Se explica por sí sólo: Infeliz aniversario.

KARL MARX Y EL MARXISMO EN LOS DOSCIENTOS AÑOS

Por Richard M. Ebeling
Fundación para la Educación Económica
Miércoles 9 de mayo del 2018


Usemos este aniversario para mirar con los ojos abiertos y claros al hombre, sus ideas y sus consecuencias.

Un espectro continúa recorriendo el mundo, el fantasma de Karl Marx. Hace doscientos años, el 5 de mayo de 1818, nació en Trier, Alemania, el padre del totalitarismo comunista del siglo XX, el escritor del manual de la dictadura revolucionaria de los asesinatos en masa, y el inspirador de la desastrosa planificación central socialista.

Echando una mirada al paisaje político y económico de lo que lograron las ideas de Karl Marx, en especial durante los últimos cien años, uno podría pensar que su nombre y legado serían sometidos al mismo odio, desprecio y disgusto que Adolf Hitler, el diseñador del nacionalsocialismo (nazismo) alemán. Pero, en vez de eso, en momentos en que estamos marcando el aniversario doscientos del nacimiento de Karl Marx, vemos que sus ideas continúan teniendo su efecto perverso, incluyendo la forma transmutada de la tribalista “política de identidad.” (Ver mi artículo, “Collectivism’s Progress: From Marxism to Race and Gender Intersectionality”.)

En The New York Times (1 de mayo del 2018), apareció una opinión en la página editorial, la cual admitió que la realidad del comunismo en la práctica puede haber sido un poquito dura en sus bordes; pero que, lo que aún destaca como relevancia duradera de Marx en nuestra época, es la corrección de “la tesis básica de Marx –que el capitalismo es guiado por una lucha de clases profundamente divisiva, en la cual la minoría de la clase gobernante se apropia como ganancia el excedente laboral de la mayoría de la clase trabajadora.” Y que “Marx brindó la armas críticas para subvertir el alegato ideológico del capitalismo de que es la única alternativa.” Esto es, que podemos rehacer el orden social y económico para crear un mundo que no está sujeto a esa explotación capitalista.

A mismo tiempo, los periódicos europeos recalcaron que el comisionado de la Unión Europea, Jean-Claude Juncker, asistió a una celebración del cumpleaños de Marx en Alemania, en la cual se develó una estatua de bronce de 18 pies, que fue donada por el Partido Comunista de China. La oficina de Juncker emitió un comunicado justificando la asistencia, bajo la racionalización de que, si bien Marx era un poquito controversial, no obstante él fue una “figura que dio forma a la historia.” Lo mismo, por supuesto, podría haberse dicho de muchos tiranos y proselitistas de dictaduras del pasado, pero pocos lograrían racionalizaciones para celebrar su cumpleaños o estatuas más altas que aquellos en vida.

En China, el presidente del país, Xi Jingpin, dijo en un discurso público que,

“Hoy conmemoramos a Marx para pagar un tributo al pensador más grande en la historia de la humanidad y también para declarar nuestra firme creencia en la verdad científica del marxismo.”

El periódico Financial Times reportó que la televisión y otros medios en China estaban siendo bombardeados con canciones, historias y documentales acerca de la profundidad e importancia de las ideas y la influencia de Karl Marx, y de su centralidad especial para la ideología de esa nación comunista.

El argumento ad hominem nunca es buen sustituto para criticar las ideas de una persona, en vez de al individuo. Pero, tal como el historiador Paul Johnson señaló en su libro Intellectuals (1988), algunas veces es útil conocer algo acerca del hombre que expuso un conjunto de ideas, cuyo contenido, por supuesto, aún debe ser juzgado por sus propios méritos.

MARX EL HOMBRE

En este caso, uno sólo puede decir que, como ser humano, Karl Marx era un sinvergüenza despreciable. Nacido en una familia de clase media en el Rhineland alemán, el papá de Marx era un funcionario prusiano quien se había convertido al cristianismo desde el judaísmo, para sobreponerse a las restricciones legales en aquel entonces puestas contra el empleo gubernamental de judíos. Marx asistió a la Universidad de Berlín y absorbió la filosofía dialéctica determinista de Georg Hegel. Sin terminar su grado en Berlín, finalmente obtuvo su doctorado a través de un curso por correspondencia ofrecido por la Universidad de Jena.

