CAE LA INVERSIÓN EXTERNA EN EL PAÍS

Por Jorge Corrales Quesada

Me llama la atención como en Facebook aparece gente denostando la inversión extranjera en el país, ya sea en zonas francas, actividades turísticas o bien en “call-centers”, e incluso su rechazo lo asocian con la aprobación del TLC en Costa Rica.

Pero, hay varias cosas elementales que me llaman la atención en torno a esa reacción sui géneris anti-inversión externa en el país. Su esencialidad para nuestras naciones la recalcan las palabras del propio secretario general de las Naciones Unidas, señor Antonio Guterres, expresadas en el reciente “Informe sobre las Inversiones en el Mundo, 2018,” de la UNCTAD, al referirse a la caída de los flujos mundiales de inversión extranjera directa en el 2017: “Esta tendencia negativa es un motivo de preocupación a largo plazo para los gobernantes de todo el mundo, pero en particular los de los países en desarrollo, que necesitan de manera fundamental la inversión internacional para lograr un desarrollo industrial sostenible.”

Otra afirmación de su importancia surge, paradójicamente, de la conducta de hace pocos años atrás de connotados enemigos tradicionales de la inversión extranjera imperialista, el gobierno cubano, que aprobó en su momento una mayor apertura, si bien todavía muy débil, de su alicaída economía hacia las inversiones extranjeras, supuestamente para ayudar a Cuba a salir de su pobre crecimiento económico.

También en nuestro medio, cada vez que se toca el tema laboral en nuestro país, salen personas denostando las condiciones laborales dañinas a los trabajadores de “call-centers,” en contraste con, por ejemplo, el empleo en el sector público. No reconocen el impacto positivo que un empleo honesto tiene en las personas que ocupan esos empleos, y que muy posiblemente es la mejor y buena opción que tienen en su vida laboral, que les permita desarrollar mejor sus capacidades y generación de ingresos. Siempre aparece un tufo de nacionalismo (como si esa justificación fuera suficiente o lo mejor para esas personas) cual es que, por definición, si estuvieran empleados en actividades nacionales vivirían mejor. Ante cosas como estas, uno se pregunta, teniendo en mente incluso que la decisión de estar en un trabajo no depende sólo del salario que se percibe, sino de otras facilidades ofrecidas, ¿por qué, si ese ambiente laboral (salarios y otras ventajas) en empresas extranjeras es tan malo, sus trabajadores no buscan otros empleos?

Acerca de esto, alguien ha sugerido que hay mejores posibilidades con el gobierno, pero en la actividad privada no sólo mucha gente aprecia ver los efectos de su productividad, viendo mejores posibilidades en su vida ante el aumento de salarios que ello genera, sino que no les agrada el ambiente político de aquella otra opción laboral. Asimismo, porque, después de ver los amplios privilegios que se otorgan a ciertos empleados públicos, saben que la competencia por esas posiciones es sumamente fuerte y hasta cruel (incluso por no tener padrinos que los coloquen bajo el presupuesto gubernamental). Creo que tal vez la razón más importante en su elección porque saben que, si son productivos y tienen inventiva, en la empresa privada pueden lograr un mayor reconocimiento, que en el pasivo sector público.

Esa bondad de la inversión extranjera directa, que da lugar a un aumento de la productividad de la mano de obra y por ende al valor del desempeño del trabajo, en este semestre se ha visto lamentablemente limitada, como lo informa La Nación del 17 de octubre, en su artículo “Inversión extranjera bajó un 28% en el I Semestre del 2018.”

El medio indica que esa inversión extranjera directa en nuestra economía incluye “la llegada de nuevas empresas al país, pero también la ampliación de compañías extranjeras que operan en suelo costarricense, así como las compras que realicen foráneos de corporaciones o propiedades radicadas en Costa Rica.” La fuerte caída en este semestre de la inversión extranjera directa de un 28%, comparada con el mismo semestre del año pasado, se puede deber a diversos factores, algunos fuera de la capacidad doméstica de cambiarlos para evitar sus malas consecuencias, mientras que en otras áreas sí se pueden tomar medidas para estimular su recuperación.

