Este es el tercero y último capítulo de la serie de tres que traduzco del libro del filósofo e historiados Clarence Carson The World in the Grip of an Idea, escrito en 1976. Este capítulo hace una excelente explicación del camino evolutivo hacia el socialismo y es especialmente útil para explicar muchas de las prácticas que aún prosiguen en nuestras naciones, más o menos veladamente. Nuestro país no es excepción, lamentablemente.

EL MUNDO EN LAS GARRAS DE UNA IDEA: 3. EL SOCIALISMO EVOLUCIONARIO

Por Clarence Carson
Fundación para la Educación Económica
Martes 1 de marzo de 1977


En esta serie, el Dr. Carson examina la conexión entre ideología y las revoluciones de nuestra época y traza el impacto sobre diversos países importantes y la extensión de las ideas y prácticas alrededor del mundo.

A menudo se ha hecho notar el atractivo que el marxismo tiene para los intelectuales. Una parte de la razón de ello no es un misterio en particular. El marxismo conserva la esperanza intelectual de escaparse de una de sus más persistentes frustraciones. Un intelectual, por definición, es alguien devoto de las ideas, su formulación y su exposición. Pero, las ideas sólo se completan o se satisfacen cuando son puestas en práctica. Al menos es así para algunas ideas, particularmente aquellas que tienen que ver con el cambio social. No obstante, es ahí en donde yace la fuente de la frustración de intelectuales modernos, en el tanto en que su tribu se ha hecho más numerosa y sus ideas más abundantes: a menudo se les niega cualquier impacto sobre la sociedad. Sus ideas yacen dormidas; llenan páginas de libros, pero no se ponen en práctica.

Karl Marx proyectó una visión de un final dramático a este estado de cosas. Para Marx, la historia de las ideas era realmente una historia de las ideologías. Estas ideologías surgieron como racionalizaciones de las posiciones de clase. Las ideas necesariamente estaban separadas de la realidad, en el tanto en que los pensadores estaban alienados de sus propias naturalezas por acuerdos y conflictos de clases. Venga la revolución, decía él, y terminará la alienación y las ideas se convertirían en una realidad. Con la destrucción de las clases terminaría la alienación del hombre con su naturaleza y podría experimentar la realidad directamente, sin ya necesitar más verla a través de los lentes distorsionados de las ideas. “La filosofía se convierte en el mundo de la realidad,” dijo él. [1] La frustración del intelectual presumiblemente terminaría, pues él ya no tendría más una concepción del mundo diferente del mundo que estaría experimentando.

Desafortunadamente, o afortunadamente, si uno lo prefiere así, el final de la ideología con la revolución implica, lógicamente, un final a la función del intelectual, tal como lo señaló Thomas Molnar en The Decline of the Intellectual [La Decadencia del Intelectual]. Cuando todo mundo percibe la realidad clara y directamente, no hay necesidad de cuerpos especializados de intérpretes. Cuando la idea se ha convertido en realidad, no hay espacio para las controversias de los intelectuales. Muchos intelectuales en tierras comunistas se desatendieron en cómo resolver esto, y algunos de ellos no sobrevivió para lamentarlo.
EL HOMBRE NECESITA DE UN PROPÓSITO

Hay una razón mucho más profunda del atractivo del marxismo para los intelectuales; de no ser así, nunca habría ganado el apoyo que ha tenido. Es que el hombre necesita de una explicación del mundo en el cual vive. Quiere sabe de dónde viene y adónde va. Sobre todo, necesita de un propósito en la vida, un propósito que va más allá de sí mismo, pero con el cual él se pueda identificar y encontrar significado. Necesita, en una palabra, de religión. Pero, en la era moderna, muchos intelectuales se separan ellos mismos de las religiones tradicionales. Ya sea que ignoran la religión o que se convierten en agnósticos o en ateos, muy a menudo de la variedad más militante. El marxismo tomó en ellos el lugar que la religión, por lo general, había tenido para la mayoría de los hombres.

