La opinión sesgada de un periodista en torno a un escándalo en la selección de rugby australiana, brindó la oportunidad de explicar interesantes apreciaciones acerca de la conducta económica de la persona.

¿ES HAYEK O KEYNES EL ESPÍRITU DE ESTA ERA ACERCA DE LA POLÍTICA ECONÓMICA?

Por Mark Hornshaw
Fundación para la Educación Económica
Miércoles 18 de abril del 2018


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/is-hayek-or...onomic-policy/

¿Fueron las ideas de F.A. Hayek la causa del engaño de los jugadores australianos de cricket?

En marzo del 2018, el mundo internacional del cricket fue sacudido por un engaño escandaloso ( scandal), que involucró el uso de papel de lija para hacer rugosa a la bola, lo cual, en última instancia, condujo a que el capitán y el sub-capitán del equipo australiano fueran suspendidos por doce meses. La historia dominó las noticias en Australia y fue considerada como una desgracia nacional.

Los columnistas estaban ansiosos de postular sus teorías acerca de qué fue lo que salió mal. Pero, tal vez la explicación más descabellada provino de un incondicional de los medios, Stan Grant de la ABC de Australia. Grant escribió (wrote) en su editorial que F.A. Hayek, de entre todas las personas, no sólo fundó el orden global que hoy vivimos, sino que ¡nos dio un conjunto de ideas que condujeron directamente al escándalo por la manipulación de las bolas! Fue una más de esas imágenes estereotipadas en artículos que “otra gente considera como simple economía, pero yo considero otros ideales superiores.” El ogro del “Neoliberalismo” había dado un nuevo golpe.
ECONOMÍA Y CODICIA

El mensaje del artículo de Grant, es que la economía esencialmente es la ciencia de la codicia. Él se queja de la “reducción de toda motivación humana al interés racional unidimensional del Homo-economicus.” El concepto de homo-economicus fue construido por los primeros economistas clásicos, debido a que la vida real del hombre no calzaba con sus modelos matemáticos. Pero, cualquiera que esté familiarizado con la historia económica sabría que Hayek es de la escuela Austriaca, la cual robustamente rechaza este enfoque.

El método Austriaco empieza con los humanos como lo son en la realidad –que tienen un propósito intencional, que escogen, que son seres que actúan, que tienen un conocimiento imperfecto y objetivos heterogéneos. En este mundo de escasez material y temporal, nadie, en vez alguna, ha logrado evitar tener que escoger y actuar. La economía es el estudio de la acción humana: la ponderación de costos y beneficios; el dejar de lado un curso de acción para tomar otro, con éxito o sin él. Los costos y los beneficios se definen en su sentido más amplio –no sólo los de tipo financiero y no sólo aquellos que recaen propiamente sobre los actores. Lo humanos no son máquinas calculadoras unidimensionales ─nuestros juicios morales orientan nuestras elecciones.

Describir ciertas acciones ya sea como egoístas o como altruistas, no las ubican dentro o fuera del ámbito del análisis económico. Tal como la ciencia de la física puede ser usada para estudiar la trayectoria de una bola lanzada para divertirse, como la de una roca arrojada con furia, así la economía estudia las consecuencias de todas las acciones humanas, basadas en el rango total de motivaciones humanas. La Madre Teresa dejó de lado varias acciones alternativas posibles para dedicarse a ayudar a los leprosos de Calcuta. Ella sopesó (conscientemente o no) los beneficios y los costos tal como los percibía. De la misma forma, un ladrón pondera los beneficios y los costos de robar en su casa, tal como los percibe –claramente diferente de cómo la víctima los habría ponderado. Si no nos agradan ciertos motivos o acciones, deberíamos decirlo. Pero, a partir de ello, no desechamos las ciencias en función de qué acciones y consecuencias son las estudiadas.

¿ALGUNA VEZ HA CONOCIDO A UN NEOLIBERAL?

Columnistas que tienden a la izquierda ven “neoliberales” por todo lado, listos para elevar la codicia y el egoísmo a la máxima virtud y a que usen las palancas del poder, que indudablemente tienen, para obligar a todo mundo a que abrace sus maneras malvadas. Si usted ha sido condicionado a aceptar sin sentido crítico que el neoliberalismo es una amenaza existencial, permítame hacerle una pregunta: ¿ha conocido usted alguna vez a alguien que se llame a sí mismo un neoliberal? Yo sólo conocí una vez a alguien que se autodenominó neoliberal. Sam Bowman del Instituto Adam Smith (Adam Smith Institute) expuso ante la Conferencia Friedman de la Sociedad Libertaria Australiana en el 2017, para explicar cómo su centro de pensamiento basado en el Reino Unido, estaba conscientemente adoptando la etiqueta. Más allá de estos casos atípicos, el término neoliberal es poco más que un apodo de patios escolares; un epíteto para cualquier cosa que a usted no le gusta.

