Un mercado competitivo es la mayor fuente del bienestar de la sociedad compuesta por individuos, no el estado.

NO UNA COSA COMO UN ESTADO DE BIENESTAR DE LIBRE MERCADO

Por Kai Weiss

Fundación para la Educación Económica
Martes 7 de agosto del 2018



NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/no-such-thi...welfare-state/


Si bien nadie negaría la importancia de ayudar a aquellos en necesidad, es importante enfrentar la idea de que tan sólo el estado es capaz de brindar el bienestar social.


El estado de bienestar de libre mercado. Suena como un contrasentido. Piense de nuevo, dice Samuel Hammond, un analista de políticas del Centro Niskanen, basado en Washington, D.C., quien, en un artículo recientemente publicado (que también lo resumió en CapX (here at CapX)), afirma que los partidarios del libre mercado deberíamos abrazar al estado de bienestar.

El punto de partida del razonamiento de Hammond es que el capitalismo de libre mercado -en especial en el mundo globalizado de la actualidad con creciente comercio internacional y movilidad de los factores- provoca no sólo una inmensa acumulación de riqueza, sino también una disrupción. Industrias son destruidas o trasladadas a otro lado y la gente, usualmente los que están menos bien, se quedan rezagados. En su desesperación y sentimiento de inseguridad, sin los medios suficientes para poder sobrellevarlos, ellos se inclinan hacia voces alternativas en la política, que prometen cambios radicales y la seguridad que tan desesperadamente buscan esos “rezagados.”

Entonces, la solución a este problema es tener un estado de bienestar grande, dando un paso por aquellos en necesidad. Por ende, podríamos cosechar los beneficios del mercado, a la vez que así se ayuda a aquellos que son negativamente afectados por los resultados. “No debería sorprender, por tanto, que algunos de los mercados más abiertos y libres tengan también algunos de los estados de bienestar más grandes,” afirma Hammond.

Sorprende poco que esos mercados sean ante todo los países escandinavos, aquellos “Valhallas socialistas” adorados por tipos como Bernie Sanders y Jeremy Corbyn. Por supuesto, Hammond dice, con toda razón, que esos países en la realidad tienen mercados relativamente libres, a la vez que conservan un sistema fuerte de seguridad social.

Pero, la pregunta clave es si ¿esos países son exitosos debido a esta combinación o, a pesar de ella? En efecto, mucho se podría decir acerca de cómo los extendidos estados de bienestar de los países nórdicos han sido un obstáculo para el crecimiento económico, particularmente al tomar usted en cuenta las criminalmente elevadas tasas de impuestos para conservarlos. Entonces, otra vez, alguien puede aseverar que aquellos que se benefician con la economía de mercado tienen una obligación de perder algo de su riqueza para ayudar a los pobres, haciendo que un crecimiento económico menor sea un mal necesario en una sociedad armoniosa.

Pero, incluso en ese caso, el ejemplo escandinavo aún es inapropiado. Usar estados de bienestar, con poblaciones entre cinco y diez millones, como ejemplos de por qué los Estados Unidos con cerca de 300 millones de ciudadanos ̶ o el Reino Unido con más de 60 millones, requieren de un estado de bienestar más grande, es bastante cuestionable. La otra cosa importante de notar es que, lo que hace que los estados de bienestar escandinavos funcionen mejor que otros, es por el hecho de que sus sociedades son más homogéneas. Como lo han hecho saber varios economistas (various economists), hay una tensión entre diversidad y un estado de bienestar cohesivo.

Tan es así que los surgimientos populistas en todo el Occidente pueden ser, entre muchas otras cosas, atribuidos a una percepción de que los inmigrantes están aprovechándose injustamente del sistema de bienestar ̶ tan sólo vean la promesa de Donald Trump de construir un “bello muro” en la frontera con México, las promesas de los propulsores del Brexit de terminar con la libertad de movimiento o la reacción violenta alemana contra los refugiados. Vemos el mismo surgimiento populista en Escandinavia, en donde, habiéndole dado la bienvenida a los refugiados con el dinero de los contribuyentes, los Demócratas Suecos de la extrema derecha, ahora tienen un 20% en las encuestas ̶ hasta aquí llega aquello de que los estados de bienestar son un baluarte contra el populismo.

Es difícil ver cómo crisoles de culturas como los Estados Unidos o Gran Bretaña -una característica potencialmente positiva de la sociedad si se sustenta en la cooperación voluntaria- podrían ser más prósperos si tan sólo tuvieran un sistema distributivo con una mayor coerción. Existe un riesgo ligado de que sociedades diversas con grandes estados de bienestar, tan sólo aumentan la distinción entre “ellos” y “nosotros.”

Si bien nadie negaría la importancia de ayudar a aquellos en necesidad, es importante enfrentar la idea de que tan sólo el estado es capaz de brindar el bienestar social. Después de todo, fue la Sociedad civil la que en el pasado asumió el papel del “estado de bienestar”. El papel que está profundamente arraigado en las instituciones sociales ̶ desde la familia a la Iglesia o simplemente la comunidad local, que históricamente han jugado difícilmente puede sobrestimarse. Por supuesto, el “espíritu de asociaciones,” que Alexis de Tocqueville percibió tan fuertemente en los Estados Unidos, todavía existe -particularmente en el propio Estados Unidos- pero ha sido socavado por gobiernos centrales en expansión constante.

Existía una enorme variedad de organizaciones civiles. Asociaciones de caridad, sociedades de amigos, son buenos ejemplos. Y, con todo y sus fallas, las guildas y los sindicatos ofrecieron una versión de bienestar no estatal para sus miembros. También, podemos mencionar las sociedades fraternales de los Estados Unidos, que jugaron un papel enorme a fines del siglo XIX y principios del XX, antes de desaparecer con la llegada de la era del Nuevo Trato [New Deal].

En los modernos países en desarrollo, los gobiernos de todo el mundo occidental han disminuido tanto la cultura como las instituciones voluntarias de bienestar y de caridad. El gobierno ha reemplazado a la sociedad civil proveedora de cuidados.

Así que, si bien Hammond está en lo correcto, en que habrá que encontrar soluciones para mitigar los efectos colaterales de la “destrucción creativa,” esa necesidad no significa expandir el papel ya sobredimensionado del estado. En vez de ello, los promotores del mercado libre deberían buscar un fortalecimiento de la sociedad civil, combinado con una economía rica en empleos, para ayudar a aquellos que han quedado rezagados. Al final de cuentas, responder al escepticismo acerca del papel de los mercados libres, promoviendo un estatismo mayor, puede, después de todo, ser un contrasentido.

Reimpreso CapX.

Kai Weiss es un compañero investigador en el Centro de Economía Austriaca (Austrian Economics Center) y miembro de la junta directiva del Instituto Hayek (Hayek Institute).