Este es un artículo acerca de un prestigioso historiador británico, Paul Johnson, que nos recuerda a nosotros las limitaciones del conocimiento humano y cierta arrogancia a veces observada de pretender saberlo todo, en un orden infinitamente complejo.

PAUL JOHNSON ACERCA DE POR QUÉ DEBEMOS “CUIDARNOS DE LOS INTELECTUALES”

Por Lawrence W. Reed

Fundación para la Educación Económica
Martes 9 de octubre del 2018


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/paul-johnso...intellectuals/

A partir de sus innumerables libros documentando siglos de historia, hasta su habilidad maestra para desafiar a la izquierda pseudointelectual, Paul Johnson merece un gran elogio y un homenaje.

“El estudio de la historia es un poderoso antídoto contra la arrogancia contemporánea. Nos hace humildes descubrir cuántos de nuestros supuestos simplistas, que nos parecen novedosos y plausibles, han sido probados anteriormente, no una sino muchas veces y en innumerables disfraces; y descubrir que es, con gran costo humano, totalmente falso.” ̶ tomado de The Recovery of Freedom (1980).

El párrafo que usted acaba de leer es típico de su autor, el historiador británico Paul Johnson: inmensa sabiduría destilada concisamente en una prosa bella. En pocas semanas, él tendrá tantos años de vida, como libros ha escrito.

En todo caso, ciertamente parece ser así.

UN HISTORIADOR E INTELECTUAL PROLÍFICO

Paul Johnson llegará a los 90 este dos de noviembre. Es uno de los más prolíficos escritores ingleses de los últimos cincuenta años y un cronista espléndido del pasado. Él merece los honores y los aplausos, que van en su camino al cruzar el umbral de su décima década.

Mi buen amigo, Burton Folsom, autor de The Myth of the Robber Barons, opina que “Paul Johnson aborda la historia con un almacén de conocimiento, una sabiduría infalible y un juicio sólido.”

Visite el sitio en la red (website) de Johnson y usted puede pasar semanas leyendo tan sólo sus columnas y entrevistas. Algunos de sus muchos libros son obras maestras de proporciones épicas, incluyendo Modern Times: A History of the World from the 1920s to the 1980s [Tiempos Modernos]; Ireland: A Concise History from the Twelfth Century to the Present Day; Art: A New History; The Civilization of Ancient Egypt; The Renaissance [El Renacimiento]; A History of Christianity [Historia del cristianismo]; A History of the American People [Estados Unidos: la historia]; A History of the Jews [La historia de los judíos]; A History of the English People; biografías de Mozart, Napoleón, Washington, Sócrates, Juan Pablo II, Jesús, y Dios sabe de cuántos más (porque Johnson también escribió un libro acerca de Él). Nómbrelo usted y existe una buena posibilidad de que Johnson haya escrito una historia de él.

La perspectiva de Johnson a menudo es descrita como “conservadora,” pero yo encuentro que su trabajo es simplemente bueno, basado en el reporte de hechos de la historia, sin ambages por la ideología. Él no escoge la evidencia para apoyar una concepción previa, y mucho menos una concepción errada. La sabiduría convencional (que es decir “orientada hacia la izquierda”) sugiere que usted es “de la corriente principal” y es “objetivo” si alega, con base en documentación débil, que Franklin Roosevelt salvó a los Estados Unidos de la Gran Depresión (saved America from the Great Depression) y usted es un “ideólogo conservador” si tan sólo reporta los hechos. Johnson reporta los hechos, de manera que a él se le aplica la etiqueta que sus críticos “progresistas” esperan que disuada a los lectores, en vez de ilustrarlos.