El liberalismo clásico es una cosa –es la idea de tratar a otras personas pacíficamente y con respeto, evitando el uso de la fuerza agresiva o el fraude y respetando la propiedad de otros adquirida pacíficamente. Fueron estas ideas las que condujeron a la abolición de la esclavitud en el siglo XIX y al incremento más grande de riqueza, de esperanza de vida y de paz que el mundo jamás ha conocido en vez alguna. Fueron estas las ideas (these ideas) que llegaron a un cese abrupto a principios del siglo XX, con el desarrollo de dos guerras mundiales y con el dominio de ideas colectivistas, incluyendo el nacionalismo, el socialismo y su descendencia mutante de fascismo. Los pensadores liberales clásicos remanentes, tales como Mises y Hayek, fueron como voces en el desierto, ignoradas por cualquiera que posee poder político, tanto en su propia época como lo son hoy.
HAYEK Y KEYNES

La contribución primordial de Hayek a las ciencias sociales puede resumirse en dos palabras: humildad intelectual. El funcionamiento de una sociedad pacífica requiere del conocimiento disperso (dispersed knowledge), el tácito y el formal, de todas las personas. El planificador central simplemente no puede adquirir todo el conocimiento con el cual planificar. “La tarea curiosa de la economia,” dice Hayek, “es demostrar a los hombres qué tan poco conocen en realidad acerca de lo que ellos imaginan que pueden diseñar.” Thomas Sowell le llama a esto (calls this) una visión “limitada” -una valoración honesta de lo que es posible, dada la naturaleza de los humanos- en contraposición con la visión irrestricta de los planificadores centrales, que afirma que la única barrera a su utopía deseada es tener suficiente voluntad política. Pero, ¿cómo cree usted que un mensaje de humildad intelectual le cae a los gobernantes y a sus voceros?

Tengo 22 libros de texto de economía en mis anaqueles (gracias a quienes los publican, los que me mandan ejemplares gratuitos), incluyendo aquellas publicaciones líderes usadas en la universidades australianas. De estas, 19 textos ni siquiera mencionan el nombre de Hayek en el índice. Sólo uno, que yo tuve que adquirirlo, hace un esfuerzo por citar las contribuciones de Hayek, mientras que otros dos desestiman su trabajo mediante una única cita en un cuadro o bien con una nota al lado. ¡Hasta aquí llega aquello de fundador del orden global!

¿Quién fue, entonces, el más influyente en la política económica del último siglo? No hay duda de que fue John Maynard Keynes, cuyas recetas y teorías de política barrieron en la cancha, para ser puestas en práctica por casi todos los gobiernos y ser enseñadas en todas las escuelas gubernamentales. Sus ideas aparecen en todos los libros de texto, de tapa a tapa.

Las ideas de Keynes pueden resumirse en una palabra: arrogancia. Keynes fue (was) un intelectual elitista y miembro clave de la Sociedad Británica de la Eugenesia. Odiaba a la moralidad burguesa (bourgeois morality) y a los valores de las familias de clase trabajadora, los que incluían un cierto grado de orientación y ahorro hacia el futuro, y un enfoque hacia la comunidad local, en vez del estado-nación. Él propuso (He came up) políticas para promover, y teorías para justificar, su visión hedonista de corto plazo acerca del mundo. Keynes defendió el control totalitario (advocated totalitarian control) del estado, en el tanto en que las palancas del poder fueran impulsadas por aquellos de su propio círculo social. Se quitó el sombrero ante el régimen nazi y admiró los métodos de los soviéticos, excepto en lo referente a su veneración por el proletariado, el cual él despreciaba.

Las recetas de política de Keynes estaban muy adaptadas a aquellos que mantienen o que buscan el poder político, dándoles una racionalización teórica para las políticas que siempre querían poner en marcha. Tal como lo explica (explains) Mises:

“La ‘revolución Keynesiana’ tuvo lugar mucho antes de que Keynes la aprobara y fabricara un justificación seudo-científica de ella. Lo que realmente hizo fue escribir una apología de las políticas gubernamentales prevalecientes...”

