LAICISMO, LIBERTAD Y LUCHA POR LOS DERECHOS
Por Jorge Corrales Quesada

Los recientes acontecimientos sucedidos en nuestro país en torno a la aprobación legislativa de uniones de convivencia para parejas gais, me mueven a recordar algunos principios que los liberales hemos sostenido a lo largo de los años, que indican la necesidad de que nuestro país avance hacia un estado laico, en vez de la situación actual, en que el Estado costarricense tiene una religión oficial, la católica.

Es evidente la oposición de ciertos gremios religiosos a que, por ejemplo, se dispense educación sexual en los colegios, a que los gais puedan acceder a una serie de derechos que el resto de los ciudadanos disfruta, a que aquellos puedan ser garantes conjuntos para préstamos y que puedan heredar al compañero, entre muchas otras cosas que el resto de los ciudadanos sí podemos hacer, sin problema alguno de legalidad. Creo que esos impulsos retrógrados provienen de la existencia de un estado no laico pues, de una u otra manera, por medios más o menos encubiertos y solapados, se ponen obstáculos a ciertas creencias religiosas (o su ausencia) a ciudadanos quienes libremente las han escogido y que difieren del credo oficial y de otros similares.

Un estado laico –como la mayoría de los de América Latina- no se opone a la religión, sino que, por el contrario, permite la libertad sin restricciones para que las personas escojan la religión que les da la gana. En esencia, se reafirma el principio de tolerancia por el cual, en tanto con sus actos no se dañe a terceros, lo que significa la obediencia de leyes usualmente aplicadas en los estados liberal-democráticos, la persona es libre de escoger sus creencias religiosas, sin que el Estado tenga algo que ver con ello. Estas creencias son un asunto privado y no público. El Estado no tiene porqué meterse en lo que es algo privado y no público. Al César lo que del César y a Dios lo que es de Dios. La posición supuestamente oficial de la Iglesia Católica Romana es la de no objetar que el estado costarricense sea laico, pero a veces hay más papistas que el Papa en cuanto a una sana separación de la religión y el estado. Por supuesto, y aquí sí podría haber algún interés de alguien en mantener el estado de cosas, dicha laicidad requiere que, desde el punto de vista tributario, todas las iglesias sean tratadas de igual manera; con o sin impuestos, pero igualmente tratadas.

El otro principio liberal que resalta en estos asuntos es el de la igualdad ante la ley. Me resultaría odioso y contrario a los derechos del hombre (y de la mujer, por eso mejor hablar de derechos humanos) que, porque a alguien se le ocurra, los gordos no tengamos ciertos derechos, o los bajitos, o los negros, o los nicas, que se yo… cualquier discriminación de una parte de lo que llamamos humanidad. Los principios liberales se basan en la creencia de que sus fundamentos político-filosóficos son más proclives a que la humanidad pueda vivir mejor, pero nunca los ha restringido a que sean solo para algunos, sino para todos, en tanto que estén sujetos al principio de igualdad ante la ley.

El movimiento gay en Costa Rica ha mostrado una prudencia inteligente (o estrategia, dirá alguno) al no pretender que se les otorgue legalmente el instrumento del matrimonio, pues ello posiblemente amargaría su lucha, dado que muchas personas de bien consideran que es un término aplicable a la unión legal de un hombre con una mujer. Por eso solicitan que se aprueben las uniones de convivencia, que incorpora derechos de los que hoy son absurdamente excluidos. Esa prudencia exhibida, para evitar pasiones desenfrenadas y dolorosas, hace que tengan mi apoyo total en su esfuerzo para que sean ciudadanos iguales a los demás. La libertad es única y universal, no es algo propio de algunos y excluida para otros, simplemente con base en alguna creencia religiosa sin sentido. En la defensa de la libertad, la religiosa ha sido primordial en el pensamiento liberal. Con claridad lo expuso John Locke en su Carta sobre la Tolerancia, hace ya muchos años, en medio de la intransigencia del amasiato Estado-Religión: “que todas las iglesias se obligaran a proclamar que la tolerancia es el fundamento de su propia libertad y a enseñar que la libertad de conciencia es un derecho natural del hombre, que pertenece por igual a los disidentes como a ellos mismos, y que nadie puede ser obligado en materia de religión, ni por ley ni por fuerza”.

Publicado en La Extra de martes 26 de junio del 2012.