EL ESTADO INEFICIENTE-EL TAPÓN EN LA CARRETERA DE CIRCUNVALACIÓN
Por Jorge Corrales Quesada

Si bien el desenlace final aún no se ha dado, con el perdón por el uso de la muletilla de periodistas mediocres, quienes para todo utilizan el nombre de la novela de Gabriel García Márquez, “Crónica de una muerte anunciada”, ya veremos cómo no se harán bien las cosas dentro del estado. Me refiero a una publicación de La Nación del 2 de octubre del 2014, que lleva por encabezado “Estudio prevé tapón en tramo final de Circunvalación: Experto alerta de error en diseño a tres meses de iniciarse las obras.”

El asunto se las trae, porque esa ampliación de la Circunvalación se empezará a ejecutar -esperanzadoramente a principios del año entrante- con cuatro carriles para circular. “La carretera se concibió en los años 50 por el crecimiento de la flota vehicular, pero hasta 1975 fue adjudicada a la empresa transnacional Louis Berger. Hoy, por allí pasan entre 30.000 y 90.000 autos diarios. Hace 39 años, los ingenieros estimaban que la usarían unos 35.000 por día”, apunta La Nación del 10 de abril de este año en un artículo titulado “Populoso barrio obstaculiza plan para terminar la Circunvalación”; esto es, la misma que ahora no sabemos si debe tener cuatro o seis carriles.

Poco antes de su inicio, Leonardo Castro, un consultor privado contratado por la firma que ejecutará la obra, el consorcio Hernán Solís-La Estrella, elaboró un documento en el cual, según La Nación, “por el tramo de cinco kilómetros pasarán 60.000 vehículos diarios. Sin embargo, el diseño original está considerado para 20 vehículos por día”. Y agrega el artículo de La Nación palabras propias del consultor Castro: “Es importante señalar que con el diseño planteado, ya en el 2015 casi el 50% de los vehículos que requerirían entrar a la red no podrían ser atendidos en cada hora pico, lo que implicaría demoras importantes en la red y una prolongación importante de las horas pico (período pico se extendería por más horas)”.

En resumen, sin que ni siquiera empezaran las obras, ya tenemos asegurado una enorme presa por la limitación de capacidad de las vías que se piensan construir. El cínico dirá que aquel comentario es resultado de un interés del eventual constructor por ampliar su contrato, pero, al leer las informaciones y a que, además, el Ingeniero Luis Guillermo Loría de LANAMME, “adelantó que pediría al MOPT tomar en cuenta las observaciones (del consultor) Castro”, más me preocupa el asunto. Y todavía más cuando el ingeniero Loría nos advierte que “Esto es exactamente igual a las decisiones que se tomaron en la ruta 27 (San José-Caldera), son decisiones que se toman a corto plazo, porque no se considera el crecimiento de la flota vehicular a unos 30 o 40 años.”

Vean cuál ha sido la reacción del Consejo Nacional de Vialidad (CONAVI), dependencia del MOPT, al consignar La Nación del 3 de noviembre de este año, que: “CONAVI rechaza 6 carriles en Circunvalación Norte: Nuevo tramo tendrá cuatro vías.” Para esta decisión su director, Mauricio Salom, arguye que “existieron consideraciones técnicas de Ingeniería de Tránsito” del MOPT.

En dos palabras, ya no entendemos si, al hacer sólo cuatro vías, que supuestamente fueron así diseñadas hace muchos años, ya sea para una circulación de 20.000 o 30.000 vehículos, dado que hay dos informaciones distintas de cuántos, vamos a tener, desde su inicio, una presa de carros de los once mil diablos, a causa de la imprevisión de considerar para su construcción un volumen de circulación real estimado de unos de 50.000 vehículos. El tema no sólo es crucial tenerlo bien claro desde este momento, pues se debe esperar que sea una vía funcional y apropiada, sino que, también, hacerlo de forma debida muy posiblemente significará costos menores, en comparación con que desde su inicio se haga de manera inapropiada, que poco tiempo después habrá de requerir costosas inversiones adicionales para tal vez lograr que funcione bien.

Nunca, pero nunca, olvidemos que esos errores garrafales y aparentemente inocentes los terminamos pagando todos nosotros, quienes tendremos que costear con nuestros impuestos el pago de esos costos. Entre mayores sean estos, más será la plata que tendremos que darle al estado. Por eso, lo mínimo es exigir que el estado haga las cosas bien hechas, que funcionen bien satisfaciendo nuestras necesidades adecuadamente y que no signifique que se bota el dinero en cosas que, por mal hecho o inútiles, luego va a requerir de una mayor inversión. ¡Cuentas claras y el chocolate espeso!

Publicado el 18 de noviembre del 2014.