El éxito sin precedentes del Keynesianismo se debe al hecho de que brinda una justificación aparente a las políticas de “gasto deficitario” de los gobiernos contemporáneos. Es la seudo-filosofía de aquellos que no piensan nada más que en disipar el capital, acumulado por las generaciones previas.
Keynes les brindó la cobertura intelectual a los gobiernos cuando ellos dieron paso a la era de planificación económica desde arriba hacia abajo: la monopolización del dinero bajo la banca central (money under central banking); una reversión hacia el proteccionismo y el mercantilismo; leyes laborales (labor laws) diseñadas para excluir a las mujeres y a las minorías (exclude women and minorities); hasta la era del gobierno total y la guerra total (era of total government and total war.) Fueron estas las ideas que empujaron a un lado al liberalismo clásico y definieron la forma en que la vida económica fue gobernada durante el siglo siguiente. Esta es la razón de por qué culpar a Hayek por manipular la bola de jugar cricket (o cualquier cosa que a usted no le guste), tiene tanto sentido como culpar de ello a los aztecas o a los Druidas. En el brillante video titulado la Batalla del Siglo (Fight of the Century) -Keynes versus Hayek Segundo Round (Keynes vs. Hayek Round Two), Hayek gana el argumento intelectual con un golpe de nocaut- pero, de todos modos, Keynes es declarado el ganador oficial, para sorpresa de ambos combatientes.
LA SOCIEDAD Y EL COMPORTAMIENTO ANTISOCIAL

De acuerdo con Mises (According to Mises):

“La sociedad no es mera acción y reacción mutua. Hay interacción -influencia recíproca- entre todas las partes del universo: entre el lobo y la oveja devorada; entre el microbio y el hombre a quien mata; entre la piedra que cae y el objeto sobre el que choca. La sociedad, al contrario, implica siempre la actuación cooperativa con miras a que los diferentes partícipes puedan, cada uno, alcanzar sus propios fines.”

La sociedad es el resultado que logramos cuando la gente se trata pacífica y respetuosamente entre sí. La sociedad no puede existir independientemente de los miembros que la constituyen, debe ser creada y mantenida todos los días mediante nuestras elecciones y acciones. Mientras que la interacción libre y voluntaria crea a la sociedad, el uso de la fuerza agresiva o del fraude pueden deshacerla y destruirla. Las acciones antisociales incluyen medios ilegales, tales como el robo o la manipulación de las bolas de cricket, o bien los usos legalizados de la fuerza coercitiva por la vía de los medios políticos. Tanto el comportamiento social como el antisocial se ocurren en todo momento y lugar; el propósito adecuado de la ley es promover el primero y descorazonar o penalizar al último.

Pero, el comportamiento antisocial puede ser popular. Como lo advirtió (warned) Frederic Bastiat:

“Cuando el saqueo se convierte en una forma de vida para un grupo de hombres que conviven en Sociedad, con el curso del tiempo ellos crean para sí un sistema legal que lo autoriza y un código moral que lo glorifica.”

Con el liberalismo clásico echado a un lado durante la “era progresista” de principios del siglo XX, el código moral de los planificadores económicos glorificó al estado –el epítome de la coerción y el control.

En la tradición liberal clásica, sociedad significó interacción pacífica. No obstante, los intervencionistas llegaron a ver a la sociedad muy diferentemente. “Sociedad,” de acuerdo con ellos, es una entidad en sí misma y ellos son sus voceros. Todos debemos dejar de lado nuestros intereses individuales “egoístas” y colocar de primeros a los intereses “de la sociedad,” nos dirían. Ellos simplemente no dan a entender que usted debería ser bondadoso con las personas alrededor suyo –una prioridad humana bastante normal. La “sociedad,” de la cual ellos hablan, no es de gente real de carne y hueso –pues sus vecinos también son sólo “simples individuos.” La sociedad es para ellos lo que Murray Rothbard llama (calls) “un grupo pequeño de doctrinarios hambrientos de poder y de explotadores listos para apropiarse de su dinero y para ordenar sus acciones y su vida.” Su código moral incorpora al comportamiento antisocial como una virtud, en el tanto en que eso sea llevado a cabo por ellos. Ellos hablan como si el depredador y la presa fueran uno y el mismo.