El marxismo, como se hizo notar antes, es una religión anti-religiosa. Es una religión terrenal, materialista, centrada en el hombre, cataclísmica, profética y dogmática. El materialismo dialéctico es su revelación. La historia es su dios. Marx es su profeta. Lenin es su encarnación. La revolución es su día del juicio. Y el comunismo es su paraíso.

Su argumento de que ser científico incluso satisface al deseo del intelectual de tener una religión racional.

Por supuesto, el marxismo no es científico; tampoco el análisis económico ni la predicción histórica pueden cumplir con los requisitos de la ciencia. Son un compuesto de un alegato especial, de ilusiones vanas y de abstracciones cuidadosamente elegidas. Pero, no debería suponerse que el atractivo del marxismo se vería ampliado si fuera una ciencia. Por el contrario, si fuera una ciencia, sería tan sólo una ciencia lúgubre. El atractivo del marxismo yace en sus paradojas, en sus contradicciones, en el propio hecho de que creer en él requiere de un acto de fe, tal como lo hace cualquier religión. El intelectual de temperamento apropiado encuentra en la religión marxista la esperanza para los desesperanzados, significado en la historia, la resolución prometida de todo conflicto y la expectativa de unión, incluso comunión, con todos los hombres.
LA RELIGIÓN DEL SOCIALISMO

Entonces, el marxismo es la religión del socialismo. Muchos, muchos, intelectuales han sido, y están siendo, atraídos por esta religión anti-religión llamada comunismo. En efecto, la mayoría de los socialistas se identifica en algunas formas con él. Tal vez ven en él la iglesia a la cual ellos habrían pertenecido si sólo hubieran tenido la experiencia necesaria de la conversión. Lo más posible es que vean en él una tarea en común como si fuera la propia, sólo que es una que utiliza métodos y tácticas que ellos no pueden aprobar. En todo caso, muchos de aquellos atraídos por él no se han convertido en comunistas. Por cualesquiera razones, se han inclinado a otras variedades de socialismo.
Sería más apropiado decir que se convirtieron a la otra variedad de socialismo, debido a que, para propósitos de este trabajo, todo socialismo está siendo clasificado ya sea como socialismo revolucionario o como socialismo evolucionario. Es tentador lidiar con el otro socialismo como un marxismo pasado por agua. Este punto de vista tiene cierto sentido. En verdad, cuando cualquier otro enfoque hacia el socialismo se compara con el enfoque revolucionario, no resulta ser nada comparado con éste. Es más, el hombre que le dio curso a la frase “socialismo evolucionario,” Eduard Bernstein, usualmente se le clasifica como un marxista revisionista.

No obstante, es una tentación que debería ser resistida. El marxismo no es la raíz del socialismo; es tan sólo su rama más virulenta. Incluso la Socialdemocracia alemana, en la cual tanto Marx como Bernstein pueden ser mejor entendidos, fue enormemente influenciada por el contemporáneo de Marx, Ferdinand Lassalle. Tal vez los Fabianos británicos fueron influenciados en un tanto igual por Henry George, digamos, que como por Marx. El socialismo de las guildas en Francia tenía aún otros orígenes. En los Estados Unidos, hubo socialistas nativos de los Estados Unidos quienes le dieron al socialismo estadounidense su propio sabor nacional. En efecto, una de las distinciones entre el marxismo y el socialismo evolucionario es que el último es casi invariablemente socialismo nacional, en tanto que el primero alega ser, y en cierto sentido lo es, internacional.
DIFERENCIAS SUTILES

