En muchos lugares del mundo se conservan e incluso aumentan las presiones proteccionistas. Hoy, en nuestro país, en donde además de un proteccionismo evidente que existe para ciertos productos incluso básicos y primordiales en cuanto al gasto de las familias relativamente más pobres, se pretende –en apariencia con el beneplácito gubernamental- aumentar los aranceles a las importaciones de varilla de construcción, agresión que más nos empobrecerá.

HERBERT SPENCER ESTABA EN LO CORRECTO: EL PROTECCIONISMO ES EN REALIDAD AGRESIONISMO

Por Gary M. Galles
Fundación para la Educación Económica
Lunes 26 de febrero del 2018


“Para que un productor gane, diez consumidores son desplumados.”

Por mucho tiempo el proteccionismo ha sido un tema importante para el presidente Trump. Y ahora está empezando a actuar con base en esas promesas, al poner nuevos aranceles a los paneles solares chinos y a las lavadoras coreanas. No obstante, el proteccionismo está muy lejos de ser la panacea prometida. En vez de ello, inflige una guerra gubernamental sobre algunos estadounidenses para beneficio de otros.

Aquellos que se dan cuenta de lo ilógico que es el proteccionismo (por ejemplo, el reconocimiento de Henry George, de que “lo que el proteccionismo nos enseña es causarnos a nosotros mismos, en tiempos de paz, lo que los enemigos buscan hacernos en tiempos de guerra”) y de la historia (por ejemplo, el arancel conocido como Smoot-Hawley, una causa importante de la Gran Depresión), se preguntan por qué para tantos el proteccionismo todavía suena como algo atractivo. Tal vez se debe, en parte, a que el origen de esa palabra es “proteger” o “protección,” lo cual suena como cosas muy buenas.

Todos nos queremos proteger a nosotros mismos, y a lo que es nuestro, y resistir las invasiones de otros sobre nuestros “derechos inalienables.” Desde los escritos de John Locke, esa protección ha sido reconocida como la tarea primordial de cualquier gobierno, para avanzar el bienestar de sus ciudadanos. Esa es la razón de por qué un papel central de nuestro gobierno federal es la defensa nacional, para proteger a los ciudadanos contra invasiones extranjeras, pero no que sea un poder imperial que sobrepasa en mucho a la defensa de los ciudadanos. Similarmente, el papel central de la policía, las cortes y cárceles en los gobiernos sub-nacionales, es el de proteger a los ciudadanos de las invasiones de sus vecinos.

Desafortunadamente, a la vez que utiliza un vocabulario similar, el proteccionismo es muy diferente de esos tipos de protección que todos queremos Y la palabra clave es todos. Todos nos queremos protegidos, a nuestros derechos y a nuestra propiedad. La defensa nacional es para proteger a todos de nosotros mismos. La policía está para “proteger y servir” a todos, por igual ante la ley.

A pesar de lo anterior, el proteccionismo no puede proteger a todos. Brinda un tratamiento especial para los políticamente favorecidos, a expensas de los derechos y bienestar de otros. De hecho, afecta a todos los consumidores estadounidenses, a quienes no se les da una protección especial cuando se remueven opciones que sus elecciones mostraron eran sus preferidas. El daño a suplidores extranjeros específicos es también importante, y no sólo a los extranjeros. Al reducirse sus ganancias debido al proteccionismo, eso dañará a otros productores y trabajadores estadounidenses, pues disminuye la demanda de sus productos desde el extranjero.

Yendo más allá de la protección de nuestros derechos en común, el proteccionismo no puede beneficiar a todos. Restringe las posibilidades de elegir y la competencia, al desplazar acuerdos mutuamente beneficiosos para todos, excepto para unos pocos favorecidos. Esto significa que la mayoría de nosotros “gana” menos que antes, y no más, y deja sin responder la pregunta de por qué algunos deberán recibir una caridad impuesta por el gobierno, proveniente del resto de nosotros.

Además de las ganancias sociales que se pierden del comercio que el proteccionismo impone sobre los estadounidenses, es preocupante que los proteccionistas fallan en reconocer que, lo que ellos presentan como que brinda justicia para un grupo, necesariamente ocasiona injusticia contra los otros estadounidenses.

Una persona que entendió la injusticia del proteccionismo fue el filósofo Herbert Spencer. En The Man versus the State [El Individuo Contra el Estado] (1884), él llegó a la esencia de la injusticia del proteccionismo. Él afirmó que el proteccionismo sería mejor llamado agresionismo:
“El gobierno nacido de la agresión y para la agresión, descubre siempre su naturaleza primitiva por su agresividad.”

