Una descripción interesante de dos académicos respetables en torno a lo que llaman en “Acuerdo burgués” que dio lugar a la innovación y al progreso de la humanidad a partir del siglo XVIII.

CÓMO OCCIDENTE SE ENRIQUECIÓ SIGUIENDO “LAS CUATRO ERRES”

Por Art Carden y Deirdre McCloskey
Fundación para la Educación Económica

Martes 29 de mayo del 2018


Nos enriquecimos debido a una combinación de lectura, rebelión, reforma y revolución [Nota del traductor, esas cuatro palabras empiezan con la letra erre en el idioma inglés en que está escrito originalmente este ensayo] que emergieron juntas para hacer que repensáramos acerca del estilo de vida burgués.

En el tanto en que ha existido gente, ha habido innovadores y, en el tanto en que ha habido innovadores, han estado presentes aquellos que buscaron detenerlos. Hasta recientemente, las fuerzas de la resistencia han ganado.

No obstante, fundamentalmente empezando en el siglo XVIII, ha habido un cambio en gran escala acerca de cómo escribimos, pensamos y hablamos acerca del comercio. Las sociedades en Europa Occidental -más notablemente en Gran Bretaña- abrazaron una ética de innovación, el Acuerdo Burgués: “dejadme sólo y yo te enriqueceré.”
EL ACUERDO BURGUÉS

He aquí el Acuerdo, pensando acerca de la sociedad en tres actos:

“En el Acto I, permítanme, como innovador y miembro de la burguesía, que actúe bajo el presentimiento de que yo puedo hacer esto un poquito o mucho mejor que como hasta ahora se ha hecho. En efecto, permítanme actuar bajo el presentimiento de que puedo idear una forma de vida completamente diferente y mejor. No interfieras conmigo y no interfieras con esos otros que quieren apostar a mi idea con su dinero duramente ganado y difícilmente ahorrado.”

“No interfiera con aquellos que apoyan mi idea con su dinero. Permítanme, en otras palabras, destruir creativamente. Yo acepto, con recelo, que mis éxitos, como lo son, atraerán la competencia de parte de imitadores y de otros innovadores en un segundo acto, y esta competencia erosionará mis ganancias. No obstante, para el tercer acto, con mi empresa todos nos habremos mejorado.”

Por supuesto, existe todo tipo de problemas con esto –tal vez el más obvio es que es difícil garantizar la credibilidad, dado que el destructor creativo tiene, en el Acto II, un incentivo para trabajar junto con el gobierno para crear barreras a la entrada, con el efecto de que, en el Acto III, todos estaremos mejor, pero no tan bien como podríamos haber estado.

No obstante, a grandes pinceladas, abrazar la innovación -incluso “abrazarla” como lo hacen unos nerviosos jovencitos en el baile de graduación del colegio, cuando se balancean de atrás hacia adelante a cierta distancia el uno del otro- ha liberado las fuerzas creadoras de la mente humana, en formas que han enriquecido... a todos, no sólo a los barones y baronesas y a reyes y reinas y a clérigos.
EL ACUERDO ARISTOCRÁTICO

Contraste esto con el Acuerdo Aristocrático, que básicamente dice, “hónreme, un aristócrata y mejor que usted por accidente de nacimiento; pague sus impuestos ante la amenaza de una prisión o de muerte o de algo peor. No piense que usted tiene el derecho a buscar “protección” de otro soberano. Vaya hacia adelante, batalle y derrame la sangre de otros y la suya en mi nombre y por mi gloria y, para el tercer acto, al menos yo no lo habré aniquilado.”

Nuestros ancestros y los reyes y reinas y generales que les gobernaron, tenían sospechas de la innovación en grado amplio y a menudo profundo. De hecho, la palabra en sí originalmente significó algo malo, pues innovar en la interpretación de las escrituras significaba introducir elementos heterodoxos e inclusive hasta heréticos.

Había mercados, sí, pero el ingreso estaba sumamente controlado por las guildas y otros intereses, que eran capaces de obtener ganancias para sí mismos por encima de lo normal, al restringir la entrada. Tal sofistería condujo a Adam Smith a escribir An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations [La Riqueza de las Naciones].