Puede ser más útil pensar acerca de ambos socialismos como perteneciendo a la misma familia, pero siendo de diferentes especies. Sin duda alguna, comparten rasgos comunes, tales como lo hacen miembros de una familia biológica. Pero, son lo suficientemente diferentes el uno del otro como para que se les consideren especies distintas. La idea básica de la cual ellos surgen es la misma, pero su articulación es claramente diferente. Es tan diferente que los dos se funden sin tener que convertirse en el uno o en el otro. Para ser más exacto, un socialista revolucionario puede aprobar una revolución aquí o allá, pero, a partir de ello, él no se convierte en un revolucionario. De manera similar, un socialista revolucionario puede aprobar alguna intervención gubernamental, incluso trabajar para lograrla, pero permanece, todo el tiempo, siendo un revolucionario convencido. Aquellos de nosotros que no somos socialistas podemos encontrar esas distinciones difíciles de comprender, pero, ¡ojalá!, se esclarecerá con alguna exposición.

Una diferencia importante entre los dos es el tema de la religión. El marxismo -el socialismo revolucionario- es una especie de religión. El socialismo evolucionario no lo es. Esto no significa que no haya artículos de fe y cosas en las que uno cree si es socialista. Las hay. Es más bien que no son religiosas en cuanto a carácter. Ni tampoco debe pensarse que la creencia socialista es menos tenaz porque no es religiosa. Mi impresión es que bien puede ser aún mayor. Las creencias en el socialismo evolucionario a menudo son adquiridas de la misma forma en que lo son las costumbres, los hábitos y las tradiciones. (Por supuesto que todos los socialismos son anti-tradicionales en el sentido más profundo, pero es el método del socialismo evolucionario operar dentro del marco heredado, aun cuando este está siendo alterado). Tienen el poder de permanencia de las tradiciones una vez que son adquiridas.
GRADUALISMO, DEMOCRATISMO Y ESTATISMO

Hay tres elementos principales en las tácticas del socialismo evolucionario. Todos los tres se distinguen del marxismo en teoría y, al menos dos de ellos, tienen diferencias reales. Estos son: gradualismo, democracia y estatismo.

El gradualismo tiene varios significados y funciones dentro del socialismo evolucionario. En el nivel más evidente, define una diferencia entre él y el comunismo. Al socialismo se ha de llegar gradualmente, paso a paso, en vez de una transformación lograda por la revolución. Otro aspecto de él está contenido en la doctrina fabiana de la permeabilidad. Tal como la describe Sidney Webb, la política de permeabilidad fue una de inculcación:

el pensamiento socialista y los proyectos socialistas dentro de las mentes no sólo de los completamente convertidos, sino en las de aquellos con quienes hallamos que están en desacuerdo con nosotros ─y no escatimamos esfuerzos en estos afanes propagandísticos, no sólo entre los políticos liberales o radicales, sino también entre los conservadores políticos; no sólo entre los sindicalistas y cooperadores, sino también entre patronos y financistas...” [2]

El gradualismo estaba estrechamente ligado con las teorías de la evolución geológica y biológica que estaban ganando influencia al mismo tiempo que estas ideas socialistas. Marx había declarado que la situación del proletariado continuaría deteriorándose o, más precisamente, que más y más gente sería reduciría a la condición proletaria. Más y más riqueza estaría concentrada en menos y menos manos. Esto continuaría hasta el punto en que sería intolerable. En este punto catastrófico, el momento estaría maduro para la revolución. El gran cambio podría ser llevado a cabo solo por algo así como un derrocamiento revolucionario del viejo sistema y la toma del poder por el proletariado. También, la teoría de la evolución era útil para Marx, pues podría usarse para apoyar la idea de que podrían ocurrir cambios básicos y fundamentales en la naturaleza humana. Pero, su idea revolucionaria estaba ligada a la noción de un cambio catastrófico, en vez de un cambio gradual.