Pasó gran parte de su vida más joven de forma errática, ganándose la vida como un escritor y editor de periódicos y revistas de poca duración. Se trasladó a París en 1843 y pronto empezó su amistad y colaboración de toda una vida con Frederick Engels, un rico manufacturero de textiles alemán y un socialista radical, lo cual resultó en su trabajo conjunto más famoso, El Manifiesto Comunista (1848).
Marx y su familia se establecieron en Londres en 1849 y continuó viviendo allí hasta su muerte el 14 de marzo de 1883, a la edad de 64 años. Fue durante esos años cuando Marx investigó y publicó el primer volumen de su tratado acerca de El Capital (1867), siendo editados y publicados póstumamente por Engels los dos volúmenes adicionales. Desde su hogar en Inglaterra, Marx dedicó una buena parte de su energía a la política socialista radical del continente europeo, que incluyó intrigas y conflictos con muchos otros prominentes socialistas de aquella época.

Un hombre mezquino, revanchista y vengativo, Karl Marx engañó a su esposa con la sirvienta de la familia, fue padre de un hijo ilegítimo con ella y se rehusó a reconocer la existencia de ese hijo. Sus hábitos personales e higiene eran deplorables. Algunos de sus artículos como corresponsal del New York Herald Tribune fueron plagios, habiendo sido escritos por Engels, pero bajo el nombre del propio Marx. Él apuñalaría por la espalda y hablaría mal de otros miembros del movimiento socialista, a fin de promover sus propios objetivos políticos e intentaría minar cualquier influencia de parte de ellos, cuando desafiaran sus propios intentos de dirigir las ideas y políticas de diversos grupos socialistas europeos. En sus puntos de vista era racista acerca de los eslavos, los asiáticos y los africanos y se involucró en una retórica anti-semita. En otras palabras, Karl Marx era en su totalidad una persona desagradable, cruel y amante del poder. (Ver mi artículo, “Karl Marx: The Man Behind the Communist Revolution”.)
EL DESTINO DEL HOMBRE ES DICTADO POR LA “HISTORIA” Y LA CLASE SOCIAL

Marx estaba convencido de que él había descubierto las inescapables “leyes de la historia,” que determinaban la desaparición inevitable del capitalismo y el triunfo del socialismo. Él vio a cada levantamiento, revuelta o revolución en Europa durante su vida, como los disparos iniciales ante la llegada del paraíso colectivista. Y cada fracaso en su arribo era, para él, prueba de que ya estaba a la vuelta de la esquina.

En la concepción del mundo social que tenía Marx, el individuo se reducía y se sumergía dentro de las “clases sociales” de los explotadores y de los explotados, quienes estaban en un combate mortal por el control de los medios físicos de producción. Los seres humanos no tenían una habilidad real para forjar sus propios destinos personales. Sus valores, creencias, sueños, actitudes y valores personales eran cosas sin sentido, así como irrelevantes. Sus perspectivas y los resultados de su vida eran productos de su “estatus de clase.” Usted era un cautivo y una consecuencia de si usted era un dueño de esos medios de producción o una víctima al no tener tal propiedad, quien tenía que mendigar y rebajarse ante “los capitalistas,” a fin de tener acceso a los recursos poseídos por aquellos explotadores, quienes demandaban una parte de lo que su trabajo había producido. La ganancia del capitalista era la porción de los esfuerzos productivos de los trabajadores del que eran despojados, simplemente debido a la habilidad arbitraria y artificial de unos pocos en sociedad, para manipular a otros para que trabajaran para ellos a menos del valor pleno de lo que ese trabajo había producido. (Ver mi artículo, “The Austrian Economists Who Refuted Marx (and Obama)”.)

