ESQUEMA DE MI COMENTARIO EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO “SOBRE LIBERTAD Y DEMOCRACIA” DE OSCAR ÁLVAREZ

1.- INTRODUCCIÓN

Muy buenas noches, amigas y amigos. Hoy nos reunimos para celebrar la presentación del libro del doctor Óscar Álvarez Araya, “Sobre Democracia y Libertad”. Agradezco que me solicitara unas palabras al respecto.

Si pudiera resumir en pocas palabras mi impresión global, digo que constituye una excelente obra para la educación y la enseñanza. Su carácter didáctico es obvio.

Pero ciertamente me impactó la reseña de los primeros capítulos del libro acerca del concepto de libertad de algunos pensadores en sociedades orientales, episodio que desconocía, a pesar de andar ya muchos años transitando sobre el tema intelectual de la libertad.

Asimismo, me siento muy contento con su lectura, pues motivó en mi persona volver a pensar acerca de la importante relación que hay entre libertad y democracia.

Por ello, lanza en ristre, me lanzo contras gigantes y cabezudos o molinos de viento, para exponer, a riesgo de errar, lo esencial que es la libertad para el progreso humano y cómo la democracia es un instrumento que puede ser apropiado para dicho logro.

Durante cierto tiempo he impartido cursos en ANFE acerca del liberalismo. Sin duda alguna que éste se verá enriquecido con el aporte del libro de don Oscar.

2.- MI IDEA DE LIBERALISMO

No se puede afirmar que el pensamiento de tal o cual persona constituye “el” pensamiento liberal. Más bien, ha habido muchos e importantes aportes, en un marco evolutivo, de cómo las ideas de libertad y de liberalismo, que es la aplicación en el campo político del principio de la prominencia de la libertad, se han convertido en la principal fuente de progreso de las personas y de los pueblos.

Sin embargo, el que una sociedad escoja proseguir la vía del liberalismo, no es ninguna garantía de que resulte en el progreso buscado. Es más, los liberales solemos ser casi siempre muy cautos en advertirlo. El liberalismo está lejos de ser dogmático, por lo que quienes propugnamos por su conveniencia, lo hacemos fundamentalmente basados en los resultados históricos. Nunca la humanidad ha progresado tanto como en los últimos siglos bajo regímenes esencialmente liberales, en donde la libertad de alguna manera es primordial. Quienes creemos en esas facultades o incentivos del liberalismo, no nos podemos contentar con lo que se tiene en un momento dado, pues no sólo las sociedades cambian, evolucionan, sino que también en la humanidad hay muchas áreas en donde la libertad no es la regla, tal como muy frecuentemente sucede en el campo económico, sino a veces hasta la excepción.

Ante la pregunta de ¿qué es el liberalismo?, siempre termino acudiendo a lo que escribió el Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Johns Hopkins, Richard Flathman, en su libro Toward a Liberalism (Hacia un Liberalismo). Dijo, parodiando aquella canción de que el amor es una cosa muy esplendorosa, que, “como el amor, el liberalismo es una cosa de muchos esplendores; también, como el amor, los “muchos” del liberalismo son algo que se integra a “su” esplendor. En términos menos floridos, nos dice Flathman, que no existe ni un inventario que sea exhaustivo ni privilegiado de ideas y temas del liberalismo, y que no hay razón para pensar que haya un ordenamiento indisputablemente superior a cualquiera de los numerosos conjuntos y subconjuntos de ideas, que son reconociblemente y hasta discutiblemente de un carácter liberal.” (p. 12).

En esto de los “esplendores”, por ejemplo, acerca de un tema vital en el pensamiento liberal cual es el del papel del estado en una sociedad, un pensador liberal notable, Adam Smith, sostiene que sus funciones básicas son tres: proteger a los ciudadanos de la amenaza externa; proteger a los individuos de las injusticias y opresiones de cualquier otro miembro de la sociedad y, tercera, erigir y mantener aquellas obras públicas que los individuos no desean llevar a cabo. Pero otro gran liberal, Milton Friedman, por ejemplo, considera que una función del estado es la de que se disponga de un Banco Central (lo cual no es compartido por otros grandes liberales como Hayek). Pero este último, por ejemplo, es criticado (casi ridículamente) por otros liberales, porque arguye que el estado tiene un papel en la zonificación de las ciudades o en numerar las calles, entre otras cosas. También debemos recordar al pensador liberal Wilhelm Röpke arguyendo en favor de una participación activa del estado promoviendo la competencia. Todos ellos son liberales, con distintos matices.

Este libro de don Oscar precisamente lo que nos muestra son algunos de los diversos esplendores del pensamiento liberal. Cualquier intención de presentar algunos conceptos teóricos como si fuera “el pensamiento liberal”, fracasa en su propósito, pues la pretensión sería antitética al pensamiento liberal, que no es doctrina o dogma único, sino todo lo contrario. Recordando a Popper, debo decir que el liberalismo siempre está abierto a la discusión acerca de las ideas a su alrededor, pues considera que entre mayor sea el espacio para que las personas puedan actuar por sí mismas, sin coacción; esto es, en libertad, mayor es la posibilidad de satisfacer lo que, mejor que nadie, esas personas consideran son sus deseos y necesidades.

