Una buena explicación, que vale la pena llegarla a conocer, por aquello del uso peyorativo que algunos hacen del término.

CÓMO ES QUE “CAPITALISMO” SE CONVIRTIÓ EN MALA PALABRA

Por Peter Lewin

Fundación para la Educación Económica
Miércoles 26 de setiembre del 2018


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/how-capital...-a-dirty-word/


La palabra “capitalismo” tiene muchos antecedentes. Para entender esto, debemos mirar brevemente a sus orígenes históricos.

¿Qué es lo que realmente significa “capitalismo”?

La palabra “capitalismo” tiene muchos antecedentes. Es una palabra que mucha gente trata de evitar usarla al exaltar las virtudes y logros del sistema de empresa privada. Para entender esto, debemos mirar brevemente a sus orígenes históricos.

KARL MARX LO EMPEZÓ

Fue en el trabajo de Karl Marx que el capitalismo adquirió su connotación de avaricia y exceso que ahora está en las mentes de la mayoría de la gente. Para Marx, era un término para el oprobio, usado para referirse a esa fase de la historia durante la cual el trabajo era explotado (y todavía lo es) por los capitalistas. Según Marx, quien tomó las ideas del economista inglés David Ricardo, el trabajo es la fuente de todo valor, de forma que, cualquier excedente por encima de lo que sea pagado por ese trabajo, puede considerarse como “explotación.”

De esta forma, el sistema social que conocemos como capitalismo -el mismo sistema responsable de la prosperidad milagrosa y sin precedentes (responsible for the miraculous and unprecedented prosperity) de la humanidad- es visto como uno de explotación. Aun cuando el sistema marxista, totalmente desacreditado (thoroughly discredited) por la experiencia histórica, puede en la actualidad tener poco peso en la mayoría de la gente de los Estados Unidos y de otras economías de mercado, el estigma que Marx creó ha permanecido. Es casi como si tuviéramos que defender al capitalismo como un mal necesario, el cual, tal vez, algún día, será reemplazado por un sistema mejor.

PERO ÉL SE EQUIVOCÓ

De hecho, no existe un sistema mejor. Y no existe un cielo aquí en la tierra. A pesar de lo anterior, el capitalismo, debidamente entendido, es algo que se debe festejar, venerar y proteger. Para lograr un entendimiento correcto, el primer paso es explicar cuidadosamente cómo es que el capitalismo se adentra en la misma esencia del sistema de empresa privada.

El capitalismo, entendido correctamente, se refiere a un sistema social, el único sistema social que usa el “capital.” Para entender al capitalismo, uno tiene que entender el fenómeno del capital. Afortunadamente, el significado de sentido común del capital nos ayuda a avanzar considerablemente. El capital debe entenderse como una medida de valor, tal como en la cantidad de dinero que alguien pone, o pide prestado, para poder empezar un negocio. Decimos que, para empezar un negocio, es necesario tener capital. No obstante, de manera más general, el capital es una medida del valor de cualquier proyecto productivo, en cada momento, del cual el más comúnmente referido es el valor de un negocio. El valor de cualquier negocio, su valor de capital, es el valor descontado de sus ingresos esperados, menos sus costos esperados, durante la vida económica relevante del negocio. El capital es una herramienta contable que usa reglas financieras para estimar el valor de las combinaciones utilizadas de activos productivos, tangible o intangibles.

LA MAYORÍA DE LOS ECONOMISTAS NO AYUDARON EN ESTOS ASUNTOS

Desafortunadamente, la educación básica de economía no ha sido muy útil en este sentido. En el curso de economía básica, y de ahí en adelante, el capital se refiere a un “factor de producción” físico similar al trabajo físico, como las herramientas, máquinas, edificios y, algunas veces, la tierra. Esto induce mucho al error. De hecho, no hay una diferencia categórica entre los servicios productivos de los trabajadores y los servicios productivos de los recursos físicos. Ambos son económicamente valiosos debido a, y tan sólo por ello, su valor para producir cosas valiosas para los consumidores ̶ en algún lado de la cadena de la oferta. Aun cuando los recursos físicos a menudo son referidos como “bienes de capital,” ellos no son “capital.” El capital no es un ítem físico; es un constructo de valor. Es el resultado de la estimación de alguien, del cálculo que alguien hace.

Esto ha sido señalado por algunos (disidentes) economistas en el transcurso del tiempo, pero nadie tan claramente como Ludwig con Mises, en su crítica al socialismo escrita a principios del siglo XX. Mises especificó que la esencia del éxito del capitalismo, y del fracaso del socialismo, es la habilidad de los individuos para calcular usando valores atribuidos a los medios de producción. Los empresarios privados, en su búsqueda de utilidades en un sistema social de propiedad privada, son capaces de usar los precios de mercado de los recursos productivos y de los bienes de consumo, para hacer estimaciones en términos monetarios, que sean relevantes para ellos y que motiven sus esfuerzos de ofrecer bienes y servicios valiosos a los consumidores y, si tienen éxito, a partir de ello, obtener una ganancia. Sin esa habilidad para estimar y calcular, no habría forma de hacer estimaciones especulativas, que impulsen las acciones empresariales que son la misma esencia del proceso de prueba y error en el mercado, con el cual nosotros estamos familiarizados. En el socialismo, en donde se instaura la planificación centralizada y la propiedad privada está muy ausente, hay “bienes de capital,” pero no hay capital. En el socialismo no hay capitalismo porque no hay forma de estimar el valor de mercado de los recursos productivos, pues no hay un mercado para ellos.

Para rehabilitar la palabra “capitalismo,” necesitamos escaparnos de esas connotaciones nefarias del marxismo y entenderlo como ese sistema que permite y da beneficios a partir del uso del capital. Es un entendimiento del capital que evidencia y facilita el movimiento del esfuerzo productivo hacia sus usos más valorados.

Peter Lewin es Profesor Clinical de Finanzas y Economía de la Administración, director del Coloquio para el Avance de la Educación sobre la Libre Empresa (CAFE) de la Universidad de Texas en Dallas y es miembro de la red académica de la Fundación para la Educación Económica.