CÓMO LA QUEJADERA NOS HACE MÁS MISERABLES, INEFICACES E INSEGUROS

Por Barry Brownstein
Fundación para la Educación Económica
Martes 5 de junio del 2018


A menudo nos quejamos debido a que estamos tomando las cosas personalmente.

La revista Harvard Business Review reporta que “una mayoría de los empleados gasta 10 horas o más al mes quejándose -o escuchando a otros quejarse- acerca de sus jefes o de la administración superior. Incluso más asombroso, que casi una tercera parte gasta 20 horas o más al mes haciéndolo.”

Tan sólo las quejas expresadas fueron medidas y reportadas en el estudio. Agregue las quejas no expresadas y es fácil vislumbrar que en nuestras vidas hay mucha agitación mental y disrupción emocional auto-infligida.

Aquellos que se quejan acerca de sus administradores, probablemente también se quejan acerca de sus compañeros y de sus empleados. Pueden quejarse acerca de su esposa e hijos, del clima, del tráfico, del servicio en el restaurante, de la economía o del presidente.

Quejarse puede convertirse en un estado de la mente, que dirige nuestra orientación hacia la vida. La comediante Lily Tomlin bromeó cuando dijo que “El hombre inventó el lenguaje para satisfacer su profunda necesidad de quejarse.”

En su libro Complaint Free Relationships, el ministro Will Bowen hace la observación de que “A menudo, quejarse se hace para absolver a una persona de la responsabilidad. Las quejas expresan ‘No me corresponde a mí. No soy culpable. No soy responsable. ‘”

¿No existen momentos en que deberíamos llamar la atención a cosas que necesitan ser corregidas? Por supuesto. Usted no tiene que aceptar el plato equivocado en el restaurante. Cuando usted llama al mesero para que venga y le explique el problema, usted no tiene por qué indignarse.

Una pista de que su mente ha ido más allá de los simples hechos en el reino de las quejas, es la agitación mental que usted experimenta y la alteración que siente en su cuerpo.
QUEJARSE NOS HACE INEFICACES

“¿Cómo hago para que otras personas cambien?” es la pregunta más frecuentemente formulada al ministro Bowen, cuando da consejos a otros.

Bowen relata el secreto de Norm Heyder, un hombre que puede mantenerse firme, escuchar con empatía y lograr lo mejor de otros, incluso durante “interacciones polémicas.” La mentalidad de Norm: “La única forma de cambiar a alguien es cambiar lo que usted piensa acerca de él.”

Benjamín Franklin dijo: “Un buen ejemplo es el mejor sermón.” Y, como dice el proverbio, “Si quieres cambiar al mundo, empieza por tender tu cama.”

Pensamos que estamos relacionándonos con otras personas, cuando, en realidad, nos estamos relacionando con nuestro pensamiento acerca de otras personas.

Por vía de nuestro pensamiento, le hemos asignado significado a las acciones de otros. Escribe Bowen, “Nuestro mundo es un alineamiento de nuestros pensamientos en una narrativa coherente.” El comportamiento que vemos en otros, se filtra a través de nuestras interpretaciones, nuestras experiencias y nuestras inseguridades.

A menudo, nos quejamos porque tomamos las cosas personalmente. Suponemos las peores motivaciones en los extraños e incluso en aquellos cercanos a nosotros. Pensamos que tenemos el derecho de quejarnos, cuando atribuimos intencionalidad a las acciones de otros. Podemos pensar que si expresamos nuestra queja airadamente, logramos que ellos se interesen ante las consecuencias de sus acciones, de forma que dejarán de hacer lo que nos están haciendo.

Cuando despersonalizamos nuestra narrativa, a menudo, se disipan nuestras quejas. El poder de elegir es propiamente nuestro; nadie nos obliga a quejarnos.

Refiriéndose a un estudio, explica Bowen que “Detener la negatividad de quejarse hace más por mejorar las relaciones que agregar aspectos positivos a la relación. En otras palabras, es más beneficioso para la relación enviar palabras amables que enviar flores.”

QUEJARSE AUMENTA LA INSEGURIDAD

En otro de los libros de Bowen, A Complaint Free World [Un Mundo sin Quejas], él hace la observación de que “Una de las principales razones por las cuales chismorreamos o nos quejamos, es para hacernos parecer mejores por comparación: ‘Por lo menos no soy tan malo como [inserte el nombre aquí].’ Cuando señalo sus defectos, entonces, estoy implicando que yo no tengo tales defectos, de forma que soy mejor que lo que es usted.”

Escribe Bowen, “Un grito de superioridad es, en realidad, a menudo un murmullo de inseguridad. Quejarse... es una forma de decir, ‘Por favor, dígame que estoy bien, porque ahora mismo, o en esta área de mi vida, siento que no lo estoy.” Así, escribe Bowen:

“Una persona que es insegura, que duda de su valor y cuestiona su importancia, se jactará y se quejará. Hablarán de sus logros, esperando ver que la aprobación se refleja hacia ellos en los ojos de quienes les escuchan. También, se quejarán acerca de sus desafíos por lograr simpatía y como forma de excusar que no hayan logrado algo que desean.”

Por contraste, Bowen describe gente que no se queja, como “gente que tiene una auto-estima saludable; gente que disfruta de sus fortalezas y que acepta sus debilidades; gente que se siente confortable con ellos mismos y no necesitan arrogarse algo que no son, ante los ojos de otros.”

Siguiendo la lógica de Bowen, podemos ver que quejarse es una defensa contra nuestros sentimientos de inseguridad. Como la mayoría de las defensas, quejarse es adverso a la adaptación. Entre más usamos nuestras defensas, más inseguros nos sentimos.

Quejarse involucra hacer comparaciones. Las comparaciones hacen que nuestro bienestar emocional descanse en terreno peligroso; siempre habrá alguien mejor o peor. Entre más nos enfocamos e inflar nuestro ego, en vez de tomar la responsabilidad de mejorar nuestro desempeño y relaciones, más se incrementa nuestra inseguridad, lo cual conduce a que todavía haya más quejas.

La salida para esta interminable quejadera, es tener consciencia de las muchas formas en que nos quejamos. Al tener consciencia, fijamos nuestra atención lejos de la quejadera y, en vez de ella, notamos las cualidades y rasgos que admiramos en otros. Bowen hace la observación de que, “Aquellos rasgos positivos pueden estar inactivos al momento, pero, si usted se enfoca en ellos, los busca dentro de sí mismo, los cría y los cultiva, usted los elevará, con su atención, hasta la superficie.”

Jean-Paul Sartre puede haber creído que “el infierno son las otras personas,” pero, el trabajo de Bowen acerca de las relaciones nos ayuda a aprender mejor.

Tener consciencia es, a menudo, el desinfectante que nos permite asumir una mayor responsabilidad. Cuando el ímpetu de nuestras quejas se extingue, estamos en capacidad de dirigir nuestra ancha banda mental hacia un cambio significativo.

Reimpreso de Intellectual Takeout.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership [The Inner-Work of Leadership]. Para recibir los ensayos de Barry, suscríbase en Mindset Shifts.