2007-09-30-EL TLC Y EL CONSUMIDOR
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COLUMNA LIBRE:EL TLC Y EL CONSUMIDOR


Boletín de ANFE, 30 de setiembre del 2007. Reproducido en el libro de Carlos Federico Smith, “Políticamente Incorrecto”, 2009, p. p. 147-150.

Recientemente el columnista de La Nación, señor Jorge Guardia, considerado por muchos como un pensador de tendencia liberal, en esencia escribió que permanecía indeciso ante la aprobación del TLC por su falta de defensa de los intereses del consumidor y por considerar que éste poco ganaría con él.

Es un tema que creo se ha discutido bastante en la palestra, pero la columna de don Jorge pretende dar un baño frío a quienes hemos venido abogando por la aprobación del TLC. ¿Estará don Jorge en lo correcto? ¿Es su análisis del TLC el apropiado para llegar a la confusión que dice tener? En mi opinión, como economista y liberal, creo que no: No está en lo correcto y su análisis es inapropiado para ayudarnos a decidir en este referendo.

Como introducción contaré una anécdota relevante. En una presentación de un libro del economista doctor Rigoberto Stewart, como es propio de tan distinguido académico, defendió la posición liberal del libre comercio que muchos compartimos y lo contrastó con lo que se ha denominado “acuerdos de libre comercio” (tal como el TLC), en los que no hay libre comercio a plenitud, sino un acuerdo de desgravación o apertura parcial resultante de negociaciones entre los países firmantes. En esa oportunidad se había invitado a otro distinguido economista, el doctor Alberto Trejos, para que comentara el libro de don Rigoberto. Ante los señalamientos de éste sobre los TLCs, don Alberto aclaró que él (quien, como Ministro de Comercio Exterior, había negociado el TLC), compartía muchos de los ideales de don Rigoberto sobre las virtudes del libre comercio, pero le había tocado lidiar con realidades diferentes a las de su colega. Esencialmente, ese TLC era lo posible de acordar entre muchas peticiones contrastantes y hasta hostiles de los diferentes países, si bien él hubiera deseado una mayor apertura pro-libre comercio de todas las partes; en segundo lugar, en el mundo, en esos momentos (y también hoy en día), las negociaciones de la Ronda de Doha de apertura alrededor de la Organización Mundial de Comercio, estaban paralizadas y por eso las naciones acudían a lo único disponible en pro de la apertura comercial, como eran los acuerdos de libre comercio.

Ante la argumentación de don Alberto, don Rigoberto, como académico y caballero que es, reconoció públicamente el esfuerzo hecho por los negociadores encabezados por el Dr. Trejos y aceptó que ciertamente esa era una realidad con la cual se tenía que convivir y que consideraba que siempre era importante tener como un marco de referencia las ventajas de un libre comercio sin traba alguna.

Por supuesto, los asistentes reconocimos el esfuerzo de estos dos economistas liberales y sobre todo su disposición a que los costarricenses nos siguiéramos beneficiando en lo posible de aquellas máximas que conocemos desde Adam Smith y David Ricardo.

Lástima que el Sr. Guardia no asistió a esa presentación del libro de don Rigoberto, pues no hubiera cometido el fatal error en que incurre para declararse indeciso ante la aprobación o rechazo impostergable del TLC. El hecho es que este tratado contiene una serie de provisiones, que como indicaré luego, pueden no ser las ideales para quienes creemos en un verdadero libre comercio, pero que SÍ benefician notoriamente a los consumidores.

Don Jorge me alegará en contrario (y hasta podría calificarme de ingenuo) citándome un valioso trabajo de la CEPAL, que sirve de base para que él considere que el beneficio del consumidor con el TLC es relativamente inocuo.

Sobre esto cabe hacerle dos señalamientos. El primero es que don Jorge, al igual que quien esto escribe, somos poco conocedores de las técnicas econométricas.

Por ello, para informarme bien, consulté a dos apreciados economistas de mi confianza académica e ideológica, como son los doctores Juan Muñoz y Ricardo Monge, ambos profusos conocedores de las técnicas econométricas, quienes me indicaron que uno de los problemas con los llamados modelos de equilibrio general, como el de la CEPAL mencionado, es que, por su grado de agregación, resultados como los expuestos no permiten indicar el grado en qué se podrán desarrollar las cosas. Así, por ejemplo, se me explicó, ningún modelo de equilibrio general podía haber predicho allá por los años ochentas, cuando Costa Rica inició su proceso de apertura, que el país se convertiría en el mayor exportador de piña a los Estados Unidos, o que llegaría a exportar más de 3.500 diferentes productos a ese mercado. Simplemente los modelos de equilibrio general no llegan a ese nivel de detalle y ello es aplicable en la estimación plena de los beneficios que los consumidores obtendríamos con un TLC como el de comentario. (De paso, tampoco es posible, de acuerdo con el economista Roemer, que esos modelos de equilibrio general incorporen las diversas demandas futuras, ni tampoco incluyan productos que hoy no se intercambian y que sí lo harían gracias a dichos acuerdos comerciales… la acción humana no forma parte de esos modelos de equilibrio general).

En segundo lugar, el gran error en el comentario de la columna de don Jorge, es que no explica que la alternativa es entre lo que tenemos actualmente (sin TLC) en contraste con lo que ese TLC propone, para evaluar los posibles beneficios para los consumidores. Así, con el TLC tendríamos la apertura de un monopolio que hoy día impide escoger a los consumidores, como es en la telefonía celular y la Internet, así como sucede algo similar con los seguros. Hasta con el caso del arroz, en que si bien el TLC nos queda debiendo, la apertura total se dará en 20 años: Eso es mejor que la no apertura para los consumidores que hoy día tenemos y que, tanto don Jorge como yo, desearíamos que fuera desde ahora. Hay muchos productos que se desgravan y que se irán abaratando con el paso del tiempo (y que creo permitirá una reducción de la inflación si hay una política monetaria congruente), que permitirán un aumento del ingreso real de los consumidores. Porque aquí surge otro de los errores de la columna del señor Guardia: No toma en cuenta lo que los economistas llamamos el efecto ingreso.

Si con el TLC es factible que mejoren los salarios y el empleo, así como las exportaciones que ya no estarían sujetas a la actual inseguridad alrededor de la Iniciativa para la Cuenca del Caribe, los consumidores tendríamos mayores recursos para consumir.

Por eso sorprende la alacridad con que el ex Presidente de ANFE, señor Guardia, se declaró perplejo y titubeante ante la decisión que los costarricenses debemos tomar en el corto plazo. Era cuestión de, antes de escribir, consultar a los que podían haberlo aconsejado mejor, en lo técnico y hasta en lo político, si bien esto último no me atrevo a hacer, pero de seguro otros ya lo habrán hecho, para bien de don Jorge.

Por Carlos Federico Smith