DE SEPULCROS BLANQUEADOS

Por Jorge Corrales Quesada

Los hay, personas y grupos, que fingen ser una cosa, cuando en realidad son otra. Una frase proveniente del Evangelio de San Mateo, 23:27, nos ayuda a entender tantas cosas. Dice la frase: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia!

No me refiero a un ataque personal reciente que recibí en una columna de Facebook, de parte de un ser puro y perfecto de esta tierra, quien me atacó y condenó al sufrimiento eterno, por, según dicha persona, ser indiferente al dolor ajeno, al de los pobres y míseros, cuando lo que básicamente he hecho, según mi apreciación profesional, es brindar sugerencias, así como hacer señalamientos, para que la gente que sufre la pobreza pueda levantarse de ella. Me complace, por ejemplo, saber que “En 1820, más del 90 por ciento de la población mundial vivía con menos de $2 al día y más del 80 por ciento vivía con menos de $1 al día (ajustados por la inflación y por las diferencias en el poder adquisitivo). Pero, para el 2015, menos del 10 por ciento de las personas vivían con menos de $1.90 al día, definición actual oficial del Banco Mundial de lo que se considera como una condición de pobreza extrema,” como lo demuestra Chelsea Follett en un artículo cuya traducción recientemente publiqué en Facebook, titulada, “Cinco Gráficos que Cambiarán su Impresión acerca de la Pobreza.”

Nadie está aseverando que se haya eliminado la pobreza, sino que se resalta que “Entre 1820 y el 2015, el número de gente bajo pobreza extrema se redujo de alrededor de mil millones a 700 millones, mientras que el número de personas que está mejor que aquella, se elevó de sólo 60 millones a 6.6 miles de millones.” Y que “la pobreza es de alrededor de una cuarta parte de lo que era en 1990.” Además, esperanzados ante este éxito del sistema productivo esencialmente basado en el mercado, especialistas predijeron que “en el escenario ideal... para el 2030, la pobreza llevará a un nivel verdaderamente insignificante, afectando sólo a un 1.4 por ciento de la población del planeta.”

No obstante, esos sepulcros blanqueados prefieren ignorar los datos, los hechos, y simplemente proceden con su verbo usual en contra del capitalismo. Yo no pido que sean castigados en los infiernos por el daño que causan, al promover políticas que impiden el progreso de los más pobres, hecho que considero es producto de una actitud de fe ideológica, más que de ignorancia, pues los datos se les han presentado.

La metáfora de los sepulcros blanqueados va más allá de ser reflejo de una conducta particular, sino que también se encuentra en grupos. Por ejemplo, se está haciendo creer a las personas en el país, que todos los partidos políticos, o que todos los políticos, son corruptos y que están embarrados en el caso del cementazo, con una notable excepción, los de la izquierda del frente amplio. Eso es interesante, pues incluso, apropiadamente creo, incluyen a sus socios políticos cercanos del Partido Acción Ciudadana, pero, de alguna manera, tratan de mostrar que todo eso es propio de gobernantes de la derecha, no de la izquierda que, sin decirlo claramente, parece ser inmune a las tentaciones del dinero (no del poder).

Cuando hay acontecimientos que pueden representar actos de corrupción, es bueno tener presente que, al menos en el campo político, en donde es frecuente que, en vez de un sistema capitalista de mercado competitivo, sea uno de capitalismo de los amigotes, en donde el estado otorga privilegios -esto es, para unos, mas no para todos-los empresarios, ansiosos de tener ganancias, no producto de un esfuerzo competitivo satisfaciendo a los consumidores, sino buscando que el estado lance los dados a su favor, estarán dispuestos a dedicar recursos para lograr ese beneficio, en tanto este último sea mayor al costo del primero.

Para hacerlo, el vivazo buscará qué políticos y qué partidos en donde se insertan esos políticos, tienen el poder suficiente para lograr medidas que les favorezca. Entrarán en contacto con quienes detentan el poder y, aunque sean de “oposición”, en el tanto en que puedan influir sobre quienes toman finalmente las decisiones. Sabemos que esas decisiones serán remunerados, por cosillas como recursos para sus campañas, transporte de sus votantes el día de las elecciones, dinero en efectivo, y un largo etcétera.

Por eso -y bien lo han de entender políticos de la izquierda de nuestro país- buscarán para obtener eses preferencias a políticos con posibilidad de ejercer influencia en el poder decisorio. Por esa razón, al menos en los últimos años en el país los políticos de izquierda fuerte no han sido muy buscados para que, por cercanía con los gobernantes del momento, puedan favorecer los intereses privados de algunos.
No es que esos “algunos” no estén dispuestos a cubrirse en cuanto a resultados electorales, razón por lo cual se han visto casos de reuniones de empresarios poderosos, presuntamente de una ideología alejada de esa izquierda extrema, hacerlo con dirigentes de la izquierda, y no precisamente para hablar de misa. Es por aquello de “por si acaso”.

Lo hacen porque los que buscan el servicio de los políticos saben que ser de izquierda extrema no los hace inmune a la corrupción; que no es cierto que ella sea propia exclusivamente de la derecha o, tal vez, del centro. Lo que saben es que les conviene la cercanía con el poder, no importando si es de derecha o de izquierda o de centro o de lo que sea, con tal de que les proteja de la competencia en sus actividades y en su búsqueda de privilegios. Por eso buscan “cubrirse” recompensando sus favores.

La izquierda en Costa Rica no es tan atractiva simplemente porque no tienen poder, pero no hay nada que nos garantice que, de llegar al gobierno, como naturalmente puede aspirar a ello, no será objeto de corrupción, dada su presunta ideología.

Cuando la izquierda toma el poder, también se suelen presentar casos claros de corrupción. Piense el lector en la corrupción en Nicaragua o Venezuela o Cuba, etcétera, pero, para la ocasión tengo en mente referirme a un ejemplo notorio, como es el reciente de Brasil, en donde el poder gubernamental lo asumió la izquierda dura del Partido de los Trabajadores (el mismo de Lula) en coalición con el Partido Movimiento Democrático Brasileño, de izquierda más moderada. Los notorios aferes conocidos como la Operación Lavado de Carros, de Petrobras, Braskem, entre otros, que enviaron a prisión o encontraron culpables o están en juicio, a destacados miembros de la izquierda, como Joao Vaccari Nero, tesorero del Partido de los Trabajadores, o Renato Duque, también de ese partido, o José Dirceu, ex ministro de Relaciones Exteriores de Lula, o Antonio Palocci, ex ministro de Hacienda de Lula y de Dilma. Y, notablemente, al presidente Lula.
Pero no sólo del Partido de los Trabajadores. Es claro el involucramiento de Aécio Neves, del diputado Rocha Loures y del propio presidente actual Temer, en cuanto al escándalo conocido como de J&F parte del grupo JBS, que es la empresa más grande del mundo en proteína de carne.

La corrupción entre políticos no suele ser privativa de la derecha y de la que se excluye, por su ideología, a la izquierda. Se da alrededor del grupo que tiene el poder o en donde se tiene la capacidad para influenciar a aquel grupo que ostenta el poder. La parábola de los sepulcros blanqueados se aplica no sólo para los corruptos de cierta ideología política, sino que es propia de la naturaleza del hombre.

Publicado en el sitio de ASOJOD, en los blogs del Instituto Libertad y de PuroPeriodismo, así como en mis sitios en Facebook, jorge corrales quesada y Jcorralesq Libertad, el 3 de octubre del 2017.