Este es un buen comentario y resumen actualizado a 1996 de la obra original de Clarence Carson y que escribiera 20 años atrás. Es interesante notar la vigencia de sus ideas originales.

REVISITANDO EL MUNDO ATRAPADO POR UNA IDEA

Por Clarence Carson
Fundación para la Educación Económica
Miércoles 1 de mayo de 1996


El Socialismo Destruye Instituciones, Sociedades e Individuos.

La noción de un trabajo bajo el título The World in the Grip of an Idea empezó a formarse en mi mente en 1976, y empecé a escribirlo en el otoño de ese año (que también fue el trigésimo aniversario de la Fundación para la Educación Económica, FEE). Una versión ampliada y corregida fue publicada como un libro bajo ese título por la Arlington House en 1980. Muchos cambios intelectuales y espirituales han ocurrido en los últimos veinte años, algunos de ellos en direcciones buscadas por la Fundación para la Educación Económica. Espero destacar algunos de esos cambios y su relación con el trabajo de la FEE, al revisitar el tema de este libro y ponerlo en el contexto de los desarrollos de los últimos años.

El tema del libro era que todo el mundo, en distintos grados entre países, había caído bajo la influencia de una idea, la esencia de la cual se expresó en la convergencia de tres ideales.

1. Lograr la felicidad humana en esta tierra mediante la concertación de todos los esfuerzos hacia su realización.

2. Erradicar, desacreditar y descartar todos los aspectos de la cultura que, de lo contrario, no pueden ser alterados, para desligarlos de cualquier papel que induzca o apoye la prosecución individual del interés propio.

3. El gobierno es el instrumento que será usado para concertar todos los esfuerzos detrás de la realización de la felicidad humana y de la alteración necesaria de la cultura.

A esta idea, cuando es formulada como un programa político, se le llama con distintos nombres, entre ellos: socialismo, colectivismo, socialdemocracia, socialismo democrático, fabianismo, nacional socialismo y comunismo. O, puede ser que, del todo, no se le dé un nombre genérico, pero eso sí avanzado o disfrazado bajo términos vagos como democracia o liberalismo (Nota del traductor: la palabra liberalismo se usa aquí en el sentido empleado de intervencionismo gubernamental en los Estados Unidos). Independientemente de las variaciones específicas, esencialmente hay dos vías hacia el socialismo, que es el nombre genérico más comúnmente aplicado a la idea que tiene en sus garras al mundo. Socialismo revolucionario y socialismo evolucionario son los dos enfoques y conforman mucho del marco organizativo de The World in the Grip of an Idea.

EL SOCIALISMO REVOLUCIONARIO

El socialismo revolucionario tuvo sus bases en el siglo diecinueve en las enseñanzas de Karl Marx y Friedrich Engels. Llegó al poder en Rusia después de la Revolución Bolchevique de 1917 dirigida por V.I. Lenin y sus compinches y seguidores. El referente del socialismo revolucionario es el derrocamiento violento del gobierno y sistema existentes. Marx y Engels lo pusieron así: “El objetivo inmediato de los comunistas es aquél de todos los otros partidos proletarios: la formación del proletariado en una clase, el derrocamiento de la supremacía de la burguesía, la conquista del poder político por el proletariado.” [1] Más allá de esta revolución política, Marx declaró que el propósito era “el derrocamiento por la fuerza de todas las condiciones sociales existentes.” [2] El fin último era la transformación del hombre en una sociedad sin clases, pero “revolución” era la idea clave en su ideología y es lo que distingue al socialismo revolucionario del socialismo evolucionario.
The World in the Grip of an Idea hace un tratamiento profundo del socialismo revolucionario en dos países: la Unión Soviética y Alemania. La Unión Soviética fue una elección obvia, al menos por dos razones: Una, que fue el primer país en establecer un gobierno socialista revolucionario totalitario. El comunismo llegó allí al poder de primero. Segunda, se convirtió en el centro de la expansión internacional del comunismo. Alemania era una elección menos obvia, pero fue escogida porque el nazismo era una variedad diferente del socialismo revolucionario, aunque no siempre se discuta bajo esa categoría. El nazismo vivió poco tiempo, adherido al poder por sólo 12 años, y su mezcla ideológica particular de racismo, nacionalismo y socialismo nunca se expandió a otro lugar. Pero, fue un caso dramático de socialismo revolucionario, cuyo modo totalitario persiste en la mente del público.

