Decidí traducir este artículo de Art Carden por dos razones: me encanta una buena taza de café y no sabía de esa historia de intentos de represión del café por diversos estados, tanto por razones “morales” como económicas (evitar la competencia a cómo hubiera lugar), pero, ante todo, para tratar de responder la pregunta que el autor nos hace al final de su comentario, acerca de qué innovaciones nos están inquietando, que harán que dentro de un tiempo nuestros verán con asombro, al preguntarse la razón de ello.

CUANDO LOS GOBIERNOS TRATARON DE PROHIBIR EL CAFÉ

Por Art Carden
Foundation for Economic Education
Lunes 17 de julio del 2017


El excelente y entretenido libro de Calestous Juma, Innovation and Its Enemies [La Innovación y sus Descontentos], es un interesante viaje a través de las historias del café, la impresión, la margarina, la maquinaria agrícola, las cosechas transgénicas y otras innovaciones, contra las cuales la gente ha luchado en diversas ocasiones. Me recordó que no deberíamos tomar por descontados a la libertad y la regla de la ley.

EL GRAN DEBATE ACERCA DEL CAFÉ

En el capítulo acerca del café, Juma discute cómo las sociedades del Oriente Medio y de Europa se resistieron contra de la bebida y, en particular, lucharon por cerrar las cafeterías. Los juristas del Islamismo debatieron acerca de si el placer del café es el mismo que el de la intoxicación y, por tanto, como algo que debería ser prohibido.

Apelando al “principio de la permisibilidad original -al-ibaha, al asliya- bajo el cual los productos eran considerados como aceptables hasta que fueran explícitamente prohibidos,” el jurista del siglo XV, Muhamad al-Dhabani, emitió varias fatwas [Nota del traductor” pronunciamiento legal de especialista del Islam sobre un tema concreto], apoyando mantener al café como legal.

Esta no fue la última palabra en torno al café, que fue prohibido y permitido y prohibido y permitido y prohibido y permitido en varios lugares, en el transcurso del tiempo. Algunos gobernantes eran escépticos ante el café, debido a que se preparaba y consumía en cafeterías públicas –lugares en donde las personas podían darse el gusto con vicios tales como el juego y el tabaco o, tal vez, para intercambiar ideas no ortodoxas que constituían una amenaza para el poder de aquellos. Retrospectivamente parece ser un absurdo, pero el control político, entre todas las cosas del café, no es un asunto para reírse.

Las prohibiciones se extendieron a Europa, en donde el café amenazó a bebidas como el té, el vino y la cerveza. Predeciblemente, y todo en el nombre de la seguridad pública (¡por supuesto!), los gobiernos europeos, con el consejo de expertos como cerveceros, vinateros y la British East India Tea Company (Compañía Importadora de Té desde la India Oriental Británica), regularon la importación de café y su consumo. La lista de grupos de presión afectados es extensa, tal como es la lista de gobiernos entrometidos.

Carlos II de Inglaterra emitiría una Proclama para la Supresión de Cafeterías en 1675. Suecia prohibió las importaciones de café en cinco ocasiones diferentes entre 1756 y 1817. A fines del siglo XVII, Francia exigió que todo el café tenía que ser importado a través del puerto de Marsella, de forma que así pudiera ser más fácilmente monopolizado y gravado con impuestos.

UNA SOCIEDAD DE LEYES, NO DE HOMBRES

Esto trae a colación unas pocas cosas de alto relieve. Primero, pocos casos ha habido tan constantes como la interferencia del gobierno con la libertad, y el café muestra cómo los gobiernos están ansiosos de interferir cuando están en juego el poder y la hacienda. Segundo, no podemos pensar en la regla de la ley como algo por sentado.
Una nación de leyes y no de hombres no es una en que productos específicos son regulados en formas específicas, sino uno en que los principios abstractos y universalmente aplicables, gobiernan al intercambio.

Finalmente, somos ricos en la actualidad porque vivimos en una sociedad que valora la innovación –una sociedad en donde la oposición a la innovación, si bien extenuante en ciertos momentos, fue sin embargo superada. El ejemplo del café –del café, por Dios, un inocuo placer cotidiano- me hace pensar: ¿De qué innovaciones nos sentimos preocupados en la actualidad, que harán que nuestros hijos miren hacia atrás con asombro y perplejidad?

Reimpreso de Forbes

Art Carden es profesor asociado de Economía en la Escuela de Negocios Brock de la Universidad Samford. Además, es un compañero investigador sénior del Institute for Faith, Work and Economics, un compañero sénior del Beacon Center de Tennessee y un compañero investigador del Independent Institute. Es miembro de la red de la Facultad de la Foundation for Economic Education. Visite su website.