AL COLAPSAR VENEZUELA, LA INFLACIÓN SE DESCONTROLA HASTA EN UN MILLÓN POR CIENTO

Por Jarrett Stepman

Fundación para la Educación Económica
Miércoles 1 de agosto del 2018



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El socialismo ha convertido a Venezuela, anteriormente una nación próspera, en un infierno sumido en la pobreza.

Para fines de este año, la inflación de Venezuela puede llegar a 1 millón por ciento, anunció (announced) el Fondo Monetario Internacional el lunes 23 de julio.

Esta increíble hiperinflación recuerda a la Alemania del Weimar durante los años inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial, en donde se requería usar carretillas llenas de dinero para comprar ítems esencialmente indispensables, como una barra de pan.

Para contrarrestar el problema hiperinflacionario, la respuesta de Venezuela fue quitarle cinco ceros (lop off five zeros) al valor de su moneda y lanzar una criptomoneda respaldada por el estado.

ESPIRAL DE MUERTE EN VENEZUELA

Fue no hace mucho que la izquierda alababa a la socialista Venezuela como un país modelo, una buena comparación ante el malvado y cruel sistema de los Estados Unidos.

“Desde que el gobierno de [Hugo] Chávez tomó el control de la industria petrolera nacional, la pobreza se redujo a la mitad y la pobreza extrema en un 70 por ciento,” escribió (wrote) el colaborador del New York Times, Mark Weisbrot, tras la reelección del presidente socialista Hugo Chávez en el 2012. “La matrícula en las universidades más que se ha duplicado, millones de personas tienen acceso por primera vez al cuidado médico y el número de personas elegibles para recibir pensiones públicas se ha cuadruplicado.”

Tan sólo seis años después y el país está hecho una catástrofe. Parece que el socialismo del siglo XXI (21st-century socialism) no ha funcionado mejor que lo hizo el socialismo del siglo XX, o, para el caso, como fue con cualquier otro tipo de socialismo.

El estado lamentable de Venezuela no es por carencia de recursos. Es el país más rico en petróleo del mundo y solía ser una de las naciones más ricas de Suramérica. Ahora, está al borde del desastre económico.

La escala del colapso venezolano es asombrosa. La economía se ha reducido a la mitad (halved) a partir del 2013 y el desempleo ya ha llegado al 30 por ciento. Artículos básicos, como la fórmula para la lactancia de bebés (baby formula) y el papel higiénico (toilet paper), ya no se pueden encontrar en los anaqueles de los negocios.

La gente ha acudido al “canibalismo de los carros” (“car cannibalism”) (o al uso masivo de carros compartidos) para minimizar el número de vehículos en funcionamiento. El transporte público está paralizado.

Huelgas de hambre por los trabajadores de la compañía eléctrica nacionalizada, han conducido a extensos apagones y carencia de agua (power outages and water shortages).

Ahora Venezuela lucha por extraer petróleo del suelo (struggles to pump oil out of the ground), cuando su empresa petrolera nacionalizada, según CNN (CNN), se ha visto “forzada a importar petróleo liviano desde los Estados Unidos para diluir el petróleo pesado que se extrae en Venezuela.”

AUSENCIA DE LIBERTAD ECONÓMICA

Irónicamente, la política de nacionalización -con el propósito de devolverle al pueblo- ha lanzado a la indigencia a esa misma gente.
Ningún país ha caído tan profunda y rápidamente como Venezuela, en el Índice de Libertad Económica (Index of Economic Freedom) de la Fundación Heritage.

“En 1995, el primer año del índice, Venezuela obtuvo 59.8 en su escala de 0 a 100, más de dos puntos por encima del promedio mundial,” escribió (wrote) el coordinador de investigación de la Fundación, Patrick Tyrrell.

“Esa prosperidad no duró. Bajo [los presidentes Hugo] Chávez y Maduro, la libertad económica se ha evaporado, y Venezuela es ahora uno de los países económicamente más reprimidos del mundo, en segundo lugar, después de Corea del Norte.”

Con la pérdida de la libertad económica ha venido la pérdida de libertad política. Las elecciones se han convertido en una farsa, en el tanto en que, un país que fuera democrático, se ha transformado en una dictadura de un hombre fuerte (turned into strongman dictatorship) bajo Maduro, en donde la oposición al régimen ha sido aplastada rápida y despiadadamente.

La criminalidad y la corrupción corren desenfrenadas. El país ahora está gobernado por un cartel de capos de la droga con conexiones y por otros matones (cartel of connected drug kingpins and other thugs), quienes usan el poder para enriquecerse ellos (enrich themselves) y sus familias.

Cientos de miles de venezolanos han huido del país en medio de una crisis humanitaria que refleja aquella de Siria ̶ excepto que aquella no fue obligada por una guerra civil.

