2011-11-31-LA ASOCIACIÓN NACIONAL DE CONTRIBUYENTES

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COLUMNA LIBRE: LA ASOCIACIÓN NACIONAL DE CONTRIBUYENTES


Boletín de ANFE, 31 de octubre del 2011.

Hace ya varios años, concretamente en enero de 1988, escribí una columna con este mismo título y, como las cosas siguen hoy igual que siempre, tal vez de nuevo sea oportuno escribir algo al respecto.

Ciertas de las razones para mi sugerencia de aquel entonces, en cuanto a organizar la Asociación Nacional de Contribuyentes, siguen vigentes, como, por ejemplo, que en apariencia tan sólo cuando los grupos se organizan para presionar al gobierno, es posible lograr lo que las personas consideran deseable. Esto es, para desmayo de mis amigos Aynrandianos, hay muy pocas posibilidades de que un individuo sólo, por más razonable que sea su propuesta, por más inteligente que sea su alegato, logre convencer al Leviatán de que eche para atrás en ciertas decisiones. La organización para formar grupos de presión parece ser la única alternativa que permite una sociedad democrática como la nuestra, para que la persona pueda obtener un resultado positivo frente a un acto supuestamente dañino de parte del Estado. Esto es, tan sólo cuando se le golpea en la mesa, el Estado es capaz de reconocer que hay algo de malo en sus decisiones y que, por tanto, debe recular. No digo esto en la hora, en el momento actual, de los motociclistas, ni de los anestesiólogos, ni de los protestantes contra la apertura de la carretera a Villa Colón, ni como tantos otros que sólo así han podido lograr sus objetivos, sino para enfatizar en el hecho de que se han tenido que organizar para luchar por lo que consideran deseable, pues no tienen otra opción que actuar de esa manera

Lo que ha estado pasando con el actual paquete de impuestos, al igual que sucedió con otro paquetazo en aquella ocasión, esa vez con el alza tributaria de rigor de la primera administración Arias Sánchez, con el apoyo de su entonces Ministro de Planificación (ya saben quién), es lo que me impulsa para insistir en la necesidad de que los contribuyentes se organicen como grupo activo, en cuanto a posicionarse frente a la política tributaria que suelen proponer los políticos de turno, que casi siempre significa tan sólo más y más impuestos para quien de todas manera es el que ya paga.

Esto me lleva al segundo argumento para crear dicha asociación. Si una persona, algún individuo, se atreve a oponerse a un paquete de impuestos usando los medios que la ley y la libertad le permiten, suele terminar por atraer la mirada del cobrador de tributos, ya pueden ustedes imaginarse para qué. Así entiende uno por qué un empresario individualmente prefiere mejor callar, antes de que lo pongan en la lista -de cualquier color que sea- en la cual aparecen los enemigos del paquete. Y ya sabe el amigo lector que esas “visitas” no sacan pelo sin sangre; en otras palabras, caen para sacar plata y buscarán todos los medios posibles para lograrlo. Esto muy posiblemente provoque temor, el cual hace que esas personas prefieran no actuar.

Una asociación amplia y libremente constituida, como es la idea de la Asociación Nacional de Contribuyentes, puede constituirse en una voz más -y posiblemente más fuerte- de quienes prefieren la tranquilidad antes que pelear directamente por lo que consideran justo y deseable. En especial si la dirigencia de esa Asociación la constituyen personas preparadas, capacitadas, entrenadas, conocedoras, estudiadas, de los asuntos tributarios y fiscales en general, así como legales, que sean quienes den la cara en estos temas, lo que permite asegurar cierto grado de protección deseable frente el visitador de impuestos y, sobre todo, para que las personas que la apoyan no tengan reparos de que los “jodan” por opinar directamente.

Por ello, reproduzco el artículo de aquel entonces, con la advertencia de que está escrito para ciertas circunstancias de aquella época, si bien, como verán, siguen siendo parecidas a las de hoy. Es cierto que han variado en cuanto a personajes y actores, pero lo que sucede en la actualidad sigue siendo lo mismo de aquellos años atrás.

“ASOCIACIÓN NACIONAL DE CONTRIBUYENTES

Evidentemente que el trabajo doctoral de don Oscar Arias sobre los grupos de presión en Costa Rica, unido a recientes acontecimientos sucedidos en nuestro país, deben servir de inspiración para que los ciudadanos aprendan cómo defender sus derechos y sus haberes.

Se puede observar cómo, a través de los años, los gobiernos social-estatistas negocian sus asuntos casi exclusivamente con los grupos organizados del país; esto es, cuando se dan políticas gubernamentales que afectan a algún grupo particular o concreto, negocian, precisa y únicamente, con esas organizaciones o asociaciones molestas. En esto la experiencia de don Oscar Arias es muy amplia y él lo analiza extensamente y con propiedad en su libro Grupos de Presión en Costa Rica. Pero tal vez mucha mayor es la experiencia de los costarricenses en estos asuntos y, si no la tienen, pues veamos algunos casos recientes.

