Pensemos por un momento: ¿acaso no hay muchos hoy en nuestro país pensando en recompensar electoralmente a quien ha demostrado ser evidentemente ineficiente, dispendioso e incapaz?

¿POR QUÉ SEGUIMOS RECOMPENSANDO AL ESTADO POR SU INCOMPETENCIA?

Por Gary M. Galles
Fundación para le Educación Económica
Sábado 17 de febrero del 2018



NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/why-do-we-k...-incompetence/

Estamos menospreciando tanto a la sabiduría antigua como a la moderna.

Antes de sentarme hoy a escribir, experimenté una coincidencia interesante. Con rapidez había visto el podcast de Antony Davies y James R. Harrigan en la Fundación para la Educación Económica, titulado “Why Government Does Keep Expanding?” [“¿Por qué el Gobierno se Mantiene en Expansión?”]

Escuché las noticias acerca de un posible acuerdo político por dos años acerca del presupuesto nacional, que le echaría más dinero tanto a las causas demócratas como republicanas (con el recorte de impuestos no muy lejos en el espejo retrovisor, que obviamente será financiado con un déficit) y me encontré con la discusión de Herbert Spencer al leer en sentido inverso la parábola bíblica de los talentos, la cual brinda un poderoso análisis de por qué expandir el gobierno es una mala idea, desde la perspectiva del bienestar de los ciudadanos. De acuerdo con Wikipedia, en la Parábola de los Talentos:

“...un amo pone a sus sirvientes a cargo de sus bienes mientras que él se va de viaje. A su regreso, el amo valorará la administración de sus sirvientes. Los evalúa de acuerdo con qué tan fiel ha sido cada uno de ellos, al hacer inversiones sabias de sus bienes para obtener una ganancia. Es claro que el amo buscó obtener ganancias con la administración que hicieran los sirvientes. Una ganancia indica fidelidad por parte de los sirvientes. El amo recompensa a sus sirvientes según como cada uno haya manejado su administración. Él juzga a dos sirvientes por haber sido “fieles” y les da una recompensa positiva. Al único sirviente infiel, que “jugó por la segura,” le es dada una recompensa negativa.”

Fui impactado por lo aptas que son de las intuiciones de Spencer expuestas en su ensayo “Over-legislation” [“Legislación Excesiva”], primeramente publicado en el Westminster Review de julio de 1853 y reimpreso en su The Man Versus the State [El Hombre Contra el Estado], con respecto al aun posible acuerdo político por dos años sobre el presupuesto nacional para aumentar el gasto, que forma que pensé que lo compartiría con una audiencia que lo apreciaría.

“El pensador cauteloso puede razonar –‘Si en... asuntos personales, en donde todas las condiciones del caso me son conocidas, muy a menudo he calculado mal, qué tanto más a menudo calcularé mal en asuntos políticos, en donde las condiciones son muy numerosas, muy extendidas, muy complejas, muy obscuras para ser entendidas... me encuentro atrapado ante la incompetencia de mi intelecto para dar consejos a la sociedad.”

“Hay gran necesidad de esta humildad práctica en nuestra conducta política... mientras todos los días relatan un fracaso; cada día reaparece la creencia de que sólo se necesita una Ley y un equipo de funcionarios para lograr cualquier fin deseado.”

“Si el Estado satisficiera eficientemente sus deberes incuestionables, habría algo de excusa para este deseo de que se le asignen nuevos deberes. Si no hubiera quejas acerca de una fallida administración de justicia... de su juego de tirano mientras que debía haber sido el de protector... si, en resumen, hubiéramos comprobado su eficiencia como juez y defensor... habría algún ánimo para tener esperanzas de otros beneficios de sus manos.”

“O si... el Estado hubiera comprobado por sí mismo ser un agente capaz en algún otro departamento... aunque hubiera fallado en todo lo demás, aunque en un sólo caso lo hubiera hecho bien, el optimista habría tenido una excusa creíble para esperar el éxito en ese nuevo campo.”

“No obstante, tal como es, parece que ellos han leído al revés la parábola de los talentos. No es al agente que mostró eficiencia al que se le consignan nuevos deberes, sino al agente negligente y que comete grandes errores. La empresa privada ha hecho mucho y lo ha hecho bien... Por tanto, no confíen en la empresa privada... confíe en el Estado. Desprecie al buen y fiel sirviente y promueva al improductivo.”

“Ante el mal desempeño de los gobiernos en cumplir con sus deberes verdaderos, cualesquiera otros deberes que se le encarguen es muy posible que los haga aún peor. Proteger a sus súbditos contra la agresión, ya sea individual o nacional, es un asunto sencillo y tolerablemente simple; regular, directa o indirectamente, las acciones personales de esos súbditos es un asunto infinitamente complicado.”

“Una cosa es asegurar a cada hombre el poder ilimitado para que persiga su propio bien; es una cosa muy diferente perseguir el bien para él. Para hacer lo primero eficientemente, el Estado tiene tan sólo que mirar cuando sus ciudadanos actúan; para prohibir injusticias; para juzgar cuando se le llama y para aplicar la restitución cuando hay daños. Para hacer eso último eficientemente, debe convertirse en un trabajador ubicuo -debe conocer mejor las necesidades del hombre que como propiamente los conoce aquél- debe, en resumen, poseer un poder e inteligencia sobrehumana. Incluso, por tanto, si el Estado se hubiera desempeñado bien en su propia esfera, no habría existido garantía alguna suficiente para extender tal esfera; pero, al ver qué tan mal ha desempeñado esos simples oficios que nosotros le hemos confiado, pequeña es, en efecto, la probabilidad de que desempeñará bien tareas de una naturaleza más complicada.”