3.- MI CONCEPTO DE DEMOCRACIA

Siempre he considerado que la democracia tiene que ver con quién es el que gobierna. Concretamente la defino como una forma de desplazar un gobierno sin que medie la violencia. Cuando Churchill expresó su famosa frase: “se ha afirmado que la democracia es la peor forma de gobierno excepto todas las otras que se han tratado”, dio en el clavo, pues puso en evidencia que la democracia poseía importantes limitaciones, a la vez que no parecía existir mejor opción. Como diría un candidato de por allí, se trata de “lo menos malo”.

Es momento de resaltar la diferencia que hay entre liberalismo y democracia. El liberalismo básicamente tiene que ver con la extensión del gobierno. El liberalismo no es sinónimo de anarquía, sino que uno de sus preceptos básicos y que es común hallarlo entre pensadores de dicho ideario, es la existencia de un gobierno, pero limitado y ajustado a un estado de derecho. La coerción que puede ejercer el estado es para garantizar la aplicación de las reglas generales de justa conducta; esto es, las reglas uniformes de la ley. Esta función del estado no excluye la posibilidad de que, si por alguna razón las fuerzas espontáneas del mercado no producen adecuadamente lo que se desea, la sociedad puede poner a disposición del estado los recursos necesarios para que se brinden esos servicios a la generalidad de los ciudadanos. Esto, a su vez, requiere de la provisión de recursos apropiada para el desempeño de esta tarea.

Lo expuesto no significa la santificación de un monopolio para el Estado, quien siempre debe estar dispuesto no sólo a abrir todas las posibilidades para la libre participación de los individuos en los mercados, sino que también deberá tener presente la salvaguarda del dominio individual protegido de la propiedad individual. Por ello, los liberales solemos creer en un gobierno, pero restringido, limitado a la aplicación de las reglas de justa conducta.

Es decir, necesitamos al gobierno a fin de prevenir que los individuos ejerzan la coerción sobre otros. Por ello es que se dice que se le otorga el monopolio de la coerción. Eso no significa que el gobierno no tenga límites ni restricciones. Al gobierno debe impedírsele el uso impropio de la coerción, lo cual se logra mediante la existencia de reglas generales, uniformes, que se aplican a la generalidad de los individuos, incluyendo aquellos que hacen y aplican las leyes. Este es el llamado principio de legalidad.

Aceptada la existencia necesaria de un gobierno en el orden liberal, la pregunta que surge es acerca de la forma mejor posible que deberá tener ese gobierno. El libro de don Oscar, en su página 60, presenta un gráfico muy simple y apropiado, creo que es de Giovanni Sartori, el cual muestra un continuo de formas de gobierno, que va desde el caso ideal de la democracia al caso ideal de la dictadura, aunque prefiero llamarla autoritarismo (ojo: he dicho ideal, pero aquí no significa bueno, sino puro). Sostengo una visión similar de un continuo en el caso del pensamiento liberal, que va de un extremo o polo libertad individual plena a otro extremo o polo de una propiedad y decisión total en manos del estado o totalitarismo. Los liberales, debería ser obvio ya, estamos alrededor, cerca de una libertad individual plena. Nuestros pensamientos son cercanos al caso puro de libertad individual; no se requiere que todos los liberales nos situamos específicamente en el caso extremo, sino tan sólo cercano a éste. El ejemplo que di hace poco acerca de la divergencia del papel del estado que uno encuentra entre destacado pensadores liberales, precisamente describe la idea de un continuum como el descrito.

Los liberales creemos en la democracia como forma práctica de gobierno siempre y cuando haya una mayoría de la comunidad comprometida con la libertad de los individuos, la regla de la ley y un gobierno limitado. La democracia no es sino un conjunto de procedimientos para organizar y operar un gobierno. Como tal no posee un conjunto de valores que constituyan la esencia de una democracia: de hecho una mayoría de una comunidad puede escoger cualquier conjunto de valores que le parezca. Como es posible que exista un gobierno democrático que a la vez es totalitario, debemos ser claros en que una democracia totalitaria es antitética al ideario liberal. No debe olvidarse que la totalitaria Unión Soviética decía ser una república democrática o bien recordar la existencia de la República Democrática Alemana.

Lo anterior es relevante y por ello me permito poner dos ejemplos, más allá del usual de recordar cómo fue que Hitler llegó a ser cabeza de un gobierno totalitario mediante el empleo de procedimientos democráticos (parlamentarios) o bien, como me han comentado algunos amigos, lo que hoy sucede en algunas naciones sudamericanas, como Venezuela, Bolivia o Ecuador. Por eso prefiero dar un par de ejemplos diferentes de estos casos. El primero de ellos es algo que, en mi opinión, ya parece estarse presentando en ciertas naciones como los Estados Unidos y en algunos países de Europa y, el segundo, un caso puramente hipotético, pero revelador del intríngulis.