Los gradualistas, por otra parte, creían que las condiciones, particularmente en países industriales avanzados, ya se estaban moviendo gradualmente hacia una conclusión socialista. Bernstein lo puso de esta manera:
“En todos los países avanzados vemos a los privilegios de la burguesía capitalista cediendo paso a paso ante organizaciones democráticas. Bajo la influencia de esto, e impulsado por el movimiento de las clases trabajadoras, que cada día se hace más fuerte, se ha instituido una reacción social contra las tendencias explotadoras del capital, una neutralización que, aun cuando todavía procede tímida y débilmente, aun así existe, y cada día está logrando que más y más departamentos de la vida económica estén bajo su influencia. La legislación fabril, la democratización del gobierno local y la extensión de su área de trabajo, la liberación de restricciones legales a los sindicatos y sistemas cooperativos, la consideración de las condiciones de los estándares laborales en el trabajo llevada a cabo por las autoridades públicas –todas estas caracterizan esta fase de la evolución.” [3]

EL GRADUALISMO FABIANO

Los fabianos eran dados a enfatizar que el cambio que estaba tomando lugar no era simplemente resultado de cambios en el poder político. Era, alegaban ellos, inherente al sistema industrial. Uno de los Essays [Ensayos] fabianos describe el proceso de esta manera:

“El sistema fabril, la industria de la máquina, el comercio mundial, han abolido la producción individualista; y la culminación de la forma cooperativa, a la cual nos está conduciendo la etapa transitoria del capitalismo individualista, logrará una conformidad con la ética social, una condición universal de existencia tolerable para el individuo.” [4]

En resumen, los gradualistas alegaron que la dirección de la evolución industrial, social y política ya iba en camino de su objetivo deseado de socialismo. Qué tanto difería esto del punto de vista marxista, quedó claramente establecido por Eduard Bernstein:

“La vieja visión del colapso social que surge ante nosotros como resultado de los argumentos de Marx... es la imagen de un ejército. Empuja hacia adelante, con rodeos, sobre palos y piedras, pero es constantemente conducido hacia abajo en su marcha hacia adelante. Finalmente llega a un gran abismo. Más allá de él se presenta atrayente el objetivo deseado –el estado del futuro, que puede ser logrado tan sólo atravesando un mar; un mar rojo, como alguien ha dicho. Ahora bien, esta visión cambia y otra toma su lugar... Esta visión nos muestra el camino a la clase trabajadora, no sólo hacia adelante, sino que, al mismo tiempo, hacia arriba. Los trabajadores no sólo crecen en número, sino que también se eleva su nivel económico, ético y político...” [5]

Entonces, se formuló el ligamen entre el movimiento gradual hacia el socialismo y la idea del progreso evolucionario. Una puede decir, siguiendo este cruce, que el socialismo fue la meta, el gradualismo el camino, y el progreso evolucionario la máquina para llegar allí. Ciertamente ha sido un carburante sumamente útil. La idea de progreso ha sido poderosamente atrayente durante el último par de siglos. Muchos han llegado a creer que el gran progreso en realidad estaba teniendo su lugar. Si lo estaba, una pregunta importante es por qué eso tenía que ver algo con el socialismo. No obstante, los gradualistas lo presentaron no como una propuesta establecida en necesidad de ser comprobada, sino como la respuesta al acertijo de la historia. La noción de que el movimiento hacia el socialismo es progresar les ha servido muy bien. Les ha permitido alegar que todos los actos que se mueven en su dirección eran progresistas, mientras que aquellos que se les oponían eran regresivos y reaccionarios.

LA DEMOCRACIA PRÁCTICA

Cuando los socialistas evolucionarios dicen que son democráticos, eso no significa exactamente es lo que parece significar. Para acercarse a la vecindad de su significado es necesario recordar uno de los temas que dividió a los socialistas alemanes a mediados del siglo diecinueve. El asunto era este: ¿Deberían los socialistas participar en las elecciones y aceptar puestos en las legislaturas? Más ampliamente: ¿Deberían los socialistas participar en gobiernos burgueses? Para ponerlo en la parla actual: ¿Deberán los socialistas participar en el sistema? Al participar en él, ¿no le estarían dando una aprobación tácita a él? Los revolucionarios tendían a responder que eso lo haría. El estado -y, más enfáticamente, el estado burgués- era el enemigo. Aquellos que asumieron la otra posición fueron al principio llamados socialistas democráticos. Ellos también fueron llamados parlamentaristas, dando a entender su voluntad de participar en el gobierno.

