El mundo está al borde de una guerra comercial. Esta esencialmente dañaría a los consumidores y provocaría una recesión de proporciones enormes, de la cual pocos saldríamos liberados. Por eso hay que entender la importancia del comercio para promover la paz entre las naciones y cómo alterarlo podría derivar en un rompimiento de esa paz necesaria.

LA ECONOMÍA FUE INVENTADA PARA REFUTAR LOS ARGUMENTOS PARA TARIFAS DE TRUMP

Por Tom Mullen
Fundación para la Educación Económica
Lunes 5 de marzo del 2018

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/economics-w...iff-arguments/

Desde Adam Smith hemos sabido que las tarifas son una mala idea.

Cuando Adam Smith escribió La Riqueza de las Naciones, no fue para refutar a los “socialistas impíos” que los votantes republicanos del siglo 21 creen que están conquistando al mundo. Fue para refutar los tipos de ideas proteccionistas promovidas por conservadores como Edmund Burke y Alexander Hamilton en época de Smith, Abraham Lincoln ocho años más tarde y Trump, hoy en día.

Bastiat reformuló el caso de Smith en 1848. Henry Hazlitt lo hizo de nuevo en 1946. Aun así, estas falacias económicas persisten porque ellas ofrecen a las víctimas de otras políticas económicas malas, los villanos a los que pueden culpar por heridas principalmente auto-infligidas.

LA FALACIA DE LA VENTANA ROTA

Cada vez que un seguidor de Trump ve escrito “Hecho en China” en un par de chancletas, eleva sus manos y dice, “¿Vieron eso? Se están robando nuestros empleos en la manufactura.” Luego, repite una versión de la falacia (fallacy) de Bastiat acerca de la ventana rota. Ella va, más o menos, así:

China pone aranceles a nuestros productos de forma que nuestras exportaciones no pueden competir en sus mercados. Pero, nosotros no ponemos aranceles a las exportaciones que nos hace China, haciendo que sus chancletas sean más baratas que como podemos hacerlas aquí. Los empleos en la manufactura de chancletas van a dar a China, pero los empleos de las manufacturas de china no vienen a dar a los Estados Unidos.

No solo millones de estadounidenses pierden sus empleos, dicen los proteccionistas, sino que, por el contrario, todo el dinero que habría sido gastado domésticamente se gasta en China. Esto provoca que las empresas estadounidenses fracasen, que recorten su producción o que no se expandan tanto como alternativamente lo habrían hecho. El trabajador de la fábrica estadounidense que queda desempleado no come en el restaurante local. El restaurante necesita menos personal de servicio y cocineros, quienes, a su vez, no disponen de dinero para gastar en ropas nuevas, etcétera.

Como Bastiat lo diría (say), eso es “lo que se ve.” Pero, el argumento de los proteccionistas ignora lo que no se ve.

Lo que no se ve es el dinero que los consumidores estadounidenses ya no tienen al ponerse las tarifas. Por ejemplo, la tarifa puede hacer que ellos paguen $200 por el mismo par de chancletas, por el que previamente habrían pagado $100. Eso significa que ya no tienen más los $100 que previamente tenían, después de que compraron las chancletas, y que podían haberse gastado en otros productos. Cualesquiera empleos que estaban apoyando con aquellos $100, ahora se pierden.
LOS EMPLEOS

Ante esto, el proteccionista puede decir, “Pero los ahorros de $100 en un par de chancletas no remplazan la totalidad del empleo manufacturero de $50.000 al año que se ha perdido.” Esta es sólo más de la misma falacia.

Primeramente, la totalidad de los $50.000 no está perdida. En igualdad de condiciones, el empleado desocupado de la fábrica de chancletas se va hacia otro empleo. El nuevo empleo puede pagar menos, pero eso sólo se debe a que el mayor salario obtenido haciendo chancletas cuando se pone en vigencia la tarifa, no era el verdadero precio de mercado de ese empleo. Estaba inflado artificialmente por la intervención gubernamental.

A pesar de ello, lo que se pierde es sólo la diferencia entre el salario previo del empleado y el nuevo salario.

En segundo lugar, uno debe comparar el número de empleos perdidos en la manufactura de chancletas, con el número de consumidores de chancletas. Mientras que toda la actividad manufacturera de vestuario en los Estados Unidos nunca ha empleado más de alrededor de un millón de personas, el simple número de consumidores de chancletas es de decenas o cientos de millones.

A la hora de las mediciones del libro de contabilidad, los estadounidenses, en general, están mucho mejor sin la tarifa sobre las importaciones de chancletas. Ellos ahora tienen $100 más por cada par consumido, para mejorar su propia calidad de vida y crear millones de empleos que no existirían si no tuvieran esos $100 extra para gastar.

Lo mismo vale para todos los trabajos de manufactura “perdidos” con China y otros países. Entre más bajos sean los precios que los estadounidenses pagan por los automóviles, vestuario, iphones de Apple y máquinas mini-cargadoras, eso les permite patrocinar aquellas industrias estadounidenses que operan más eficientemente que sus competidores del exterior. A eso se le llama “ventaja comparativa,” algo más acerca de lo cual los defensores del mercado han estado educando a la gente desde Adam Smith.