Los oreros lograron una compensación del Estado costarricense por el desalojo de que fueron objeto en el Parque Nacional de Corcovado, gracias a que se organizaron en un grupo de presión que mantuvo en vilo a la ciudadanía que circulaba por el Parque Central, el Parque Nacional, la Asamblea Legislativa o la Catedral de San José. La organización y la presión funcionaron.

Los taxistas lograron que se les adecuara el pago del impuesto al ruedo ̶ cosa que ni usted ni yo solos podemos hacer ̶ y que se les exonerara del impuesto por la transacción del vehículo exonerado ̶ igualitico que los diputados, sí señores ̶ gracias a que están organizados y se apropiaron de una parte de la ciudad de San José, a vista y paciencia de quienes aseguraron hacer respetar la Constitución, la cual garantiza el libre movimiento de la ciudadanía en el país. (Conozco el caso de una persona quien por dos días casi no pudo salir de su casa a comprar la comedera, pues le era imposible movilizarse, debido a la toma del Ministerio de Hacienda que hicieron los taxistas). En todo caso, la organización y la presión les funcionaron a los taxistas.
Cuando escribo esto los costarricenses estamos sin carne, puesto que un grupo amplio de ganaderos insiste, entre otras cosas, en que se les garantice el crédito suficiente y subsidiado, preferiblemente, y que se les readecúen sin problemas las deudas que tienen con los bancos estatales. Estoy seguro de que tendrán éxito en su paro, pues el gobierno siempre accede ante quien se le planta. Los lectores verán cómo la organización y la presión traerán el éxito para los ganaderos.

Si ya los costarricenses hemos sobrepasado el límite en el pago de impuestos ̶ ¿se acuerdan cuando don Luis Alberto Monge, al poner una fuerte carga de gravámenes al país, dijo que con el paquete de ese entonces los costarricenses llegaban al límite de su carga tributaria? ̶ no les queda otro camino, a fin de poner un freno efectivo a los políticos, que organizarse y ejercer la presión que de ello se deriva. Yo propongo que esa organización se llame la Asociación Nacional de Contribuyentes (A. N. C.). Y con toda honestidad les digo que no soy yo quien quiere crearla, pues no sólo no tengo los recursos financieros para hacerlo, sino que tampoco soy un experto en gestar organizaciones, cuando sé que hay personas muy capacitadas en ello. En todo caso, sin duda alguna, se debe colaborar con quién o quiénes decidan llevar a cabo esta tarea de organización tan importante y necesaria.

Hay varios aspectos que esa organización debe tener muy presente. En primer lugar, no debe convertirse en vocero de un grupo concreto de contribuyentes, el cual pretenda una reducción de sus impuestos a cambio de que se les aumente a otras personas o grupos. El éxito que en los Estados Unidos tuvieron Howard Jarvis y Paul Gann en 1978, cuando lograron que la ciudadanía de California votara una fuerte reducción en los impuestos a la propiedad, se debe a que no se ligó tal reducción de los gravámenes con un aumento en los tributos a otras personas, Simplemente se disminuyeron los gravámenes y que la burocracia estatal, para compensar las pérdidas en sus ingresos, mejorara la eficiencia con que se trabajaba o bien que se redujera el gasto público.

En segundo lugar, es muy importante que la Asociación siempre esté bien informada. Actualmente es bien poco lo que saben los ciudadanos y el mismo Estado acerca de la Finanzas Públicas. Las estadísticas fiscales del Ministerio de Hacienda andan bien atrasadas y hasta una publicación anual que anteriormente se llevaba allí, en la cual se detallaba la información relevante sobre el pago del impuesto a la renta, se dejó de publicar hace cierto tiempo.

En tercer lugar, la Asociación deberá estar muy vigilante de lo que sucede en la Asamblea Legislativa. De esta manera no sólo se puede hacer una labor de cabildeo permanente, para evitar aumentos en los gravámenes cada vez que se le ocurra así hacerlo a cualquier diputado y que muchas veces se hace de manera disfrazada dentro de alguna buena ley, sino que, también, se pueden evitar barbaridades ̶ por así llamarla ̶ como lo es la reciente exoneración que los propios diputados se otorgaron, al mismo tiempo que se ponían fuertes impuestos a todos los demás costarricenses.
En cuarto lugar, muchas veces ciudadanos específicos no pelean contra el aumento en los impuestos, porque temen alguna acción del Estado contra ellos; ya sea porque la deben o porque la escamotean o por cualquier otra razón, ante lo cual deciden actuar de manera sumamente pasiva. Al crearse esta Asociación, surge una entidad con personería tal que pueda actuar con menor temor y, por lo tanto, estará en mayor capacidad de introducir los cambios que se consideren deseables en los asuntos tributarios.

Al observar cómo la organización y la presión parecen ser las únicas armas con las cuales el costarricense puede detener el abuso de los gobernantes, no me queda más alternativa que pedir a la ciudadanía que colabore, de cualquier forma posible, para que vea la luz la Asociación Nacional de Contribuyentes.”

Podrán pasar los años, pero las cosas parecen cambiar y para eso están ahí las ideas, con la esperanza de que puedan ayudar a resolver la cochinada en que estamos hoy envueltos.