Existen cinco prerrequisitos institucionales propios de un libro de texto para que exista una economía floreciente: derechos seguros a la propiedad, mercados abiertos y competitivos, estabilidad política, gobierno honesto y un sistema legal confiable. No conocemos cuáles son las mezclas “apropiadas” de las causas institucionales de la riqueza y la pobreza, pero derechos de propiedad inseguros y un acceso restringido a los mercados pueden, con mucha claridad, conducir al estancamiento, en vez de al crecimiento.

EL COMERCIO SE HIZO SOCIALMENTE ACEPTABLE

Estas es la yesca, por así decirlo. El cambio retórico -cuando empezamos a estimar a los innovadores y a la burguesía- fue la chispa que encendió el fuego. Con el paso del tiempo, los británicos se convirtieron en “un pueblo culto y de comerciantes.” Compra barato y vender caro pasó de ser moralmente sospechoso e indigno a ser algo que valía la pena.

En la actualidad vemos esto en los Estados Unidos al considerar quiénes queríamos que nuestros hijos emularan. Hemos acumulado y acumulamos grandes laureles sobre gente como Henry Ford, Sam Walton, Bill Gates, Steve Jobs y Warren Buffett. Vivimos en un país en donde cualquiera puede crecer hasta llegar a ser presidente, pero, con una mayor importancia, vivimos en un mundo en el que, cualquiera con una idea y suficiente tiempo para entretenerse en un garaje, puede, como en última instancia lo hicieron Jobs y Gates, cambiar cómo es que la gente vive, trabaja, juega y encuentra la información.

El Acuerdo Burgués es radicalmente igualitario. El intercambio en el mercado contiene un supuesto profundo e importante: que una de las partes de un intercambio tiene sus derechos a rehusarse o de abstenerse a cambio de algo mejor. Es un derecho que le fue negado a los soldados y a los esclavos o a los campesinos, quienes no tienen otra opción excepto intercambiar su trabajo por la “protección” que les da un soberano, quien les mataría si es que ellos buscan un acuerdo mejor en alguna otra parte.
SOMOS OPTIMISTAS

El moderno crecimiento económico se dio y continúa dándose a pesar de la corriente interminable de predicciones pesimistas –que estamos destinados a la subsistencia, que la crisis final del capitalismo está a nuestras puertas, que esta vez es realmente diferente y que podemos esperar que todos los empleos desaparezcan debido al cambio tecnológico, que estamos ganando el mundo y perdiendo nuestras almas porque somos tan miopes y nos vemos enceguecidos por los bienes de consumo y que estamos destruyendo al planeta en nuestra búsqueda de más y más y más. Literalmente: estas provienen del capítulo 7 de la tercera edición del libro del 2014 de Tyler Cowen y Alex Tabarrok, Modern Principles: Macroeconomics.

Ebenezer Scrooge [hombre de corazón duro, protagonista de la novela de Charles Dickens, Un Cuento de Navidad] estaba equivocado: no existe tal cosa como una “población en exceso” cuando permitimos que los mercados funcionen. El economista Julian Simon (1996) se refirió a la mente como el “recurso fundamental,” pues de ella emana toda cosa en el mundo que nosotros llamamos “recurso.” Algo no es un recurso hasta que podamos pensar una forma de hacer que él satisfaga las necesidades humanas. Hasta ese entonces, es sólo una colección de átomos y moléculas y sustancia. Abrazar la innovación, nos libera de una existencia Maltusiana/Hobbesiana, en la cual la vida era solitaria, pobre, dura, brutal y breve. Aquella continuará permitiendo que sobrepasemos las barreras de recursos que nos confrontan, tal como lo ha hecho históricamente.

Somos optimistas por unas pocas razones. Primeramente, con Peter Diamandis y Steven Kolter, somos extremadamente optimistas acerca del futuro que yace adelante nuestro, debido a que, dentro de pocos años que vienen, miles de millones de personas se estarán conectando con la Gran Conversación que está teniendo lugar por medio de la internet. En algún lugar de Haití o de Ruanda o de la India rural o incluso de los Apalaches estadounidenses, ha nacido un niño en los últimos días quien tendrá un impacto mucho mayor sobre las vidas de todos en el mundo, tan sólo porque ella o él nacerán en una sociedad que ha abrazado la liberad y la innovación, a un grado mucho mayor que aquellos que han llegado antes de nosotros.