Aún más, el nazismo alemán tuvo un impacto significativo en la configuración del poder político en el mundo durante y después de la Segunda Guerra Mundial. El papel del nazismo en la Segunda Guerra Mundial es destacado en mi libro, en un capítulo titulado “Una Conflagración Socialista.” El tema del capítulo es que, en su esencia, la Segunda Guerra Mundial fue una lucha entre dos poderes socialistas revolucionarios –la Unión Soviética y Alemania. En su centro, fue una batalla por el dominio sobre la gran masa de tierra de Eurasia. Los Estados Unidos y Gran Bretaña se pusieron del lado de la Unión Soviética. La derrota de la Alemania nazi desapareció lo que permanecía del balance de poder en el continente europeo. Esto sentó las bases para la Guerra Fría, una lucha subyacente de largo plazo entre el socialismo revolucionario y el socialismo evolucionario.
EL CAMINO EVOLUCIONARIO HACIA EL SOCIALISMO

Los socialistas de principios del siglo diecinueve buscaron ya fuera construir comunidades socialistas autosuficientes o bien ser revolucionarios. Fue esto último lo que atrajo a Marx y que concluyó en el comunismo soviético y en sus imitaciones. Para fines del siglo diecinueve, algunos socialistas empezaron a enamorarse de la idea de que el socialismo podía ser logrado gradualmente, ganando influencia y control sobre los gobiernos establecidos. Lo suyo sería un camino evolucionario hacia el socialismo que no requeriría de una revolución, la toma violenta del poder o rápidos cambios radicales. Estaba un poco más que influenciado por las teorías biológicas evolucionarias. Muchos llegaron a creer que el cambio pacífico podía ser logrado mediante la democracia y los sindicatos laborales, entre otras fuerzas.

Uno de los primeros proponentes del socialismo evolucionario fue Eduard Bernstein, un marxista quien vislumbró un camino diferente. Pensó haber visto signos del movimiento pacífico hacia el socialismo en desarrollos sucedidos durante la última parte del siglo diecinueve. Los describió de esta manera:

“En todos los países avanzados vemos a los privilegios de la burguesía capitalista cediendo paso a paso hacia las organizaciones democráticas. ...La legislación fabril, la democratización del gobierno local..., la liberación de los sindicatos... de restricciones legales, la consideración de las condiciones de los estándares del trabajo en los trabajos llevados a cabo por las autoridades públicas... son signos de la evolución.” [3]

El socialismo evolucionario -ya sea que se le llame socialismo democrático, socialdemocracia, gradualismo, fabianismo o lo que sea- es gradualista, estatista, intervencionista y colectivista. Sus promotores y sus seguidores creen que el hombre y la sociedad pueden ser mejorados y transformados mediante la aplicación astuta del poder gubernamental. El resultado usual de tomar esta ruta hacia el socialismo ha sido el estado de bienestar, pero eso fue más una consecuencia que la intención original.

Mi libro tiene que ver profundamente con el socialismo evolucionario en tres países: Inglaterra, Suecia y los Estados Unidos. La experiencia inglesa es la que muestra con mayor claridad lo que sucedió con la intención original. Las socialistas ingleses estaban inclinados hacia la nacionalización de sus principales industrias; esto es, quitárselas a sus propietarios y ponerlas bajo control gubernamental. La Sociedad Fabiana fue la punta de lanza del socialismo en Inglaterra. Inicialmente consistió de intelectuales, quienes emitieron tratados, penetraron organizaciones existentes e intentaron permearlas con ideas socialistas. El instrumento que finalmente utilizaron para lograr el poder fue el Partido Laborista. Este partido, por fin, llegó al poder con una mayoría efectiva en las elecciones de 1945. Ellos se movieron con rapidez para nacionalizar la banca, la energía y la luz eléctrica, el transporte y el hierro y el acero y para hacer valer el papel del gobierno en todas las áreas de la economía. La nacionalización, que nunca había sido intentada previamente en un país industrialmente avanzado, fue objeto de una prueba importante en Inglaterra.

