EL ESTADO INEFICIENTE-EN TORNO A UNIFORMES OBLIGATORIOS
Por Jorge Corrales Quesada

Es posible que haya una cantidad razonable de mis lectores que no esté totalmente de acuerdo con lo que voy a escribir. Pero es el riesgo que uno corre cuando expresa opiniones acerca de ciertos temas que se pueden considerar como sensibles. Pero daré mis razones, con la esperanza de que ayuden en la meditación requerida de todos nosotros, los lectores.

En un libro muy interesante de John Micklethwait & Adrian Woolridge, titulado The Fourth Revolution: The Global Race to Reinvent the State (New York: The Penguin Press, 2014) , y partes del cual he venido traduciéndolas y poniéndolas en Facebook, con la idea de que pueda servir a mis amigos lectores, se enfatiza que el estado moderno es cada vez menos uniforme; esto es, que “crecientemente está preparado para tolerar diferentes formas de organización dentro del ‘sector público’, estructuradas de acuerdo con diferentes tipos de principios y dotados de personal con distintos tipos de gente.” (Op. Cit., p. 214). Ciertamente esa diversificación que se viene dando, según aquellos autores, corresponde a temas de relativa importancia, como la salud o la educación, en un país, pero a mí se me ocurrió una posibilidad de que los costarricenses podamos salir de una camisa de fuerza impuesta por el estado, que a la vez nos puede reducir costos relativamente elevados, principalmente para los presupuestos de los hogares relativamente más pobres.

Me refiero al tema del uniforme único requerido por las escuelas y colegios públicos. Hace poco leía en La Nación del 16 de enero recién pasado, un comentario titulado “Cuadernos y uniformes por hijo cuestan ₡100.000: Familias usan ahorros y subsidios para asumir el gasto.” Lo que propondré esencialmente trata de los uniformes, dado que los útiles escolares son de libre elección para los padres, quienes supuestamente adquieren los cuadernos y artículos escolares solicitados por los maestros, que se asume no exigen cosas tales como dibujos o portadas con dibujos o modelos estrambóticos -ustedes saben a qué me refiero- sino en esencia el cuaderno o el útil como tal.

Leía en dicho artículo un comentario de una madre de escolares, doña Rosa Villalobos, quien señala que los hijos (uno en primer año y otro en quinto grado de la escuela) “quieren que uno les compre de todo, pero está difícil. Pude comprar sólo un uniforme para cada uno. El par de zapatos, las dos camisas y los pantalones costaron ₡40.000. Guardé (bendita sea esa madre ahorrativa) ₡250.000 de diciembre para hacerle frente a estos gastos… No duele invertir en los hijos cuando tienen un buen rendimiento académico, pero igual sale de caro.”

Mi propuesta es sencilla: que se le permita tanto al estudiante de las escuelas primarias como al de los colegios, a que asistan a las clases con las ropas que deseen, sin tener que usar obligadamente un uniforme oficial. Con ello los padres de familia evitarán ese enorme gasto anual adicional antes mencionado, pues, además, para la vida diaria de sus hijos tienen que comprarles ropa común y corriente. El mito que se nos ha querido imponer es que eso del uniforme oficial es conducente a una democratización de los estudiantes, pero, ¿de verdad, alguien cree que ello es así? Me parece que el aprendizaje de lo que constituye un sistema político considerado como democrático, va más allá del uso del uniforme escolar, especialmente obtenido de la observación de cómo es que se procede en nuestro país a formular las leyes y, ante todo, cuál es la forma mediante la cual cambiamos de autoridades cuando corresponda. Por ejemplo, en el momento en que en las escuelas y los colegios se vota por un gobierno estudiantil o cuando se observa a los mayores ir a votar por los candidatos de su preferencia, para los puestos que lo requieren.

Un país altamente democrático son los Estados Unidos y allí los estudiantes asisten a las escuelas y colegios públicos sin uniformes, sino con la misma ropa que utilizan en sus vidas cotidianas. (Contrariamente, en escuelas privadas principalmente religiosas se suele asistir uniformados a las escuelas). Por el contrario, un sistema altamente burocratizado y muy lejos de ser democrático, sino estricta y totalmente dirigido por un mando superior -usualmente un general- es el caso del ejército, en donde todos los soldados marchan muy bien uniformados, aunque con algunas diferencias entre ellos, que deben ser reconocidas por los soldados, tales como galones y medallas, entre otras sutilezas. Por ello, creo yo que nada tiene que ver con el espíritu democrático el que los estudiantes de escuelas públicas tengan que utilizar uniformes para asistir a clases. Tan es así, que luego de asistir a las clases, cuando ya no tienen lugar los uniformes, suelen conservar la camaradería que han logrado obtener en los centros de educación.
Dice La Nación: “El costo de la entrada a clases es sinónimo de angustia para los hogares más pobres, que ven limitada su capacidad de compra de útiles” y uniformes. Eso puede ser cierto para hogares en donde los padres mandan a los hijos a las escuelas públicas y no en el caso de las privadas, pues en éstas pueden seguir usando las mismas ropas que usualmente utilizan en sus casas. En todo caso, es esperable que haya una enorme correlación entre asistencia de los hijos a centros educativos estatales y menores niveles de ingresos; esto es, que los jefes de hogares pobres suelen ser los que mandan a sus hijos a las escuelas públicas y no a las privadas. Por ende, es en esos hogares pobres en donde existe tal gasto en uniformes, que pretendo evitar con mi sugerencia.

Por ello, en mi opinión personal, con mi propuesta tendríamos un estado menos ineficiente, que ya no nos exigiría ese fuerte gasto en uniformes escolares que se da en el caso de los estudiantes de las instituciones educativas públicas. Sería, considero, un alivio para los presupuestos de los hogares relativamente más pobres.

Publicado el 21 de mayo del 2015.