Tenemos esperanza de un mayor progreso, de forma que a aquellos que hoy están rezagados, mañana se les ofrecerá un asiento en la mesa. Nuestro mundo moderno próspero, ayudado e incitado por nuestra habilidad de comunicarnos instantáneamente con casi cualquiera en casi cualquier lugar, nos brinda un conjunto ilimitado de nuevas formas para auto-crearse.

Pensamos que los grandes ganadores de la versión del siglo XXI del Acuerdo Burgués son aquellos cuyos gustos y preferencias yacen fuera de la corriente principal. Ellos han desarrollado Reddit y YouTube y por todas partes un amplio conjunto de comunidad en línea, dedicadas a incluso los tópicos más esotéricos. Si usted puede pensar en algo, es posible que haya un foro de Reddit o una página de Facebook o un canal de YouTube dedicado a ese algo.

Y, si no lo hay, crear uno es fácil. La tecnología y el comercio nos han liberado de la suave tiranía de la geografía y del nacimiento, y nos ha permitido conectarnos con gente de todo el mundo que comparte nuestras preferencias. Esto podría parecer como que no es gran cosa para alguien que esté muy cerca de las preferencias de la corriente principal, pero, para un joven aficionado a My Little Pony: Friendship is Magic, el valor puede llegar cuando sabe que no está solo.

A pesar de la posibilidad de que el calentamiento global sea malo, muy malo, estamos con el escritor de ciencia Matt Ridley, Los Optimistas Racionales. Hemos superado y continuaremos superando los desafíos medioambientales, en el tanto conservemos con nosotros nuestros juicios éticos. El anti-capitalismo ha sido ocultado por la retórica de la defensa del medioambiente, cuando puede aseverarse e incluso demostrarse que una mejor protección de los derechos de propiedad privada y una regla de la ley más fuerte, son necesarias si es que vamos a proteger al medio ambiente.

LAS CUATRO ERRES (Y UNA MÁS)

Y hay más, el Acuerdo Burgués estimula el tipo de innovación que puede hacer que seamos menos dependientes de los combustibles fósiles y de los simples materiales. Si los recursos se convierten en una limitante y la gente se va enriqueciendo, ella sustituirá más por mejor y la innovación continua, en áreas como el almacenamiento en la nube (por ejemplo, Dropbox y Evernote), la firma de documentos en línea (por ejemplo, DocuSign), libros electrónicos y libros de texto en línea, se reflejará en una menor demanda de papel, del procesamiento del papel que usa muchos químicos y del combustible que se quema para llevar libros por todo lado.

Por supuesto que la electrónica viene con sus propios conjuntos de problemas medioambientales, pero, con derechos de propiedad seguros y mercados competitivos, la gente desarrollará formas de reciclar eficiente y efectivamente a los componentes electrónicos.

El cambio electrónico proviene de una mezcla de factores materiales y retóricos e ideológicos. Así que, ¿qué fue lo que nos permitió enriquecernos? Nos enriquecimos debido a una combinación de lectura, rebelión, reforma y revolución, juntándose estas cuatro erres con una quinta Erre, la revaluación de la burguesía y la vida burguesa. Respeten la libertad de otros para crear, incluso si tal creación trae consigo un elemento destructivo y, en el largo plazo, todos seremos más ricos.

Es más, no imponga un fuerte impuesto social sobre los valores burgueses de comprar barato y vender caro (de prudencia, en otras palabras) y veremos cómo más gente dirigirá su tiempo y esfuerzo hacia hacer del mundo un lugar mejor para todos.
LA GLORIFICACIÓN DEL TRABAJO “HONESTO”

A partir del siglo XVIII y hacia adelante, Occidente fue adobado con la retórica de la prudencia, de la oikonomia [economía], de su primo cercano la phronesis o sabiduría práctica. No siempre fue así. Las sociedades antiguas no confiaron en la burguesía o en la vida burguesa.
Tampoco lo hicieron Shakespeare u otros de su época. Trabajar en el mundo de Platón o Aristóteles era algo bajo, miserable, indigno, carente de honor. Contraste esto con el honor retórico otorgado hoy al trabajo arduo mediante la máxima, “un día de trabajo honesto para un día de paga honesta.”