Primero: Una mayoría democrática impulsa una distribución igualitaria de los ingresos, dejando de lado el principio de que el mejor incentivo que puede haber para producir de la forma más eficiente, es cuando las personas que logran sus ingresos sirviendo adecuadamente a los consumidores, los conservan para sí, como sucede en un orden de mercado competitivo. Hay un error conceptual en John Stuart Mill, considerado como un pensador liberal, quien creía que en una economía era posible separar las funciones de la producción, de aquellas de la distribución. Mill consideraba que era posible seguir los criterios de optimización de la producción y, a la vez, lograr una distribución de la riqueza bajo cualesquiera reglas que mejor se le ocurran a la sociedad. Pero el fenómeno de la distribución no es algo tecnológico, como creía Mill, sino económico: el producto es del tamaño que es, porque la producción depende de su distribución y de los precios del mercado, no de la voluntad de la humanidad, individual o colectiva. Producción y distribución están íntimamente interconectadas.

Volviendo al ejemplo que he querido exponer, teóricamente un 50% más uno de los votantes, puede votar sistemáticamente por lograr una distribución igualitaria, independiente del aporte de cada uno al proceso productivo. Esto es, a través de impuestos impulsados por un partido político dado, quitarle, mediante legislación tributaria democráticamente aprobada, cualquier exceso sobre esta media igualitaria al restante 50% menos uno de los votantes, a fin de posesionarse de él. Si se alega que para eso usualmente (por fortuna) se requiere de una votación calificada, supongamos que de un 75%, pues en mi ejemplo tan sólo se requiere que acomodemos el 75% más uno de los votantes beneficiados con mayores ingresos, a costas del restante 25% menos uno, quienes son quienes pagarían los impuestos, democráticamente legislados. Lo importante es, recalco, que ello se puede lograr “democráticamente”.

Segundo: Sugiero un caso más impactante. Supongan ustedes que por mayoría se decide ejecutar a los gordos y bigotones, como este servidor. De estar usted en ese último saco, ¿estaría de acuerdo con un sistema democrático que tomara tal decisión? ¿Lo considera una forma ideal de gobierno? Lo que parece ser una broma, sólo refleja un hecho muy frecuentemente encontrado en naciones, en donde democráticamente las mayorías pueden violar (hasta cruelmente) los derechos de las minorías. Por eso los liberales siempre hablamos de los derechos de los individuos, no de si son de una mayoría o de una minoría. Ejemplos de abusos de minorías por parte de la voluntad de una mayoría, fundamentados en procedimientos democráticos, son el de los judíos, liberales, gitanos, entre otros, en la Alemania Nazi o los Sudras en India, que son los esclavos y peones de todo tipo, y palabra con la que se da a entender “los que necesitan de limpieza”. También está el caso de los negros durante la Reconstrucción del Sur de los Estados Unidos.

Finalmente, deseo indicar que una característica de los sistemas democráticos es el papel que juegan los grupos de interés. Tal como una vez señaló Hayek, la democracia se convierte en “un juego que todos los intereses separados deben satisfacer para asegurarse un apoyo de una mayoría”. Por supuesto que este juego afecta cualquier buena intención de gobernabilidad. Por ello se requiere limitaciones que impidan esta cesión de competencias en un gobierno de grupos de interés arbitrarios, sin límites y sin restricciones.

4.- CONCLUSIÓN

Debo agradecer a don Oscar por haber producido este libro, que creo que sin duda logrará la libre discusión de ideas que son de suma importancia para todos nosotros. Nos aleja, por un momento, de ese mundo de vanidades, de espectáculo, como dice Vargas Llosa, pues nos permite reflexionar sobre lo verdaderamente importante. Las ideas acerca de la libertad de los individuos y acerca de la forma en que organiza un estado son vitales que las tengamos muy claramente definidas, pues el riesgo de no entender su naturaleza hace que podamos caer en una inaceptable dictadura de las mayorías. Me siento un liberal demócrata. Lo primero, porque creo que la libertad es un valor superior que debe ser resguardado y, lo segundo, porque la democracia es lo que me permite cambiar incruentamente a un gobierno. Es la respuesta a la pregunta crucial que formuló Popper: “¿cómo podemos organizar nuestras instituciones políticas de forma que los gobernantes malos o incompetentes… nos causen sólo el mínimo daño?”. (En Busca de un Mundo Mejor, p. 69).

Para asegurar la libertad de los individuos, ante la posibilidad de que un gobierno sea malo o incompetente, la democracia es el método menos costoso, pues mediante elecciones destituye o cambia a los gobernantes. Esto es, la función esencial de un estado es la de salvaguardar la libertad de los ciudadanos y ante la posibilidad de que se desborde el poder de coacción que se le dota, la democracia es la forma menos convulsiva de cambiar al gobernante. “En la práctica la democracia, según Popper, siempre ha intentado tratar la cuestión más importante de la política: la evitación del despotismo”. Y buscamos evitar el despotismo, porque éste nos despoja de nuestra libertad, que es lo que nos permite tener una vida mejor y más digna.

Muchas gracias por su gentil atención.
San José. Costa Rica
23 de agosto del 2012

Presentado en el sitio de ASOJOD el 28 de agosto del 2012