Ahora Venezuela es un país en donde los “millonarios (millionaires) son pobres,” como dijo recientemente una enfermera en una entrevista (interview) con el periódico The Guardian.

EL ROMANCE DE LA IZQUIERDA ESTADOUNIDENSE CON EL SOCIALISMO

Lo notable es que, mientras esta tragedia sucede, la izquierda estadounidense continúa coqueteando con el socialismo y se esfuerza en explicar porqué sería una cosa buena para los Estados Unidos. Los mileniales, en particular, han estado dispuestos a abrazarlo (susceptible to embracing it), al menos en teoría.

En el mejor de los casos, el socialismo es una ideología que ha mostrado estar ideológicamente en quiebra, habiendo fracasado en producir algo que se acerque a lo que produce el sistema de mercado. En el peor de los casos, es un arma para que matones insignificantes se eleven a sí mismos, a la vez que estrangulan la economía de una nación y pisotean con impunidad los derechos de los ciudadanos, como ha sido el caso de Venezuela.

En la izquierda estadounidense es crecientemente popular volver a etiquetar al socialismo como “socialismo democrático” (“democratic socialism”), tal vez para distinguir su propia ideología de la forma socialista obviamente destructiva y estatista practicada en Venezuela. Ellos miran a su propio socialismo como un credo con una versión más feliz y gentil.

Pero, esa distinción es escurridiza.

El socialismo venezolano, al menos, empezó siendo “democrático” antes de que fracasara y que, en última instancia, condujera a la tiranía. Esa es una maniobra fácil de hacer cuando no existen las normas constitucionales, protecciones institucionales o un credo cultural de un gobierno limitado.

Los izquierdistas estadounidenses a menudo señalan a los países nórdicos (Nordic countries) como ejemplos de un socialismo que “funciona.” El problema es que, mientras algunos de esos países ofrecen programas generosos de seguridad social, no son muy socialistas.

Todos ellos obtienen calificaciones elevadas (rank highly) en el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage e incluso Suecia (Sweden) califica más alta que los Estados Unidos. En el 2015, el presidente de Dinamarca insistió (insisted) en que su país no era socialista, sino que tenía una “economía de mercado.”

La mayoría de las naciones nórdicas tenían economías prósperas antes de que crecieran sus programas de bienestar, e incluso algunas de ellas han recortado esos programas en años recientes. Por ejemplo, Finlandia, que experimentó con un programa de ingreso básico universal, lo cerró (ended it) tan sólo después de dos años.

Los países nórdicos evitaron principalmente los tipos de sobre-regulación e intervención gubernamental, que han aniquilado a las economías de Venezuela y de otros países en el siglo pasado.

NO ES LA CORRUPCIÓN, ES EL SOCIALISMO

Así que, ¿misión cumplida?

No exactamente. Incluso en esas supuestas utopías escandinavas, las amplias redes de protección social y los altos impuestos han producido una nación con estándares de vida inferiores a los de Estados Unidos, en su conjunto.

Por ejemplo, los estadounidenses descendientes de daneses tienen un ingreso drásticamente más elevado (drastically higher income) que los daneses que viven en Dinamarca, así como menores tasas de pobreza.

“Una concepción errada frecuente es que los países nórdicos llegaron a ser social y económicamente exitosos, mediante la introducción de estados de bienestar general fondeados con impuestos elevados,” escribió (wrote) Nima Sanandaji, el autor de Debunking Utopia: Exposing the Myth of Nordic Socialism.

“De hecho, su éxito económico y social ya se había materializado durante un período en el que estos países combinaron un sector público pequeño con políticas de libre mercado. El estado de bienestar fue introducido después de eso. Que los países nórdicos sean tan exitosos se debe a una cultura excepcional, que enfatiza la cohesión social, el trabajo arduo y la responsabilidad individual.”

Las políticas socialistas erosionan estas normas culturales, subvierten la responsabilidad individual y la regla de la ley, y crean una carrera destructiva hacia abajo, a fin de demostrar que uno es de los más necesitados.

Independientemente de las distinciones, reales o imaginadas, el socialismo ha probado ser un fracaso siempre que ha sido intentado. Sus proponentes alegan que quieren levantar al pobre, pero, todo lo que eso hace es arrastrar hacia abajo a todos, generando miseria económica tanto para el rico como para el pobre.

Para Venezuela, el “fin de la historia” -como los marxistas lo llaman- es el colapso. Un destino que puede pronto acontecerle a sus vecinos socialistas, como Nicaragua (like Nicaragua).

Esta es una buena lección para los estadounidenses, en especial aquellos que tienen la ilusión de que aquí podemos hacer que funcione.

Reimpreso del Daily Signal.
Jarrett Stepman es un editor de The Daily Signal.