El comportamiento antisocial ofrece la ventaja mayor a aquellos que lo usan, cuando todos los demás se comportan pacíficamente. Un estafador no quiere que nadie más sea un estafador. Un ladrón no quiere vivir en un lugar en donde todo mundo es un ladrón. Manipular las bolas de cricket no le daría ventaja al equipo, si todos los otros equipos también lo hicieran. Lo mismo vale para los recaudadores de impuestos y los planificadores sociales –sus esquemas no funcionarían, si todo mundo fuera un parásito coercitivo y si nadie fuera un anfitrión productivo. Por tanto, el lema del estatista es “No está bien cuando usted lo hace, pero sí está bien cuando yo lo hago.” Son estas ideas, cuando permean a través de la sociedad, las que conducen a una extensa corrupción, engaño e incluso a la manipulación de las bolas.

¿QUE SUCEDIÓ EN LAS DÉCADAS DE LOS SETENTAS Y LOS OCHENTAS?

A Hayek se le otorgó el Premio Nobel en economía en 1974, un año después de la muerte de Mises, por su trabajo previo sobre teoría monetaria, en el que predijo y explicó los acontecimientos que estaban transpirando –resultados considerados imposibles en el marco Keynesiano. A pesar de estar en lo correcto, las recetas de política que emergen de sus análisis Austriacos, eran todavía demasiado desagradables para los poseedores del poder y fueron ignorados. Ningún banco central se abolió a sí mismo y ningún gobierno se propuso reducir el tamaño general de sus depredaciones sobre la sociedad.

A pesar de lo anterior, hubo un cambio en la política económica allá por la década de 1980, en los años de Thatcher/Reagan. En Australia, bajo el gobierno laborista de Hawker/Keating, esa era vio la abolición de algunos de los peores ejemplos de intromisión y manipulación del mercado: el final de muchos zares de la industria que se sentaban en las “juntas de la lana” y en las “ juntas del huevo” y similares, en donde imponían sus “cuotas” de producción; al igual que se redujeron aranceles devastadores sobre la importación de bienes de consumo; y se abrieron a la competencia industrias, tales como las telecomunicaciones y las aerolíneas, previamente ocupadas por monopolios coercitivos del gobierno. En todas estas industrias, los productos y los servicios llegaron a ser significativamente asequibles para todos, incrementando los ingresos reales, en especial para los pobres.

Junto con estas reformas de alivio a los consumidores, en algunos países las tasas impositivas fueron reducidas de sus malintencionados máximos de hasta un 90 por ciento. Pero, no fue porque súbitamente el gobierno descubrió que robar era malo; continuaban como siempre tan impasibles con su consciencia. Estos cambios fueron promovidos por economistas de un tipo diferente a los austriacos –con una astucia más maquiavélica. Art Laffer usó su famosa Curva de Laffer (Laffer Curve) (¿Bueller? ¿Alguien?), para mostrar a la clase gobernante que, pasado cierto punto, altas tasas de impuestos conducían a una menor recaudación para el estado. Esto es especialmente así, al gravarse a los que obtienen ingresos altos y los que poseen un comportamiento de alta elasticidad –ellos pueden evitar hacer la cosa que es gravada. Como lo refirió Maquiavelo en su Príncipe, iba en su interés propio darle a sus súbditos algunas libertades, beneficiando por tanto a la gente común furtivamente, de forma que Laffer y sus contemporáneos, en su momento, lo lograron para la clase saqueada.

Dijo Thomas Sowell que, la “política es el arte de hacer que sus deseos egoístas parezcan ser el interés nacional.” Pero, Laffer hizo que el interés común coincidiera con los deseos egoístas de la clase política –al menos hasta cierto punto. El estado depredador creció, pero también el sector pacífico y voluntario creció, una vez que la gente fue libre de servir las necesidades de otros con impedimentos menos violentos por parte del estado. Sin embargo, la tarea de encoger realmente al sector coercitivo y tratar a todo comportamiento antisocial como un crimen -de lograr una sociedad voluntaria- es mucho más difícil. La clase gobernante parasitaria, libre de las consideraciones éticas que gobiernan el comportamiento de los individuos pacíficos, hará “todo lo que sea necesario” para conservar su poder y su control.

Adoptado de The Spectator Australia.

Mark Hornshaw es conferencista en Economía, Empresariedad y Administración en la Universidad Notre Dame de Australia.