DESAFIANDO A LA IZQUIERDA

En sus primeros días, la visión política de Johnson era, ante su propia admisión, izquierdista o “progresista.” Pero, este es un hombre que no sólo escribe historia, sino que aprende de ella. Entre más Johnson aprendió, menos creíble era la perspectiva progresista. Para mediados de la década de 1970, era un crítico convincente de la Izquierda y de sus sindicatos aliados, los cuales estaban poniendo de rodillas a Inglaterra. Posteriormente, llegó a ser amigo, asesor y escritor de artículos de la primera ministra Margaret Thatcher.

Mi favorito entre los libros de Johnson que yo haya leído es, incuestionablemente, su clásico de 1989, Intellectuals [Intelectuales]. Constituye un examen penetrante de las personalidades y del comportamiento de más de una docena de escritores que tienden hacia la izquierda ̶ los tipos super-pontificadores, adoradores del estado, que están llenos de recetas para el resto de nosotros. Entre los más conocidos de ellos están Rousseau, Marx y Sartre; los menos conocidos incluyen a Bertolt Brecht, Victor Gollancz y Lilliam Helman.

El propio Johnson es un intelectual consumado, del tipo honesto y académico comprometido con la verdad porque sí ̶ a diferencia de los charlatanes, los hipócritas y monstruos acerca de los cuales escribe. Él prueba que usted puede ser un intelectual sin enamorarse de sí mismo, que lanza su consciencia a los vientos, o sin imaginar que es un regalo de Dios para la humanidad estúpida, en necesidad de su sabiduría. Acerca de los más delirantes, él ofrece una idea contundente:

“¿Qué conclusiones se deben sacar? Los lectores juzgarán por sí mismos. Pero creo que hoy detecto un cierto escepticismo público cuando intelectuales se ponen de pie para predicarnos, una tendencia creciente entre la gente común a disputar el derecho de académicos, escritores y filósofos, por muy eminentes que sean, de decirnos cómo comportarnos y conducirnos. La creencia parece estar difundiéndose que los intelectuales no son más sabios como mentores, o más dignos como ejemplares, que los médicos brujos o los sacerdotes de la antigüedad. Comparto ese escepticismo. Una docena de personas elegidas al azar en la calle tienen, al menos, la misma probabilidad de ofrecer opiniones sensatas sobre asuntos morales y políticos, tal como una muestra representativa de la intelectualidad. Pero, yo iría más allá. Una de las principales lecciones de nuestro siglo trágico, que ha visto a tantos millones de vidas inocentes sacrificadas en planes para mejorar la suerte de la humanidad, es: cuidado con los intelectuales. No sólo deben mantenerse alejados de las palancas de poder, sino que también deberían ser objeto de una sospecha particular cuando tratan de ofrecer un consejo colectivo.”

UN DERRIBO MAGISTRAL DE KARL MARX

Ninguno de los sujetos de Johnson se compara con Marx en cuanto a una auténtica abominación y farsa desvergonzada. Él era un racista virulento y antisemita, con un carácter violento (uno de sus epítetos favoritos era “negro judío”). En buena ocasión, él disfrutaba con amenazar a aquellos con los cuales estaba en desacuerdo, diciéndoles abruptamente “¡Yo les aniquilaré!” Su higiene personal era, bueno, suficiente con decir que no tenía ni una. Él era desalmadamente cruel con su familia y con cualquiera que se cruzara en su camino. Ese es el mismo hombre que adoptó la pose de ser un pensador cuyas ideas salvarían a la humanidad.

En los Intelectuales aprendemos que el chef que cocinó al comunismo, profesaba ser “científico.” En realidad, afirma Johnson, “no había nada de científico en él; de hecho, en todo lo que importa, él era anticientífico.” Sus líneas famosas -incluyendo, “la religión es el opio de los pueblos” y que los trabajadores “no tienen nada más que perder que sus cadenas- eran despojadas flagrantemente de otros autores. Él “en toda su vida nunca puso un pie en una fábrica, una factoría, una mina u otro lugar de trabajo industrial,” categóricamente abjuró ante invitaciones para hacerlo y denunció a sus compañeros revolucionarios quienes sí lo hicieron. Nunca dejó que un hecho o un destello de realidad detuvieran el flujo de veneno que surgía de su pluma. Él no tenía dinero porque se rehusaba trabajar para obtenerlo, luego maldecía a aquellos que lo tenían y que no lo compartían con él. Su propia madre dijo que ella deseaba que su hijo “acumulara algún capital, en vez de sólo estar escribiendo acerca de él.”