El sistema económico era sostenido, dijo Marx, por el poder del estado para conservar las ganancias mal habidas de un grupúsculo de poseedores de la propiedad -el “uno por ciento”- en contra de la revolución. La sostenibilidad del sistema también descansaba en aquellos capitalistas que perpetraban una “falsa consciencia” en las masas, a través del control de los medios y de la educación, que las adoctrinaba para que aceptaran la explotación tanto en cuanto a que era “justa,” como el “orden natural” de las cosas.
LA REVOLUCIÓN Y LA DICTADURA SOCIALISTA

Pero, todas las cosas malas se terminarán, les aseguró Marx a aquellos que lo escuchaban, cuando el inevitable desarrollo “progresista” de las fuerzas materiales de producción maduraba hasta un punto en el que su mejora adicional requería del derrocamiento del sistema capitalista de propiedad privada y su reemplazo por la “socialización” de esos medios de producción, mediante la propiedad y el control en común de “los trabajadores.”

Esta etapa del advenimiento de la revolución socialista sería precedida por el empobrecimiento de los trabajadores, cuando los capitalistas reemplazaban a más y más trabajadores con maquinaria que ahorraban costos. Esto lanza a esos trabajadores al desempleo con salarios más y más bajos, al tener estos que competir por el número en descenso de empleos dejados para que los trabajadores laboraran. La competencia intensificada entre los capitalistas empuja a los menos eficientes hacia la quiebra y dentro del creciente “ejército de reserva de los desempleados.” Esto reduce el número de capitalistas explotadores, hasta que representen una “clase gobernante” más y más pequeña, por encima de una creciente clase “proletaria” que no tenía propiedad.

Finalmente, la explotación se hace demasiado imposible de tolerar y la realidad de su servilismo y abuso a manos de los capitalistas, elimina la ilusión de la “falsa consciencia” bajo la cual los trabajadores habían aceptado su parte en la vida. La revolución está cercana. “las masas” se levantan, los capitalistas son derrocados y “los expropiadores son expropiados.”

A pesar de ello, los trabajadores, ahora liberados de sus amos capitalistas, no están listos para la libertad y el control de los medios de producción. No, Karl Marx insistió en que, antes de la bendición de no tener un estado en un paraíso comunista post-escasez y de un final a las necesidades materiales, deberá existir un período de transición socialista de la “dictadura del proletariado.”

Los trabajadores pueden ser liberados del control directo de los capitalistas, pero sus mentes, creencias y actitudes permanecen aún bajo el yugo de la mentalidad capitalista. Todavía creen en un comportamiento basado en el interés propio y la ganancia personal. Su consciencia no ha sido “elevada” hasta un plano superior de colectivismo altruista, bajo el cual los intereses del grupo toman precedencia sobre los simples deseos egoístas del individuo.

La “vanguardia revolucionaria” -léase: Karl Marx, Friedrich Engels y los otros individuos que piensan correctamente- tiene la responsabilidad de actuar en nombre de los trabajadores que no comprenden plenamente cuáles son sus verdaderos intereses que se requieren. La élite revolucionaria tiene la tarea necesaria de “reeducar” al pueblo en esa consciencia colectivista superior. Debe tomar las riendas del control en el nuevo estado socialista y dirigir el nuevo sistema de planificación centralizada socialista; los trabajadores deben ser disciplinados para que trabajen para la sociedad como un todo.

Al mismo tiempo, la vanguardia revolucionaria tiene que proteger vigilantemente a la sociedad socialista de cualquier intento de capitalistas extranjeros y de los restantes de la anterior clase capitalista doméstica, por imponer de nuevo el sistema injusto de “esclavitud salarial.” Si esos antiguos capitalistas y sus herederos se rehúsan al proceso de reeducación, entonces, tendrán que ser “eliminados” por medios violentos. Para proteger a los trabajadores de las seducciones de la idea capitalista, la censura sería necesaria junto con una propaganda pro-socialista y la prohibición de cualesquiera movimientos o partidos anti-socialistas. (Ver mis artículos, “Karl Marx and the Presumption of a ‘Right Side’ to History,” Part I y Part II.)

