Me parece que este comentario dedicado al posmodernismo nos brinda una perspectiva clara ante la presencia de un divisionismo estimulado por las propuestas de políticas de identidad y de agresión a la individualidad que estamos observando y que nos dirige a un vacío sin sentido.

¿NOS ENFRENTA EL POSMODERNISMO AL UNO CONTRA EL OTRO?

Por Jeffrey Howard
Fundación para la Educación Económica

Lunes 5 de febrero del 2018


NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar ligámenes con fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/does-postmo...st-each-other/

La rebelde feminista Camille Paglia le ha llamado “el pensador canadiense más importante e influyente desde Marshall McLuhan,” al declarar que “su osada síntesis inter-disciplinaria de psicología, antropología, ciencia, política y religiones comparadas, está formando el modelo para la universidad genuinamente humanista del futuro.” A su vez, el comentarista conservador David Brooks se ha hecho eco de sentimientos también compartidos con el economista Tyler Cowen, al referirse a este momento (this moment) como el ascenso de Jordan Peterson a ser el intelectual público más influyente en Occidente.

Un psicólogo clínico inicialmente entrenado en ciencias políticas, Peterson es profesor de la Universidad de Toronto, quien ha llegado a la prominencia como un promotor firme de la libertad de expresión y de la responsabilidad individual. Se crió como vaquero en las llanuras canadienses, laboró en diferentes oficios entes de entrar en los salones de marfil de Harvard, escribiendo Maps of Meaning (Maps of Meaning), un tomo complejo pero innovador en la psicología de la religión. Su libro recientemente publicado, pero un más accesible, 12 Rules for Life: An Antidote to Chaos (12 Rules for Life: An Antidote to Chaos), no podía aparecer en otro momento más perfecto para la carrera de Peterson, y tal vez, para la civilización occidental.
SU IDEOLOGÍA PERSONAL

Aunque como muchas otras cosas, él ha sido caricaturizado y mal caracterizado (mischaracterized), Tim Lott capta su esencia de la manera más acertada (captures his essence.) “Él es una extraña mezcla de teólogo, psicólogo, conservador, liberal, ingenioso y predicador laico. Es un poderoso promotor del método científico, sin ser un materialista. En un instante puede pasar de ser cariñoso a ser afilado como una navaja. Sin embargo, su interés principal, que subyace en casi todo acerca de él, es la defensa de lo individual ante el pensamiento de grupo, ya sea de la derecha o de la izquierda.” En sus propias palabras, nos dice Peterson,

“...políticamente, son un liberal clásico británico. Temperamentalmente, soy ferviente en cuanto a apertura, lo cual me inclina hacia la izquierda, aun cuando también soy riguroso, lo cual me inclina hacia la derecha. Filosóficamente, soy un individualista, no un colectivista, de la derecha o de la izquierda. Metafísicamente, soy un estadounidense pragmático, quien ha sido fuertemente influenciado por el pensamiento psicoanalítico y clínico de Freud, Jung y los psicoterapeutas que siguen a sus huellas.”

Su mezcla detallada de estas filosofías hace difícil que se le pueda encasillar. Rutinariamente cita a Nietzsche, Buda y la Biblia, sacando cosas de la neurociencia, literatura, psicología y mitologías mundanas. Es inútil tratar de atraparlo en una tribu ideológica particular o en un grupo de identidad, en mucho porque el corazón de su trabajo es una reacción contra las desventajas de las políticas de identidad y del colectivismo. El individuo es primordial. La santidad y la preservación del individuo, arguye él, es el mayor logro del pensamiento de Occidente, razón por la cual él puede ser visto en concentraciones contra las fuerzas autoritarias destructivas que surgen de la política de identidad del ala izquierda y del ala derecha, y contra de lo que él vislumbra como la mayor amenaza al individuo: el posmodernismo.

¿QUÉ ES EL POSMODERNISMO?

