no su ministro- decidió que personas preparadas y educadas pudieran cuidar y asistir a los estudiantes en los exámenes. El gremio profesional COLYPRO se opuso, alegando que esa decisión resultaba violatoria “de los principios de idoneidad constitucionalmente tutelados, así como del ejercicio legal de la profesión.” Afortunadamente, un juzgado, atinadamente, resolvió contra esa petición nociva de COLYPRO.

Parece que lo único que le importa a COLYPRO es el beneficio de sus asociados, sea cual sea, surja o no de privilegios, y no el de la sociedad como un todo, niel de los estudiantes en particular. Es lo relevante para ese gremio. Y se tiene una arrogancia increíble al insistir en que, para cuidar unos exámenes, tan sólo pueden hacerlo los miembros de COLYPRO (calificados unos y otros no tanto; aptos uno, pero no creo que todos). El hecho es que, en esa circunstancia, surgió una competencia notable al monopolio de COLYPRO: alrededor de 14.000 ciudadanos se ofrecieron voluntariamente para cuidar los exámenes y entre ellos se eligió a unos 2.000 para hacerlo. El país debe estar agradecido tanto con quienes cuidaron los exámenes, como a los que ofrecieron su ayuda para subsanar el dislate.

En la mentalidad del COLYPRO, sólo si usted es sindicalizado con ellos puede ejercer esa labor. No voy a citar personajes notables en la historia de la humanidad -que los hay muchos- que no podrían “cuidar y ayudar en los exámenes” por no estar capacitados y menos colegiados en algo como COLYPRO. La verdad es que ese obstáculo proviene de un gremio que pretende imponer su voluntad sobre el pueblo, sobre los consumidores, sobre los usuarios.

Se debe terminar con esos privilegios monopólicos de parte de ciertos colegios profesionales, que sólo defienden el privilegio de sus asociados y actúan contra nosotros.

Eso no fue todo: COLYPRO también se opuso al esfuerzo del MEP de hacer repasos para el bachillerato mediante centros virtuales, al retirar un apoyo, ya usual, de ¢800.000 para financiar esos centros, obligando al MEP a destinar sus recursos para ello. Además, COLYPRO aprobó usar ¢10 millones para financiar la huelga de docentes, para así pagar a “motivadores”, comprar botellas de agua y comunicaciones a los medios. Los fondos en última instancia provienen de las cuotas obligadas a pagar por 50.000 docentes, quienes, para trabajar en esas labores gubernamentales están obligados a colegiarse en COLYPRO. En última instancia, provendría de los salarios que todos los costarricenses les pagamos por medio del presupuesto gubernamental.

Publicado en mis sitios de Facebook, Jorge Corrales Quesada y Jcorralesq Libertad, el 22 de noviembre del 2018.