Las medidas resultaron en un fracaso miserable y dieron lugar a la miseria, el sufrimiento y la opresión, tan claramente que otros países se pusieron renuentes en imitar a Inglaterra y, a pesar de los esfuerzos tenaces de los laboristas, la nacionalización eventualmente fue abandonada del todo. Las medidas de bienestar que Inglaterra introdujo, tales como la medicina socializada, tuvieron una vida más extensa.
Suecia, no obstante, fue el primer y más pleno ejemplo del estado de bienestar. Los suecos nunca mostraron gran entusiasmo por confiscar o de apropiarse de la propiedad privada. En vez de ello, gravaron una porción extensa de los ingresos provenientes de la tierra, la mano de obra y el capital para mantener un extenso estado de bienestar.

Por mucho tiempo, en los Estados Unidos al socialismo evolucionario no se le llamó con el nombre de socialismo. Aquellos que buscaron ser electos para cargos públicos bajo ese nombre, fueron ampliamente derrotados por los votantes estadounidenses. Por otra parte, las ideas socialistas tuvieron ganancias significativas en el siglo veinte, bajo las premisas subyacentes de los programas políticos, iniciativas y legislación. Ingresaron a la vida política de los Estados Unidos por medio de una serie de “planes cuatrienales,” variadamente llamados Trato Equitativo [Square Deal], Nueva Libertad [New Freedom], Nuevo Trato [New Deal], Trato Justo [Fair Deal] y Nueva Frontera [New Frontier]. Al principio, esos programas fueron llamados progresistas y, luego, liberales y usualmente eran promovidos como presuntas soluciones para diferentes problemas acuciantes. La forma de este camino gradual hacia el socialismo en los Estados Unidos era centralizar y concentrar el poder en el gobierno general y hacer que todas las organizaciones y personas dentro del país dependieran del gobierno.

EL IMPACTO DESTRUCTIVO DEL SOCIALISMO

The World in the Grip of an Idea
aclara, con mucha historia y numerosos ejemplos, el impacto destructivo del socialismo sobre las instituciones, sociedad y vidas de las personas. El comunismo soviético fue opresivo y tiránico desde el principio y se hizo aún más bajo Joseph Stalin en las décadas de 1930, 1940 y de 1950, y mejoró solo marginalmente durante las siguientes tres décadas. El socialismo evolucionario no tuvo un impacto tan drástico como el comunismo y el nazismo, pero funcionó con el paso de los años, para obtener el control sobre la sustancia material de las personas que estaban bajo esos regímenes, minar sus creencias, quitarles mucha de su independencia e imponer sistemas espiritual, intelectual, política y económicamente quebrados.

Aun así, las premisas socialistas no fueron usualmente desafiadas, excepto por organizaciones tales como la Fundación para la Educación Económica. El socialismo se extendió por el mundo, en especial a mediados de los años cincuenta del siglo veinte. La Segunda Guerra Mundial y la derrota de los nazis, como se hizo ver, brindaron la oportunidad para la expansión del comunismo soviético en Europa oriental. Durante la guerra, la Unión Soviética se anexó por la fuerza a Letonia, Estonia y Lituania y una porción de Finlandia. En un acuerdo con Hitler al inicio de la guerra, también conquistaron y reclamaron parte de Polonia. Durante el último año de la Segunda Guerra Mundial, en el tanto en que el Ejército Rojo se movilizó dentro de Europa oriental, se sentaron las bases para el comunismo en las naciones de esa región. A mediados y finales de los años cuarenta, se establecieron regímenes comunistas en Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, Yugoeslavia, Rumanía, Bulgaria, Albania y Alemania Oriental.