En la realidad, los socialistas evolucionarios son los que ahora a menudo se refieren como pragmáticos. Lo que esto significa en términos socialistas es que ellos no están casados con cualesquiera medios particulares para el logro del poder y la promulgación de sus políticas. Por tanto, democracia para ellos puede significar la regla de la mayoría cuando tienen una mayoría. Por otra parte, puede significar igualdad cuando están presionando por la emancipación de alguien o por el uso de algo diferente de un voto parlamentario para el logro de sus fines. Incluso la forma que eventualmente el socialismo asumirá, de hecho, si tendrá alguna forma final, no importa mucho. Edouard Bernstein tuvo problemas con otros socialistas cuando al principio trató de expresar este punto de vista. Él había dicho que el “objetivo final” del socialismo era de poca importancia. He aquí la explicación ulterior que dio acerca de lo que daba a entender:

“En este sentido, yo escribí la frase de que el movimiento significa todo para mí y que los que usualmente es llamado ‘el objetivo final del socialismo’ no es nada... Incluso si la palabra ‘usualmente’ no hubiera mostrado que la proposición era sólo a ser entendida condicionalmente, fue obvio que no podía expresar indiferencia en relación con la realización final de los principios socialistas, sino sólo indiferencia -o, como sería expresado mejor, despreocupación- en cuanto a la forma del acuerdo final de las cosas.” [6]
EL OBJETIVO LO ES TODO

Lo que fue impactante de la declaración original de Bernstein es que él parecía tomar el asunto desde el extremo equivocado. Lo que él debería de haber dicho, supone uno, es que los medios no importaban, sino que el final o el objetivo final del socialismo era todo. Aún así, cuando fue presionado sobre ello, él no se retractó; reafirmó su devoción hacia los principios, no a los objetivos. En la realidad, él cambió de posiciones. Él había dicho que “el movimiento significa todo,” no que los principios lo son. Su significado original puede haber estado más cercano al corazón del socialismo evolucionario. Él estaba diciendo, si es que lo entiendo bien, que lo que es el paraíso del socialismo no importa, en el tanto en que estemos camino hacia él. Es en el esfuerzo concertado para lograrlo cuando los frutos se harán realidad, no en algún objetivo distante que ha de lograrse.

A pesar de cualquier impresión en contrario, lo que resulta de esto es que los métodos no importan en el tanto que, en principio, sean colectivistas. Lo que él estaba proclamando era la necesidad de la actividad política como la tarea necesaria inmediata de los socialistas. Lo que él estaba arguyendo en contra era que estar involucrado en política era el camino equivocado para lograr el socialismo, que los medios políticos no iban de acuerdo con el objetivo final del socialismo. Él estaba debatiendo contra aquellos que estaban argumentando en favor de algún modelo al cual el socialismo se habría de parecer. Él no tenía tal modelo, estaba diciendo, y que no se vería apartado de usar métodos que eran colectivistas debido a algún objetivo final hipotético.

¿Significa esto que los socialistas evolucionarios son democráticos en principio? Un biógrafo de Bernstein ha resumido su posición madura de esta manera:

“La social democracia lucha por la democracia en el estado, la provincia y la comunidad como un medio de hacer realidad la igualdad política de todos y como una palanca para la socialización de la tierra y de las empresas capitalistas. No es el partido de los trabajadores en el sentido de que acepta sólo a trabajadores como sus miembros –cualquiera que se suscriba a sus principios puede pertenecer a él. Pero su atractivo principal es para los trabajadores, pues la liberación de los trabajadores debe ser la tarea principal de los propios trabajadores. El trabajo principal de la Social Democracia es proveer a la clase trabajadora con esta idea y organizarla económica y políticamente para su lucha histórica.” [7]