“Es realmente maravilloso cómo nos dejamos engañar por palabras y frases que nos sugieren un aspecto de los hechos, dejando en la oscuridad lo opuesto... la así llamada protección siempre significa agresión... el nombre de agresionismo debería sustituir al de proteccionismo. Nada es más cierto que, si para mantener la ganancia de A se le prohíbe a B comprar a C, o se impone a B una multa en forma de derechos de entrada si compra a C, es evidente que se comete una agresión contra B para proteger a A. Indudablemente el título de agresionismo es más apropiado a los adversarios del libre cambio, que el eufemismo de proteccionismo, puesto que para que un productor gane, se defrauda a diez consumidores.”

“La misma confusión de ideas... puede observarse en toda la legislación que se apodera por la fuerza de la propiedad de éste, para proporcionar beneficios gratuitos a aquél.”

“Ningún medio existe de justificar esta apropiación de lo que pertenece a A para el beneficio exclusivo de B, a menos que se admita el postulado de que la sociedad, considerada en conjunto, posee absoluto derecho sobre las propiedades de cada uno de sus miembros.”

Dado que el proteccionismo entra en conflicto con el objetivo central de cualquier gobierno dedicado a beneficiar a todos sus ciudadanos -defendiendo los derechos que los individuos poseen como tales y en sus esfuerzos contra la agresión, incluyendo aquella del gobierno- Spencer posteriormente se volteó hacia la justicia del libre comercio, en contraste con la injusticia de las intervenciones coercitivas del gobierno.

“¿Para qué es, entonces, que [la gente] quiere un gobierno? No es para regular al comercio... sino simplemente para defender los derechos naturales del hombre –para que proteja a la persona y a la propiedad- para impedir las agresiones del poderoso sobre el débil –en una palabra, para administrar justicia. Esta es la función natural, la original, de un gobierno. No se propuso que hiciera menos: no debería permitírsele que hiciera más.”

“’Justicia’ comprende tan sólo la preservación de los derechos naturales del hombre. La injusticia implica la violación de estos derechos... ningún cuerpo de hombres puede pretender que la ‘justicia’ requiere la aprobación de ley alguna, a menos que ellos puedan mostrar que sus derechos naturales de otro modo serían infringidos.”

“Suponga que tuviéramos libre comercio. ¿Podría nuestro agricultor quejarse que fue una violación de sus derechos naturales, permitir que los consumidores compraran su alimento de algunos otros participantes, cuyos precios fueran menores? ¿Podría él exhortar que el estado no estaba actuando justamente con él, a menos que obligara al manufacturero a darle un precio más alto por aquello que éste podía adquirir en términos más ventajosos en otra parte? No. La ‘justicia’ no exige tal interferencia. Por lo tanto, es claro que si la ‘administración de justicia’ había sido reconocida como el único deber del gobierno... deberíamos haber tenido libre comercio por siempre.”

“Todo tipo de restricciones comerciales se ha probado, tanto por experiencia pasada como actual, ser eminentemente hostil a la prosperidad social... y que en última instancia debemos retornar a la libertad comercial perfecta... de la cual nunca debimos habernos desviado, si hubiera existido una limitación adecuada del poder del estado.”

“Al asunto de la justicia difícilmente se le presta atención; y diariamente nos rendimos a que se nos oprima engañe, robe.”

En modo alguno el proteccionismo no debe asociarse con la idea de protección, la cual aquel viola, sino que sería mejor llamarlo agresionismo, para que nos recuerde que es inconsistente con los derechos naturales de los estadounidenses, cuyo gobierno existía para defenderlos. A pesar de ello, por mucho tiempo nuestro gobierno ha mostrado el agresionismo.

De hecho, eso hace que en diversas formas el proteccionismo sea la esencia del gobierno, al violar algunos derechos de los ciudadanos -violando la justicia- para extender reclamaciones de otros ciudadanos que van más allá de lo que es consistente con la justicia. Así, los estadunidenses ganarían más si atendieran la idea de Herbert Spencer, que más proteccionismo nos hace perder tanto, de forma que nos cansaremos de perder, que la promesa del presidente Trump de que eso nos ayudará a ganar tanto, que nos cansaremos de ganar.

Gary M. Galles es profesor de economía en la Universidad Pepperdine. Sus libros recientes incluyen Faulty Premises, Faulty Policies (2014) y Apostle of Peace (2013). Es miembro de la facultad de la Fundación para la Educación Económica (FEE).