Fue en esa conjunción, en el curso de 1948, cuando empezó la Guerra Fría –una lucha ideológica y geopolítica, y ocasionalmente militar. La Unión Soviética estaba promoviendo guerras civiles en Grecia y Turquía y haciendo que fuera posible que ascendiera al poder en Italia. La Unión Soviética y los Estados Unidos fueron los principales contendientes en la Guerra Fría, pero la lucha involucró gran parte del resto del mundo en ciertos momentos y de una u otra forma. Duró de 1948 hasta 1989, más o menos. Ideológicamente, a menudo fue descrita como una lucha entre la democracia y el comunismo. Describirla como una contienda entre socialismo democrático y comunismo es más exacto. Los aliados prominentes de los Estados Unidos en esta lucha eran, más o menos, abiertamente socialistas, y los Estados Unidos había establecido un estado de bienestar apuntalado por premisas socialistas. La ayuda externa se convirtió en el principal medio para promover y mantener al socialismo democrático alrededor del mundo.

¿LA “OLA DEL FUTURO”?

La expansión del comunismo en el poder puede ser una crónica de cómo fueron establecidos los gobiernos controlados por el comunismo. Ya se ha descrito la expansión del comunismo en Europa oriental, de manera que seguimos con nuestra crónica en otras partes. En 1948, el gobierno comunista fue establecido en Corea del Norte. En 1949, Mao Tse-tung proclamó la República Popular China, inaugurando el comunismo en la nación más poblada del mundo. En 1955, el comunismo se estableció en Vietnam del Norte. En 1960, un Consejo de la Revolución tomó el poder en Argelia. En 1965, Cuba oficialmente se convirtió en un estado de un sólo partido (el comunista) y Yemen del Sur se convirtió en la “República Democrática del Pueblo (comunista). Guyana se convirtió en un país dominado por el comunismo en 1979 y el comunista Salvador Allende fue electo presidente de Chile. En 1971, Siria logró una dictadura pro-comunista. En 1972, se formó un gobierno socialista revolucionario en Benín. La dictadura comunista se estableció en Etiopía en 1974. En 1975, las fuerzas comunistas de Vietnam del Norte conquistaron a Vietnam del Sur; los Khmer Rouge impusieron el comunismo en Cambodia; el Pathet Lao organizó el gobierno comunista en Laos y llegó al poder una República del Pueblo de Mozambique en África. Los comunistas también llegaron al poder en Angola en 1977. Los sandinistas, inclinados al comunismo, tomaron el gobierno de Nicaragua en 1979 y la Unión Soviética patrocinó un golpe en Afganistán e instaló un régimen comunista.

Así que, cuando The World in the Grip of an Idea se imprimió en 1979, había muchas señales de que el comunismo en efecto podía ser “la ola del futuro,” al menos en los países industrialmente subdesarrollados. Pero, la historia del comunismo ascendiendo al poder es sólo una parte de la historia de la expansión de la influencia del comunismo y de las ideas socialistas. Los partidos comunistas tenían muchos años de operar, ya fuera abierta o clandestinamente, en la mayoría de los países del mundo. Muchas naciones en las cuales los comunistas nunca han llegado al poder, han sido profundamente infectadas por el comunismo. Los comunistas han infiltrado a sindicatos, iglesias, universidades y otras organizaciones, y ha expandido desinformación en muchas publicaciones no comunistas y comunistas. En resumen, la influencia comunista se ha dado alrededor de todo el mundo. Más abiertamente, las ideas social-democráticas (o evolucionarias) han ganado influencia, a menudo dominante, en muchos países del mundo. Si hubo país alguno en el mundo en 1980 que no estuvo bajo lo influencia o en las garras de las ideas socialistas, se escapó de la atención de este escritor. Tampoco alguien me ha sugerido que existiera tal país, desde la publicación de este libro en 1980 o en las décadas que precedieron esa fecha.

UN AGARRE AFLOJADO

No obstante, desde esa época la idea ha aflojado en su agarre. La elección de Ronald Reagan, como presidente de los Estados Unidos en 1980, dio una señal no sólo del aflojamiento del agarre de la idea sobre los estadounidenses, sino también de la enorme atracción de una visión contraria a aquella del socialismo. Mucho de lo mismo se podría decir acerca de la significación de la llegada de Margaret Thatcher, como Primer Ministro del Reino Unido entre 1979 y 1990. Sus elecciones y mandato significaron un impacto importante de las ideas conservadoras [Nota del traductor: conservador, palabra usada en Estados Unidos para definir a los liberales clásicos] en la política anglo-estadounidense. Sin embargo, con certeza mayor, fue un augurio de la declinación en la atracción de la idea o visión socialista.