LAS TIRANÍAS Y CORRUPCIONES DEL SOCIALISMO EN LA PRÁCTICA

En unos pocos de los escritos de Marx, por tanto, encuentra uno el modelo de tiranía que luego fue seguido, desarrollado e intensificado, por cada una de las revoluciones inspiradas en el marxismo durante el siglo XX, empezando con Vladimir Lenin y su partido bolchevique en Rusia en 1917, pasando por la conquista de China por el presidente Mao en 1949, por el régimen de Ho Chi Minh en Vietnam en 1954, la victoria de Fidel Castro en Cuba en 1959, el control de Nicaragua por los sandinistas empezando en la década de 1980 y por Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela desde principios de la década de 1990.

Se ha estimado que, al menos, 150 millones de personas han muerto a manos de regímenes marxistas alrededor del mundo. La vasta mayoría de esas víctimas era de hombres, mujeres y niños inocentes y desarmados. Fueron ejecutados, torturados o muertos de inanición u obligados a trabajar hasta la muerte. Todo régimen comunista del siglo XX intentó o tuvo éxito en imponer un control dictatorial brutal y general sobre las sociedades bajo su poder. El control de las mentes, mediante propaganda, censura e adoctrinamiento, fue puesto rigurosamente en efecto, para inculcar los “valores socialistas” y erradicar el pensamiento burgués, capitalista. (Ver mis artículos, “Socialism: Making a Century of Death and Destruction” y “The Twenty-Fifth Anniversary of the End of the Soviet Union”.)

La planificación socialista centralizada colocó a cada ser humano en el “paraíso de los trabajadores” bajo la dependencia absoluta del Estado: para obtener una educación, un empleo, un lugar para vivir, cualesquiera oportunidades para el avance económico y social, y prebendas y privilegios seleccionados que podían ser impartidos a aquellos leales y obedientes al Estado. En realidad, la “sociedad sin clases” socialista fue un laberinto jerárquico de estatus, posición y grados de poder, dependiendo del lugar del individuo en la vasta red burocrática de la planificación gubernamental.

No es que los sistemas de planificación centralizada de las sociedades socialistas generaran algún grado de prosperidad, al igual que las economías basadas en el mercado al otro lado de las Cortinas de Hierro y de Bambú. En las décadas de 1920 y 1930, los economistas Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek ya habían demostrado, de manera contundente, por qué las sociedades socialistas que implementaran un planificación central comprehensiva, crearían sistemas de “caos planificado.” La abolición de la propiedad privada de los medios de producción, la supresión de la competencia del mercado y de un sistema de precios por medio del cual se pudieran calcular las pérdidas y las ganancias, significó que los sistemas socialistas fueran pobres, desperdiciados e “irracionales” en cuanto al uso de los recursos escasos bajo la dirección central del gobierno.

Así, todos los miembros de la sociedad socialista tenían que tener conexiones, relaciones y una “posición” dentro del sistema, para poder tener alguna oportunidad de lograr el acceso a los bienes esenciales, las comodidades y las exiguas amenidades en sus países, pues (excepto por los generalizados y caros mercados negros) poco de valor material podía obtenerse por medio de los canales oficiales de la distribución estatal de todos los bienes y servicios.
LAS IDEAS DE MARX CONDUJERON A LA DICTADURA DE LA PARANOIA

Debido a su propia ideología, los regímenes marxistas eran tiranías de la paranoia. Si los individuos no importan y si sólo lo hace su asignación a una clase social; si el mundo es reducido a una lucha de vida o muerte entre dos clases sociales irreconciliables; si las ideas y filosofías políticas son todas herramientas retóricas para la manipulación y la propaganda para el poder de una clase social por encima de otra; si cualquiera y todos quienes no son miembros del “proletariado” o un converso a la causa socialista, es, por definición, un “enemigo de clase” que intenta impedir o frenar la inevitable marcha “de la historia” hacia el comunismo; entonces, cada palabra, cada idea, cada acción, cada acontecimiento no considerado como que es un paso en el camino hacia el colectivismo marxista, constituye una amenaza al éxito de la revolución socialista y a la preservación de la “ilustrada” y “progresista” dictadura del Partido Comunista.