LAS TARIFAS SON SIMPLEMENTE IMPUESTOS

El principio se aplica igualmente tanto para la producción como para el consumo. Los aranceles al acero y al aluminio propuestos esta semana se proponen crear empleos en las industrias domésticas del acero y del aluminio. Pero, ¿qué pasa con los manufactureros domésticos que actualmente compran acero y aluminio de exportadores extranjeros menos caros? Ellos ahora deben elevar los precios para cubrir sus costos incrementados, haciéndolos menos competitivos en los mercados extranjeros y haciendo más pobres a sus consumidores en el monto de los incrementos de los precios de sus productos, después de que la tarifa entra en vigencia.

A los conservadores estadounidenses les gusta señalar que los contribuyentes de los Estados Unidos “no les deben las casas a otras personas.” Estoy totalmente de acuerdo, pero esa espada corta en ambas vías. Tampoco los contribuyentes de los Estados Unidos les deben a los trabajadores de la manufactura un empleo que pague más. Y, al final de cuentas, eso es todo lo que hacen los aranceles: hacer que los contribuyentes de los Estados Unidos subsidien artificialmente salarios más altos.

El presidente Trump dice que él tan sólo está elevando los aranceles porque otros gobiernos no tratan justamente a los exportadores estadounidenses. “Pero, ¡esos otros países no están reduciendo sus tarifas! ¡Necesitamos un ‘comercio justo!’” Virtualmente todo mercantilista que haya vivido expone la misma excusa y esa no tiene más sentido que cualquiera de las otras. Aun si otro país continúa poniendo aranceles sobre sus importaciones, por las mismas razones los estadounidenses aún están mejor si pagan $100 por un par específico de chancletas, que si pagaran $200 por él.

Pero, ¿qué y si el otro país entra en un “acuerdo de libre comercio,” luego subsidia a sus manufactureros para darles una ventaja injusta sobre los nuestros? Bastiat destrozó (eviscerated) esta falacia hace 170 años en su “Petición de los Fabricantes de Candelas.” A menos que usted esté a favor de una tarifa a la luz solar, para proteger a los manufactureros de bombillas de luz LED, usted no puede estar a favor de responder al subsidio de las manufacturas en otros países con aranceles a las importaciones que entran al nuestro.

No importa qué tan espurios sean los argumentos que los intereses especiales hacen en favor de las tarifas, estas son, al final de cuentas, simplemente otro impuesto. No importa lo que gobiernos extranjeros puedan estar haciendo para “proteger” a los manufactureros de sus propios países, nunca ayuda respondiendo a ello con la imposición de más impuestos sobre nosotros mismos.
LA ECONOMÍA SE APLICA A TODO MUNDO

Y no se olviden de esto: todo lo no visto, las consecuencias negativas de las tarifas se aplican igualmente a los extranjeros. Si están poniendo aranceles a los automóviles, sus ciudadanos tienen menos dinero para gastar en otros productos. Sus empresas que usan materiales importados deben elevar sus precios y convertirse en menos competitivas. Cualquier ventaja que ellos aparentan ganar en un sector, la pierden en otro, con la misma pérdida neta general que nosotros experimentamos. La habilidad de gobiernos extranjeros para proteger sus industrias tiene un límite natural.

Las tarifas nunca son beneficiosas para la economía y todavía menos cuando una burbuja inflacionaria está a punto de estallar. Durante la década de 1920, la Reserva Federal incrementó el alza económica natural mediante una política monetaria inflacionaria, haciendo que el alza se convirtiera en una burbuja. Cuando finalmente la Fed empezó a restringirla, el mercado se derrumbó y la recesión sobrevino. El presidente republicano Herbert Hoover respondió firmando el arancel Smoot-Hawley, empeorando la situación que ya estaba mala. Luego, empezó una serie de intervenciones que diferían del “Nuevo Trato” de Franklin Delano Roosevelt tan sólo en su escala.

Franklin Delano Roosevelt miró las intervenciones de Hoover y las incrementó, resultando (resulting) en casi dos décadas de larga depresión. En contra de la sabiduría convencional, la depresión no terminó debido a la Segunda Guerra Mundial. Se acabó cuando terminó la Segunda Guerra Mundial y cuando los impuestos y el gasto gubernamental fueron recortados (cut) dramáticamente.

Ya antes hemos visto esta película. La original no fue nada buena y las repeticiones usualmente son peores. Es de esperar que, finalmente, los estadounidenses se pongan vivos. Un artículo de la Fundación para la Educación Económica acerca del arancel Smoot-Hawley se ha convertido en una tendencia (trending) en Google. Mantengamos la esperanza de que Bastiat y Hazlitt empiecen luego a convertirse en una tendencia.

Tom Mullen es el autor de Where Do Conservatives and Liberals Come From? And What Ever Happened to Life, Liberty and the Pursuit of Happiness? y de A Return to Common Sense: Reawakening Liberty in the Inhabitants of America. Para más información acerca de los escritos de Tom, visitar www.tommullen.net.