“Entre estas agencias creadas por ley y las que son formadas espontáneamente, ¿quién puede entonces tener duda? Las de una clase son lentas, estúpidas, extravagantes, inadaptadas, corruptas y obstruccionistas: ¿puede alguien apuntarle a la otra, vicios que sirvan de contrapeso a estos? Es cierto que el comercio tiene sus deshonestidades, las especulaciones sus locuras. Esos son males inevitablemente vinculados con las imperfecciones de la humanidad. Sin embargo, es igualmente cierto que esas imperfecciones de la humanidad las comparten funcionarios del Estado; y que, al terminar siendo incontroladas por la misma disciplina estricta, crecen hasta llegar a peores resultados.”

“Dada una raza de hombres que tiene cierta proclividad a la malversación... la pregunta es si ¿puede una sociedad de estos hombres ser así organizada, de forma que la mala conducta dé lugar a la penalización o si será organizada de forma tal que la penalización no será remotamente contingente con la mala conducta? ¿Cuál será la comunidad más saludable –aquella en la cual los agentes que realizan mal sus funciones, sufren inmediatamente ante el retiro del patrocinio público; o aquella en la cual tales agentes pueden ser objeto de sufrimiento sólo por medio de un aparato compuesto por reuniones, peticiones, centros de votación, divisiones parlamentarias, consejos de gobierno y documentos burocráticos? ¿No es una esperanza absurdamente utópica que los hombres se comportarán mejor cuando la corrección se encuentra lejos y es incierta que cuando está cerca y es inevitable? No obstante, esta es la esperanza que la mayoría de los conspiradores políticos inconscientemente aprecian... que lo que proponen lograr que se haga, asumen que los agentes nombrados lo harán. Que los funcionarios son confiables es su primer postulado. Sin duda alguna, si se pudiera asegurar que son buenos funcionarios, se puede decir mucho de la oficialidad; al igual que el despotismo tendría algunas ventajas si pudiéramos asegurarnos de un buen déspota.”

“De aquí, entonces, el hecho de que, mientras que uno de los órdenes de los medios siempre está fracasando, haciendo peor las cosas o produciendo más males que los que cura, el otro orden de los medios siempre está teniendo éxito, siempre mejorando. Fuerte como luce al principio, la agencia Estatal perpetuamente desilusiona a todos. Tan insignificantes como son sus primeras etapas, el esfuerzo privado diariamente logra resultados que asombran al mundo.”

Entonces, ¿dónde está la garantía de las extensiones constantemente propuestas de la acción legislativa?... En una gran cantidad de casos, las medidas gubernamentales no remedian los males a los cuales se dirige... en otra gran cantidad de casos, hace peores a los males, en vez de remediarlos... en una tercera gran cantidad de casos, en tanto que curan algunos males, acarrean otros y, a menudo, mayores; si... la acción pública es continuamente superada en eficiencia por la acción privada; y si... la acción privada es obligada a compensar las deficiencias de la acción pública... ¿qué razón hay para desear más administraciones públicas? Los promotores de ello pueden alegar crédito por su filantropía, pero no por sabiduría; a menos que la sabiduría sea mostrada sin tomar en cuenta a la experiencia.”

“Si, en donde una parte justa de inteligencia puede esperarse que los conduzca hacia lo correcto, los legisladores y sus funcionarios se equivocan tanto, qué tan terriblemente se equivocarían cuando ninguna cantidad de inteligencia sería suficiente para ellos –cuando deben decidir entre una cantidad de necesidades, corporal, intelectual y moralmente, que no admiten comparación directa alguna y qué tan desastrosos deben ser los resultados, si actúan con base en sus propias decisiones erróneas.”

En su introducción a The Man Versus The State [El Hombre Contra el Estado], Albert Jay Nock hizo un trabajo excelente al capturar la creencia básica de Spencer, instruida por la lógica y la historia. Era que:

“Las intervenciones del Estado sobre el individuo deberían confinarse a penalizar los crímenes contra la persona o la propiedad... Más allá de esto, el Estado no debería meterse. Todo lo que el Estado puede hacer en el mejor interés de la sociedad... es por medio de estas intervenciones puramente negativas sobre el Ciudadano.”

Esa visión es la razón de por qué pueden trazarse conexiones entre Spencer y personas como Friedrich Hayek, Murray Rothbard, Wlliam Graham Sumner, Robert Nozick, Leonard Read y muchos otros, quienes vieron la incomparable importancia de la libertad para una cooperación efectiva, moral y social. Y nosotros estaríamos bien aconsejados si aprendemos de, y nos oponemos, a continuar leyendo en sentido inverso la parábola de los talentos.

Gary M. Galles es profesor de economía en la Universidad Pepperdine. Sus libros recientes incluyen Faulty Premises, Faulty Policies (2014) y Apostle of Peace (2013). Es miembro de la facultad de la Fundación para la Educación Económica (FEE).