La “vigilancia” contra los siempre presentes complots, conspiraciones e intentos “contra-revolucionarios” dirigidos a subvertir los logros y avances del Estado socialista, es la consigan interminable del día –hasta la victoria final, cuando el mundo será unido en una república socialista popular. ¿Cómo se puede preservar la revolución si el poder del Partido Comunista no es completo y general –dado que el Partido es la vanguardia revolucionaria que Karl Marx exigió en nombre “del pueblo”? Las fronteras del Estado socialista deben ser selladas contra las penetraciones anti-socialistas por personas y la propaganda anti-socialista. Debe estar siempre presente una policía secreta que aplaste la oposición al Partido y sus poderes deben ser ilimitados para vigilar a todo y a todos; al fin y al cabo, los enemigos del socialismo son hábiles en sus intrigas contra la causa justa “del pueblo.”

El Estado socialista está rodeado de países capitalistas esperando una oportunidad para debilitar y derrocar al sistema comunista. La simple existencia y la fuerza creciente de tal Estado socialista, basada en las “leyes de la historia” que Marx discernió en formas que otros no lo hicieron, se presentan como la advertencia de sentencia de muerte, de que la vida del gobierno capitalista está llegando a su fin.

La lógica de las ideas de Marx condujo, no por error o por circunstancias únicas, al Estado totalitario en el siglo XX, sino por la propia forma en que el marxismo insistió en ver al mundo y a las relaciones entre seres humanos. El razonamiento para el poder absoluto del Partido Comunista surgió de la idea de que, quien no está con el Partido, está contra “el pueblo” y del inevitable futuro por venir cuando triunfa el socialismo. Con enemigos a todo su alrededor, la paranoia ideológica justificó todo control, cada arresto, cada interrogación y tortura, cada ejecución pare eliminar una enemigo de clase, o de cada tiquete tan sólo de ida a un campo de trabajos forzados, para obligar a los anti-socialistas a que trabajaran hasta la muerte, en la construcción de un sistema al cual ellos se oponían. En los países comunistas, eso último fue, a menudo, etiquetado como “reeducación por medio del trabajo.”

Los apologistas que todavía toman seriamente a Marx y a sus ideas, escogieron ignorar o minimizar el mundo que las revoluciones socialistas crearon e impusieron horríficamente sobre cientos de millones de personas alrededor del globo, con consecuencias tan desastrosas. Opinan que lo que todavía se mantiene son las críticas de Marx a la sociedad capitalista moderna. No obstante, cada una de las predicciones de Marx acerca de dónde, cuándo y cómo el socialismo se presentaría, han mostrado estar equivocadas.

Cada elemento de su crítica al capitalismo o a las sociedades basadas en el mercado competitivo, ha sido incorrecto. La riqueza, no la miseria, ha surgido con sistemas de relativamente libre mercado, una riqueza que ha sacado de la pobreza a mucha de la humanidad y que ha logrado grados asombrosos de prosperidad –y continúa dándose en muchas más esquinas de mundo. La libertad personal y las libertades civiles han ido mano a mano con el respeto y la preservación de la propiedad privada y la regla de la ley. Y la realidad humana en la sociedad no tiene nada que ver con la concepción ilusoria de un mundo sumido en el conflicto de clases, del tipo construido por Marx. *Ver mi artículo, “Las Concepciones Equivocadas de Marx acerca del Hombre y de los Mercados”.)

Sí, celebremos que han pasado doscientos años desde el nacimiento de Karl Marx. Pero, usemos este aniversario para mirar con ojos abiertos y claros al hombre, sus ideas y sus consecuencias. Deberíamos usarlo para recordar y reflexionar acerca del trágico daño practicado a la humanidad, por medio de la influencia destructiva de Karl Marx.

Richard M. Ebeling es el Profesor Distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en La Ciudadela en Charleston, Carolina del Sur. Fue presidente de la Fundación para la Educación Económica (FEE) del 2003 al 2008.