Sidney Webb describió la conexión entre socialismo y democracia en estas palabras:

“en el tanto... en que democracia en la administración política continúa siendo el principio dominante, el socialismo puede predecirse, con mucha seguridad, como su anverso económico, a pesar de esas taras y aberraciones de la democracia que aquí y allá ya han vomitado una monarquía de corta vida o una dictadura romántica. Todo incremento en el poder político del proletariado con toda seguridad que será usado por ellos para su protección económica y social...” [8]

En la realidad, sería más exacto decir que el colectivismo era el objetivo y la democracia el medio. La democracia ofrecía el modo para la toma de decisiones colectivas. Es más, proveía los medios para impulsarse hacia emancipar a más y más de la población. Con un sufragio casi universal, ellos tenían la esperanza de que las medidas socialistas serían siempre más fáciles de ser promulgadas. La democracia se convirtió en una mística en el curso de ese esfuerzo, una mística del camino apropiado para actuar e incluso una especie de objetivo místico.
DESCANSAR EN EL PODER DEL ESTADO

El socialismo evolucionario es estatista. Usa determinadamente el poder del gobierno para sus propósitos. A la luz de él, sin embargo, esto no distingue al socialismo evolucionario del revolucionario. La diferencia, tal como lo es, es parcialmente teórica y en parte acerca del papel que se supone que el gobierno debe desempeñar y cómo ha de hacerlo. En teoría, los marxistas no son estatistas. El Estado, de acuerdo con Marx, se suponía que se desvanecería bajo el comunismo. A pesar de ello, eso dependía de una transformación de los seres humanos y de la sociedad que no han tenido lugar. Dejando eso de lado, todavía existen diferencias entre el socialismo revolucionario y el evolucionario.

Los evolucionarios proponían el uso del estado existente y trabajar dentro de él. Gradualmente transformarían al estado incluso en el tanto en que los hombres y la sociedad estaban siendo transformados. Por contraste, los revolucionarios proponían que la estructura del viejo estado debería ser destruida y, en su lugar, construida una nueva.

Los socialistas evolucionario han sido intervencionistas. Ellos propusieron trabajar y lograr sus objetivos, al menos en parte, interviniendo en el sistema capitalista, tal como ellos lo describían. Eventualmente alterarían y transformarían la estructura económica mediante sus intervenciones. Los revolucionarios eran holistas en su enfoque. Ellos se apoderarían del aparato estatal, lo cambiarían y lo redirigirían, de forma que ya no sería más lo que había sido. Lo usarían no simplemente para alterar la economía paso a paso, sino que destruirían al viejo sistema y pondrían otro en su lugar. Ambos, sin duda, son estatistas, al menos para aquellos que no aceptan los misterios de la terminología comunista, pero hay diferencias en los enfoques.

No hay que parpadear ante el hecho de que el socialismo evolucionario difiere en algún grado y que muestra una cada diferente de lugar a lugar. Ya se ha señalado que por su naturaleza es nacionalista. Incluso hasta es llamado con nombres distintos en diferentes países. En Alemania es hoy el Partido Socialdemócrata, aun cuando la mayoría de los partidos políticos están en capacidad de estar en algún grado bajo sus designios. En Inglaterra, el Partido Laborista ha sido la punta de lanza del socialismo evolucionario. En otras tierras son los partidos Socialcristianos. En los Estados Unidos, sus devotos son más a menudo conocidos como “liberales,” pero también han sido conocidos por otros nombres. En épocas más recientes, el Partido Demócrata ha estado al frente del impulso por reformas de tipo gradualista. LA ESTRATEGIA CAMBIA

Las tácticas de los socialistas difieren mucho de país a país. En aquellas naciones en donde el socialismo es reconocido como un objetivo deseable, algunas veces tan sólo es suficiente una recomendación de las medidas que se requieren para el socialismo. Pero, en países como los Estados Unidos, en donde pocos de los promotores actuales declaran su socialismo, y en donde difícilmente sería considerado con una recomendación, las medidas son promovidas por otros motivos.

