Muy buena pregunta y mejor respuesta: similares en su naturaleza, pero diferentes en cuanto a puestas en práctica. El sangriento totalitarismo nazi es muy igual al sangriento totalitarismo comunista.

POR QUÉ LA HOZ Y EL MARTILLO DEBERÍAN TRATARSE AL IGUAL QUE LA ESVÁSTICA

Por Richard Mason

Fundación para la Educación Económica
Viernes 2 de noviembre del 2918


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/why-the-ham...-the-swastika/

¿Por qué tratamos de forma tan marcadamente diferente a dos ideologías que son igualmente sangrientas?

Si alguien le preguntara a usted qué piensa acerca de los extremos del espectro político, las probabilidades son de que usted inmediatamente se imagine a una esvástica en un extremo y a una hoz con el martillo en el otro. Independientemente de sus visiones acerca del paradigma izquierda-derecha o de si usted se suscribe a la teoría de la herradura [Nota del traductor: la herradura posee dos puntas o extremos], nosotros (con razón para ello) tendemos a percibir al fascismo y al comunismo como las ideologías estándar del extremo.

Como tales, muchos de nosotros nos sentiríamos intranquilos viendo a esos dos símbolos. Al ver una esvástica, inmediatamente recordamos las maldades del régimen nazi y, de acuerdo con ello, la rechazamos. Incluso mostrar públicamente el logo es un crimen en muchos países europeos. Nosotros entendemos qué tan aborrecible es esa ideología y, de acuerdo con ello, la tratamos con desprecio y disgusto.
Pero, ¿cómo reaccionamos ante la hoz y el martillo? No tengo que escribir un artículo explicando los millones de muertes que ocurrieron en manos de los regímenes comunistas; como el holocausto, los gulags de la Unión Soviética y los campos de muerte de Camboya, son harto conocidos.

No obstante, periodistas en el Reino Unido abierta y orgullosamente defienden al comunismo (openly and proudly advocate communism). Se levantan estatuas de Karl Marx (Statues of Karl Marx). Incluso en los Estados Unidos, históricamente un estado anticomunista de los más apasionados, hay una estatua de Vladimir Lenin (a statue of Vladimir Lenin) en la ciudad noroccidental de Seattle.

¿Por qué tratamos de forma tan marcadamente diferente a dos ideologías que son igualmente sangrientas?

“¡EL VERDADERO COMUNISMO NUNCA HA SIDO INTENTADO!"

La respuesta puede estar en percepciones erradas de la virtud. Los nazis, correctamente, son visto como odiosos y brutales debido a que su ideología está construida alrededor de la idea de que un grupo es superior a otro. Es una ideología inherentemente antiigualitaria, una creencia violenta que fue puesta en práctica tan sólo una vez por aquellos que la concibieron.

En ese tanto, no hay una forma justificada por la cual un fascista podría argüir que “Ese no era el nazismo verdadero.” Lo mismo no es cierto para el comunismo.

Por el contrario; vemos ese argumento todo el tiempo. Aquellos en la izquierda extrema tienen toda una sombrilla de estilos comunistas, desde el estalinismo al anarquismo, maoísmo o trotskismo e incluso el marxismo clásico. Dado que Marx propiamente nunca puso en práctica el comunismo, los líderes de los estados comunistas siempre tienen la tarjeta del juego del monopolio para salir gratis de la cárcel. Cualesquiera defectos, tragedias o crisis que encara un régimen comunista siempre serán achacados a una mala aplicación de la guía de Marx, del camino infalible hacia la utopía.

Convenientemente, los comunistas siempre se despegan por sí mismos de los horrores del pasado. Ellos se pueden pintar como pioneros de una ideología que simplemente no ha tenido la oportunidad de florecer (“¡El verdadero comunismo nunca ha sido intentado!”).

De esta forma, los impulsores del comunismo pueden continuar dibujándose a sí mismos como protagonistas. Ellos siempre están luchando por la liberación de la clase trabajadora y por la creación de un paraíso de los trabajadores, que nada tienen que ver con los falsos profetas que los antecedieron. En el peor de los casos, los defensores del comunismo son vistos como equivocados, pero, al final de cuentas, como bien intencionados.

¿ADÓNDE MARCAMOS EL LÍMITE?

Ese es el meollo del asunto. Mientras que el nazismo intrínsecamente está ligado con los crímenes de sus seguidores, el comunismo siempre puede ser separado. Nadie toleraría una camiseta engalanada con Adolfo Hitler o Benito Mussolini, pero, el salvajemente opresivo Che Guevara (wildly oppressive Che Guevara) fácilmente es destacado y transformado en un símbolo de la revolución.

Pero, ¿adónde marcamos el límite? La ideología comunista en su forma más pura puede ser separada de sus puestas en práctica, pero, ¿en qué punto ese horrible historial desacredita cualesquiera intentos de promoverlo?

Como lo dijo en una ocasión el economista Murray Rothbard: ““No es un crimen ser un ignorante en ciencia económica […] Pero sí es totalmente irresponsable tener una opinión radical y vociferante en temas económicos mientras que se está en ese estado de ignorancia”.
Necesitamos decir lo mismo acerca del comunismo. Continuar defendiendo al comunismo a pesar de su registro histórico no es ni bien intencionado ni tampoco equivocado; es un intento deliberado de impulsar una ideología probablemente peligrosa. La historia del comunismo está tan ensangrentada como la del nazismo; en realidad, mucho más. Es hora de que la tratemos como tal.

Este artículo fue Reimpreso de Intellectual Takeout.

Richard Mason es un bloguero independiente y asistente de editor en SpeakFreely.today.