Y eso es apenas para empezar. Lea el capítulo de Johnson acerca de Marx y usted empezará a entender la conexión entre el mal a lo interno del hombre y el mal a que sus incoherencias dieron lugar. El Libro Negro del Comunismo estima que la cantidad de muertos debido a intentos de poner en práctica los desvaríos de este detestable lunático, es de, como mínimo, 100 millones.

“Lo que emerge de leer el Capital es el fracaso fundamental de Marx de entender el capitalismo,” escribe Johnson.

“Él falló precisamente porque no era científico: no investigaría los hechos por sí mismo, ni usaría objetivamente los hechos investigados por otros. De principio a fin, no solo El capital, sino todo su trabajo, refleja un desprecio por la verdad, que a veces equivale a desdén. Esa es la razón principal por la cual el marxismo, como sistema, no puede producir los resultados que reclama; y llamarlo ‘científico’ es un absurdo.”

Muchas personas que no lo conocen bien, y muchos de ellos en círculos “intelectuales” que deberían conocerlo, todavía piensan que Karl Marx era una especie de genio profético, motivado por una compasión hacia los trabajadores. Algunos de ellos hacen una desgracia de sí mismos al usar camisetas que exhiben una imagen descuidada de Marx. Realmente deberían agradecerle a Paul Johnson por pensar lo que ellos nunca tuvieron tiempo para hacer.

En la realidad, nosotros fuimos advertidos de gente como Marx 2.000 años antes que Johnson. Mateo 7:15-17 nos aconseja sabiamente:
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero, un árbol malo da frutos malos.”
Karl Marx fue un árbol hueco y podrido, desde adentro hasta afuera, desde el principio hasta el final.

En lo que estos días pasa como educación “superior,” Marx todavía tiene montones de discípulos ávidos. Por ejemplo, la Universidad Carnegie-Mellon recientemente fue anfitriona de una “celebración” (celebration) del hombre al cual varios oradores alabaron al charlatán bohemio de diversas formas, como “un gran hombre” y uno con “una visión increíblemente optimista.” Para los intelectuales genuinos, tal sinsentido, subsidiado y en propiedad, ha de ser indignante, pero, Paul Johnson ofrece el mejor antídoto. En una columna de agosto del 2010, sugiere cómo debería ser la educación superior:

“En efecto, el estudio de las universidades y de los grandes hombres y mujeres que han asistido a ellas, me lleva a pensar que las mejores escuelas se caracterizan, no tanto por lo qué y cómo lo enseñan, sino por el grado en que ofrecen oportunidades y estímulos para que los estudiantes se enseñen a sí mismos. Los mejores también ayudan a inculcar ciertas virtudes intelectuales en las mentes jóvenes, incluyendo el respeto por la base indispensable de la democracia, cual es el Estado de derecho; la necesidad de respaldar opiniones con argumentos claros, evidencia empírica y trabajo arduo; la importancia variable de la convicción resuelta y el compromiso amistoso, cuando es apropiado; apertura mental en todo momento; y la necesidad perpetua de coraje en la búsqueda de la verdad.”

Muchas gracias, Paul Johnson, por décadas de una academia invaluable y de un pensamiento claro. ¡Y los mejores deseos en su cumpleaños noventa!

Lawrence W. Reed es presidente de la Foundation for Economic Education y autor de los libros Real Heroes: Incredible True Stories of Courage, Character, and Conviction y Excuse Me, Professor: Challenging the Myths of Progressivism.