La cosa asombrosa es el ímpetu continuo hacia el socialismo y la consistencia notoria de nación a nación en lo que se busca. Incluso a pesar de los fracasos más obvios, a pesar de los rechazos políticos de vez en cuando, a pesar de las diferencias culturales entre país y país, el ímpetu surge de nuevo, una y otra vez, y se siguen promulgando los mismos tipos de medidas.

Siempre ha de surgir la pregunta acerca de adónde y cuál es la fuente de este ímpetu y consistencia. Los ímpetus y la consistencia del comunismo no son tan difíciles de explicar. Después de todo, el comunismo es un movimiento internacional, apoyado por naciones en donde los partidos comunistas tienen el poder, como la Unión Soviética, la República Popular China y Cuba. Existe una línea de partido controlada desde Moscú, Pekín o de donde sea. También, el comunismo es expande por la conquista militar. Pero, la parafernalia para esto en mucho está ausente en el socialismo evolucionario. No existe un cuerpo ya sea con el poder o la autoridad para promulgar una línea de partido a través de las fronteras de las naciones. Incluso dentro de países, usualmente no existe un cuerpo que sea autoridad que haga cumplir alguna línea de partido. Es cierto que los Estados Unidos, o tal vez otras naciones, pueden promover medidas socialistas por medio de programas de ayuda externa, pero estos difícilmente explicarían el ímpetu continuo hacia el socialismo. La noción de que ello es hecho por algún grupo internacional es atractiva, pero tales organizaciones, tal como hoy existen, carecen del poder y la autoridad para promover el socialismo tan a fondo.

La respuesta, tal como hasta el momento la hemos explorado, es esta. El mundo se encuentra en las garras de una idea. La idea es usar al gobierno para lograr la felicidad humana en esta tierra, al concertar todos los esfuerzos para que sea llevada a cabo y que erradique y destruya todo aquello que se atraviesa en el camino. La idea, en su articulación marxista, es una religión anti-religiosa. La idea, en su actitud gradualista es una fe secular. No es proclamada por los gradualistas como siendo ya sea secular o una fe. No es una religión. Acepta votantes de todas las religiones y de ninguna, los laicos reclaman como suyo todo lo bueno que se encuentra en esas religiones, y usan como apoyo los elementos de la creencia religiosa tradicional que tenga cualquier parecido con la idea. Su fe está en el progreso, en la democracia colectivista, en la posibilidad de cambiar la naturaleza humana y, eventualmente, en concertar todos los esfuerzos detrás del movimiento, para lograr la felicidad humana en esta tierra.
PLANIFICACIÓN A LARGO PLAZO

Los marxistas ofrecen a los intelectuales la esperanza de que las ideas se harán realidad. Los socialistas evolucionarios ofrecen no sólo empleo temporal a los intelectuales, sino también posiciones permanentes. Dado que la evolución es un amorío extremadamente de largo plazo, no hay probabilidad de que en el futuro previsible se terminará la necesidad de ideas. A los desposeídos, a los vagabundos, a quienquiera que conciba que ellos no han recibido sus merecimientos (y su número son legiones), tanto el socialismo revolucionario como el evolucionario les prometen que todo eso cambiará. Ambos sostienen una visión de perfección, independientemente de las realidades de un mundo imperfecto, y proclaman que saben cómo lograr la perfección. Si la historia está a favor de ellos (ya sea una historia cuyo proceso supuestamente fue científicamente encontrado por Marx o una historia identificada por patrones evolucionarios progresivos), ¿quién puede estar en contra de ellos? Estos son, por una parte, los lineamientos de una religión y, por la otra, de una fe secular.

