EL DESPRECIO POR EL CONSUMIDOR
Por Jorge Corrales Quesada

Cuando una empresa es un monopolio, se le hace más fácil despreciar al consumidor. En contraste, una empresa que tenga que competir con otras, hará lo indecible para conservar el favor de aquél, a fin de conservar sus posibilidades de obtener ganancias. Al ser un único proveedor, el monopolista sabe que sus consumidores, en el mejor de los casos, no tienen alternativa a lo que les ofrece y si acaso hay la posibilidad de que los consumidores puedan escoger algún bien que más o menos suple al del monopolio, lo posible es que tal opción se dé a un costo sustancialmente más elevado. Así, difícilmente podemos, por la razón que sea, sustituir la gasolina que nos suministra RECOPE y si consideramos como opción otra fuente de energía para movernos, como por ejemplo, caminando, sabemos que ello tiene un costo mucho mayor que comprar gasolina.

Así, RECOPE casi que está en plena capacidad de vendernos como gasolina lo que le dé la gana. “Coprolina” (del latín moderno copro = excremento) en vez de gasolina. ¿Y ante eso, qué podemos hacer los consumidores? En realidad casi nada, pues no podemos optar por otro proveedor que nos supla de algo similar. El burócrata del establishment de inmediato nos dirá que, para impedir que se nos venda coprolina como gasolina, está el ARESEP y que es cosa de presentar la denuncia ante dicho organismo para evitarla. El reciente episodio con la agregación de aditivos a la gasolina, mucho más allá de los aceptables por razones de salud, tal como lo denunció una entidad privada (la AIVEMA) también nos ha permitido darnos cuenta de que naturalmente no hay un interés de RECOPE para brindarnos un producto adecuado, sino que la misma ARESEP, que tenía noticias desde hacía varios meses acerca del combustible embarrado, tampoco actuó con celeridad y energía ante el engaño. Por supuesto que RECOPE no tiene razón para temerle a la ARESEP: ambas están cobijadas por el mismo alero del estado, pero sobre todo porque la ARESEP ha mostrado ser sumamente lerda en estos casos.

El monopolio de RECOPE posee ciertos conocimientos técnicos de sus productos, que el consumidor no tiene fácilmente. Ahora alega que no sabía que su gasolina más bien se asemeja a coprolina que a un combustible apropiado para los vehículos y las personas. Pero esta ignorancia es lógico que no sea prioritario de eliminar, puesto que no hay competidor a lo que pueda vender a los usuarios cautivos e imposibilitados de escoger en un régimen de competencia. Bajo este último, las empresas participantes estarían muy atentas de vender al consumidor un combustible a buen precio y de buena calidad, porque si no emigran hacia otro que lo haga mejor.

Pero RECOPE no tiene temor alguno a la sanción que le impondría su propio patrono, el estado. Ya lo estamos viendo: la multa que ARESEP plantea imponer a RECOPE por lo sucedido es casi cercana a la que estaba en la Ley de Tránsito que la sala Cuarta echó para atrás. La verdad es que sin competencia, RECOPE podrá seguir vendiéndonos, sin sanción de hecho, como la pérdida de su clientela, cuanta coprolina se le ocurra distribuir, porque ciertamente ni siquiera la produce. Tan sólo la envasa.

Publicado en La Extra del 28 de agosto del 2012