“Honesto” en este sentido significa virtuoso en cuando uno se adhiere a la verdad, pero también puede ser usado en el sentido antiguo de “merecer el honor, la dignidad o el respeto.” Hubo un cambio en el siglo XVIII en la forma en que habíamos llegado a leer, escribir y hablar acerca del comercio, acerca de las mejorías comprobadas por el intercambio en el crisol del mercado.

Vemos, en el desarrollo de lo que leemos y escribimos, que “La libre innovación predicada por la burguesía se convirtió al fin en respetable en las palabras de la gente” (McCloskey, 2010: 386). Los innovadores se convirtieron en gentilhombres (y mujeres) o en gente de estima. Esto fue alimentado, como lo expone Joel Mokyr, por una república de letras pan-europea, integrada intelectualmente pero políticamente fragmentada (y por tanto competitiva), que desarrolló el punto de vista de que el progreso es posible y que el progreso es deseable, incluso para aquellos a quienes Aristóteles llamó adaptados tan sólo para ser gobernados.

En resumen, llegamos a alabar (o, al menos, a tolerar) el disenso con transformación, de forma que figuras como Steve Jobs y Bill Gates y Warren Buffett y otros, a pesar de fracasos y limitaciones (que, en el caso de Jobs, incluyeron durante un tiempo la desatención patológica de responsabilidades familiares), son admiradas por su innovación. La modestia y la prudencia de Buffett –siendo uno de los hombres más ricos del mundo, todavía vive en su modesto hogar en Omaha, que compró en la década de 1950- son fuentes de estima, en donde la ostentación y la pompa y la circunstancia de muchos otros contextos habrían sido la tarjeta de presentación de la élite. El mundo se ve complicado por el hecho de que estos no son cambios drásticos.

Muy a menudo, los villanos en libros y películas son las cabezas de las grandes empresas adictas a envenenar niños por diversión y por tener ganancias. Pero, dicho esto, incluso la retórica de las empresas y de la prudencia ha cambiado. El libro más influyente, después de la Biblia, ha sido, para muchos, La Rebelión de Atlas. No obstante, los espectáculos de la televisión que permiten al lector mirar embobado los excesos del programa “Extreme Couponing” [Nota del traductor: programa de televisión realista que trata de combinar las habilidades de compra usando cupones promocionales para obtener el mayor número de productos al tiempo que se ahorra el máximo de dinero] celebran el ahorro de quienes tienen cupones y sostienen que, tal vez, es algo a ser emulado o, al menos, admirado.

Este es un extracto del Capítulo 10 del libro “Demographics and Entrepreneurs: Mitigating the Effects of an Aging Population” [“Demografía y Empresariedad: Mitigando los Efectos de una Población que Envejece”]
Reimpreso de CapX.

Art Carden es profesor asociado de Economía en la Escuela de Negocios Brock de la Universidad Samford. Además, es un compañero investigador sénior del Institute for Faith, Work and Economics, un compañero sénior del Beacon Center de Tennessee y un compañero investigador del Independent Institute. Es miembro de la red de la Facultad de la Foundation for Economic Education. Visite su website.

Deirdre Nansen McCloskey dio clases de economía, historia, inglés y comunicaciones en la Universidad de Illinois en Chicago desde el 2000 hasta el 2015. Una muy conocida economista e historiadora y retórica, ha escrito 17 libros y cerca de 400 piezas académicas acerca de tópicos, que van desde economía técnica y teoría estadística, hasta la promoción del transgenerismo y de la ética de las virtudes burguesas. En su último libro, publicado en enero del 2016 por la University of Chicago Press -Bourgeois Equality: How Ideas, Not Capital or Institutions, Enriched the World- argumenta en favor de una explicación de que las ideas causaron el Gran Enriquecimiento, que va desde 1800 a la actualidad.