El posmodernismo es más fácilmente entendido como una caja de herramientas para desmantelar a las ideologías e instituciones del modernismo. Con razón, sus proponentes han impactado a muchos elementos básicos de la sociedad, rechazando la mayoría de las jerarquías, universalismos, narrativas amplias y nociones objetivas de la verdad, la razón y la moralidad. La realidad y la sociedad, dicen ellos, son constructos sociales. Esto ha permitido una mayor fluidez con respecto al género, la sexualidad y las estructuras de las familias, mucha de lo cual le ha dado a los individuos una mayor libertad para expresarse por sí mismos y de explorar los límites de las posibilidades humanas.

Desafortunadamente, el posmodernismo es principalmente una herramienta para deconstruir a la cultura, no para edificarla, ofrecernos pocas, si es que alguna, respuestas a las preguntas acerca del florecimiento humano o de la ética. Al destruir las estructuras sociales, ha removido el orden y, según Peterson, nos ha robado el fundamento necesario para que la vida tenga sentido. Llenamos una existencia vacía, un vacío nihilista en donde ningún valor tiene pretensión de superioridad sobre otro. Esto ha anunciado la edad del relativismo moral, en la cual la única cosa que recuerda a la virtud es una alabanza amorfa de tolerancia.

“Él puede ser escuchado manifestándose contra las fuerzas destructivas autoritarias que emanan de la política de identidad del ala izquierda y del ala derecha, y lo que él ve como la amenaza más grande contra el individuo: el posmodernismo.”

Cuando su membresía como parte de un grupo en particular es más importante que su individualidad como un todo, suceden cosas trágicas. Al habernos el relativismo moral puesto completamente a la deriva en cuanto al orden y la jerarquía, hemos abandonado virtudes ampliamente compartidas y practicadas, al carecerse de puntos de referencia. Peterson afirma que “gente que vive bajo el mismo código se perciben mutuamente como predecible entre sí. Pueden actuar de acuerdo con las expectativas y deseos de cada uno de los otros. Pueden cooperar. Pueden incluso competir pacíficamente... un sistema compartido de creencias, en parte psicológicas, en parte actuadas, se lo facilita a todos ─en sus propios ojos y en los ojos de otros.” Los sistemas de creencias compartidas nos ayudan a regular las fuerzas socialmente poderosas y emocionalmente oscuras que resultan del caos y la incertidumbre. El posmodernismo ha desatado más de ese desorden, demoliendo nuestras nociones de sistemas de creencias compartidas. Esto nos ha puesto a llenar un panorama cultural caótico. Peterson se siente llamado a corregir eso; el posmodernismo, en general, y la teoría crítica, en particular, han rechazado milenios de sabiduría acumulada en cuanto a vivir bien, tanto como individuos como comunidades.

LA TEORÍA CRÍTICA Y LA DINÁMICA DEL PODER

La Teoría Crítica, que en mucho surgió del pensamiento marxista, postula que las ideas, la moral y los valores -o la superestructura- se basan en las dinámicas del poder, que la visión del mundo que uno tiene es guiada por el privilegio y la posición propia en la sociedad. Así, la afirmación, ya sea moral, científica o cultural, es simplemente un resultado de la circunstancia, una interpretación sostenida por una persona debido a su privilegio en sociedad. Y, puesto que gran parte de la sociedad occidental ha sido forjada por los grupos más privilegiados, usualmente identificados como blancos, cisgénero, heterosexual, Judeo-Cristiano, hombre europeo, cualesquiera afirmaciones hechas por miembros de esos grupos son tomadas con mayor escepticismo que cuando aquellas son impulsadas por miembros de los históricamente marginalizados. No importa si la afirmación está alineada o no con la realidad objetiva y empírica. Las perspectivas que se perciben como provenientes de voces privilegiadas han tenido su oportunidad. ¡Boten esas narrativas opresoras y su sabiduría acumulada! Quienes buscan el conocimiento deberían absolutamente darle la bienvenida a las voces marginalizadas a la mesa de las verdades humanas, no en el espíritu de un relativismo moral o epistemológico, pero fuera de un deseo de expandir el entendimiento humano y de minimizar el sufrimiento humano.