Entre los primeros, la caída de la inversión extranjera directa puede deberse, por una parte, a la mejoría doméstica de ciertos países “exportadores” tradicionales de inversión extranjera, como es el crecimiento actual de la economía estadounidense, resultado de una afortunada reducción de impuestos y de la eliminación de regulaciones onerosas. También, porque un ambiente proteccionista global (en el sentido de serlo en las naciones más desarrolladas, que, sin duda tiene efectos en naciones que no están directamente involucradas en esa guerra arancelaria), reduce las expectativas futuras del comercio internacional abierto, que en los últimos años se ha convertido en la más eficiente máquina para el desarrollo económico global.

Otro factor externo que se señala es una mayor competencia en la atracción de la inversión extranjera directa, que nos debe conducir a lograr ciertas reformas obvias indispensables en la economía, para restaurar nuestra posición relativa en el marco de la competencia en la atracción de inversiones. En el Informe Global de Competitividad 2018, publicado por el Foro Económico Mundial de Suiza, la competitividad de nuestro país perdió un lugar llegando, a la fecha, a la posición 55 entre 140 países. Pero, tal vez de mayor importancia en el ámbito de la competencia en la atracción extranjera directa, el país, que en el 2017 ocupó el segundo lugar en competitividad en América Latina, ha pasado a un cuarto lugar, superado ahora por Chile, México y Uruguay.

Entre las medidas internas que el país debe llevar a cabo para recuperar su ventaja comparativa erosionada en cuanto a la inversión extranjera directa, están mejorar su estabilidad macroeconómica. Por ello, uno debe cuestionar si eso no sería mejor logrado con una reducción del exagerado gasto gubernamental, que aumentando los impuestos. Si bien las empresas en zonas francas están exentas de pagos de muchos gravámenes nacionales, no deja de afectarlas un mayor crecimiento en el costo de vida de los trabajadores nacionales, quienes verán encarecer su consumo, reducir su ingreso y ahorro con la política de estabilización económica esencialmente sustentada en aumentar gravámenes.

El país sufre de un bajo ahorro interno (paradójicamente, el nuevo paquete tributario desestimula la formación interna de ahorros), de un alto endeudamiento del gobierno (que se ha anunciado aumentará en este año y el próximo) y, por supuesto, sale mal calificado ante su elevada burocracia, sin olvidar un muy elevado precio de la electricidad, comparativamente con otros países con los que competimos para atraer inversión extranjera directa.

Asimismo, Costa Rica sigue siendo relativamente proteccionista, principalmente con barreras no arancelarias al comercio internacional (por ejemplo, a la carne de diversos animales, al aguacate, a ciertos granos básicos, entre otros), pero también porque persisten aranceles elevados a ciertos productos claves de consumo popular, como arroz, productos lácteos, azúcar, entre otros bienes.

Persiste el problema de malas vías de comunicación por carretera, así como en cuanto a puertos, pero, con la entrada de la nueva terminal de Moín, creo que tendremos un impacto muy positivo. Los ferrocarriles siguen siendo problemas reales, al igual que las dificultades y la duración para empezar un negocio en el país (afortunadamente, al menos para el resto de la economía diferente de las zonas de libre comercio, hay posibilidades de operar en la llamada economía subterránea, la que, por los mayores impuestos en proceso, crecerá aún más). No se debe dejar de lado, en especial ante los serios problemas financieros del estado, la posibilidad de obtener los recursos necesarios de inversión en obra pública, mediante esquemas de concesión.

Podemos hacer más, como lo comentó un alto funcionario de CINDE, “en el área del talento humano, (pues) es necesario capacitar a más recurso local [esto en medio de una huelga estéril de maestros y profesores de las escuelas y colegios públicos], según una mayor demanda técnica y profesional, así como el dominio de más idiomas.”

Nuestra escasa formación doméstica de capital requiere que se le complemente con la inversión de capitales extranjeros, para que crezca más nuestra economía y aumente la productividad de nuestra mano de obra, con lo cual se elevarían los salarios. No concibo que haya razones para oponerse a esto, excepto si hubiera en algunos un deseo escondido de que nos empobrezcamos más, para ver si así el pueblo, ante ello, busca seguir el camino del socialismo del siglo 21, que, afortunadamente para las personas libres, ha mostrado claramente su fracaso en donde ha sido experimentado.

Publicado en mis sitios de Facebook, Jorge Corrales Quesada y Jcorralesq Libertad, el 8 de noviembre del 2018.