El desarrollo ideológico más dramático desde 1980 ha sido la disolución y desaparición de la Unión Soviética. Después de todo, la Unión Soviética era la pieza central del comunismo desde su creación. Era la tierra, y Moscú la ciudad, adonde acudían los admiradores y los suplicantes de todos lugares del mundo, para estudiar y aprender acerca de “la ola del futuro.” La visión del comunismo y de su propaganda se extendió desde el centro soviético a alrededor del mundo, provocando revueltas, socorriendo a partidos políticos que las imitaran y criando apologistas de la tierra madre del comunismo. Muchos, muchos socialistas en otras tierras nunca se hicieron comunistas o, si lo hicieron, fue sólo por corto tiempo, pero aun así, ellos anclaron gran parte de su fe en el ejemplar más puro, la Unión Soviética. La desintegración del Imperio Soviético con certeza que se convertiría en el precursor de la declinación y desaparición del comunismo, si no es que de la propia idea socialista. O, eso es lo que parecía.

En todo caso, el Imperio Soviético empezó a desintegrarse en 1989. El desenmarañamiento primero tomó lugar en la periferia. En marzo, el Ejército Rojo se retiró completamente de Afganistán. En agosto, los países bálticos (absorbidos dentro de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial) -Estonia, Letonia y Lituania- demandaron ser independientes de la Unión Soviética. En octubre, Hungría asumió su independencia de la Unión Soviética. Los alemanes orientales se lanzaron a través de Hungría hacia Alemania Occidental, sin interferencia. En noviembre cayó el muro de Berlín, cuando la gente lo derribó sin oposición de las autoridades. En diciembre, el comunista por largo tiempo dictador de Rumanía, Nicolae Ceausescu, fue depuesto y asesinado. El pegamento estaba cediendo totalmente en los bordes del Imperio.
LOS AÑOS DE GORBACHEV

Aun cuando los golpes iniciales del derrumbe de la Unión Soviética tomaron casi a todo mundo por sorpresa, en retrospectiva podemos ver que los acontecimientos y desarrollos estaban preparando el camino para el cambio. Mikhail Gorbachev se convirtió en la cabeza dictatorial de la Unión Soviético en 1985. Tenía 54 años de edad, el hombre más joven en llegar a esa posición desde Joseph Stalin y el primero nacido después de la Revolución Bolchevique. Tendió a ajustar los cambios, en vez de dominarlos por su voluntad. Al principio, continuó la guerra en Afganistán, pero eventualmente se retiró. Confrontado por el rearmamento de los Estados Unidos conducido por Ronald Reagan, pronto se ha de haber dado cuenta de que la Unión Soviética no disponía de los medios para mantener el ritmo. En vez de ello, Gorbachev inició algunos cambios que pueden haber preparado el camino para la desintegración. Uno de ellos fue llamado perestroika, que significa restructurar o hacer cambios estructurales en la Unión Soviética. La principal restructuración ocurrió propiamente en el gobierno, que ya no apoyó más, sin resistencia alguna, los programas fomentados por los jefes del partido. Glasnost fue otra idea propuesta por Gorbachev: significa apertura o, tal vez, franqueza. En la práctica involucró la remoción de la censura, la liberación de la práctica religiosa, la apertura de la Unión Soviética a observadores externos y la publicación en la Unión Soviética de información acerca de otros países y pueblos.

La Unión Soviética no sobrevivió largo tiempo a la perestroika y a la glasnost. Sobrevivió aún más brevemente a la renuencia de Gorbachev de usar fuerza crucial para mantener al Imperio. Los acontecimiento de 1989 no provocaron represalias fuertes de Moscú. En Europa oriental, los países satélites soviéticos empezaron a funcionar independientemente en 1989-1990, formando sus propios gobiernos, algunos no comunistas y todos reformados con mayores libertades. Pero, lo que fue más impactante en 1990, la propia Unión Soviética se dividió en partes constitutivas. Como lo dijo un escritor, “Para finales del año, todas las 15 de lo que constituía la unión de repúblicas, habían declarado su soberanía. ...Mientras el mundo observaba, Gorbachev parecía destinado a perder la batalla contra las poderosas fuerzas centrífugas, que rompían a la poderosa Unión Soviética al abrirse la década de 1990.” [4]