Sin embargo, el objetivo principal de este trabajo no es escribir acerca de ideas. El énfasis es en el agarre, no en la idea. Para mostrar las garras, es necesario mirar las acciones de los gobiernos en algunas tierras bajo el poder de las ideas socialistas. Allí descubriremos no la visión beatífica predicha por los profetas socialistas, sino las duras realidades producidas por las aplicaciones de fuerza y violencia.
DESDE LAS IDEAS A LA PRÁCTICA

La discusión de las ideas del socialismo revolucionario y del evolucionario tiene aquí un objetivo primordial. Es mostrar la conexión entre ideas y prácticas. Los socialistas de cualquier persuasión enfocan su atención y hablan principalmente acerca de los asuntos económicos. Ellos proclaman que los males que nos aquejan tienen un origen económico. Pero, la tarea que ellos se proponen llevar a cabo no involucra simplemente un re-arreglo de las economías. Una economía no existe en un aislamiento sublime del hombre, de la sociedad, de la moral, de la religión, de la cultura, de los hábitos, de las costumbres y de las tradiciones.

De hecho, la economía es lo que es porque el hombre es lo que es. Siendo esto así, cualquiera que intenta instituir unos acuerdos económicos nuevos y diferentes, por fuerza debe también diseñar un hombre nuevo, una nueva sociedad, una nueva moral, etcétera. Puede ser menos doloroso llegar a ello gradualmente, en vez de una sola vez, pero el daño finalmente deberá ser hecho. El daño deberá ser hecho cualquiera que sea la vía tomada. El daño debe ser hecho porque el anciano, la vieja sociedad, la vieja moral, etcétera, deben ser extirpados, alterados o destruidos. El enfoque evolucionario es mucho más sutil, pues mucho de este proceso se oculta bajo argumentos distractores y métodos graduales. No obstante, ahí está.
LA PÉRDIDA DE LA INDEPENDENCIA

El impacto del empujón hacia el socialismo es la destrucción de la independencia del individuo y dejarlo expuesto al poder del gobierno y a la influencia de quien sea que lo tiene o lo ejerce. Esto es así porque el empuje del socialismo es la remoción de todos los apoyos mediante los cuales él puede presentarse como un individuo: los respaldos de una sociedad libre, de la moralidad, de la religión, de la costumbre y de la tradición. La lógica de este desarrollo está en la idea socialista.

Nos dirigimos ahora a la exploración de este impacto en diversos países en los cuales ha sido aplicado. Sin duda alguna, el impacto variará de país en país. Ciertamente variará dependiendo de si lo que está en operación es un socialismo revolucionario o uno evolucionario. También, de vez en cuando y de lugar en lugar, variará dependiendo de los líderes. Cada país tiene una historia diferente y cada pueblo tiene diferentes caminos. Pero, cuando todo esto se haya dicho, existe sólo un camino definitivo para estudiar el impacto de una idea, y Un Híbrido Extraño que está sobre las personas verdaderas en las situaciones en las cuales los hallamos.

Luego: 4. Russia: el Viejo Régimen y los Nuevos Revolucionarios

NOTAS:

[1] Citado en Thomas Molnar, The Decline of the Intellectual (Cleveland: World Publishing Co., 1961), p. 81.
[2] Harry W. Laidler, History of Socialism (New York: Thomas Y. Crowell, 1968), pp. 220-21.
[3] Eugen Weber, ed. The Western Tradition (Boston: D.C. Heath, 1959), p. 663.
[4] Laidler, op. cit., p. 212.
[5] Citado en Peter Gay, The Dilemma of Democratic Socialism (New York: Collier, 1962), pp. 147-48.
[6] Weber, op. cit., pp. 664-65.
[7] Gay, op. cit., pp. 251-52.
[8] Laidler, op. cit., p. 199.

Clarence Carson (1926-2003) fue un historiador quien dio clases en Eaton College, Grove City College y Hillsdale College. Su fuente primaria de publicación fue la Fundación para la Educación Económica. Entre sus muchas obras están los seis volúmenes de A Basic History of the United States.