En este mundo posmoderno de relativismo moral, se aplastan las virtudes casi universalmente aceptadas. En vez de ello, uno de los pecados más grandes que uno posiblemente puede cometer es aquel de hacer afirmaciones, porque sería arrogante alegar que un valor o práctica cultural es superior a otra. ¿Cómo se atreve alguien a ofrecer una serie de reglas para vivir vidas con sentido, como lo esquematiza Peterson en su libro, o sugerir que en la realidad existen reglas casi universales para el florecimiento humano?

LOS INTEGRANTES DE LA GENERACIÓN DEL MILENIO ENFRENTANDO AL POSMODERNISMO

Los miembros de la generación del milenio han sido inundados con perspectivas posmodernistas, por lo cual, al terminar su educación superior, mantienen un sentido falso de estar bien educados acerca del mundo (yo escribo esto como alguien que comparte la filosofía posmoderna). Ellos han leído algo del Canon Occidental [Nota del traductor: Programa desarrollado en la Universidad de Chicago de obras de arte y literatura consideradas como lo máximo de cultura de Occidente] y de teorías acerca del mundo –pero la mayoría con el propósito de criticarlos, buscando principalmente formas en la que cada escritor o pensador contribuye a desbalanceadas dinámicas de poder. La Teoría Crítica es una herramienta útil para analizar las formas en que el privilegio de alguien en la sociedad puede cegarlo frente a las perspectivas de los grupos marginalizados o explicar por qué un hombre blanco heterosexual puede tener ventajas en una situación determinada, que pueden no estar disponibles para alguien quien es miembro de un grupo más marginalizado.

“La Teoría Crítica es una herramienta útil para analizar las formas en las que el privilegio de alguien en la sociedad pueden cegarlo ante las perspectivas de los grupos marginalizados... Aun así, tiene sus limitaciones.”

Aun así, tiene sus limitaciones. El colega de Peterson, Norman Doidge, asevera que “la izquierda posmodernista formula el alegato adicional de que la moralidad de un grupo no es más que un intento de ejercitar el poder sobre otro grupo.” Esta explicación sencilla, reduccionista, es muy atractiva para nuestro deseo de una ideología integral. No obstante, ignora la riqueza y la complejidad de la existencia humana. Nosotros somos multitudes, para citar a Walt Whitman. Somos una plétora de motivaciones y emociones, muchas de las cuales se contradicen entre sí o son subconscientes (y, muy a menudo, ambas cosas). Reducir al comportamiento humano a una motivación única por el poder, ejerce violencia sobre nuestra personalidad y va contra la naturaleza infinita de nuestra humanidad, como podría decirlo el filósofo Emmanuel Levinas. Los humanos son demasiado extensos para ser reducidos a las identidades de grupo o a motivaciones simples.

Jonathan Haidt, psicólogo de la moral y compañero contendiente por ser el intelectual público más influyente de la actualidad, nos advierte en contra (cautions us against) de los límites de mirar al mundo tan sólo a través de los anteojos de la Teoría Crítica:

“La actual política de identidad... enseña todo lo exactamente opuesto a lo que pensamos que debería ser una educación de artes liberales. Cuando estaba en Yale en la década de 1980, se me brindaron tantas herramientas para entender al mundo. Para el momento de mi graduación, podía pensar acerca de las cosas como un utilitario o como un kantiano o como un freudiano o un conductista, o como un científico de la computación o como un humanista. Se me dieron muchos lentes para usarlos ante una pregunta o un problema dados.

Pero, ¿qué hacemos ahora? A muchos estudiantes se les da tan sólo un lente –el poder. He aquí sus anteojos, muchacho. Miren todo a través de estos anteojos. Todo es acerca del poder. Cada situación es analizada en términos de las malas personas que actúan para preservar su poder y privilegio por encima de las personas buenas. Eso no es educación... Es una visión paranoica del mundo que separa a las personas la una de la otra y les lanza por el camino de la alienación, la ansiedad y la impotencia intelectual.”