A principios de 1991, Gorbachev continuó tratando de mantener intacta a la Union Soviética en una especie de unión federal. En vez de tener éxito con eso, en agosto fue confrontando por un golpe de estado, cuyos líderes le aprisionaron y demandaron un retorno al viejo sistema comunista. Boris Yeltsin, presidente de la República Rusa, se mantuvo firme contra los líderes del golpe; la rebelión se disolvió y los líderes fueron aprisionados. Gorbachev renunció como líder del Partido Comunista y, en breve tiempo, el Partido Comunista perdió su posición privilegiada. La Unión Soviética continuó deteriorándose, cuando república tras república reafirmó o declaró su independencia. “Los esfuerzos de Gorbachev para reconstituir al estado de una forma u otra... todos resultaron ser fútiles a la luz del irreprimible nacionalismo de las repúblicas y de su determinación de buscar sus propias vías hacia el futuro. A fines de año, Gorbachov se había convertido en un residente superfluo de un país que se desvanecía...” [5] La Unión Soviética ya no existía. Permaneció una vasta Federación Rusa bajo Boris Yeltsin -todavía el país más extenso del mundo- pero, muchas que habían sido parte de la Unión Soviética, tales como Ucrania, Georgia, Kazajistán, Moldavia, Armenia y otras, ahora estaban siguiendo un rumbo independiente.

Muchos cambios simbólicos se hicieron como consecuencia del abandono oficial del comunismo. Se removieron estatuas de Lenin que salpicaban al país. La tumba de Lenin cesó de ser un santuario y finalmente sus restos fueron enterrados. Leningrado, de nuevo, se convirtió en San Petersburgo con la voluntad y el voto de sus habitantes. El alegato de Marx de que “la religión es el opio del pueblo” fue erradicado u obscurecido cuando fue posible. Por sus apariencias, el comunismo en Rusia se había convertido en la ola del pasado.

Si bien las estatuas pueden ser derribadas, los nombres cambiados, los espacios en los edificios reasignados y las reliquias físicas del pasado ser ocultadas, las ideas no son tan fácilmente descartadas o desplazadas. Dejan residuos en las mentes de las personas y en las prácticas, de forma que pueden continuar después de que las doctrinas han sido más o menos repudiadas públicamente. Hice la pregunta en 1989, cuando los acontecimientos se estaban dando, de ¿qué sucedería si “el comunismo fuera a ceder el monopolio del poder en esos países en donde ahora gobierna?” No veo razón alguna para alterar lo que escribí en aquel entonces y que ahora cito:

“¿Simplemente el comunismo se desvanecerá o desaparecerá? Ese no es un prospecto muy posible. ...Es poco posible no sólo porque el prospecto inmediato es para que algunos gobernantes comunistas se sostengan amarrados al poder en el futuro previsible, sino también porque, aún si ya no existieran más unos gobernantes que alegaron un monopolio del poder debido a su posición en el dominante partido comunista, habría un gran residuo de marxismo-leninismo a su alrededor. Cada país en el mundo está infectado con los afloramientos del socialismo, de los cuales el marxismo fue el más exitoso de los extremos.”

“Por ejemplo cada gobierno en el mundo de hoy está haciendo un esfuerzo mayor o menor por administrar o controlar la economía sobre la cual gobierna. ...La mayoría de los países trata de regular y alterar la actividad económica por medio de sus políticas fiscales y monetarias. ...Es tan ampliamente aceptado, como para ser hoy día virtualmente universal, que los gobiernos sean responsables del bienestar material del populacho que ellos gobiernan. Para tal fin, se espera que administre y controle a la economía, que grave y distribuya la riqueza y que provea un surtido de programas de bienestar.” [6]

Como era de esperarse, algunos gobernantes comunistas se han adherido al poder, más notoriamente en China, Corea del Norte, Cuba, al igual que en otros partes. Aun en tierras en donde los comunistas formalmente ya no gobiernan, muchos burócratas y miembros de la nomenklatura privilegiada aún conservan sus cargos y ejercen el poder. A menudo antiguos comunistas conservan los altos o máximos cargos. Los partidos cambian de nombre; aquellos que gobiernan no profesan el marxismo-leninismo, pero ellos eran comunistas, muy a menudo, y todavía están imbuidos, en mayor o menor grado, de las ideas que en aquel entonces mantuvieron.