Haidt se parece a Peterson en el tanto en que él parece que trasciende las líneas partidarias y políticas que se han endurecido durante el surgimiento de las políticas de identidad. En su libro, The Righteous Mind (The Righteous Mind), Haidt expone ideas acerca de cómo personas buenas pueden estar en desacuerdo en cosas básicas como política y religión, ofreciendo un bálsamo sumamente necesitado en medio de las guerras culturales. En resumen, es fácil desestimar los puntos de vista de otra persona cuando ridiculizamos a esa persona como mala o malintencionada, acudiendo, en consecuencia, a la cacería de brujas con las letras escarlatas [Nota del traductor: se refiere a la novela de Nathaniel Hawthorne que trata de la letra “A” que se obligaba a exhibir sobre el pecho de una mujer, cuando era acusada de adulterio en la estadounidense Nueva Inglaterra de los puritanos] o como lo fue en la era del macartismo estadounidense. Un enfoque intelectualmente más humilde y de buena fe requiere que nosotros reconozcamos la dignidad y humanidad del otro, para vincularse con sus ideas, asumiendo que, lo que más desean para ellos mismos, y para el mundo, no es en realidad tan diferente de lo que desea la mayoría de la gente.

Esto nos lleva hacia otro componente clave de la filosofía anti-posmodernista de Peterson. Sin importar qué tan diversos pueden ser nuestros genes y experiencias vividas, o qué tan diferentes pueden ser nuestros moldeables cerebros, todos enfrentamos las mismas grandes incógnitas de la existencia, así como similares limitaciones inherentes en cuanto a la condición humana, las cuales resultan en un sufrimiento. Para él, el sufrimiento es la base y, probablemente, una característica necesaria para vivir con un sentido.

El sufrimiento es ineludible. Y cada uno de nosotros lucha por crear orden de la entropía, de forma que podamos minimizarla siempre que sea posible. En un momento de recaída del moralismo, los proponentes de la Teoría Crítica concluyen en que el sufrimiento es evidencia de maldad. Aquí Peterson agrega algunos detalles, aseverando que la tragedia es una consecuencia de Ser, el resultado de las limitaciones materiales impuestas sobre nosotros por la naturaleza de nuestra existencia como seres físicos (muerte, enfermedad, oportunidades desperdiciadas, debilidades). Alternativamente, el mal se define como provocar deliberadamente el sufrimiento innecesario (robo, violencia, abuso emocional, hostigamiento). El sufrimiento es un hecho y tiene lugar dentro del yang y el ying de Ser –el orden y el caos, la autoridad y la libertad, la tradición y el progreso. El sentido se encuentra en el sufrimiento, en un balance en “el límite entre el par siempre entrelazado... estando en el camino de la vida, el Camino divino.” Aquí su universalismo arma un escándalo contra la falta de rumbo del posmodernismo y sirve como la esencia de su mensaje; queremos vivir con un sentido, disminuyendo nuestro propio sufrimiento y aquél de otros. Para hacer eso, Peterson brinda 12 reglas para la vida.

Las 12 reglas de Peterson:

1. Camina erguido y con tus hombros hacia atrás.

2. Trátate a ti mismo como tratarías a alguien a quien tuvieses la responsabilidad de ayudar.

3. Hazte amigo de quien quiere lo mejor para ti.

4. Compárate con quien eras ayer, no con los demás.

5. No dejes que tus hijos hagan algo que te lleve a odiarlos.

6. Ten tu casa ordenada antes de criticar el mundo.

7. Persigue lo significativo (no lo que es oportuno).

8. Di la verdad ─o, al menos, no mientas.

9. Asume que la persona a la que estás escuchando puede saber algo que tú no conoces.

10. Sé preciso al hablar.

11. No molestes a los niños cuando estén patinando.

12. Recoge a un gato cuando te lo encuentres en la calle.

Estas reglas se derivan de su enfoque multidisciplinario, un salto profundo en la masa de movimiento lento de sabiduría, obtenida de los mundos de las religiones, de la mitología, de la neurociencia, de la filosofía y de la psicología. Él es un pragmático en el sentido más exacto de la palabra. Recordando muchas conversaciones en la mesa de cenar con su amigo, Doidge recuerda que “a este vaquero filósofo parecía interesarle tan sólo un pensamiento si este puede, de alguna manera, ser útil para alguien.” Si el arte, la literatura, las teorías científicas o la tecnología no empoderan a otra persona, no nos ayudan a vivir mejor, entonces, son inútiles. Más tiempo que se gasta en ellas es más tiempo que podría haberse gastado mejorando las vidas de nuestros congéneres.

A pesar de todos los indicadores de que su mensaje resuena, incluyendo más de 40 millones de visualizaciones de sus videos en YouTube y los subsecuentes viajes exitosos de presentación del libro, el nuevo radicalismo de Peterson, o reacción al posmodernismo, puede no ser suficiente para lanzar una nueva era intelectual. Él tiene abundancia de críticos desde adentro de la academia (within academia) y entre algunos de los campos pro-justicia social más duros (hard-lined social justice camps), quienes luchan por apreciar el empuje general de su filosofía debido a sus críticas abiertas contra la censura y la cultura de la victimización; sus detractores también se quejan por sus llamados a alejar a la educación en humanidades de los centros de “culto de adoctrinamiento” (“indoctrination cult”) que se encuentran en la mayoría de las universidades, y hacia plataformas en línea más accesibles dirigidas a promover una educación en artes liberales que empodere apropiadamente.

“Aquí su universalismo protesta contra la falta de objetivos del posmodernismo y sirve como la esencia de su mensaje; queremos vivir con sentido, disminuyendo nuestro propio sufrimiento y aquel de otros.”

Un abrazo total a su filosofía puede no ser deseable (un sentimiento con el cual el propio Peterson posiblemente se inclinaría a estar de acuerdo (would likely be inclined to agree)). Aun así, su llamado para que cada uno de nosotros asuma la responsabilidad personal por sus vidas es un enfoque bienvenido, en comparación con la alternativa del estado mental de victimización predicado por los teóricos críticos. Su respeto hacia los mundos de las mitologías, el poder del pensamiento metafórico y la necesidad de profundizar en nuestra propia obscuridad personal, es reminiscente del desaparecido académico de mitología comparativa, Joseph Campbell (otro estudiante de Carl Jung).

Notablemente, Campbell también se convirtió en un ícono contra-cultural por medio de sus propias series de videos, el Poder del Mito (Power of Myth), una colección de entrevistas del Sistema Público de Difusión de los Estados Unidos con Bill Moyers. Él despertó en nosotros una reverencia por la sabiduría de la mitología, en una época en que muchos luchaban por anclar sus vidas en medio de la rigidez de un mundo secularizador. Es cuestionable si es que necesitamos que florezca la religión, pero Peterson formula su caso, tanto para teístas como para ateos, acerca de cómo podemos hacer uso de nuestras ricas herencias culturales.

El actualmente más influyente de los intelectuales públicos occidentales puede no ser la segunda venida de Joseph Campbell, el defensor que rescató al individuo del sacrificio en el altar del colectivismo, o ni siquiera del líder ungido para un movimiento creciente de individuos, quienes están inseguros de cómo convertirse en autores de su propio destino, pero presenta un caso fuerte para su propia candidatura y la filosofía que expone. Podría ser el antídoto a las limitaciones del posmodernismo que muchos de nosotros hemos estado esperando, pero no estoy seguro de tener la suficiente arrogancia como para hacer ese tipo de evaluación.

Reimpreso de Erraticus.

Jeffrey Howard es un educador u anteriormente un profesional de la salud mental. Escribe sobre psicología, religión e historia, enfatizando los papeles que la mitología y la narrativa juegan en cómo nosotros creamos vidas con sentido. Él vive en Cascadia, Canadá.