Esto no lo digo para subestimar el gran significado de la desintegración del Imperio Soviético y de la Unión y la adopción de muchas libertades de Occidente en esos países. Igualmente, sin duda alguna, la tenaz adhesión a la idea que ha tenido agarrado al mundo ha disminuido en algún grado. Ideas que en alguna ocasión fueron tratadas como resueltas de una vez por todas, ahora están siendo ampliamente cuestionadas. Pocos serían tan osados en la actualidad como para declarar que el socialismo es la ola de futuro. Es más bien para afirmar que el mundo todavía está, en mayor o menor grado, agarrado por la idea que dominó en gran parte de este siglo.

En los Estados Unidos este es todavía el caso. Ronald Reagan podría hablar de libertad individual, libre empresa y gobierno constitucional, pero, sin apoyo, él no podría pasar a actuar. Él defendió la reducción de impuestos, pero no pudo promover la remoción, en su esencia, del estado de bienestar. Empezó prometiendo abolir dos ministerios; en vez de ello terminó agregando un ministerio de Asuntos de Veteranos. El presidente Bush ni siquiera pudo mantener su promesa de no poner nuevos impuestos, mucho menos considerar la restauración de un gobierno constitucional. Los votos pueden estar allí para sacudir la idea que ha mantenido al mundo en sus garras, pero, hasta el momento, los políticos han tendido a dudar cuando son confrontados por defensores tenaces del statu quo. Los republicanos que lograron mayorías en ambas cámaras en 1994, pueden, con subvenciones en bloque y con audacia, hacer que los estados asuman la responsabilidad de determinar el destino de la idea que tiene en sus garras al mundo. Pero, de nuevo, puede que ellos no lo hagan.

La idea que tiene al mundo en sus garras tiene un gran atractivo para los pueblos alrededor del mundo. La noción de que el gobierno es responsable del bienestar material e intelectual de las turbas tiene un gran atractivo, especialmente cuando está acompañada por pagos reales y subsidios del gobierno. Mucha gente llega a hacerse dependiente de las dádivas del gobierno e incluso aquellos que no son particularmente dependientes, pueden perder la confianza en su habilidad para mantenerse por sí mismos. Esos sentimientos, actitudes y prácticas son residuos de la mejor parte de un siglo de socialismo de diferentes variedades. Han producido gobiernos extensamente desmedidos y la politización de la vida. Los gobiernos y los políticos son el problema, no la solución.

Individuos fuertes, familias estables, comunidades vitales, gobierno limitado y fe en un Dios trascendente, que nos provee a través del orden natural y las bondades de la naturaleza –esos, por sí solos, pueden romper las garras de la idea. Ahora es un estereotipo que el socialismo es un fracaso; ahora es el momento pleno de actuar bajo la visión que dio lugar a su caída.

[1] Z. A. Jordan, ed., Karl Marx: Economy, Class and Society (New York: Scribner’s, 1971), pp. 126-27.
[2] Ibid., p. 292.
[3] Eugen Weber, ed., The Western Tradition (Boston: D.C. Heath, 1959), p. 292.
[4] Robert Sharlet, “The Union Republics of the U.S.S.R.,” The Americana Annual (1991), p. 44.
[5] Robert Sharlet, “The Second Soviet Revolution,” The Americana Annual (1992), p. 32.
[6] Clarence Carson, Basic Communism: Its Rise, Spread and Debacle in the 20th Century (Wadley, Ala.: American Textbook Committee, 1990), p. 481.

Clarence Carson (1926-2003) fue un historiador quien dio clases en Eaton College, Grove City College y Hillsdale College. Su fuente primaria de publicación fue la Fundación para la Educación Económica. Entre sus muchas obras están los seis volúmenes de A Basic History of the United States.